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Servicio Bíblico Latinoamericano
Oración comunitaria
Señor Jesús, Pan Vivo de esperanza y de amor,
concede a cuantos participamos en la cena eucarística,
vivir el misterio de la comunión en el amor
y ser testigos de tu reino en el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Servicio Bíblico Latinoamericano
L as cosas santas y las perlas son el evangelio del reino, es el proyecto de Jesús,
quién, en este texto, compara el reino de Dios con una perla, la más fina del mercado.
Tirar las perlas a los cerdos o a los perros es tirarlas a los que no se interesan por ellas y
viven de espalda al evangelio. Es como un comerciante de perlas finas que regala la más
fina al que no aprecia el valor de la perla y la tira y pisotea. Una advertencia sabia
siempre, especialmente a la hora de la nueva evangelización. El Evangelio es para toda
la humanidad, pero ante los que no lo aceptan solo nos queda limpiarnos el polvo de las
sandalias y caminar a otra frontera. El evangelio no es un camino fácil, es una puerta
estrecha, exige conversión, exige una vida alternativa, una vida contra corriente. Pero es
una puerta que nos conduce a una vida plena, ya aquí en este mundo, y más allá en la
vida eterna. ¿Tu vida es un reflejo del Evangelio?
Servicio Bíblico Latinoamericano
J esús en este texto de Mateo nos prepara para no caer en un peligro que acecha a todos
y que no viene de fuera de las comunidades cristianas por una persecución religiosa,
sino de dentro de la comunidad. Es un peligro más oculto pero que hace más daño que
la misma persecución. Se trata de la hipocresía. Es la falta de coherencia entre el
mensaje que predicamos y la vida que vivimos. Consiste en mantener simplemente las
apariencias olvidando la profecía. Este comportamiento hace tanto daño como los lobos
rapaces hacen con un rebaño. Las personas en ocasiones nos presentamos como
corderos pero por dentro somos lobos. Por eso Jesús coloca un comprobante para
distinguir a los falsos profetas de los verdaderos: los frutos. Con frecuencia estos
profetas ni se dan cuenta de que lo son porque su única pretensión es aparecer como
gente ejemplar, por fuera luchando para presentar una imagen de honradez, pero tienen
apagado el fuego de la profecía del evangelio. ¿Cuáles son los frutos que ofreces a la
Comunidad?
Servicio Bíblico Latinoamericano
E stamos ante un texto evangélico precioso puesto por Mateo al final del sermón de la
montaña, como queriéndonos decir: si ustedes viven conforme al código del sermón de
la montaña están construyendo un mundo firme, sobre roca, un mundo seguro. De lo
contrario están construyendo un mundo sobre arena, frágil y peligroso. Vendrán modas
culturales y sus vidas se corromperán. Muchos novios escogen este texto en su
eucaristía de bodas como para decirse a sí mismos: queremos construir nuestro hogar
sobre cimientos sólidos. Queremos hacer de nuestro hogar una semilla de la nueva
humanidad. Estos cimientos no son una simple devoción a Jesús, un simple alabarle
diciéndole ¡Señor, Señor!, sino cimientos para vivir como Él vivió, para comprometerse
con su causa, con su vida, con sus Bienaventuranzas. Lo importante para Jesús no son
los ritos que cumplimos escrupulosamente sino vivir una vida inundados de una bondad
absoluta hacia todos los seres humanos en problemas. ¿Entre tus cimientos de vida está
la misericordia, la ternura y la compasión? ¿Estás construyendo sobre arena o sobre
roca?
Servicio Bíblico Latinoamericano
Ezequiel 34, 11-16: Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear
Salmo responsorial: 22 El Señor es mi pastor, nada me falta.
Romanos 5, 5b-11 La prueba de que Dios nos ama
Lucas 15, 3-7 ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido
L a La fiesta litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús se inspira en uno de los símbolos
más ricos de la Biblia: el corazón, que en la mentalidad bíblica es la parte más interior
de la persona, la sede de las decisiones, sentimientos y proyectos. El corazón indica lo
inexplorable y lo profundamente oculto de alguien, su ser más íntimo y personal. En la
narración de la unción de David (1 Sam 16,7) se dice, por ejemplo, que Yahvé advierte
a Samuel, cuando vio al primero de los hijos de Jesé: “No te fijes en su aspecto ni en su
estatura elevada. El ser humano mira lo que está a los ojos, la apariencia, mientras que
Yahvé mira el corazón”.
