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La leyenda del maíz

Cuenta la leyenda que, antes de la llegada del Dios


Quetzalcóatl, los aztecas solo se alimentaban de
raíces y algún que otro animal que podían cazar.
El maíz era un alimento inaccesible porque estaba
oculto en un recóndito lugar situado más allá de las
montañas.
Los antiguos dioses intentaron por todos los modos
acceder quitando las montañas del lugar, pero no
pudieron conseguirlo. Entonces, los aztecas
recurrieron a Quetzalcóatl, quien prometió traer maíz.
A diferencia de los dioses, este utilizó su poder para
convertirse en una hormiga negra y, acompañado de
una hormiga roja, se marchó por las montañas en
busca del cereal.
El proceso no fue nada fácil y las hormigas tuvieron
que esquivar toda clase de obstáculos que lograron
superar con valentía. Cuando llegaron a la planta del
maíz, tomaron un grano y regresaron al pueblo.
Pronto, los aztecas sembraron el maíz y obtuvieron
grandes cosechas y, con ellas, aumentaron sus
riquezas. Con todos los beneficios, se cuenta, que
construyeron grandes ciudades y palacios.
Desde aquel momento, el pueblo azteca adora al Dios
Quetzalcóatl, quien les trajo el maíz y, con ello, la
dicha.
Leyenda del sol y la luna
Dice una antigua leyenda que, antes de que existiese
el sol y la luna, en la tierra reinaba la oscuridad. Para
crear a estos dos astros que hoy iluminan el planeta,
los dioses se reunieron en Teotihuacán, ciudad
situada en el cielo. Como un reflejo, se encontraba en
la tierra la ciudad mexicana del mismo nombre.
En la ciudad, encendieron una hoguera sagrada y,
sobre ella, debía saltar aquel poderoso que quisiera
convertirse en sol. Al evento, se presentaron dos
candidatos. El primero, Tecciztécatl, destacaba por
ser grande, fuerte y, además, poseía grandes
riquezas. El segundo, Nanahuatzin, era pobre y de
aspecto desmejorado.
En el momento en que debían saltar la hoguera,
Tecciztécatl no se atrevió a saltarla y salió corriendo;
Nanhuatzin, lleno de valor, se arrojó a la hoguera. Al
ver esto, los dioses decidieron convertirlo en sol.
Tecciztécatl, arrepentido y avergonzado, también
saltó la hoguera. En ese momento, en el cielo
apareció un segundo sol. Los dioses, tomaron la
determinación de apagar a Tecciztécatl, ya que no
podía haber dos soles, entonces se convirtió en luna.
Como recuerdo de su cobardía, las deidades
arrojaron un conejo a la luna. Desde entonces, puede
verse este conejo reflejado durante los días de luna
llena.
La Llorona
Cuenta la leyenda que, hace muchos años, los
vecinos de Xochimilco en México escuchaban por las
noches los temibles gritos de una mujer que
lamentaba: “¡Ay Mis hijos!"
Los habitantes del pueblo se aguardaban en sus
casas y no se atrevían a salir, asustados por los
lamentos de aquella misteriosa mujer.
Se dice que tiempo atrás una mujer se casó con un
hombre con el que tuvo tres hijos. Un tiempo
después, este hombre los abandonó.
Al suceder esto, la mujer, llena de ira, se llevó a sus
hijos y los introdujo en el río. Cuando se dio cuenta de
su acto, ya era demasiado tarde para salvarlos.
Desde entonces, su alma en pena vaga por las calles
del pueblo, vestida de blanco, llorando y lamentando
el acto que había cometido.
Leyenda de la Flor de Nochebuena
Dice la leyenda que, hace mucho tiempo, en un
pequeño pueblo de México, vivía una niña muy
humilde a la que le encantaba la Navidad.
El día de Nochebuena la joven acudió a misa junto a
sus padres. En el camino, vio que todos llevaban
ofrendas y juguetes al niño, pero ellos eran tan
pobres que no podían regalarle nada a Jesús. La niña
se sintió muy triste y apenada por ir con las manos
vacías, así que corrió a los arbustos y se puso a
llorar.
