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Sesión 3: Como detener el hábito mental de criticar

Frente a la actitud de juicio de todo lo que sucede a nuestro alrededor nos


sentimos más importantes.
El juicio tiene 2 enfoques:
Uno es hacia otros (lo más reconocible) y también nuestro critico interior se
manifiesta hacia nosotros mismos.
Esta tendencia de sentenciar a otros, nos pone automáticamente en una posición
superior. Nadie juzga al juez.
La diferencia es que el juez debe tener toda la información y poder ver todas las
perspectivas de un conflicto. Para esto tendríamos que ser literalmente
omniscientes.
Muchas veces aplicamos una gran categoría para todo y condenamos todos los
miembros de esta categoría de forma generalizada.
La habilidad de ver las particularidades es lo que desafía la realidad de estas
categorías creadas.
Para ser jueces no debemos aplicar prejuicios y debemos esforzarnos en ver todo
como si fuera la primera vez, con actitud curiosa.
Creamos categorías con nuestra mente juzgadora, por lo que debemos abandonar
todas las premisas que tengamos y tener la confianza de que aún sin depender de
las premisas, voy a tener la capacidad y sabiduría de identificar que está
sucediendo.
La mente juzgadora no trata de sensibilizarse, sino que se deleita de sentenciar a
otros. Este es el gran despliegue de la mente ignorante que piensa que sabe lo
que ni siquiera ha empezado a conocer, porque no nos extendemos a la posición
del otro y pensamos que lo sabemos todo.
Al juzgar, estamos designando etiquetas a los demás. No tenemos consciencia de
que soy yo quien pone las etiquetas, sino que pensamos que el otro “las merece”
por ser de determinada forma.
No vemos que es una función interpretativa y vivimos con una sensación de
estar rodeados de gente negativa o mala.
Dalai Lama siempre decía “Siento que estoy rodeado de amigos. Algunos me
conocen, otros no, pero todos son amigos”
Toda gente es digna de cariño. No importa lo que hayan hecho, todos podemos
cambiar.

La misma mente tiene la opción de buscar lo positivo en lugar de lo negativo, en


lugar de sentenciar con alguna característica o acción particular.
Identificar qué tipo de juez somos cuando nos damos a nosotros la posición
de juez. Hay jueces compasivos que manejan su posición con empatía y
sabiduría.

Al vivir en el papel de juez, podemos caer en la ilusión de que vivimos rodeados


de gente mala, culpable.
Al tomar este papel, no caemos en el papel del ser juzgado.
Cuando tenemos que juzgarnos a nosotros mismos en este papel tampoco somos
compasivos.
Al “solidificar” una mirada negativa de otros y nosotros mismos, nos paralizamos,
ya que no nos podemos anclar a algo bueno para una transformación
positiva. Es muy difícil entonces tener una tierra firme para cambiar nuestra
dinámica.
Cuando juzgamos, muchas veces esto aumenta la emoción negativa.

El punto de salida de este círculo vicioso.


- Hacer plegarias de aspiración para poder ver las cualidades en otros y en ti
mismo. Cuando hacemos aspiraciones para nuestro propio enriquecimiento
espiritual lo hacemos desde la mirada de que hay algo que debemos
trabajar, pero se hace de manera amable. Con esto también se saca la
etiqueta y vemos que si es posible cambiar
- En momentos que te observes como juez, simplemente relaja y suelta y
aspira a ver las cualidades de los demás
- Girar la atención de la persona a simplemente la acción que hizo o
como se comportó en esa ocasión específica. No estamos condenando
a la persona, pero si aprendiendo de su error
¿Qué hace que una acción sea errónea? Es que, en lugar de ser
benéfica, es dañina.
- Ser conscientes de lo totalmente relativo que son los términos bueno o
malo. Con eso salimos de la mente dualista ya que no vemos todo en
blanco o negro
- Dejar de usar palabras como malo y bueno y mejor decir dañino o benéfico.
Tenemos que ser muy explícitos que son las acciones las dañinas y la
persona crea sufrimiento en lugar de felicidad. Por esto, podemos ver
las acciones de otro con compasión. Es imposible dañar a otros sin estar
lastimándonos a nosotros mismos al mismo tiempo.
Cada momento en que nos alejamos de esta bondad intrínseca, nos
estamos lastimando y no aprovechamos la oportunidad que tenemos como
seres humanos de ser nuestra mejor versión.
La mayoría del tiempo cuando estamos juzgando a otros por pensar que
son malos, en realidad los juzgamos por NO SER BENEFICO PARA MI EN
PARTICULAR. Puede que algo si sea benéfico, pero no satisfacía mis
propios intereses.

