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Índice de Leyendas

La llorona......................................................................................................................................2
El conejo en la luna.................................................................................................................4
El águila, la serpiente y el nopal......................................................................................6
La leyenda del maíz.................................................................................................................8
El chupacabras........................................................................................................................10
La peña el diablo.....................................................................................................................12
El pozo del infierno................................................................................................................13
El callejón del beso...............................................................................................................14
Selene: la diosa de la luna.................................................................................................15
Nahuatl........................................................................................................................................16
Bibliografía.................................................................................................................................18

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La llorona

Hace tiempo, existía una mujer hermosa que traía locos a muchos hombres. Sin
embargo, ella tenía sus ojos fijos en un hombre concreto. Y este fue realmente su
perdición. El hombre en cuestión era un criollo de padres ricos. En cambio, ella no
tenía nada para ofrecerle más que su propio ser; por eso, accedió a entregarse y
con él tuvo a dos hijos.
Pasad el tiempo, el amor que tenían ellos dos empezó a desaparecer, hasta el
punto de que, un día, el propio «marido», le comunicó que iba a casarse. El
problema es que ese ofrecimiento de casamiento no era precisamente para ella,
sino para otra persona que tenía un estatus social parecido al de él.
Suplicante, la mujer intentó que cambiara de opinión alegando que ella lo amaba,
que tenían una familia. Sin embargo, el hombre la sostuvo de manera violenta y
pronunció las palabras más hirientes para ella: que era una ‘cualquiera’ que solo
ansiaba su dinero, que no la amaba y que sus hijos se irían con él.
Por ese motivo, y sumida en la desesperación de perder a lo que más
quería, tanto a sus hijos como al amor de su vida, esa noche tomó una decisión.
Se acercó a sus hijos, los vistió y les dijo que iban a dar un paseo todos juntos por
el pueblo. Los dos infantes estaban encantados de salir con su madre y
caminaban con alegría; no como la mujer, que a cada paso se arrepentía de lo
que iba a hacer, pero sin que esto la frenara en su objetivo. Solo podía escuchar
una voz que le decía: ¡mátalos! ¡Mátalos!
Al llegar a la orilla, esta voz era aún más fuerte, casi un grito desesperado, y lo
único que quería era que cesara. Tal ira le entró a la mujer recordando las
palabras de su marido, unidas a ese deseo enfermizo de su mente de matar a sus
hijos, que todo el amor que tenía para el que consideraba su marido y sus hijos se
convirtió en odio.
Así, al mirar a los hijos, los agarró y los llevó a la orilla del agua para meterles las
cabezas dentro de esta. A pesar de los golpes, gritos e intentos por escapar de su
agarre, los niños eran demasiado débiles contra ella y, finalmente, dejaron de
oponer resistencia acabando así con sus vidas.
Consciente de lo que había hecho, un tremendo dolor le atravesó en el pecho.
Ella, la madre de esos pequeños, los había matado. Con un grito desesperado
ante lo que había hecho, decidió meterse en el agua hasta que esta la cubrió por
completo, haciendo que su vida, y su dolor, terminara para siempre. O eso

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pensaba ella porque no encontró paz por el crimen que había cometido al asesinar
a dos niños inocentes.
Sin embargo, esa mujer, que llora y grita por la pérdida de sus hijos, no obtuvo el
descanso sino que la pena de haber matado a sus hijos hizo que, aun hoy día,
siga apareciéndosele a muchas personas quienes la ven con un vestido blanco, la
cara cubierta por un velo, su pelo negro ocultando parte del rostro sin vida…