De repente, escuchó una voz al fondo que le decía:
—No llores. Toma esas plantas verdes de ahí y
llévalas al altar de Jesús.
La muchacha hizo caso y agarró una parte de
aquellos arbustos. Después, entró a la iglesia y
caminó hacia el altar. El rostro de los presentes
cambió de repente cuando el color de las hojas
cambió de forma repentina. Ahora, el manojo había
tomado un color rojo intenso.
La niña se alegró al ver el regalo tan hermoso que le
hacía al niño Jesús.
Desde aquel día, creció la flor de nochebuena en
todos los lugares de México.
Leyenda de la Luciérnaga
Hace mucho tiempo, en Mayab, existió un hombre
que curaba toda enfermedad. Cuando alguien le
pedía ayuda para sanar, él tomaba una piedra verde
entre sus manos y murmuraba unas palabras.
Después, esa persona se curaba rápidamente.
Un día, el curandero salió a pasear y empezó a llover
tanto que echó a correr para llegar a casa. En el
camino, la piedra se resbaló de su bolsillo y se cayó.
Al llegar a casa, un niño esperaba para ser curado. El
curandero buscó la piedra, pero no la encontró.
Entonces pidió ayuda a Cocay (luciérnaga), un
insecto muy pequeño que conocía el bosque a la
perfección.
Cocay se recorrió cada rincón, rastreo, hojas, árboles.
Pero la noche llegó y la oscuridad le impedía ver. El
insecto estaba muy apenado y se puso a llorar. De
repente, su pequeño cuerpo empezó a emitir una luz.
Cocay siguió buscando hasta que dio con la piedra.
El curandero se emocionó tanto que le dijo:
—Has encontrado la piedra gracias a tu esfuerzo y
perseverancia. Por eso, tienes luz propia Cocay.
Desde entonces, Cocay y los suyos se convirtieron en
luciérnagas.
La leyenda de la fundación de Tenochtitlán
Cuenta la leyenda que, hace muchos años, los
pobladores de la mítica ciudad de Aztlán iniciaron una
misión encomendada por el dios Huitzilopochtli:
encontrar un águila posada sobre un nopal. Entonces,
hallarían el lugar donde debían fundar un nuevo
pueblo donde vivir.
Los habitantes anduvieron durante años y se
convirtieron en peregrinos.
Un día, en los alrededores del lago Texcoco
encontraron la señal que les había dicho su dios. Esta
se encontraba en mitad del lago. El águila, que
estaba situada en un nopal, extendió sus enormes
alas.
En ese lugar, que les proporcionaría agua y alimento,
fue donde fundaron una nueva ciudad, la de
Tenochtitlán. Pronto, se convirtió en uno de los
lugares más importantes y una de las ciudades más
pobladas de la época.
Leyenda de la flor de cempasúchil
Dice una vieja narración que, hace muchos años,
vivieron dos jóvenes enamorados: la muchacha
Xóchitl y el joven Huitzilin.

Un día, los muchachos subieron a la cima de una


montaña en busca de la bendición del Dios del Sol
para que su historia de amor durara eternamente. Allí,
Tonatiuh cumplió con el deseo de la pareja y bendijo
su amor.
Un tiempo después, Huitzilin tuvo que marcharse a la
guerra y Xóchitl se quedó esperando su regreso. Pero
el joven nunca más volvió y Xóchitl pasaba sus días
muy apenada.
Cuenta la leyenda que, al ver que la muchacha
estaba tan triste, el Dios del Sol decidió transformarla
en una hermosa flor. Pronto, un colibrí se posó en los
pétalos de la flor, amarillos como el sol. La flor
reconoció a su amado Huitzilin, quien regresó
transformado en aquel precioso pájaro.
La leyenda del murciélago
Dice la historia que, hace mucho tiempo, el
murciélago era el ave más hermosa de la naturaleza.