La base de nuestros juicios implica ser superior a otros, estar en posición de


distancia y superioridad de los demás y esto es parte de la función defensiva de
la mente que juzga para crear distancia.
Por eso, si quieres conectar de manera autentica con otros, no debes juzgar todo
el tiempo.
Al ponernos en posición de jueces, estamos juzgando y además castigando. Esta
mente mantiene vivos los resentimientos, donde nuestra atención está en el
exterior y en momento pasado.
Podemos crear toda una identidad, a partir de un error.
Estrategias
1. Identificar cuando estamos juzgando. “Wow ya subí a mi trono. Esta
persona no sabe nada y no me puede contradecir” “Ya estoy evaluando
cual es el castigo para esta persona” Esta es la mente confundida, celosa,
arrogante.
Si voy a abrir mi corte interior, el otro al menos debería saber que está en
tela de juicio.
2. Para cambiar y romper esta dinámica, pedir que ojalá en el futuro pueda ver
las cualidades en otros.
Identificar cualidades en tus conocidos.
3. Ver que la persona quizás hizo algo que no era benéfico, pero eso no
significa que la persona en su totalidad sea mala
4. ¿Es algo realmente dañino? ¿O es solo “dañino” para mí porque no cumple
con mis expectativas o ideales?
Si vemos que realmente hizo algo dañino para otros (por lo tanto, para el
mismo) solo podemos sentir compasión. El juez nos sirve cuando actúa
con compasión y no desde una visión de superioridad. ¿Podemos hacer
algo para realmente ayudar a otro? Quizás no tengo algo para ayudarlo,
pero no lo rechazo, no me alejo y quedo conectada con la persona.

La mente que juzga es la que nos daña a nosotros mismos porque activamente
estamos creando gente que nos molesta, nos rodeamos de gente que no nos
gusta e incluso nosotros mismos nos juzgamos y no nos gustamos.
Nos causamos mucho dolor creando tantas brechas y distancia entre seres
humanos.

Es absolutamente posible cambiar, pero ya que son hábitos mentales y corporales


inconscientes, toma un tiempo de cambiar este patrón, pero los beneficios para
nosotros mismos son enormes y la transformación de nuestras relaciones
interpersonales son increíbles ya que somos sus amigos y no sus jueces.
TAREAS
1. Anotar mínimo 5 cualidades que puedas encontrar en tus familiares más
cercanos. Luego haz el mismo ejercicio con 3 personas que no sean de tu
agrado o te sientas incómodo (a) alrededor de estas.

2. Identificar 2 o 3 situaciones en las que has estado en calidad de juez frente


a un amigo, pariente, pareja.

3. Ejercicio las huellas del tiempo.


- Selecciona una fotografía de tu infancia, otra de la adolescencia y otra de tu
Juventud. Colócalas una al lado de la otra.
- Concéntrate en la fotografía de la infancia. Recorre tu rostro y detente en
todo lo que llame tu atención. Intenta recordar el día en el que te tomaron la
foto y trata de recuperar las emociones que te invadían en aquel momento
- Realiza el mismo ejercicio con la segunda y tercera fotografía
- Medita en las cosas que han ocurrido y has considerado como “malas” o te
causan algún remordimiento o vergüenza entre una y otra fotografía.
¿Puedes ver estas experiencias como un error del momento o ya forman
parte de tu ser y te las recuerdas con mucha autocrítica?
- Solo limítate a dejar fluir los pensamientos, no juzgues las experiencias
como buenas o malas.
- Por último, imagina que ese torrente de recuerdos, emociones, y
pensamientos se vierten en una botella en el instante presente. Quédate en
el aquí y el ahora. Respira profundamente.

4. Persistir con meditación de conteo de la respiración.


Probar momentos sin contar respiración.

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