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Servicio Bíblico Latinoamericano

Del 23 al 29 de Junio de 2019 – Ciclo C

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Domingo 23 de junio de 2019


Cuerpo y Sangre de Cristo

Génesis 14,18-20: Melquisedec ofreció pan y vino


Salmo 109: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
1 Corintios 11,23-26: Esta copa es la nueva alianza
Lucas 9,11b-17: Comieron todos y se saciaron

L a primera lectura (Gen 14,18-20) es un antiguo texto legendario, originalmente


quizás de naturaleza política-militar, en el que el misterioso personaje Melquisedec rey
de Salem ofrece a Abraham un poco de pan y vino. Se trata de un gesto de solidaridad: a
través de aquel alimento, Abraham y sus hombres pueden reponerse después de volver
de la batalla contra cuatro reyes (Gen 14,17). El pasaje, sin embargo, parece contener
una escena de carácter religioso, siendo Melquisedec un sacerdote según la praxis
teológica oriental.
El gesto podría contener un matiz de sacrificio o de rito de acción de gracias por
la victoria. El v. 19, en efecto, conserva las palabras de una bendición. Las palabras de
Melquisedec y su gesto ofrecen una nueva luz sobre la vida de Abraham: sus enemigos
han sido derrotados y su nombre es ensalzado por un rey-sacerdote. El capítulo 7 de la
Carta a los Hebreos ha construido una reflexión en torno a Cristo Sacerdote a la luz de
este misterioso texto del Génesis, según la línea teológica ya presente en las palabras
que el Sal 110,4 dirige al rey-mesías: “Tú eres sacerdote para siempre al modo de
Melquisedec”.
La segunda lectura (1Cor 11,23-26) pertenece a la catequesis que Pablo dirige a
la comunidad de Corinto en relación con la celebración de las asambleas cristianas,
donde los más poderosos y ricos humillaban y despreciaban a los más pobres. Pablo
aprovecha la oportunidad para recordar una antigua tradición que ha recibido sobre la
cena eucarística, ya que el desprecio, la humillación y la falta de atención a los pobres
en las asambleas estaban destruyendo de raíz el sentido más profundo de la Cena del
Señor.
Se coloca así en sintonía con los profetas del Antiguo Testamento que habían
condenado con fuerza el culto hipócrita que no iba acompañado de una vida de caridad
y de justicia (cf. Am 5,21-25; Is 1,10-20), como también lo hizo Jesús (cf. Mt 5,23-24;
Mc 7,9-13). La Eucaristía, memorial de la entrega de amor de Jesús, debe ser vivida por
los creyentes con el mismo espíritu de donación y de caridad con que el Señor “entregó”
su cuerpo y su sangre en la cruz por “vosotros”.
Esta lectura paulina nos recuerda las palabras de Jesús en la última cena, con las
que cuales el Señor interpretó su futura pasión y muerte como “alianza sellada con su
sangre” (1 Cor 11,25) y “cuerpo entregado por vosotros” (1 Cor 11,24), misterio de
amor que se actualiza y se hace presente “cada vez que coman de este pan y beban de
este cáliz” (1 Cor 11,26). La fórmula del cáliz eucarístico, semejante a la fórmula de la
última cena en Lucas (Mateo y Marcos reflejan una tradición diversa), está centrada en
el tema de la nueva alianza, que recuerda el célebre paso de Jer 31,31-33. Cristo
establece una verdadera alianza que se realiza no a través de la sangre de animales
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derramada sobre el pueblo (Ex 24), sino con su propia sangre, instrumento perfecto de
comunión entre Dios y los hombres.
La celebración eucarística abraza y llena toda la historia dándole un nuevo
sentido: hace presente realmente a Jesús en su misterio de amor y de donación en la cruz
(pasado); la comunidad, obediente al mandato de su Señor, deberá repetir el gesto de la
cena continuamente mientras dure la historia “en memoria mía” (1Cor 11,24)
(presente); y lo hará siempre con la expectativa de su regreso glorioso, “hasta que él
venga” (1 Cor 11,26) (futuro). El misterio de la institución de la Eucaristía nace del
amor de Cristo que se entrega por nosotros y, por tanto, deberá siempre ser vivido y