El murciélago, al ver que otros pájaros tenían plumas,
decidió subir al cielo para pedirle al Creador que
llenara su cuerpo de un hermoso plumaje. En cambio,
el Creador no tenía para darle plumas y le solicitó que
bajara y le reclamara una pluma a cada pájaro.
De nuevo en la tierra, el murciélago solo seleccionaba
a las aves con las plumas más hermosas. Así, de un
momento a otro, había llenado su cuerpo de plumas
de diferentes colores y formas.
Desde ese momento, el murciélago presumía delante
de todos de sus plumas y creía que era superior al
resto de pájaros. Incluso, los humillaba.
El Creador percibió la actitud orgullosa que el
murciélago había tomado y decidió arrebatarle las
plumas. Mientras aleteaba, su plumaje se desprendía
de su piel. Así, todos los pájaros presenciaron una
lluvia de plumas de colores.
Desde entonces, el murciélago no tiene plumas y
hace vida en las cuevas para no acordarse de los
colores que tuvo y ya no.
Leyenda de los volcanes
Narra la leyenda que una princesa llamada
Iztaccíhuatl se enamoró del valeroso guerrero
Popocatépetl.
Un día el joven muchacho tuvo que partir a la guerra,
pero antes le pidió matrimonio a su amada.
Iztaccíhuatl esperaba ansiosa el regreso de
Popocatépetl, pero, un enemigo del joven la engañó
diciendo que su amado había muerto en la batalla. A
los pocos días, Iztaccíhuatl murió de la pena.
Después de un tiempo, Popocatépetl volvió de la
guerra y se enteró de la tragedia. Entonces, el
muchacho decidió levantar una enorme montaña para
honrar a su amada. En la cima, depositó el cuerpo de
la joven y le dio su último beso.
Dicen que, desde entonces, estos enamorados
permanecen allí. La nieve cubrió sus cuerpos dando
lugar a los volcanes de Popocatépetl e Iztaccíhuatl.
El callejón del beso
Dice la narración que, en la ciudad de Guanajuato,
hace muchos años vivía una bonita muchacha
llamada Carmen y un humilde joven llamado Carlos.
Un día, los jóvenes se conocieron por las calles de la
ciudad y se enamoraron. Carlos iba cada día a
saludar a Carmen a su casa, donde vivía con su
testarudo padre. La joven siempre salía al balcón a
esperar a su amado, quien se situaba debajo para
hablar con ella.
Pronto, el intransigente padre de la muchacha se
enteró del romance de su hija y le advirtió que tenía
que terminar su relación con Carlos. En cambio, los
muchachos no renunciaron a su amor y Carlos alquiló
la casa de enfrente para poder saludar a su amada
desde el balcón.
Finalmente, el padre de la joven los pilló mientras se
besaban y, muy enfadado, terminó con la vida de
ambos.
Cuenta la leyenda que, algunas noches, se puede ver
el espíritu de los enamorados que regresa para revivir
su historia de amor. A esta calle de Guanajuato hoy
se le conoce como “Callejón del Beso”.
Leyenda de la casa de las brujas
Cuenta la leyenda que el dueño de esta casa ubicada
en Guanajuato vivía allí con su pequeña hija Susan
cuando lo mandaron a la cárcel por cometer un delito.
Así, la niña quedó con sus tías, las cuales no la
trataron nada bien. Las mujeres la encerraron en un
sótano y no le proporcionaban alimentos. Días
después, los vecinos aseguraban escuchar lamentos
cuando fue hallado el cuerpo sin vida de la joven.
Se dice que en las noches de luna llena la casa se
vuelve terrorífica, quienes transitan por ahí aseguran
ver a una joven asomándose por una de las ventanas.
La niña del panteón
Una noche oscura, un grupo de amigos se reunió
para contar historias de miedo. Tras contar una
leyenda que había ocurrido en un panteón cercano,
decidieron hacer un reto: dos de los chicos del grupo
tendrían que atravesar solos el cementerio, mientras
los demás los esperaban del otro lado. Por hacerse
los valientes, estos muchachos aceptaron y entraron
al lugar confiados.
