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LA LLORONA

Cuenta la leyenda que existía una mujer que quedó embarazada, pero
la abandonaron, transcurrieron años y más años. Tuvo 3 hijos, ella
trabajaba y llevaba a sus hijos al trabajo. Una noche de tantas, se
sintió harta de todo, hasta de sus hijos, no tenía ganas ni de verlos;
Así que planeó asesinarlos, pasaron días y días, hasta que finalmente
llegó el momento en que decidió hacerlo.
Ellos se transportaban en canoa, una noche al ir de regreso a casa
después del día de trabajo, ella bajó y cuando los niños iban a bajar de
la misma, ella no se lo permitió, empujó la canoa con ellos abordo, la
canoa se alejó y se perdió por varios días. Ella los buscó y buscó,
finalmente los encontró, pero ya estaban muertos. No resistió tal dolor
y la culpa la orilló a quitarse la vida.

Desde entonces ella pena y cada noche grita… ¡AYYY MIS HIJOS!
Ese es el lamento de la Llorona.

ANONIMO

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LA LEYENDA DEL MAIZ.

Hace muchos siglos atrás, antes de la existencia del Dios


Quetzalcóatl, el pueblo azteca solo se alimentaba de raíces y
animales.
Sin embargo, detrás de las enormes montañas vecinas, yacía un
tesoro imposible de alcanzar, ese tesoro era el MAIZ. Otros dioses
intentaron, sin éxito alguno, dividir las montañas para que los hombres
pudieran atravesarlas. Fue entonces que apareció Quetzalcóatl. Este
dios prometió a los aztecas que les entregaría el preciado Maíz, pero
no mediante la fuerza, si no con inteligencia.
Entonces él se transformó en una hormiga negra y acompañado de
una hormiga roja, quien conocía el camino, se marchó hacia las
montañas, en el recorrido encontró infinidad de obstáculos, sin
embargo, estos no lo detuvieron, él mantuvo en sus pensamientos las
necesidades del pueblo azteca y siguió avanzando. Pasaron muchos
días antes de que Quetzalcóatl llegara a la cima de aquella montaña y
encontrara el maíz. Cuando finalmente llegó y tuvo el maíz frente a
sus ojos, tomó un grano entre sus mandíbulas y emprendió el camino
de regreso; Al llegar, entregó el grano de maíz prometido a los
aztecas.
Desde entonces el pueblo sembró dicha semilla y prosperó mediante
el cultivo y cosecha del maíz.
El pueblo azteca se volvió poderoso, tuvieron riquezas y construyeron
las más imponentes ciudades, palacios y templos.
Por lo que hizo este Dios por el pueblo azteca, lo veneraron, era su
principal Dios, el más grande. Su Dios Quetzalcóatl.

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AUTOR: DUBOVOY SILVIA

EL CONEJO EN LA LUNA

Existe una leyenda misteriosa que nos habla del dios azteca
Quetzalcóatl. Según esta leyenda, en una tarde de verano, el dios
azteca Quetzalcóatl pensó que podía ser muy buena idea ir a dar un
paseo. Pero se olvidaba de que su aspecto, en forma de serpiente
emplumada, podría atemorizar al mundo. De esta forma decidió que lo
mejor sería bajar a pasear a la Tierra tomando un nuevo aspecto
humano y común.
Caminó sin parar durante todo el día el dios Quetzalcóatl disfrutando
plenamente de todos los maravillosos paisajes que le brindaba la
preciosa Tierra. Y tras mucho caminar, cuando ya parecía despedirse
el Sol entre las luces rosadas y mágicas del atardecer, Quetzalcóatl
sintió un hambre terrible que le apretaba el estómago, además de un
fuerte cansancio. Pero a pesar de todo aquel malestar, Quetzalcóatl
no se detuvo en su camino.

Finalmente cayó la noche, y junto a una hermosa y casi anaranjada


Luna, brillaban miles de estrellas que eclipsaban al mismísimo dios. Y
en ese justo instante Quetzalcóatl pensó que debía parar su paseo y
descansar finalmente para reponer fuerzas. La belleza del firmamento
le había hecho darse cuenta de que el mundo merecía contemplarse
con detenimiento y verdadera atención.
Tomó asiento en aquel mismo instante sobre una piedra gruesa del
camino, y al poco tiempo se le aproximó un conejito que parecía
observarle con mucha atención mientras movía los finos bigotes.
¿Qué comes? - - Dijo el dios al conejo.
Como una deliciosa zanahoria que encontré por el camino. ¿Deseas
que la comparta contigo?