celebrado en el amor y la entrega generosa, a imagen del Señor, sin divisiones ni
hipocresías.
El evangelio de hoy relata el episodio de la multiplicación de los panes, que
aparece con diversos matices también en los otros evangelios (¡dos veces en Marcos!),
lo que demuestra no sólo que el evento posee un cierta base histórica (no
necesariamente milagrosa), sino que también es fundamental para comprender la misión
de Jesús.
Jesús está cerca de Betsaida y tiene delante a una gran muchedumbre de gente
pobre, enferma, hambrienta. Es a este pueblo marginado y oprimido al que Jesús se
dirige, “hablándoles del reino de Dios y sanando a los que lo necesitaban” (v. 11). A
continuación Lucas añade un dato importante con el que se introduce el diálogo entre
Jesús y los Doce: comienza a atardecer (v. 12). El momento recuerda la invitación de
los dos peregrinos que caminaban hacia Emaús precisamente al caer de la tarde:
“Quédate con nosotros porque es tarde y está anocheciendo” (Lc 24,29). En los dos
episodios la bendición del pan acaece al caer el día.
El diálogo entre Jesús y los Doce pone en evidencia dos perspectivas. Por una
parte los apóstoles que quieren enviar a la gente a los pueblos vecinos para que se
compren comida, proponen una solución “realista”. En el fondo piensan que está bien
dar gratis la predicación pero que es justo que cada cual se preocupe de lo material. La
perspectiva de Jesús, en cambio, representa la iniciativa del amor, la gratuidad total y la
prueba incuestionable de que el anuncio del reino abarca también la solución a las
necesidades materiales de la gente.
Al final del v. 12 nos damos cuenta que todo está ocurriendo en un lugar
desértico. Esto recuerda sin duda el camino del pueblo elegido a través del desierto
desde Egipto hacia la tierra prometida, época en la que Israel experimentó la
misericordia de Dios a través de grandes prodigios, como por ejemplo el don del maná.
La actitud de los discípulos recuerda las resistencias y la incredulidad de Israel delante
del poder de Dios que se concretiza a través de obras salvadoras en favor del pueblo (Ex
16,3-4).
La respuesta de Jesús: “dadles vosotros de comer” (v. 13) es un recurso literario
para poner en destaque la misión de los discípulos. Éstos, aquella tarde cerca de
Betsaida y a lo largo de toda la historia de la Iglesia, están llamados a colaborar con
Jesús, preocupándose por conseguir el pan para sus hermanos. Después de que los
discípulos acomodan a la gente, Jesús “tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los
ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y se los iba dando a los discípulos para
los distribuyeran entre la gente” (v. 16).
Al final todos quedan saciados y sobran doce canastas (v. 17). El tema de la
“saciedad” es típico del tiempo mesiánico. La saciedad es la consecuencia de la acción
poderosa de Dios en el tiempo mesiánico (Ex 16,12; Sal 22,27; 78,29; Jer 31,14). Jesús
es el gran profeta de los últimos tiempos, que recapitula en sí las grandes acciones de
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Dios que alimentó a su pueblo en el pasado (Ex 16; 2Re 4,42-44). Los doce canastos
que sobran no sólo subraya el exceso del don, sino que también pone en evidencia el
papel de “los Doce” como mediadores en la obra de la salvación. Los Doce representan
el fundamento de la Iglesia, son como la síntesis y la raíz de la comunidad cristiana,
llamada a colaborar activamente a fin de que el don de Jesús pueda alcanzar a todos los
seres humanos.
En el texto, como hemos visto, se sobreponen diversos niveles de significado. El
milagro realizado por Jesús lo presenta como el profeta de los últimos tiempos. Al
mismo tiempo el evento anticipa el gesto realizado por Jesús en la última cena, cuando
el Señor dona a la comunidad en el pan y el vino el signo sacramental de su presencia.

Para la revisión de vida


¿En mi vida cristiana el misterio eucarístico se manifiesta como fuente de unidad
y de caridad?
¿Cómo podría comprometerme concretamente en favor de las personas que viven
en la pobreza y sufren hambre de pan y de justicia?