Por eso cuando hablamos del “corazón” de Jesús estamos hablando de aquello que
representa lo más íntimo y personal de Jesús, el centro interior desde el cual brotan su
palabra y sus acciones. En este sentido “el corazón de Jesús” es una expresión que
indica la misericordia y el amor infinito de Dios tal como se ha manifestado en la
persona de Jesús.
La Biblia habla también, siempre en sentido metafórico, del “corazón” de Dios. Oseas,
por ejemplo, habla del corazón de Dios como el lugar de las decisiones últimas y
decisivas de Dios. Cuando ni las pruebas de amor ni los castigos de Yahvé han
conseguido mover a su pueblo a una conversión duradera (Os 11,1-7), parece
insoslayable el juicio definitivo de Dios. Precisamente en esa situación el profeta pone
en boca de Dios una de las más formidables palabras del Antiguo Testamento: “¿Cómo
te trataré, Efraín? ¿Acaso puedo abandonarte Israel?... El corazón se ha volcado en mí,
todas mis entrañas se estremecen. No me dejaré llevar por mi gran ira, no volveré a
destruir a Efraín, porque yo soy Dios, no un ser humano” (Os 11,8-9).
En el texto anterior asistimos a una especie de lucha interior en Dios mismo. Dios dice:
“¿Cómo te trataré...? ¿Acaso puedo abandonarte...?”. La ley de Moisés mandaba
entregar a un hijo que era rebelde a los ancianos de la ciudad para que fuera apedreado
(Dt 21,18-21). Efraín-Israel es hijo primogénito de Yahvé (Os 11,1). ¿Deberá Dios
tratar a su hijo rebelde según la ley? ¿Deberá destruirlo? La lucha interior en Dios se
expresa con la bella expresión: “El corazón se ha volcado en mí, todas mis entrañas se
estremecen”. El verbo “volcarse”, en hebreo hapak, indica la acción de algo que se
revuelve y se da vuelta en forma inquieta. Es el corazón de Dios que se resiste a actuar
con dureza frente al pueblo.
La lucha interior en Dios acaba con una decisión en la cual prevalece el perdón y la
misericordia. El corazón de Dios renuncia al castigo. En lugar de la destrucción
merecida por el pueblo, ocurre un vuelco en el corazón de Dios. La incondicional
misericordia de Dios se vuelve contra la resolución judicial que establecía el castigo y la
muerte. El corazón de Dios, o sea, su libre decisión por el amor, se vuelve contra su
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resolución encolerizada. Aquella determinación divina en favor de Israel se expresa con
esta frase: “No me dejaré llevar por mi gran ira, no volveré a destruir a Efraín, porque
yo soy Dios, no un ser humano” (Os 11,9). El corazón de Dios es, por tanto,
misericordia y vida en favor de su pueblo. Y así se ha manifestado plenamente en su
Hijo Jesucristo que “ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia” (Jn
10,10).
El evangelio nos coloca delante del misterio insondable de la misericordia de Dios, a
través de dos parábolas contadas por Jesús. En ellas se narra la experiencia de la
reconciliación del ser humano con un Dios que “no quiere la muerte del pecador, sino
que se convierta y viva” (Ez 18,23). Jesús ha contado estas parábolas para explicar su
propio comportamiento en relación con los pecadores y perdidos. En estas parábolas se
expresa lo más íntimo y decisivo del corazón de Jesús: la misericordia y la gratuidad en
favor del ser humano pecador.
Mientras los fariseos y maestros de la ley se mantienen a distancia de los pecadores por
fidelidad a la Ley (véase, por ejemplo, lo que dice Ex 23,1, Sal 1,1; 26,5), Jesús anda
con ellos, come y bebe y hace fiesta con ellos (Lc 15,1-3). Lo que choca a los maestros
de la ley no es que Jesús hable del perdón que se ofrece al pecador arrepentido. Muchos
textos del Antiguo Testamento hablaban del perdón divino. Lo que sorprende
radicalmente es la forma en que Jesús actúa, el cual en lugar de condenar como Jonás o
Juan Bautista, o exigir sacrificios rituales para la purificación como los sacerdotes,
come y bebe con los pecadores, los acoge y les abre gratuitamente un horizonte nuevo
de vida y de esperanza.
Esto es lo que las parábolas quieren ilustrar; su objetivo primario es mostrar hasta dónde
llega la misericordia de ese Dios que Jesús llama “Padre”, una misericordia que se
refleja y se hace concreta en el corazón de Jesús, o sea en el principio que orienta y
determina la conducta de Jesús frente a los pecadores.