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No gracias, no puedo quitarle su sustento a un ser vivo. Tal vez mi
verdadero destino sea pasar hambre y desfallecer como consecuencia
de ello y también de mi enorme sed.
¿Y por qué habría de pasar algo tan terrible si yo puedo ayudarte? –
Replicó el conejo.
Eres muy amable, conejito. Sigue tu camino y no te preocupes por mí.
– Exclamó apesadumbrado y agotado el dios Quetzalcóatl.
Solo soy un pequeño e insignificante conejo. No dudes en tomarme
como tu alimento cuando creas que no puedes más.
En la Tierra, todos debemos encontrar la manera de sobrevivir.
Quetzalcóatl se quedó completamente conmocionado ante aquellas
palabras del conejo y lo acarició con mucho cariño y emoción.
Después lo cogió entre sus manos y lo alzó hacia el cielo, en dirección
al brillo que despedían las estrellas en la noche. Tal alto lo subió con
sus propias manos, que su silueta quedó grabada en la gran Luna casi
anaranjada. Mientras Quetzalcóatl volvía a descender sus brazos con
el conejo entre las manos, observaba el magnífico grabado que había
quedado en el cielo. La imagen del conejito quedaría para siempre en
el firmamento, para que fuese recordada siglos y siglos por todos los
hombres que habitaran la Tierra como premio por su bondad.
Después Quetzalcóatl se despidió del conejo, y agradeciéndole
nuevamente su amabilidad, continuó su camino. El pequeño conejito
no podía creer lo que había visto. Aquel hombre tenía aspecto de
humano, pero se comportaba con una grandeza fuera de lo normal.
Y con aquella reflexión observó anonadado el brillo de su silueta en la
Luna durante mucho, mucho, tiempo.

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AUTOR: GRISEL ESTAYNO

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EL COLIBRI MAYA
Los mayas más sabios cuentan que los Dioses crearon todas las
cosas en la Tierra y al hacerlo, a cada animal, a cada árbol y a cada
piedra le encargaron un trabajo. Pero cuando ya habían terminado,
notaron que no había nadie encargado de llevar sus deseos y
pensamientos de un lugar a otro.
Como ya no tenían barro ni maíz para hacer otro animal, tomaron una
piedra de jade y con ella tallaron una flecha muy pequeña. Cuando
estuvo lista, soplaron sobre ella y la pequeña flecha salió volando. Ya
no era más una simple flecha, ahora tenía vida, los dioses habían
creado al x ts’unu’um, es decir, el colibrí o picaflor.
Sus plumas eran tan frágiles y tan ligeras, que el colibrí podía
acercarse a las flores más delicadas sin mover un solo pétalo, sus
plumas brillaban bajo el sol como gotas de lluvia y reflejaban todos los
colores.
Entonces los hombres trataron de atrapar a esa hermosa ave para
adornarse con sus plumas. Los Dioses al verlo, se enojaron y dijeron:
Si alguien osa atrapar algún colibrí, será castigado

Por eso es que nadie ha visto alguna vez a un colibrí en una jaula, ni
tampoco en la mano de un hombre.

Los Dioses también le destinaron un trabajo: el colibrí tendría que


llevar de aquí para allá los pensamientos de los hombres. De esta
forma, dice la leyenda, que si ves un colibrí es que alguien te manda
buenos deseos y amor.

ANONIMO

6
EL NAHUAL
Los nahuales son criaturas que abundan entre los mitos
prehispánicos. Se cree que son brujas o hechiceros que, a través de
ciertos rituales, logran cambiar a cualquier forma animal que deseen
para así causar el mal entre sus semejantes. A muchos les gusta
lastimar el ganado de los pueblos en los que viven o hurtar la comida
de la gente. Los más malvados atacan a las personas o se llevan a los
niños para perderlos en los cerros o en los bosques.

Cuentan que un día, en el bonito pueblo de Zacatlán, llegó a habitar un


brujo muy malo que tenía la habilidad de convertirse en un enorme
pájaro. Todos los días al ponerse el sol, armaba una hoguera muy
grande en el patio de su casa, con el que practicaba siniestras
ceremonias.
Así era capaz de transformar su cuerpo y sobrevolar por el poblado,
aterrorizando a la gente, que se encerraba en sus casas a cal y canto.