Para la reunión de grupo


- ¿En nuestra comunidad la celebración eucarística genera mayor amor y
compromiso en favor de los más pobres o se limita a ser un simple rito religioso?
- ¿Con cuáles iniciativas concretas podríamos hacer que nuestra participación
comunitaria en la Eucaristía sea más activa y dinámica?
- ¿Cómo podríamos como comunidad comprometernos más para llevar a los
demás el pan del bienestar material, el pan del amor y de la esperanza, y el pan
del evangelio del Reino?
- «John P. Meier, uno de los exégetas católicos más afamados, tras un exhaustivo
análisis de los cuatro evangelios, sostiene que de los 32 milagros que se
atribuyen a Jesús, sólo en 12 (o sea, el 38%) hay probabilidad de que posibilidad
de que bajo ellos haya alguna clase de acontecimiento histórico, aunque no
necesariamente milagroso». Comentemos este «balance numérico» sobre los
milagros del Evangelio.
- El capítulo 64 de la serie «Otro Dios es posible» se titula «¿Cuerpo y Sangre de
Cristo?». Su guión y su audio pueden ser tomados de aquí:
https://radialistas.net/64-el-cuerpo-y-la-sangre-de-cristo/

Para la oración de los fieles


- Señor Jesús, que en el misterio eucarístico has dejado para tus discípulos un
memorial vivo de tu vida, tu muerte y tu resurrección, haz que participando con
fe de tu Cuerpo y de tu Sangre seamos testigos fieles del evangelio de la
liberación en medio del mundo. Roguemos al Señor...
- Señor Jesús, que congregas a tu Iglesia en torno al misterio de tu Cuerpo y de tu
Sangre, haz que nuestra comunidad viva el misterio de la comunión en la
diversidad, superando la intolerancia y el sectarismo, y así sea signo e
instrumento de tu reino. Roguemos al Señor...
- Señor Jesús, que alimentaste a la multitud en el desierto con el pan material y el
pan de la Palabra, haz que la comunidad cristiana viva atenta a los signos de los
tiempos, a través de una misión de evangelización liberadora e integral, llevando
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a todos el anuncio del Reino y comprometiéndose activamente en la promoción
humana. Roguemos al Señor...

Oración comunitaria
Señor Jesús, Pan Vivo de esperanza y de amor,
concede a cuantos participamos en la cena eucarística,
vivir el misterio de la comunión en el amor
y ser testigos de tu reino en el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.
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Lunes 24 de junio de 2019


12ª Semana Ordinario
Nacimiento de Juan Bautista

Is 49,1-6: Te hago luz de las naciones


Salmo 138: Te doy gracias porque me has escogido portentosamente
Hch 13,22-26: Antes de que llegara Cristo, Juan predicó
Lc 1,57-66.80: Se llamará Juan

L a liturgia de la iglesia no celebra solamente el día de la muerte de Juan el Bautista


sino también el de su nacimiento. Es el mensajero que prepara la irrupción de la Buena
Nueva de Jesús. Aunque es hijo del sacerdote Zacarías no se va al templo a predicar el
bautismo de conversión, ni a denunciar las injusticias de la gente religiosa, de los
soldados y del mismo pueblo, sino que se sitúa en el desierto, en las periferias, en los
márgenes del templo y de la sociedad. El desierto es el lugar simbólico del
enamoramiento de Yahvé, el lugar para limpiarse de las mentiras de los anuncios
comerciales del imperio, y programar una nueva ética. El templo está agotado. Los ritos
están muertos. Hace falta volver al desierto. El pueblo sufriente acudió en masa, ansioso
de un cambio de estructuras. Jesús mismo encontró allí una inspiración para iniciar su
proyecto. Se dejó bautizar de Juan Bautista. Así compartió con el pueblo como uno más
en la fila de los que quieren cambiar este mundo según el proyecto de Dios.
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Martes 25 de junio de 2019


Guillermo (1142)

Gén 13,2.5-18: No haya disputas entre nosotros


Salmo 14: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
Mt 7,6.12-14: Trata a los demás como quieras te traten