Sin embargo, a medio camino se perdieron y
comenzaron a tener miedo. En ese instante vieron a
una pequeña que salía de la caseta del vigilante.
—Oye niña —le hablaron—, disculpa, ¿sabes cómo
podemos salir del panteón?
—Sí, claro, síganme —la pequeña los llevó hasta uno
de los muros del cementerio—, yo siempre salgo por
aquí.
—¿Por aquí? ¿Pero cómo? Si no hay ninguna puerta.
—Pues así —en ese momento la niña atravesó la
muralla riendo y los chicos sintieron que un escalofrío
los recorría de pies a cabeza.
Esa noche no lograron salir del cementerio. Los
encontraron por la mañana del día siguiente, pálidos y
paralizados de miedo.

EL PUENTE DE LOS DUENDES


Cuenta la leyenda que una noche, después de haber
tomado unas cuantas copas, un tal Hilario caminaba
hacia su casa. Mientras cruzaba uno de los puentes
de Tehuacán, Hilario vio una gallina blanca. Él la
persiguió hasta debajo del puente, donde logró ver
que la gallina se transformaba en un pequeño duende
y de pronto, sin darse cuenta cómo, Hilario se
encontró rodeado de una decena de duendes que lo
atacaban sin piedad. Hilario logró escapar y dio voces
de lo sucedido justo antes de abandonar la ciudad.
Los lugareños aseguran escuchar risas macabras que
vienen de la parte más obscura de aquel puente,
además de encontrar con regularidad pequeñas
huellas de sangre. Si yo fuera tú, nunca me detendría
en ningún puente de Tehuacán.
EL DIABLITO DE LA IGESIA DE SAN MIGUELITO
Este templo, considerado como la primera capilla de
Cholula, tiene una curiosa leyenda sobre un “diablillo”
que vive ahí. Dicen que un día apareció a las puertas
de la iglesia una estatuilla de diablo tallada en
madera. Cuando el sacerdote la encontró decidió
amarrarla y después guardarla. Los vecinos aseguran
que la estatuilla escapa con regularidad para hacer
maldades a la gente. Por eso muchas tragedias que
suceden en la ciudad (asesinatos, asaltos, etcétera)
son achacadas a este diabólico ser que aparece
desamarrado al día siguiente en algún lugar diferente
de la iglesia. El padre de dicha iglesia asegura que
hay quienes van a pedirle “favorcitos” al diablo, como:
amor, dinero y venganzas.
EL CALLEJÓN DEL MUERTO
En una noche lluviosa de 1785, Anastasio Priego, el
propietario de una antigua hostería del barrio de
Analco corría a toda velocidad por las calles de la
ciudad en busca de Doña Simonita, una partera que
podría atender a su mujer y recibir a su hijo.
Justo en el callejón de Yllescas (en la 12 Sur, entre 3
y 5 Oriente) un asaltante trató de quitarle todas las
pertenencias a Don Anastasio, quien en defensa
propia mató al maleante y dejó el cuerpo a mitad del
callejón. Vecinos del lugar aseguran que el espíritu
del muerto se aparece ahí mismo, asustando a los
transeúntes.
Años después, en otra noche lluviosa del mismo día
del año, el padre Panchito estaba por cerrar la iglesia
de Analco cuando apareció un hombre desesperado
por recibir confesión. El padre aceptó escucharle y
quedó sorprendido al descubrir que estaba
confesando al difunto del callejón, quien se arrepentía
de todos los asaltos que había cometido. Una vez que
recibió la absolución de sus pecados la figura del
hombre se desvaneció ante los ojos del sacerdote.
EL CHARRO NEGRO
En el Teatro Principal, el Teatro de la Ciudad, el
Puente de México, el Río Atoyac, así como en
diferentes patios del centro histórico de Puebla, se
dice que se puede ver a un hombre de una estatura
descomunal vistiendo un reluciente traje de charro
negro. Los rumores son tantos que es imposible
saber cuál es el original. Hay quienes aseguran que
es un alma en pena, otros son más dramáticos y lo
asocian con el diablo, pero la mayoría dice que si le
hablas te ofrece un gran tesoro a cambio de cumplir
una simple tarea que nadie ha sido capaz de llevar a
cabo. Los que aceptan terminan desaparecidos,
llevados en los hombros del misterioso Charro.
