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A.

¿Se podría iniciar el procedimiento de reforma a través de un decreto del Poder


Ejecutivo tal como lo anhela el jefe de Gabinete de ministros? Fundamenta e indica
cuáles son las dos primeras etapas para iniciar el mecanismo de reforma.

B. ¿Se pueden “reformar” los contenidos pétreos? Explica y fundamenta tu postura.

C. ¿La pena de muerte podría ser incluida en nuestro ordenamiento jurídico


interno?

Respuestas:

A. No se podría ya que es inconstitucional, por ser violatorio del procedimiento


establecido en el Art. 30 de la C.N., dado que es el Congreso (Poder
Legislativo), el encargado de iniciar el procedimiento.
Según el Art. 30 de la C.N., las dos etapas a seguir para su reforma son:
1era) El Congreso, mediante una mayoría agravada, debe decidir que es
necesaria la reforma, y debe puntualizar qué temas van a ser materia de ella.
2da) Una convención, elegida por el voto popular, será la encargada de llevar
adelante la reforma, pudiendo decidir qué enmiendas introduce, pero siempre
dentro del listado de temas delimitado por el Congreso.
B. Más allá de la discusión sobre cuáles serían los contenidos pétreos, también se
discute si existen tales contenidos. A mi modo de ver, ello radica en la
diferencia entre Poder Constituyente originario (el que dictó la primera
constitución que dio nacimiento al Estado Constitucional de Derecho) y el
Poder Constituyente derivado, cuyas facultades surgen (derivan) de una
constitución preexistente, que además establece el procedimiento y fija los
límites de una eventual reforma. Entiendo que una vez establecidas las
estructuras e instituciones básicas del Estado, así como los derechos y
garantías fundamentales, en la constitución originaria, eso constituye el núcleo
pétreo que no podría dejarse de lado, ni por el Congreso, al dictar la ley de
necesidad de la reforma, ni por la Convención Constituyente convocada a tal
efecto, justamente por su carácter derivado.
C. No, no podría ser incorporada puesto que sería inconstitucional. Digo esto
porque, a partir de la sanción de la C.N. de 1994, se les asignó rango
constitucional a una serie de tratados internacionales sobre derechos humanos
suscriptos por la República Argentina, que expresamente prohíben la pena de
muerte.

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