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El conejo en la luna

Un día, hace cientos de años, el dios Quetzalcóatl decidió viajar por todo el
mundo. Su aspecto era el de una serpiente adornada con plumas de color verde y
dorado, así que para no ser reconocido, adoptó forma humana y echó a andar.
Subió altas montañas y atravesó espesos bosques sin descanso.  Al final de la
jornada, se sintió agotado. Había caminado tanto que decidió que era la hora de
pararse a descansar para recobrar las fuerzas.  Satisfecho por todo lo que había
visto, se sentó sobre una roca en un claro del bosque, dispuesto a disfrutar de la
tranquilidad que le proporcionaba la naturaleza.
Era una preciosa noche de verano. Las estrellas titilaban y cubrían el cielo como si
fuera un enorme manto de diamantes y, junto a ellas, una anaranjada luna parecía
que lo vigilaba todo desde lo alto. El dios pensó que era la imagen más bella que
había visto en su vida.
Al cabo de un rato se dio cuenta de que, junto a él, había un conejo que le miraba
sin dejar de masticar algo que llevaba entre los dientes.
– ¿Qué comes, lindo conejito?
– Sólo un poco de hierba fresca. Si quieres puedo compartirla contigo.
– Te lo agradezco mucho, pero los humanos no comemos hierba.
– Pero entonces ¿qué comerás? Se te ve cansado y seguro que tienes apetito.
– Tienes razón… Imagino que si no encuentro nada que llevarme a la boca, moriré
de hambre.
El conejo se sintió fatal ¡No podía consentir que eso sucediera! Se quedó
pensativo y en un acto de generosidad, se ofreció al dios.
– Tan sólo soy un pequeño conejo, pero si quieres puedo servirte de alimento.
Cómeme a mí y así podrás sobrevivir.
El dios se conmovió por la bondad y la ternura de aquel animalito. Estaba
ofreciendo su propia  vida para salvarle a él.
– Me emocionan tus palabras – le dijo acariciándole la cabeza con suavidad – A
partir de hoy, siempre serás recordado. Te lo mereces por ser tan bueno.
Tomándole en brazos le levantó tan alto que su figura quedó estampada en la
superficie de la luna. Después, con mucho cuidado, le bajó hasta el suelo y el
conejo pudo contemplar con asombro su propia imagen brillante.

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– Pasarán los siglos y cambiarán los hombres, pero allí estará siempre tu
recuerdo.
Su promesa se cumplió. Todavía hoy, si la noche está despejada y miras la luna
llena con atención, descubrirás la silueta del bondadoso conejo que hace muchos,
muchos años, quiso ayudar al dios Quetzalcóatl.

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El águila, la serpiente y el nopal