EL NIÑO DE MOMOXPAN
Ruidos, lamentos, gritos, sonidos de cadenas
arrastrándose e incluso se cuenta que pueden verse
pequeñas flamas azules salir del suelo de Momoxpan.
La leyenda dice que constantemente se aparece un
niño de aproximadamente 8 años que usa taparrabos
y huaraches. Siempre se le encuentra escavando
desesperadamente. Todos los que se han acercado a
ayudarle coinciden en que el niño les dice que debajo
de las construcciones están los cadáveres de sus
hermanos indígenas que fueron asesinados durante
la conquista. El niño también asegura que esas almas
no descansarán en paz hasta que sean
desenterrados, razón por la que ahí suceden tantos
eventos paranormales. Muchos dicen que al hacer
remodelaciones o excavaciones suelen encontrarse
restos de cadáveres. ¿Y si el niño tiene razón?
Casa de los Enanos
Según la leyenda, esta casa de la Avenida Juárez,
fue habitada por una familia típica de Puebla, de la
que solo quedaron dos hermanos. Un hombre y una
mujer a los que no les gustaba salir a la calle. Tanto
así que, con el correr de los años, los hermanos se
enamoraron el uno del otro.
En consecuencia, de este particular amor, los
hermanos dieron a luz varios hijos enanos. Podían
observarse a los pequeñitos chicos jugando por los
jardines. Más de una vez ellos se escapaban, por lo
que tuvieron que tapiar las rejas de la casa. Es por
esto por lo que hoy en día ya no pueden
contemplarse los hermosos jardines de la casa.
Sin embargo, otros cuentan que en realidad era una
familia normal la que allí habitaba. Pero que tuvieron
una hija deforme y que al asomarse por las ventanas
espantaba a la gente. En consecuencia, cubrieron las
rejas y ventanas y solamente la gente de mucha
confianza podía entrar.
LA LEYENDA DEL CERRO CABEZON DE
TLATLAUQUITEPEC
Se dice que a principios del siglo XX, existían 2 jóvenes, Miguel y Fátima, los
cuales eran novios; estos tenían la costumbre de sentarse fuera de la casa
de Fátima a platicar y admirar el cerro Cabezón.
Un día aquellos novios tocaron el tema de las exploraciones que hacían
muchas personas en el cerro y, sin darle vueltas al asunto, acordaron hacer
una investigación en el cerro y comprobar si realmente había cuevas en él.
Era un domingo y, como lo habían planeado, los novios salieron hacia el
cerro; cuando llegaron, de inmediato buscaron alguna cueva y la
encontraron, sin pensarlo se adentraron en ella para ver lo que había dentro.
Ya adentro, la pareja caminaba con cuidado pues todo estaba demasiado
oscuro y algo que les llamó la atención fue que, a media que se acercaban,
podían escuchar cada vez más cerca una corriente de agua.
A pesar de escuchar sonidos demasiado potentes, Fátima y Miguel seguían
caminando ayudándose de sus lámparas; de pronto todo se tornó más tenso
pues ellos sintieron algo extraño, como si estuvieran siendo observados por
alguien y en ese momento se quedaron parados por unos segundos pero,
cuando decidieron volver a caminar, una risa se pudo escuchar a través de
toda la cueva.
La pareja se espantó demasiado y caminaron hacia atrás para tratar de salir
del lugar pero Fátima no pudo ver el enorme hoyo que había justo detrás de
ella y cayó, al ver esto, Miguel trató de sostenerla pero no pudo.