L as cosas santas y las perlas son el evangelio del reino, es el proyecto de Jesús,
quién, en este texto, compara el reino de Dios con una perla, la más fina del mercado.
Tirar las perlas a los cerdos o a los perros es tirarlas a los que no se interesan por ellas y
viven de espalda al evangelio. Es como un comerciante de perlas finas que regala la más
fina al que no aprecia el valor de la perla y la tira y pisotea. Una advertencia sabia
siempre, especialmente a la hora de la nueva evangelización. El Evangelio es para toda
la humanidad, pero ante los que no lo aceptan solo nos queda limpiarnos el polvo de las
sandalias y caminar a otra frontera. El evangelio no es un camino fácil, es una puerta
estrecha, exige conversión, exige una vida alternativa, una vida contra corriente. Pero es
una puerta que nos conduce a una vida plena, ya aquí en este mundo, y más allá en la
vida eterna. ¿Tu vida es un reflejo del Evangelio?
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Miércoles 26 de junio de 2019


José María Robles, mártir (1927)

Gén 15,1-2.17-18: Abrahán creyó en el Señor


Salmo 104: El Señor se recuerda de su alianza eternamente
Mt 7,15-20: Por sus frutos los conocerán

J esús en este texto de Mateo nos prepara para no caer en un peligro que acecha a todos
y que no viene de fuera de las comunidades cristianas por una persecución religiosa,
sino de dentro de la comunidad. Es un peligro más oculto pero que hace más daño que
la misma persecución. Se trata de la hipocresía. Es la falta de coherencia entre el
mensaje que predicamos y la vida que vivimos. Consiste en mantener simplemente las
apariencias olvidando la profecía. Este comportamiento hace tanto daño como los lobos
rapaces hacen con un rebaño. Las personas en ocasiones nos presentamos como
corderos pero por dentro somos lobos. Por eso Jesús coloca un comprobante para
distinguir a los falsos profetas de los verdaderos: los frutos. Con frecuencia estos
profetas ni se dan cuenta de que lo son porque su única pretensión es aparecer como
gente ejemplar, por fuera luchando para presentar una imagen de honradez, pero tienen
apagado el fuego de la profecía del evangelio. ¿Cuáles son los frutos que ofreces a la
Comunidad?
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Jueves 27 de junio de 2019


Cirilo de Alejandría (444)

Gén 16,1-12.15-16: Agar dio un hijo a Abrahán


Salmo 105: Den gracias al Señor, porque es bueno
Mt 7,21-29: La casa edificada sobre roca

E stamos ante un texto evangélico precioso puesto por Mateo al final del sermón de la
montaña, como queriéndonos decir: si ustedes viven conforme al código del sermón de
la montaña están construyendo un mundo firme, sobre roca, un mundo seguro. De lo
contrario están construyendo un mundo sobre arena, frágil y peligroso. Vendrán modas
culturales y sus vidas se corromperán. Muchos novios escogen este texto en su
eucaristía de bodas como para decirse a sí mismos: queremos construir nuestro hogar
sobre cimientos sólidos. Queremos hacer de nuestro hogar una semilla de la nueva
humanidad. Estos cimientos no son una simple devoción a Jesús, un simple alabarle
diciéndole ¡Señor, Señor!, sino cimientos para vivir como Él vivió, para comprometerse
con su causa, con su vida, con sus Bienaventuranzas. Lo importante para Jesús no son
los ritos que cumplimos escrupulosamente sino vivir una vida inundados de una bondad
absoluta hacia todos los seres humanos en problemas. ¿Entre tus cimientos de vida está
la misericordia, la ternura y la compasión? ¿Estás construyendo sobre arena o sobre
roca?
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Viernes 28 de junio de 2019


Sagrado Corazón de Jesús

Ezequiel 34, 11-16: Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear
Salmo responsorial: 22 El Señor es mi pastor, nada me falta.
Romanos 5, 5b-11 La prueba de que Dios nos ama
Lucas 15, 3-7 ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido

L a La fiesta litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús se inspira en uno de los símbolos
más ricos de la Biblia: el corazón, que en la mentalidad bíblica es la parte más interior
de la persona, la sede de las decisiones, sentimientos y proyectos. El corazón indica lo
inexplorable y lo profundamente oculto de alguien, su ser más íntimo y personal. En la
narración de la unción de David (1 Sam 16,7) se dice, por ejemplo, que Yahvé advierte
a Samuel, cuando vio al primero de los hijos de Jesé: “No te fijes en su aspecto ni en su
estatura elevada. El ser humano mira lo que está a los ojos, la apariencia, mientras que
Yahvé mira el corazón”.
Por eso cuando hablamos del “corazón” de Jesús estamos hablando de aquello que
representa lo más íntimo y personal de Jesús, el centro interior desde el cual brotan su
palabra y sus acciones. En este sentido “el corazón de Jesús” es una expresión que
indica la misericordia y el amor infinito de Dios tal como se ha manifestado en la
persona de Jesús.
La Biblia habla también, siempre en sentido metafórico, del “corazón” de Dios. Oseas,
por ejemplo, habla del corazón de Dios como el lugar de las decisiones últimas y
decisivas de Dios. Cuando ni las pruebas de amor ni los castigos de Yahvé han
conseguido mover a su pueblo a una conversión duradera (Os 11,1-7), parece
insoslayable el juicio definitivo de Dios. Precisamente en esa situación el profeta pone
en boca de Dios una de las más formidables palabras del Antiguo Testamento: “¿Cómo
te trataré, Efraín? ¿Acaso puedo abandonarte Israel?... El corazón se ha volcado en mí,
todas mis entrañas se estremecen. No me dejaré llevar por mi gran ira, no volveré a
destruir a Efraín, porque yo soy Dios, no un ser humano” (Os 11,8-9).
En el texto anterior asistimos a una especie de lucha interior en Dios mismo. Dios dice:
“¿Cómo te trataré...? ¿Acaso puedo abandonarte...?”. La ley de Moisés mandaba
entregar a un hijo que era rebelde a los ancianos de la ciudad para que fuera apedreado
(Dt 21,18-21). Efraín-Israel es hijo primogénito de Yahvé (Os 11,1). ¿Deberá Dios
tratar a su hijo rebelde según la ley? ¿Deberá destruirlo? La lucha interior en Dios se
expresa con la bella expresión: “El corazón se ha volcado en mí, todas mis entrañas se
estremecen”. El verbo “volcarse”, en hebreo hapak, indica la acción de algo que se
revuelve y se da vuelta en forma inquieta. Es el corazón de Dios que se resiste a actuar
con dureza frente al pueblo.
La lucha interior en Dios acaba con una decisión en la cual prevalece el perdón y la
misericordia. El corazón de Dios renuncia al castigo. En lugar de la destrucción
merecida por el pueblo, ocurre un vuelco en el corazón de Dios. La incondicional
misericordia de Dios se vuelve contra la resolución judicial que establecía el castigo y la
muerte. El corazón de Dios, o sea, su libre decisión por el amor, se vuelve contra su
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resolución encolerizada. Aquella determinación divina en favor de Israel se expresa con
esta frase: “No me dejaré llevar por mi gran ira, no volveré a destruir a Efraín, porque
yo soy Dios, no un ser humano” (Os 11,9). El corazón de Dios es, por tanto,
misericordia y vida en favor de su pueblo. Y así se ha manifestado plenamente en su
Hijo Jesucristo que “ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia” (Jn