Cuenta la leyenda que de Aztlán, sitio mítico que se cree está situado en el
actual Nayarit o en alguna parte del norte de México, partieron siete tribus por
órdenes de Huitzilopochtli, “el colibrí a la izquierda”, deidad nahua del Sol, quien
les indicó que debían dirigirse hacia el oriente, en dirección contraria al atardecer,
ya que ahí los aguardaba una tierra rica y fecunda en la cual hallarían su nuevo
hogar. Entre las tribus se encontraban los tepanecas, que al llegar al Valle del
Anáhuac fundarían la ciudad de Azcapotzalco; los culhuas elegirían la ribera
oriente del gran lago de Texcoco y aún más lejos en la misma dirección se
establecerían los chalas; los xochimilcas se instalarían en la ribera sur, y más
abajo del cerro del Tepozteco habitarían los tlahuicas; por su parte, los
tlaxcaltecas se decantarían por construir sus ciudades al otro lado de los volcanes.
Pero de todos ellos, el pueblo preferido por Huitzilopochtli era el de los
mexicas. Fue por eso que a ellos habló personalmente, eligiendo a dos de sus
guardianes, Cuaucóhuatl y Axolohua. Los hizo llamar poco antes de enviar a las
demás tribus a su largo peregrinaje, y a ellos dijo: “En donde la tierra aparezca
rodeada de agua, entre cañas y juncias, ahí estaré de pie, ahí reinaré”. Sin
dudarlo, con fe ciega en que Huitzilopochtli guiaría su caminar, los mexicas
partieron mucho antes del amanecer.
Durante su andar hallaron oyameles, pirules y cañaverales, así como algunos
bichos, ranas y peces, todos teñidos de un blanco resplandor; emocionados, los
mexicas comprendieron que su camino estaba siendo bendecido por la deidad del
Sol, quien regalaba a sus ojos tan espléndido milagro de la naturaleza. Pero eso
no era todo. Algunas noches después del blanco paraje, Huitzilopochtli visitó
nuevamente a los mexicas, llamó a Cuaucóhuatl y a Axolohua, y así les habló:
“Han estado ya entre las juncias y los cañaverales, pero aún a sus ojos falta una
señal más… han de hallar el nopal que se eleva entre las aguas, y entre cuyas
espinas a su vez se yergue un águila con las alas desplegadas, que mansa se
bate las plumas, que reina donde la tierra está rodeada por agua, que reina entre
las cañas y las juncias… y cuando encuentren el nopal que el águila ha convertido
en trono, ahí se detendrán, ahí sobre esa tierra se asentarán, ahí en esa tierra del
nopal reinarán ¡Ahí levantarán la gran Tenochtitlan! Y desde esa tierra elevarán
sus pechos al Sol y blandirán su flecha y su escudo para conquistar todo el
Anáhuac”.
Acto seguido, Huitzilopochtli se desvaneció con la brisa. Cuaucóhuatl y
Axolohua reunieron a todos los mexicas, ancianos, niños y jóvenes, y sin contener
la alegría anunciaron las palabras exactas que acababan de escuchar de labios
del propio Sol. Sin dudarlo un instante más, los mexicas apresuraron el paso,
siguiendo el rastro blanco y la resolana del amanecer. El rumbo del oriente sonreía
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a los recién llegados de Aztlán: como si el dador de vida hubiese extraído del más
hermoso de sus sueños la imagen que con tanto ardor anhelaba encontrar el
pueblo mexica, ahí, frente a ellos, sobre un islote bañado por las aguas de
Texcoco, crecía un nopal, y sobre el nopal se alzaba poderosa un águila que
cortando con garras y pico la piel de una culebra, comía de su carne.
Ésta, ante el asombro de los mexicas, inclinó su cabeza en gesto
reverencial, como quien da la bienvenida, como quien reconoce la victoria. El
águila continuó devorando al áspid mientras Huitzilopochtli hacía una última
aparición y anunciaba con su potente voz: “¡Mexicas, aquí ha de ser, aquí será!
¡Admiren su nueva patria, su nuevo hogar! ¡Aquí han de construir la gran
Tenochtitlan!”.
Así fue como, guiados desde Aztlán por Huitzilopochtli, los mexicas hallaron en un
islote en pleno corazón del gran lago de Texcoco el águila que devorando a una
serpiente sobre un nopal indicaba el sitio sobre el que habrían de erigir su nuevo
hogar, la gran Tenochtitlan.

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La leyenda del maíz

Hace varios siglos, antes del descubrimiento de América, en México vivían los
aztecas. Cuenta la leyenda que se alimentaban de raíces de plantas que iban
encontrando y de los animales que conseguían cazar cada día.
Su mayor deseo era comer maíz, pero no podían porque crecía escondido detrás
de unas altas y escarpadas montañas, imposibles de atravesar.
Un día, pidieron ayuda a varios dioses y éstos, deseando prestar ayuda a los
humanos, probaron a separar las gigantescas montañas para que pudieran pasar
y llegar hasta el maíz. No sirvió de nada, pues ni los dioses, utilizando toda la
fuerza que tenían, lograron moverlas.
Pasó el tiempo y, estaban tan desesperados, que suplicaron al gran dios
Quetzalcóatl que hiciera algo. Necesitaban el maíz para hacer harina, y con ella
poder fabricar pan. El dios se comprometió a echarles una mano, pues su poder
era inmenso.
A diferencia de los otros dioses,  Quetzalcóatl no quiso probar con la fuerza, sino
con el ingenio. Como era un dios muy inteligente, decidió transformarse en una
pequeña hormiga negra. Nadie, ni hombres ni mujeres, ni niños ni ancianos,
comprendían para qué se había convertido en ese pequeño insecto.
Sin perder tiempo, invitó  a una hormiga roja a acompañarle en la dura travesía de
cruzar las altas montañas. Durante días y con mucho esfuerzo, las dos
hormiguitas subieron juntas por la dura pendiente hasta llegar a la cumbre nevada.
Una vez allí, iniciaron la bajada para pasar al otro lado. Fue un camino muy largo y
llegaron agotadas a su destino, pero mereció la pena ¡Allí estaban las doradas
mazorcas de maíz que su pueblo tanto deseaba!
Se acercaron a la que parecía más apetitosa y de ella, extrajeron uno de sus
granos amarillos. Entre las dos, iniciaron el camino de regreso con el granito de
maíz bien sujeto entre  sus pequeñas mandíbulas. Si antes el camino había sido
fatigoso, la vuelta lo era mucho más. La carga les pesaba muchísimo y sus patitas
se doblaban a cada paso, pero por nada del mundo podían perder ese granito del
color del sol.
Los aztecas recibieron entusiasmados a las hormigas, que llegaron casi
arrastrándose y sin aliento ¡Qué admirados se quedaron cuando vieron que lo
habían conseguido!
La hormiga negra, que en realidad era el gran dios, agradeció a la hormiga roja el
haberle ayudado y prometió que sería generoso con ella. Después entregó el
grano de maíz a los aztecas, que corrieron a plantarlo con mucho mimo. De él