Y si alguno de ellos llegaba a quedarse afuera por descuido, que Dios


lo amparara, porque el nahual se lanzaba en picada contra él y le
hacía heridas con las garras y el pico, hasta dejarle desfalleciendo.
Quienes tenían niños o bebés debían vigilarlos igualmente en todo
momento, porque el espantoso pájaro podía meterse por sus ventanas
para llevárselos.

Todos estaban cansados de él, pero no sabían cómo enfrentarlo


porque le tenían mucho miedo. Así que un día, los hombres se
reunieron con palos y machetes para decidir qué hacer.
—Yo propongo que entremos en su casa mientras no está —dijo uno
de ellos— y veamos que encontramos en la hoguera.
Así se dirigieron hasta la morada del brujo, que para esa hora estaba
volando a ver a quien podía hacerle daño. Se dirigieron a su patio
trasero y encontraron los restos de la fogata junto con las ropas del

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brujo. Y también algo impresionante. Sus brazos estaban tirados a un
lado.
—¿Qué hacemos con esto? —preguntó uno.
—¿Pues qué más? Vamos a esconderlo todo —dijo otro—, a ver si así
sigue atreviéndose a hacernos la vida imposible.
Se llevaron todo, incluyendo los brazos que ocultaron en uno de los
fogones de la cocina. Cuando el nahual volvió, se puso muy
angustiado pues no podía transformarse por completo. Tenía el cuerpo
de un hombre, pero aún conservaba sus enormes alas de pájaro.
Pronto se vio acorralado por aquellos hombres que habían entrado en
su casa.
Les suplicó que le perdonaran la vida más ellos se negaron. Entonces
les ofreció un trato.
—Si me dejan ir y me devuelven mis brazos, voy a volverlos muy ricos
y poderosos.
Los hombres se miraron entre sí, sopesando las palabras del brujo.

—¿Cómo sabemos que podemos confiar en ti? —le preguntaron.


—Les doy mi palabra de que todo cuanto digo es cierto —juro él.
—Los seres como tú no tienen palabra —respondieron ellos y acto
seguido, volvieron a prender la hoguera para quemar al nahual, quien
se consumió en una estela de humo y cenizas.

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AUTOR: MANUEL JOSE OTHON

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LOS DUENDES Y EL ARBOL DE LA NAVIDAD

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, existían unos mini seres,
llamados duendes. Ellos cada 25 de diciembre decoraban un árbol con
muchas esferas y luces, en la punta del árbol colocaban una estrella, a
la que llamaban estrella de Belem, pero un día su raza rival, los
Gnomos, talaron y robaron todos los árboles, no dejaron uno solo,
ellos estaban muy tristes.
La tristeza aumentaba cada que se acercaba más, la fecha en que
ellos debían decorar su árbol, ya era 18 de diciembre y seguían sin
poder conseguir un árbol, de pronto uno de los duendes dijo y si nos
organizamos y vamos a recuperar nuestros árboles, allá con los
gnomos, algunos no estaban de acuerdo con esa idea, se decían que
eran muy débiles frente a ellos, se sentían sin esperanza.
Uno de los duendes en algún momento había escuchado hablar sobre
un hombre con poderes mágicos, a ese hombre lo conocían con
diferentes nombres: SANTA CLAUS, PAPÀ NOEL, SAN NICOLAS.
Ese rumor se esparció por toda la villa, entonces cuando todos
supieron de ese hombre y sobre todo que este podría ayudarlos,
decidieron nombrar a este duendecillo el líder para encontrar a Papá
Noel. Finalmente lo localizaron y le contaron lo que estaba pasando,
entonces Santa Claus decidió ir con ellos y ayudarlos.
Caminaron hacía donde habitaban los Gnomos, al ver a Santa Claus
intentaron correr, pero nada podían hacer contra los poderes mágicos
que papá Noel tenía. Santa convirtió a todos los gnomos en duendes y
entonces recuperaron loas árboles y solo así pudieron tener su árbol
para decorarlo, ya era 25 de diciembre.

En pago por haberlos ayudado, Santa pidió a los duendes que cada
navidad lo ayudaran a repartir felicidad al mundo entero. Los duendes
aceptaron el trato, entonces a ellos se les ocurrió que necesitarían una
fábrica de sueños, una donde pudieran hacer todo aquello que a los
humanos hace feliz, fue entonces que tomaron el 25 de diciembre

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como la fecha especial, a la que llamaron celebración de Navidad y
desde entonces junto con Santa Claus, regalan sonrisas y felicidad.

Autor: Hector Bielma G.

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