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Los 13 mitos más populares de

México
1. Creación del mundo y del hombre (tradición
maya)
Antes de la existencia de todo, en una noche infinita, se reunieron los creadores, Hurakán, Corazón
del Cielo, y Kukulkán, la Serpiente Emplumada. Luego de conversar largo rato, decidieron crear el
mundo, que surgió a través de la Palabra. Dijeron "tierra" y se hizo la tierra, dijeron "montaña" y
desde las aguas brotaron los montes, y lo mismo sucedió con los árboles y los ríos.

Kukulkán sintió que tenían que animar los espacios con seres que se movieran. Por ello, crearon a
los animales: venados, jaguares, pumas, búhos, quetzales y serpientes. Les asignaron dónde vivir y
les pidieron hablar, pero no eran capaces, sólo emitían rugidos, graznidos y aullidos.

Así, surgió la idea del ser humano. Tomaron tierra y los moldearon con dos piernas, dos brazos y un
rostro alargado. Sin embargo, se derritieron y no alcanzaron a proferir ninguna palabra. Entonces,
procedieron a realizar seres de madera que pudieron moverse y hablar. No obstante, eran criaturas
vacías y de corazón ingrato que no agradecieron haber sido creados.

Hurakán y Kukulkán se enojaron. Enviaron fuertes vientos y tormentas que arrasaron con todo. Los
pocos que lograron sobrevivir, se convirtieron en monos que olvidaron haber sido humanos.
Después, los dioses se retiraron, hasta que un tiempo después llegaron un coyote, un zorro, un loro
y un cuervo para mostrarles granos amarillos que habían surgido en la tierra. De esta manera,
supieron que el maíz sería la carne de la nueva humanidad que podría iluminar el mundo con su
lenguaje.

2. Nacimiento del sol, la luna y las estrellas


(tradición azteca)
La diosa Coatlicue vivía en un templo ubicado en Coatepec y era la madre de la luna
(Coyolxauhqui) y las estrellas (Centzonhuitznahua). Se encontraba un día barriendo, cuando desde
el cielo cayó una bella pluma azul que la fascinó. Algunos meses después, se dio cuenta de que
estaba embarazada.

Sus hijos se opusieron a esta idea, pues temieron que su hermano significase su fin, así que
decidieron acabar con su madre. La diosa, desesperada, pidió ayuda al hijo que se encontraba en
su vientre.

En el momento en que llegaron la luna y las estrellas, Coatlicue dio a luz a Huitzilopochtli, el dios
del sol y de la guerra que primero se enfrentó a las estrellas. Una a una, fueron lanzadas hacia el
cielo. Luego, llegó el turno de su poderosa hermana, a quien le cortó la cabeza que tiró tras el
monte. Así fue como surgió el día y un diminuto colibrí extendió sus alas.

3. Quetzalcóatl (tradición tolteca)


El príncipe Ce Ácatl Topiltzin estaba destinado a gobernar el pueblo de Tula. Cuando alcanzó la
mayoría de edad se dirigió allí. Consiguió la estima de los toltecas y su reinado fue abundante en
maíz, calabazas y cacao. La gente era muy feliz y se erigieron templos.

Además, les entregó el conocimiento y prohibió los sacrificios humanos, lo que causó la irá de
Tezcatlipoca, que bajó a la tierra por el hilo de una araña y tomando forma humana, le mostró su
figura en un espejo. Impactado por su fealdad, decidió esconderse.

El supuesto anciano le entregó un disfraz con una máscara verde y unas plumas. Organizó una
fiesta en la que lo embriagó y lo llevó a cometer atrocidades con su hermana.

Horrorizado, huyó al día siguiente. A partir de entonces, fue recordado como Quetzalcóatl, una
mezcla de pájaro y serpiente que volvería algún día al mundo de los hombres.

4. Creación de los seres humanos (tradición


azteca)
Después de la creación del sol y la luna, Quetzalcóatl tenía la tarea de descender al Mictlan, la
región de la muerte para recoger los huesos de los antepasados y con ellos crear a la nueva
humanidad.

Luego de sortear diversas pruebas, como la montaña de los cuchillos, el viento de navajas, los
torbellinos desgarradores de carne y el perro devorador de corazones, al fin llegó frente a la pareja
de la muerte: Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl.