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salió, en poco tiempo, la primera planta de maíz y, de esa planta, muchas otras
que en pocos meses poblaron los campos.
A partir de entonces, los aztecas hicieron pan para alimentar a sus hijos, que
crecieron sanos y fuertes. En agradecimiento a Quetzalcóatl comenzaron a
adorarle y se convirtió en su dios más amado para el resto de los tiempos.

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El chupacabras

En los años 90 en México, el sudoeste de Estados Unidos y en China,


empezaron a sucederse muertes inexplicables en el ganado. Los
ganaderos, reportaban que habían encontrado ovejas muertas que
parecían tener unos agujeros por los que las habían vaciado de
sangre.
Concretamente, el primer reporte se dio en Puerto Rico, donde en una
granja encontraron ocho ovejas con tres heridas punzantes en el
pecho, y carentes de sangre.
Los periódicos, comenzaron a hacerse eco de la noticia y publicaron
acerca de lo que estaba pasando, no solo con las ovejas, sino también
con caballos, cabras, cerdos… Pero no lograban identificar cuál podía
ser el animal que realmente cometía esos crímenes.
Muchos dueños comenzaron a hacer guardia para evitar que sus
animales sufrieran ataques, y entonces empezaron a reportarse
avistamientos de un ser que parecía un animal pero no se comportaba
como tal. De hecho, una testigo, Madelyne Tolentino, dijo que había
visto a una criatura alrededor de más de un centenar de animales
muertos. Muchos lo describían como una criatura de entre 1,20 y 1,50
de estatura, bípeda, de grandes ojos y con unas garras muy afiladas,
así como púas en la parte de la espalda.
Su agresividad, y el aspecto tan intimidante, a pesar de ser algo más
bajo que los humanos, hacía que no se enfrentaran a él, muertos de
miedo por tal criatura. Entonces fue cuando la leyenda del
Chupacabras comenzó a tener sentido, aterrando aún más a las
personas.
Sin embargo, poco después, apareció una explicación a esta leyenda.
Y es que los expertos que estudiaron el caso, consideraron que esa
pérdida de sangre podía ser debido a que el animal perforaba a sus
víctimas en zonas donde podían hacerle perder mucha sangre, razón
que explicaba el desangre. Pero faltaba conocer cuál era el animal que
podía llegar a hacer eso.

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Para ello, no tardaron demasiado tiempo en dar con el ‘culpable’, por
así llamarlo. Se trataba de los coyotes. Pero no cualquiera de ellos,
sino de aquellos que, afectados por la sarna, habían perdido el pelo,
tenían la piel gruesa con heridas de rascarse (y costras), mal olor y
una gran ira. Además, debido a la enfermedad, estaban tan débiles
para poder atacar a otros animales, que se acercaban hasta las
granjas de humanos en busca de alimentos, ya que eran más fáciles
de atrapar y de reducir para comérselos.