Aquel hombre enamorado se quedó solo y triste en la cueva de la cual pudo
salir hasta después de varias semanas. Cuando los rescatistas y habitantes
que habían estado buscando a la pareja vieron a Miguel se quedaron
demasiado sorprendidos pues este tenía un aspecto muy desgastado, así
pudieron imaginarse todo lo que el pobre hombre había sufrido aquellos días.
Después de salir de la cueva, Miguel solo vivió unos pocos días y jamás
pudo contar lo que había soportado en la cueva del cerro.
Durante los años siguientes se dijo que muchas personas vieron los espíritus
de los novios por los alrededores del cerro Cabezón y que estos prevenían a
todo aquel que quisiera entrar a las cuevas del cerro Cabezón.

LA MALHORA DE MAZATEPEC
La Malhora es el nombre con el que se conoce a la
leyenda de una mala mujer que tenía la capacidad de
“hipnotizar” a los hombres y después se convertía en
bestia, con cuerpo de mujer y cara de mula.
En la región se sabe que existía una finca de la
primera migración europea y los colonos que
permanecieron, narraban que había una mujer muy
guapa que se aparecía de vez en cuando en esa finca
ya abandonada. A veces la veían cerca del río, pero
siempre vagando sin rumbo.
En esa época, las familias italianas se enfrentaron a
enfermedades como la gripe española y vivían con el
temor a morir a manos de la Malhora. Siempre
procuraban caminar con compañía ya que se decía
que los seres del más allá estaban sueltos.
Se dice que el que cae en “garras” de la
Malhora desaparece, pierde la memoria, queda mudo
o muere al instante.

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Los duendes de la Sierra
Cuenta la leyenda que cuando hay baile en el pueblo,
se ve a unos “niños” jugar por las calles o en el
campo deportivo, (que en aquellos tiempos estaba
alejado del centro y con pocas casas alrededor). En
ocasiones las personas desaparecían y eran
encontradas en la espesura de los cerros. Se cree
que esos niños se los llevaban, dejándolos arriba de
los árboles, algunas veces con vida, a veces no.
Las historias de duendes o pequeños seres siempre
fue más extendida en la zona boscosa. En efecto
encontraban a hombres, regularmente en estado de
ebriedad, arriba de los árboles. Tal vez dejándolos ahí
como en una travesura de estos seres.
LA SEÑORA DE SAN PABLO
Cuenta la leyenda que en los tiempos de la Colonia, la
señora fue la mujer más hermosa del pueblo y cegada
de amor contrajo matrimonio con un apuesto hombre, muy
rico y celoso.
La mujer despertaba pasiones a su paso y, lo que la gente
cuenta, es que el hombre lleno de cólera encerró a la mujer
en su casa y le prohibió salir. Durante dos años nadie
pudo verla, porque se mantuve encerrada en sus
aposentos, hasta que un día escucho que su marido
maltrataba a sus hijos y fue entonces que se atrevió a
hacerlo.
Al salir de su habitación, la mujer advirtió que el hombre
les desfiguraba el rostro a los pequeños. De un solo grito
ella exclamó: ¡No!, déjalos, ¿qué te han hecho?, A lo que el
hombre respondió exlatado: “su hermoso rostro me
recuerda tu belleza”.
La mujer salió corriendo hecha una piltrafa, las ratas
habían mordido su bello rostro y habían dejado marcas
profundas en su piel; y por si esto fuera poco, para salvar
a sus hijos tuvo que pasar en medio de una feroz jauría de
perros que se abalanzó sobre ella. Aun así, la mujer logró
arrebatarle a los niños y huyó cargando los cuerpos sin vida
de sus hijos en medio de la noche. Se fue mientras gritaba
aquella frase que hoy nos eriza la piel: “Aaaay mis hijos”.
Los pobladores aseguran que “La Señora” (así la
conocen) aparece entre las milpas, deslizándose
suavemente, y se anuncia desde lejos con un grito de dolor
desgarrador que nace desde sus entrañas, ¡tan intenso!,
que hasta el aire pareció entristecerse y hiela la sangre de
cualquiera, ¡qué miedo!