Reinaban en la profundidad con sus cuerpos sin piel y cuencas vacías que dejaban ver las estrellas.
Adornaban sus huesos con joyas y cubrían sus cráneos con cabello negro y rizado. Se encontraban
sentados en sus sitiales de obsidiana rodeados de sus animales favoritos: el murciélago, el búho y
la araña.

Quetzalcóatl pidió los huesos y Mictlantecuhtli le dijo que sólo se los daría si hacía sonar su caracol.
Éste carecía de orificios, por lo que resultaba una tarea imposible, pero el dios emplumado
convocó a los gusanos para que hicieran orificios y a las abejas para que ayudaran con su zumbido.
Mictlantecuhtli, enojado, le pidió a los seres del Mictlan que impidieran que Quetzalcóatl lograra su
cometido. Entonces, las criaturas hicieron un hoyo y lo hicieron caer. Ahí se rompió la espalda y
murió. Los huesos que cargaba fueron picoteados y quedaron en muy mal estado.

El dios, gracias a su divinidad, logró resucitar, recogió a los antepasados y huyó. Junto a los demás
dioses, ordenaron los huesos y a través de la penitencia de derramar su sangre, lograron crear a los
hombres.

5. Surgimiento de México (tradición azteca)


Existía hace mucho una isla llamada Aztlán, de aire puro, ambiente templado, cielo azul y rodeada
de aguas color turquesa en las que nadaban las garzas. Había abundantes flores y productos de la
tierra como maíz, calabazas y cacao.

Vivían todos tranquilos, hasta que un día se apareció el dios Huitzilopochtli frente al príncipe
Mexitli para advertirle que debían abandonar la ciudad y dirigirse a nuevas tierras. Aztlán ya había
cumplido su cometido y, aunque era eterna, dentro de poco ya no sería visible para los hombres.

Comenzó una larga peregrinación hacia el sur. El dios le advirtió que ya no lo podría ver, pero que
siempre estaría junto a ellos y sabrían cuándo detenerse, pues les enviaría una señal.

Entonces, encontraron una laguna de aguas turquesas, en cuyo centro se hallaba una pequeña isla
habitada por un nopal, una planta en la que se sostenía un águila con una serpiente entre sus
garras. Aunque el lugar se veía inhóspito, el dios había permitido que Mexitli pudiera observar con
el ojo de la mente. Así pudo fundar una nueva Aztlán, un reflejo de los cimientos del cielo que se
llamaría México. Es por esto que hoy, el emblema del escudo de México corresponde a un águila
sobre un nopal con una serpiente en su pico.

6. Bacabés (tradición maya)


Antes de que comenzara el tiempo, existió un ser llamado Itzamná. Él era el universo y encerraba
dentro de sí lo bueno y lo malo, el hombre y la mujer, la piedra y el agua.

Conoció a una bordadora, Ix Chebel Yax, que se adornaba con un tocado de serpientes. Con un
pincel había pintado de rojo algunas partes de la tierra, las hojas de algunosl árboles y la cresta del
pájaro carpintero.

Se enamoraron y se casaron, pero su felicidad se vio interrumpida por la inestabilidad del cielo. En
aquella época, crujía y amenazaba con desplomarse. Itzmaná entendió la necesidad de crear
soportes, por lo que su mujer dio a luz cuatro hijos llamados Bacabés.
Se instalaron en las cuatro esquinas del mundo. El Bacab rojo, Cantzicnal, se convirtió en el
guardián del este. El blanco, Zac-cimi, en el vigía del norte. El amarillo, Hobnil, se dedicó a
custodiar el sur, y el negro, Hosan-ek, el oeste.

Cumplieron su cometido con mucha fuerza y, al comienzo, se dedicaron a aconsejar y ayudar a los
hombres. Con los años, fueron cubiertos de follaje, tierra y nubes y ya nadie pudo distinguirlos. Sin
embargo, su presencia sigue vigente.

7. Iztaccíhuatl y Popocatépetl (tradición azteca)


Hace muchos años existió una doncella llamada Iztaccíhuatl, hija del rey de un gran señorío. Al
reino llegaron guerreros ofreciendo sus servicios y después de muchas pruebas, fueron admitidos.
Se ofreció un banquete de celebración y allí la princesa conoció a Popocatépetl, que se convertiría
en el mejor guerrero.