Con toda probabilidad la parábola se inspira en la imagen del “pastor” tan presente en
muchos textos del Antiguo Testamento: “Escuchen, naciones, la palabra del Señor;
anúncienla en las islas lejanas; digan: El que dispersó a Israel, lo reunirá y lo guardará
como un pastor a su rebaño” (Jer 31,10). En la Biblia la imagen del pastor es usada para
hablar del cuidado que tiene Dios por su pueblo, mientras las ovejas descarriadas
representan a todos aquellos que se han alejado de Dios: “Yo mismo apacentaré a mis
ovejas y las llevaré a su redil, oráculo del Señor. Buscaré a la oveja perdida y traeré a la
descarriada; vendaré a la herida, robusteceré a la débil...” (Ez 34,15-16).
En las dos parábolas se desarrolla el tema de la conversión de los pecadores, que tiene
lugar en el encuentro con el mensaje y la persona de Jesús que busca a todos los que se
han alejado de Dios. El “pecador convertido” del que se habla representa a los
publicanos y pecadores que han venido a escuchar a Jesús, a diferencia de los fariseos y
escribas que murmuran de él y se quedan lejos (Lc 15,1-2).
Las dos parábolas insisten en la alegría que Dios siente cuando un pecador se convierte.
En la primera parábola, la oveja descarriada se pierde “fuera” de casa; en la segunda, la
moneda se pierde “dentro” de casa. Los cercanos y los lejanos tienen necesidad de ser
buscados y encontrados por Dios. “Todos hemos pecado” (Rom 3,23), dirá San Pablo.
Jesús proclama el gozo de un Dios que busca al ser humano para devolverle la vida.
Aquella oveja y aquella moneda tienen en común una sola cosa por la cual son objeto
del amor misericordioso de Dios: ¡oveja y moneda estaban perdidas!
Servicio Bíblico Latinoamericano
“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” La pregunta quema a los apóstoles y a nosotros
hoy. Porque la respuesta implica una toma de posición fundamental sobre el sentido de
la vida. ¡Por eso a esta pregunta nunca se acaba de responder! “Tú eres el Mesías, el
hijo de Dios vivo”, se atreve a decir Pedro. Quizá esté muy lejos aún de entender el
verdadero alcance de estas palabras, pero ha dado en el clavo. Y no por casualidad, sino
por un largo descubrimiento que ha ido haciendo de Cristo y, sobre todo, por una
intuición que le sobrepasa: “Eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi
Padre del cielo”. Pedro cree, rodeado todavía de una gran oscuridad. Y Jesús exclama:
tú vas a ser el fundamento, la roca, la piedra de base de la comunidad que nace.
“Te daré las llaves del reino”. Dar las llaves a un niño es reconocer que ha
crecido y es capaz de ser independiente; es confiarle una responsabilidad. Esa llave es
un poder y, por tanto, un peligro. Pero a lo largo de toda su vida Jesús no ha dejado de
desmitificar el poder humano. Porque es indudable que existe una tendencia clara a
acapararlo, a convertirlo en propiedad personal, a erigirlo en absoluto.
Pero las llaves, antes que un poder, son un servicio confiado. Esas llaves no son
sólo para Pedro. “Me atrevo a decir, afirma san Agustín, que estas llaves las tenemos
todos”. Jesús nos ofrece el universo con “las llaves puestas”. Nos toca a nosotros abrir.
La figura del Apóstol Pedro, prontamente, fue cobrando un lugar importante en
las primeras comunidades. Seguir a Jesús y sentir a Dios como Padre son la clave para
llevar a cabo una nueva misión en su vida: liderar, como lo hiciera Jesús, a las
comunidades; incluso, dando la vida por ellas. Así se constituyó en una sólida columna
para la Iglesia y modelo de liderazgo eclesial.
Igualmente el Apóstol Pablo: es admirable su lucha por abrir el cristianismo
naciente a nuevas culturas y formas de pensar, para que todas las personas hagan la
experiencia gozosa de Dios Padre y desde ahí vivan como verdaderos hermanos y
hermanas. Su lucha no permitió que el cristianismo se quedara como un grupo judío
más, sino que, también con sus reflexiones teológicas, ayudó a construir nuestra siempre
nueva identidad. ¿Qué me enseñan Pedro y Pablo en mi seguimiento de Jesús?
Oración comunitaria
Señor, te damos gracias por poder celebrar en este día la fiesta de San Pedro y
San Pablo. Te agradecemos el testimonio de sus vidas, su fe, y sus trabajos, que
son un estímulo para cada uno de nosotros. Te pedimos, que nos ayudes a tener
un corazón generoso, dispuesto a dar testimonio de Ti con nuestro
comportamiento. Concédenos también, Señor, que seamos una comunidad que
esté cerca de quienes sufren por causa de su fe
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