LO QUE VEN LOS PERROS


No hace mucho, vivía por aquí cerca una viuda de esas que no se espantan
con facilidad, vivía sola porque sus hijos ya se habían casado, eso a ella la
tenía sin cuidado porque trabajaba su milpa y dos grandes perros la
cuidaban.
Esa mujer se acostaba muy temprano; una noche los perros empezaron a
ladrar sin parar, ella hostigada por la curiosidad se asomó a ver si alguien
rondaba por su casa, por más que fijaba los ojos en la oscuridad no
distinguió nada; así que volvió a meterse a su casa y no le dio importancia al
asunto, pero los animales siguieron ladrando con gran fervor y no nada mas
esa noche, sino todas las noches por más de un mes.
Una de esas noches ya cansada de los ladridos la mujer exclamo -¡Como
ladran estos condenados perros quisiera saber que ven que yo no puedo
ver!-entonces uno de los perros hablo- ¡Vemos señora, muchas cosas que a
ti no están permitidas ver- contesta la señora:- ¡yo quisiera ver los que
ustedes ven!, ¿ustedes pueden ayudarme?- para ver de noche necesitamos
de todo tu valor, te podemos ayudar, pero cuando veas lo que nosotros
vemos te vas asustar-replico el perro , mostrando una sonrisa maliciosa, casi
como lo deseara- ¡No me voy a espantar ustedes me conocen y saben que
no soy miedosa, díganme que debo hacer-contesto la señora, tomando una
gran bocanada de aire- ¡Tu lo pediste mujer mañana cuando despiertes, nos
quitas nuestras lagañas y te las pones en los ojos, durante 7 días, haras lo
mismo y a la séptima noche sales a ver lo que nosotros vemos-dijo el perro
alejándose lentamente-.
La mujer hizo todo lo que el perro había indicado, a la séptima noche en
cuanto escucho los ladridos salio de su casa...Y nunca se imagino... Jamás
ni en sus más vomitivos sueños lo que le esperaba, al dirigir la vista hacia
donde ladraban los perros, vio a la muerte que bailaba al son de una música,
vio a un jinete vestido de negro y a una mujer vestida de blanco que lanzaba
gritos horribles, vio una cabeza humana toda ensangrentada, vio a un muerto
al que llevaban a enterrar varios esqueletos, vio muchísimas cosas horribles,
luego de mucho rato la señora se fue a costar.
A la mañana siguiente todo estaba triste la señora no se había levantado y
los perros ladraban como si se quejaran de algo, días más tarde un vecino
extrañado de no verla trabajar fue a visitar a la señora, encontró la puerta
entre abierta y se metió, lo que encontró lo dejaría marcado de por vida, una
escena cruel y desgarradora....adentro la señora estaba muerta, con claros
signos de putrefacción, algunas moscas volando a su alrededor y pero lo
más increíble era su última expresión facial, una expresión llena de terror,
que había desfigurado su rostro...

LA PLANCHADA
Nos cuenta que esta simpática enfermera cayo
víctima de los encantos de un doctor mujeriego que le
prometió casamiento, para luego irse a vivir lejos y
casarse con otra mujer, esto significo para la
enfermera un dolor tan grande que le imposibilitaba
incluso hacer lo que más le gustaba: Cuidar
enfermos.
Llena de dolor y tristeza nunca más pudo recuperar
su alegría y ya no se interesó por ninguna persona
más.
Cuentan que un día la muerte se le apareció a la
enfermera para reprocharle sus actos, ya que el
desinterés por su trabajo era tan grande que incluso
algunos pacientes habían muerto a causa de su
negligencia, entonces como castigo la condeno a
cuidar a los enfermos por toda la eternidad.
Nunca más se supo de la enfermera, los doctores no
la volvieron a ver, pero algunos pacientes aseguran
haber sido atendidos por una enfermera que lleva la
ropa muy bien planchada y tiene un estupendo
carácter, claro que nadie con esa descripción trabaja
en los lugares donde se afirma haberla visto. El
fenómeno ha crecido tanto que en varios países
aseguran haber visto una aparición semejante.

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