Los jóvenes se enamoraron y sus días se llenaron de inquietud. El rey se dio cuenta de esta
situación y le prometió a Popocatépetl la mano de su hija, si es que era capaz de someter a un
poblado que se negaba a rendirse a sus órdenes. Si lograba traerle la cabeza de aquel rey enemigo
clavada en un lanza, la princesa y el reino serían suyos.

El joven se puso en marcha, pero el poblado quedaba muy lejos y la guerra fue muy larga. Con el
tiempo, el rey decidió que lo más prudente era que su hija se casara con un príncipe y la ofreció en
matrimonio. Iztaccíhuatl enfermó y a los pocos días murió.

En ese momento, regresó el guerrero de su batalla, anunciando su victoria. Al ver que su amada
había muerto, la tomó en brazos y la llevó a la montaña más alta, se arrodilló a su lado y decidió
custodiarla por siempre.

Esa noche, los dioses convirtieron los cuerpos de ambos en volcanes. Desde entonces, Iztaccíhuatl
yace con sus cabellos extendidos, cubierta de nieve, mientras a su lado se encuentra Popocatépetl,
que emana fuego de su cráter y espera a que despierte su princesa.

8. Nawaké, Watákame y el diluvio (tradición


huichol)
Nawaké, la madre tierra tomó la forma de una anciana y se encontró con un hombre llamado
Watákame. Le advirtió de la pronta desaparición de los seres humanos. Le dijo: "El agua acabará
con el mundo; dentro de cinco días subirá el mar". Lo mandó construir una canoa, buscar una
perrita negra, juntar semillas de maíz, frijol y calabazas.

Así lo hizo y al quinto día se subió a la canoa junto a la perrita, mientras Nawaké se montó encima
para taparlos. Durante cinco años navegaron, hasta que la tierra volvió a secarse y se instalaron
nuevamente. Watákame construyó una casa y sembró la tierra.

Nawaké le explicó una forma de convertir a la perrita en una mujer. Fingió salir a trabajar y se
escondió fuera de la casa. Vio entrar a la perrita a la casa y salir con forma humana hacia un arroyo.
Rápidamente entró a la casa y echó su piel de perro al fuego. Cuando la joven regresó corriendo, la
roció con jatumari, una mezcla de maíz molido disuelto en agua. Watákame se casó con la chica y
juntos volvieron a refundar el mundo.

9. Flor Blanca (tradición maya)


La princesa Sac-Nicté, hija del señor de Mayapán, estaba comprometida con Ulil, el heredero del
reino de Uxmal desde su nacimiento.

Un día, desde su ventana vio al príncipe Canek, heredero al trono de Chichén Itzá. Ambos se
enamoraron con sólo mirarse y sufrieron mucho por no poder hacer nada al respecto.

La noche antes del matrimonio, la princesa lloraba desconsoladamente y la diosa luna, Ix-chel, se
compadeció de ella y decidió ayudarla. Entonces, se le apareció a Canek en la forma de un enano y
le dijo: "La flor blanca duerme entre la hierba y te está esperando. ¿Dejarás que sea otro quien la
corte?".

Al día siguiente, durante la boda, todos extrañaron la presencia de Canek, aliado del pueblo de
Uxmal. Cuando estaba por sellarse la unión, apareció con su ejército y se robó a la novia.

Tres días después, los señores de Mayapán y Uxmal acudieron a Chichén Itzá para entablar una
guerra, pero la ciudad había sido abandonada. Nunca se supo qué pasó con los enamorados y su
pueblo, sólo se sabe que iban guiados por el amor y la esperanza.

10. Jaguar (tradición azteca)


Hubo un tiempo en que la tierra se encontraba habitada por feroces gigantes. Fue el primero de los
mundos y estaba regido por un sol de oscuridad luminosa, el dios supremo Tezcatlipoca. Tenía
plumas negras y un espejo de obsidiana que echaba humo.

Los gigantes destruían todo a su paso, arrancaban los árboles, alborotaban el mar y los ríos. Los
creadores decidieron que había que terminar con aquel reinado y esa raza de hombres. Así, del
oriente llegó Quetzalcóatl y con su fuerza venció a Tezcatlipoca y lo arrastró hacia el mar.
Desde las profundidades, se sintió un gran rugido y emergió un jaguar, con su piel constelada de
estrellas y su maravilloso salto. De las montañas y cuevas surgieron miles de jaguares que
atravesaron el mundo y devoraron a los gigantes.