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La peña el diablo

Escondido entre las abruptas sierras del Sistema Ibérico, situado en el término
municipal de Nuévalos, Zaragoza, se encuentra el Monasterio de Piedra. Fue en
sus inicios una fortaleza de defensa de los musulmanes y en tiempos de la
Reconquista (1194) Alfonso II de Aragón cedió el castillo y todas las tierras que lo
rodeaban a la Orden del Cister, quienes lo bautizaron como Monasterio de
Nuestra Señora de Piedra, el honor al rio que pasa por sus orillas. Doce monjes y
un Abad procedentes de la Abadía de Poblet, Tarragona habitaron el lugar.
Se cuenta que el hecho de albergar a trece monjes; atrajo con frecuencia la
presencia del Diablo. Que instaló en la peña más alta un sillón, en el cual tomaba
asiento para controlar a los monjes y transmitirles sucesivos maleficios. Los
monjes invocaron a los Ángeles que acudieron en su ayuda. El Diablo trajo a su
corte demoníaca para vengarse, y prendieron fuego al monasterio, con los monjes
dentro.
Se libró una gran batalla entre los ángeles y los demonios, después de muchas
horas de lucha, la victoria de los ángeles estaba más cerca. Habían derrotado a
casi todos los enviados del mal. Viendo tan cerca su derrota, el Diablo tomó el
gran peñasco amenazando con arrojarlo.
Mientras lo sujetaba en lo alto, las campanas del monasterio sonaron, llamando su
atención hacia abajo, sin querer vio su imagen reflejada en el Lago de Espejo, y le
causó tal impresión que huyó horrorizado y lleno de espanto, dejando caer el gran
peñasco en el valle, que ahora se conoce como la Peña del Diablo. Desde
entonces, merodea oculto por los alrededores.
Los monjes vivieron en este monasterio casi 700 años desde 1195 a 1835.
Actualmente es un parque nacional, así que pueden visitar el lugar y con un poco
de «suerte», encontrarse con el que aun anda por ahí merodeando.

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El pozo del infierno

Según cuenta esta leyenda, algunos científicos rusos, dirigidos por el Dr.
Azzacov, excavaron un pozo de unos 14.4 km en Siberia, en el agujero recién
creado descubrieron una cavidad subterránea. Para saber un poco más sobre ella,
hicieron descender equipos de medición, acompañados de un micrófono.
La temperatura registrada era de unos 1.100 º C y se pudieron escuchar gritos de
personas sufriendo a través del equipo de audio. Por lo que los presentes no
dudaron en afirmar que se había llegado hasta el mismo infierno.
La noticia fue emitida por primera vez en 1989, el canal de radio Trinity
Broadcasting Network hizo su difusión en inglés, con los datos recogidos desde
varios periódicos finlandeses. La noticia del «Pozo del infierno» se extendió a los
periódicos de los Estados Unidos tiempo después y las grabaciones de los
famosos gritos de las almas condenadas aparecieron regadas por el internet en
1997.
El canal religioso de radio TBN, no dudó en afirmar que esto era una prueba
irrefutable sobre la existencia del infierno, en una forma tan literal como expresa la
Biblia.
Este mismo canal, propagó también la historia de que un ser con alas de
murciélago había surgido de su interior para trazar en el cielo siberiano la frase
«¡He vencido!». Sin embargo esto último fue solamente un engaño por parte del
profesor noruego Åge Rendalen, quien estaba disgustado por la credulidad de la
masas.
No obstante, han existido más historias como estas, en las que no solamente se
afirma que se escuchan los gritos provenientes de su interior, sino que también se
le atribuyen a estos agujeros capacidades paranormales como volver a la vida a
los animales muertos.