10,10).
El evangelio nos coloca delante del misterio insondable de la misericordia de Dios, a
través de dos parábolas contadas por Jesús. En ellas se narra la experiencia de la
reconciliación del ser humano con un Dios que “no quiere la muerte del pecador, sino
que se convierta y viva” (Ez 18,23). Jesús ha contado estas parábolas para explicar su
propio comportamiento en relación con los pecadores y perdidos. En estas parábolas se
expresa lo más íntimo y decisivo del corazón de Jesús: la misericordia y la gratuidad en
favor del ser humano pecador.
Mientras los fariseos y maestros de la ley se mantienen a distancia de los pecadores por
fidelidad a la Ley (véase, por ejemplo, lo que dice Ex 23,1, Sal 1,1; 26,5), Jesús anda
con ellos, come y bebe y hace fiesta con ellos (Lc 15,1-3). Lo que choca a los maestros
de la ley no es que Jesús hable del perdón que se ofrece al pecador arrepentido. Muchos
textos del Antiguo Testamento hablaban del perdón divino. Lo que sorprende
radicalmente es la forma en que Jesús actúa, el cual en lugar de condenar como Jonás o
Juan Bautista, o exigir sacrificios rituales para la purificación como los sacerdotes,
come y bebe con los pecadores, los acoge y les abre gratuitamente un horizonte nuevo
de vida y de esperanza.
Esto es lo que las parábolas quieren ilustrar; su objetivo primario es mostrar hasta dónde
llega la misericordia de ese Dios que Jesús llama “Padre”, una misericordia que se
refleja y se hace concreta en el corazón de Jesús, o sea en el principio que orienta y
determina la conducta de Jesús frente a los pecadores.
Con toda probabilidad la parábola se inspira en la imagen del “pastor” tan presente en
muchos textos del Antiguo Testamento: “Escuchen, naciones, la palabra del Señor;
anúncienla en las islas lejanas; digan: El que dispersó a Israel, lo reunirá y lo guardará
como un pastor a su rebaño” (Jer 31,10). En la Biblia la imagen del pastor es usada para
hablar del cuidado que tiene Dios por su pueblo, mientras las ovejas descarriadas
representan a todos aquellos que se han alejado de Dios: “Yo mismo apacentaré a mis
ovejas y las llevaré a su redil, oráculo del Señor. Buscaré a la oveja perdida y traeré a la
descarriada; vendaré a la herida, robusteceré a la débil...” (Ez 34,15-16).
En las dos parábolas se desarrolla el tema de la conversión de los pecadores, que tiene
lugar en el encuentro con el mensaje y la persona de Jesús que busca a todos los que se
han alejado de Dios. El “pecador convertido” del que se habla representa a los
publicanos y pecadores que han venido a escuchar a Jesús, a diferencia de los fariseos y
escribas que murmuran de él y se quedan lejos (Lc 15,1-2).
Las dos parábolas insisten en la alegría que Dios siente cuando un pecador se convierte.
En la primera parábola, la oveja descarriada se pierde “fuera” de casa; en la segunda, la
moneda se pierde “dentro” de casa. Los cercanos y los lejanos tienen necesidad de ser
buscados y encontrados por Dios. “Todos hemos pecado” (Rom 3,23), dirá San Pablo.
Jesús proclama el gozo de un Dios que busca al ser humano para devolverle la vida.
Aquella oveja y aquella moneda tienen en común una sola cosa por la cual son objeto
del amor misericordioso de Dios: ¡oveja y moneda estaban perdidas!
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Sábado 29 de junio de 2019