El dios del humeante espejo, bajo su forma de jaguar, se reguardó en la cueva más recóndita,
esperando emerger en el momento en que el tiempo de Quetzalcóatl se terminara.

11. Venado azul (tradición wixárika-huichol)


Cuando todo era mar, las olas le susurraron al venado azul que lo esperaban las estrellas. Corrió
ligero por los campos de coral y llegó hasta las praderas de espuma.

Las olas llamaron a cinco cazadores que habitaban allí, hombres de ojos almendrados y bella piel
de color barro. Les ordenaron partir y cazar al venado.

Así, tomaron sus flechas y arcos y se impulsaron hacia la superficie. En el camino, se les unieron sus
ancestros, además de Estrella del Alba y el Niño cojo y tuerto. El camino se hizo eterno y no se veía
nada, por lo que Estrella del Alba se incendió y se convirtió en la luz que permitió guiarlos tras el
venado.

Llegaron a un desierto y sintieron sed. Uno de los ancestros cayó de rodillas y se convirtió en agua,
convirtiéndose en un manantial. Allí distinguieron al venado azul, que los llevó hacia la montaña
del amanecer. Dobló sus patas y se ofreció a los cazadores que lo rodearon de forma respetuosa, le
clavaron sus flechas y comieron su corazón.

En ese momento, el Niño Cojo y Tuerto amanecía como el Sol. Todo se iluminó, resplandecieron las
montañas, la tierra y el cielo. Los ancestros llegaron al final de su camino y asistieron a la creación
del sol y pudieron obtener de los cazadores la capacidad de ver el mundo con los ojos sagrados del
venado azul.

12. Mayahuel (tradición azteca)


Había una vez una joven llamada Mayahuel que vivía junto a su abuela. La chica poseía una belleza
especial, con cabellos muy negros y ojos verdes como un lago quieto. Su abuela era una
tzitzimeme, una estrella caída que en la tierra se había convertido en hechicera. Trataba a su nieta
con mucho rigor, la mandaba a trabajar todo el día y jamás la dejaba salir.
El gran señor Quetzalcóatl pasó por fuera de su casa y la vio mirando por la ventana. Impactado
por su belleza, la invitó a salir. Se dirigieron juntos al bosque. El dios abrazó a Mayahuel y, al
instante, se convirtieron en un hermoso árbol con ramas bifurcadas.

Por la noche, la abuela descubrió la desaparición de la joven, por lo que convocó a sus hermanas.
Una deslumbrante lluvia de estrellas descendió a la tierra, convirtiéndose en ancianas. Se pusieron
en la búsqueda de la desaparecida y llegaron junto al árbol.

Cuando Mayahuel vio llegar a su abuela, profirió un grito y fue descubierta. El árbol se separó en
dos y su figura fue despedazada por las malvadas mujeres. Mientras tanto, la mitad del árbol que
era Quetzalcóatl permaneció intacta. Observó con tristeza los restos de la joven y les dio
sepultura.Al poco tiempo, allí floreció la más hermosa de las plantas: el maguey que extiende sus
brazos al cielo y entrega a los hombres una bebida sagrada. En cada uno de los magueyes de la
tierra, vive Mayahuel y recuerda su amor por Quetzalcóatl.

13. Xólotl (tradición azteca)


En Teotihuacán, los dioses se reunieron para crear a la luna y al sol, pero se dieron cuenta que
también tenían que crear movimiento, pues sus creaciones se encontraban fijas en el cielo. Debido
a esto, tenían que sacrificarse y lanzarse a una hoguera.

Uno a uno lo fueron haciendo, hasta que le llegó el turno a Xólotl, el dios que podía tomar forma de
perro y que llevaba tatuado el signo sagrado del movimiento. Sin embargo, Xólotl se asustó ante la
cercanía de la muerte y huyó por lo campos, tomando la forma de una planta de maíz con dos
cañas, que hoy lleva su nombre entre los campesinos.

A pesar de sus disfraz, fue encontrado por el aire y tuvo que volver a escaparse. Esta vez se
convirtió en un maguey, planta que tiene múltiples usos en la medicina, gastronomía y elaboración
de prendas textiles.

Nuevamente fue descubierto y decidió sumergirse en una laguna, donde se transformó en un


curioso ser llamado axolotl, con tres pares de branquias que le permiten respirar en la tierra y en el
agua. No obstante, sopló el aire y logró ser capturado. Con su muerte, comenzaron a moverse los
astros.

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