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El callejón del beso

La leyenda del callejón del beso surge de la época en la que el Bajío mexicano


todavía era ocupado por los españoles, en uno de los muchos callejones
de Guanajuato vivía una familia acaudalada proveniente del viejo continente.
La hija del matrimonio llamada Ana era una joven muy hermosa, a quien le
gustaba asomarse al balcón por las noches para poder observar la luna y las
estrellas.
Muy cerca de ahí, en la casa vecina, estaba una pequeña habitación que ocupaba
Carlos, un joven humilde y sencillo que trabajaba en la mina La Valenciana, y
quien estaba enamorado de Ana, él también disfrutaba de la noche aunada a la
belleza de la joven española, ya que su aposento se ubicaba justo enfrente del
balcón de su amada, esa gran coincidencia les permitió conocerse y enamorarse.
Debido a lo estrecho del callejón, podían tocarse uno al otro con tan sólo estirar un
poco sus brazos.
Eso les dio la idea de poder darse un beso sin que el padre de la chica los
descubriera, pues Don Emiliano era un hombre de armas que jamás permitiría que
su hija siquiera conversara con alguien que no fuera de su misma clase social.
Lamentablemente el plan no funcionó, ya que su papá la descubrió, amenazando
de muerte al chico, pero Ana no creyó la amenaza de su padre.
Al día siguiente, Don Emiliano al percatarse de que su hija de nueva cuenta se
estaba besando con el minero, entró a la habitación empuñando una daga afilada,
matando al instante a su propia hija, Carlos asustado y sin poder hacer nada, salió
corriendo de la casa de enfrente para no volver jamás.
Cuenta la leyenda que si tú visitas el callejón del Beso tienes que darle un beso a
tu pareja subiendo hasta el tercer escalón de la parte más angosta del
callejón para así tener 15 años de prosperidad y amor.
Si no lo haces, corres el riesgo de padecer siete años de mala suerte.

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Selene: la diosa de la luna

Selene la diosa de la Luna, era la hermana de Helios el dios del Sol. Cuando
Helios abandonaba el firmamento ella, salía de las aguas del Océano que rodeaba
la tierra y recorría el cielo en su carro de plata.
Selene tuvo una bonita historia de amor con el mortal Endimión. Endimión era un
pastor de Caria. Nieto de Zeus, había ocupado el trono de Elida, pero al ser
destronado se refugió en el monte Larmos y se dedicó al campo y a los astros. El
joven Endimión pasaba las noches fascinado con la luna, se enamoró de ella, la
única que le acompañaba en sus solitarias noches. Cada noche Endimión
contemplaba a Selene en lo alto del firmamento y quedaba dormido, sumiso en un
dulce letargo soñando con su amada la luna.
Selene desconocía el profundo amor que inspiraba en el pastor. Una noche bajo a
la tierra y encontró al joven dormido en el monte, atraída por una fuerza extraña se
acercó a él y se tumbó a su lado sin despertarle, enamorándose de él. Desde
entonces cada noche le visitaba cuando éste dormía, y se colocaba con mucho
cuidado a su lado sin despertarle. De este modo durante muchos años se amaron
así, sin conocer que el otro también les amaba, ella despierta y el dormido, el
observándola y ella en el cielo.
Hasta que una noche, el joven Endimión se despertó y encontró a la diosa, a su
amada a su lado. Al mirarse a los ojos quedaron fascinados. Y se confesaron
ambos su amor con gran felicidad, por tenerse cerca, por estar mirándose y por
ser correspondidos.
Endimión le pidió a Selene que le concediera la juventud eterna, para poder
acompañarla y amarla siempre. Ella le pidió a Zeus el deseo.
Zeus concedió lo siguiente, Endimión mantendría la juventud mientras durmiese,
solo envejecería durante la vigilia. Los amantes comprendieron que para poder
estar juntos eternamente Endimión debía dormir. Así Endimión le pidió a Selene,
que le acompañase mientras estuviese dormido, sumido en un sueño profundo, de
este modo podrían amarse como habían hecho durante años y él despertaría feliz.