Pedro y Pablo (s. I)
Inmaculado Corazón de María

Hch 12,1-11: El Señor me ha librado de las manos de Herodes


Salmo 33: El ángel del Señor librará a los que temen a Dios
2Tim 4,6-8.17-18: Me aguarda la corona merecida
Mt 16,13-19: Te daré las llaves del Reino

“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” La pregunta quema a los apóstoles y a nosotros
hoy. Porque la respuesta implica una toma de posición fundamental sobre el sentido de
la vida. ¡Por eso a esta pregunta nunca se acaba de responder! “Tú eres el Mesías, el
hijo de Dios vivo”, se atreve a decir Pedro. Quizá esté muy lejos aún de entender el
verdadero alcance de estas palabras, pero ha dado en el clavo. Y no por casualidad, sino
por un largo descubrimiento que ha ido haciendo de Cristo y, sobre todo, por una
intuición que le sobrepasa: “Eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi
Padre del cielo”. Pedro cree, rodeado todavía de una gran oscuridad. Y Jesús exclama:
tú vas a ser el fundamento, la roca, la piedra de base de la comunidad que nace.
“Te daré las llaves del reino”. Dar las llaves a un niño es reconocer que ha
crecido y es capaz de ser independiente; es confiarle una responsabilidad. Esa llave es
un poder y, por tanto, un peligro. Pero a lo largo de toda su vida Jesús no ha dejado de
desmitificar el poder humano. Porque es indudable que existe una tendencia clara a
acapararlo, a convertirlo en propiedad personal, a erigirlo en absoluto.
Pero las llaves, antes que un poder, son un servicio confiado. Esas llaves no son
sólo para Pedro. “Me atrevo a decir, afirma san Agustín, que estas llaves las tenemos
todos”. Jesús nos ofrece el universo con “las llaves puestas”. Nos toca a nosotros abrir.
La figura del Apóstol Pedro, prontamente, fue cobrando un lugar importante en
las primeras comunidades. Seguir a Jesús y sentir a Dios como Padre son la clave para
llevar a cabo una nueva misión en su vida: liderar, como lo hiciera Jesús, a las
comunidades; incluso, dando la vida por ellas. Así se constituyó en una sólida columna
para la Iglesia y modelo de liderazgo eclesial.
Igualmente el Apóstol Pablo: es admirable su lucha por abrir el cristianismo
naciente a nuevas culturas y formas de pensar, para que todas las personas hagan la
experiencia gozosa de Dios Padre y desde ahí vivan como verdaderos hermanos y
hermanas. Su lucha no permitió que el cristianismo se quedara como un grupo judío
más, sino que, también con sus reflexiones teológicas, ayudó a construir nuestra siempre
nueva identidad. ¿Qué me enseñan Pedro y Pablo en mi seguimiento de Jesús?

Para la revisión de vida


En los textos de hoy se da relevancia al sufrimiento y la persecución ejercida
sobre las comunidades o los personajes más importantes; ¿se dan situaciones de
dolor en mi vida por causa de mi fe? ¿Cómo las comprendo?
El testimonio de vida es, junto con el punto anterior, otro de los aspectos
importantes, ¿hasta dónde apoyo en mi comunidad a las personas que, aunque no
tengan autoridad visible, tienen la autoridad que se les debería conceder por el
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testimonio de sus vidas? ¿De qué modo me siento agradecido/a por la presencia
de estas personas?
¿Qué actitudes deberían tener los que están al frente de nuestras comunidades?
¿Me conformo con lo que siempre he visto y se me ha dicho? ¿Qué debo cambiar
en mi forma de ver las cosas?

Para la reunión de grupo


- ¿Qué función tiene la comunidad de creyentes que se vislumbra en cada uno de
los textos? ¿Qué características tiene? ¿De qué modo los personajes más
importantes que aparecen están ligados a dichas comunidades? ¿Qué imagen de
Iglesia es la que se puede percibir?
- - Un elemento que se repite en torno a los personajes de los textos de hoy es el
sufrimiento. ¿Cuál es la relación que guarda éste con su fe? ¿Cómo podemos ver
relacionada en los textos la cadena sufrimiento-acción salvadora de Dios-
testimonio?

Para la oración de los fieles


- En la fiesta de San Pedro y San Pablo, te pedimos, Señor, por las comunidades
cristianas, para que nos sintamos en comunión unas con otras por tener un
mismo origen en el grupo de los apóstoles.
- Te pedimos también por nuestro mundo, por quienes sufren a causa de su fe, para
que el testimonio de los apóstoles les llene de fortaleza.
- Señor, que como San Pedro, sepamos reconocer al Mesías presente en las
personas que comparten cotidianamente nuestras vidas.
- Que seamos, Señor una comunidad apostólica. Que a ejemplo de San Pablo
llevemos el mensaje del evangelio allá donde más se necesite.
- También te pedimos, Señor, por nuestra comunidad, para que esté cerca de sus
miembros que sufren por su fe y aprenda a valorar su testimonio.

Oración comunitaria
Señor, te damos gracias por poder celebrar en este día la fiesta de San Pedro y
San Pablo. Te agradecemos el testimonio de sus vidas, su fe, y sus trabajos, que
son un estímulo para cada uno de nosotros. Te pedimos, que nos ayudes a tener
un corazón generoso, dispuesto a dar testimonio de Ti con nuestro
comportamiento. Concédenos también, Señor, que seamos una comunidad que
esté cerca de quienes sufren por causa de su fe
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