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Nahuatl
Esta leyenda que le traemos a continuación es de Zacatlán de las manzanas en
México, entre las leyendas y tradiciones antiguas de este país y que se extiende
por Centroamérica es que cada persona al nacer, viene acompañada por el
espíritu de un animal al cual llaman Nahual quien le ayuda a descubrir este nuevo
mundo ayudándolo y guiándolo.
Mientras va creciendo el individuo va olvidando este enlace solo apareciéndole en
sueños o mediante cierta afinidad a su animal interior o a su Nahual. Han existido
relatos en donde chamanes y brujos han llamado de distintas maneras en muchas
regiones del mundo a este animal interior el cual llamaremos Nahual pero que solo
ahora se entiende como una leyenda de los antiguos.
En el año de 1896 el pueblo de Zacatlán estuvo conmocionado ante la inverosímil
historia que lleno de terror y después superstición a todos los que escucharon y/o
divisaron la presencia de un ave de grandes dimensiones.
Esta noticia estuvo en dos de los periódicos de la época el Eco de Zacatlán y El
hijo de Ahuizote, tal vez por esta información detallada de estos sucesos el pueblo
acostumbraba encerrarse en sus casas al caer la tarde.
La noticia que recorría los labios de la población cuenta entre muchas otras cosas
que esta ave tenía por costumbre abalanzarse en especial sobre los niños y
estuvo así, asolando a la región durante algún tiempo. Al anochecer cuando las
familias estaban a buen recaudo era donde se escuchaba el peculiar batir de alas
estruendosas en el viento y golpeteando el ramaje de los arboles cercanos, al final
solo una explicación creció entre el entendimiento de la población una que
explicaba toda esta excitación y terror virulento que enfermaba a la población, un
Nahual de algún brujo o chaman de más debajo de la barranca tenía que ser el
culpable.
Por supuesto nunca faltan los atrevidos descreídos que no creían en las historias
de la muchedumbre ni de los habladores que creían eran los que proliferaban
estos chismes y sin ningún reparo andaban a las horas que más les complacían
para vivir el terror alado en carne viva.

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Por dos meses la población vivió al filo del miedo, pues las víctimas fueron varias
en las inmediaciones de la barranca, y cada día fueron creciendo la afirmación de
que solo podía ser un brujo quien sería el invocador del Nahual y que como las
víctimas eran atacadas cerca de la barranca debía ser ahí donde se escondiese
su guarida.
Entonces se formó un grupo entre los más decididos todos dispuestos a acabar
con este mal para siempre, convencidos que el que aterrorizaba a todos era el
Nahual convertido en ave gigantesca, el grupo espero la mañana.
Partieron armados hasta los dientes hacia la barranca a buscar la susodicha
guarida del supuesto brujo, así paso la mañana y llego la tarde; sin ningún vestigio
de algo inusual seguían en la búsqueda hasta que poco a poco caía la noche,
pronto en la penumbra vieron una luz que brillaba entre los árboles, con mucho
cuidado se acercaron a ver la fuente y encontraron una cabaña ubicada en un
recodo y abrigando la idea de encontrar lo que estaban buscando lentamente
fueron a ella.
Convencidos de que era el lugar correcto entraron a la humilde choza y lo que
vieron los lleno de asombro; un hombre extraño se encontraba en medio de una
rara ceremonia completamente entregado al trance, pero se dio cuenta de la
multitud, hizo un extraño silbido de raras melodías y distintas modulaciones y en
un segundo un graznido aterrador asusto a medio mundo, pero envalentonados
porque eran cantidad y recuperados del desconcierto sacaron sus machetes y
resueltamente salieron fuera de la choza a enfrentarse al Nahual convertido en un
ave gigantesca.
La lucha tuvo su duración y entre el miedo y la adrenalina el grupo terminó por
acabar con el ave colosal, entonces volvieron a entrar a la cabaña para ajustar
cuentas con el brujo pero este había desaparecido; lo buscaron por todos lados
pero fue en vano.
Volvieron después a sus hogares y contaron al pueblo su increíble historia, con el
paso de los años la leyenda del Nahual convertido en ave gigantesca fue una
historia común entre los pobladores sean locales o visitantes, y fuera que
exageraron los hechos o no, todo quedo registrado en la mente de aquellos
hombres que pasaron a su descendencia su aventura.

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Bibliografía

https://www.guiainfantil.com/articulos/ocio/leyendas/la-llorona-leyenda-infantil-mexicana/

https://www.mundoprimaria.com/mitos-y-leyendas-para-ninos/el-conejo-en-la-luna

https://mas-mexico.com.mx/la-leyenda-del-aguila-y-el-nopal/

https://www.mundoprimaria.com/mitos-y-leyendas-para-ninos/la-leyenda-del-maiz

https://obrasdeteatrocortas.net/leyenda-del-chupacabras/

https://www.imer.mx/radio710/el-callejon-del-beso/
https://leyendadeterror.net/leyendas-muy-cortas/

https://leyendadeterror.net/leyendas-muy-cortas/

https://leyendadeterror.net/leyendas-muy-cortas/

http://www.espanaaqui.com.br/rincondelacultura/la-leyenda-del-nahual-parte-1/

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