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CURSO

AUTOESTIMA
PRÁCTICA
2018

14 FEBRERO

INSTITUTO DE NEUROEDUCACIÓN Y DOCENCIA


Creado por: Mtro. Alejandro Zamarripa

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Autoafirmación interior
Sesión 2

Todos, en alguna medida, necesitamos de la aprobación de los demás en algún momento


de nuestras vidas. Recibirla nos da una seguridad y un reconocimiento de nuestros
propios logros que repercute positivamente en nuestra confianza y nuestro
autoconcepto, aumentando muchas de nuestras conductas porque entendemos que
tienen consecuencias positivas para los demás y sobre todo, para nosotros mismos. Sin
embargo, esto puede convertirse en un problema cuando esta aprobación se convierte
en un motor tan importante que antepones el valor que dan los demás a tus acciones
por encima de tu propia valoración personal, haciéndote tremendamente dependiente
de las opiniones de los demás e inhibiendo cualquier iniciativa que supones que no
recibirá dicha aceptación. Puede provocar un estado de bloqueo tal que la persona puede
sentirse realmente angustiada al no poder dilucidar el efecto de su conducta en los
demás, dejando de lado sus intereses por acomodarse a los de los demás.

El temor al juicio o desaprobación de los demás nace de un deseo excesivo por ser
queridos por todos en todo momento. Se relaciona con una dificultad importante para
valorarse a sí mismos, determinar su propia identidad y defender sus derechos propios.
Están en constante conflicto consigo mismos; por un lado, sus deseos no están
permitidos y el hecho incluso de planteárselos lo viven con una gran culpabilidad; por
otro, sienten una gran vergüenza por su conflicto interior y dan la imagen a los demás de
que “todo está bien”, cuando ni es cierto y el sufrimiento que están sintiendo es enorme.

De esta manera, se hace primordial adoptar una posición realista y asumir que no
podemos gustar a todos. Podemos elegir reivindicar nuestro propio derecho a ser
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diferentes y optar por no luchar por normas externas e inalcanzables que no dicen nada
acerca de nuestra felicidad. En este punto, se hace importante considerar formas
distintas para que el juicio de los demás no nos afecte:

El juicio del otro dice más del otro que de ti mismo. Cuando uno emite un juicio, está
diciendo más sobre cómo él percibe la realidad que algo sobre ti mismo. Que te digan,
“eres un desastre”, está diciendo que lo que has hecho a él no le gusta, pero nada acerca
de las otras muchas cosas que has hecho y que él no ha visto.

Nada dura para siempre. Nuestro cerebro tiene una capacidad limitada y la mejor forma
de cambiar la opinión de los demás sobre ti es la interacción con los demás. Las personas
tendemos a hacernos construcciones de cómo son los otros en base a lo que
compartimos con ellas y lo que nos despiertan. Un comentario no resume toda una tarde
contigo y lo que tú sí que puedes hacer para pasar una tarde disfrutable entre ustedes.

Los juicios son inevitables. Todas las personas estamos haciéndonos juicios
constantemente de lo que hacen o dejan de hacer los demás. En realidad, poco importa
lo que tú hagas, el juicio siempre es susceptible de ser activado, nada de lo que tú hagas
evita que no se produzca. No puedes controlar lo que los demás piensan de ti, pero sí
puedes hacer y decir cosas para pasarlo bien juntos. Busca la empatía y la compasión del
otro; la mejor forma de apartar los juicios es que la persona se ponga en tu piel.

Déjales juzgar y exponte a tus miedos. Si lo van a hacer igual, pregúntate que te lleva a
no mostrar lo que quieres mostrar y muéstralo de todas formas. Tus relaciones ganarán
en confianza y profundidad y te ayudarán en abrirte en situaciones íntimas donde
importa tanto el espacio emocional de cada uno como la conexión que se establece entre
los dos.

Permanece atento a tus propios juicios. Observa el lenguaje que utilizas para denominar
el comportamiento de los demás. Aunque el juicio es inevitable, abstente de juzgar algo
como bueno o malo, y cambia esas categorías por si esto es “sano” o “insano” para mí.
Así, podrás apartar aquello que es malo para ti y dejarle de prestar tanta atención
innecesaria.

Busca tu autenticidad. Volver a fijarte en ti supone aceptarte por lo que eres, permitirte
en tus imperfecciones, cuidándote en lo necesites y disfrutando de los demás por lo que
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nos ofrecen. Y también, ser lo suficientemente autónomos para seguir nuestras propias
metas y hacer (y decir) lo que efectivamente siente.

Así, podrás libertarte de la atadura de los demás y ser un poquito cada día más tú mismo.

La persona más influenciable con la que vas a hablar durante


el día eres tú. Por favor ten cuidado con lo que te dices.

Zig Ziglar

Si quieres variar la percepción que tienes sobre ti debes cambiar tu diálogo interior. La
forma en la que te hablas a ti mismo condiciona tu capacidad para afrontar las
dificultades y determina la toma de decisiones. La autoafirmación, o pensar cosas
positivas de uno mismo, es una herramienta muy útil para reforzar la autoestima. Sin
embargo, no vale cualquier comentario. Se ha comprobado que frases como “puedo con
todo” o “soy una persona muy agradable” no ayudan en exceso. Quienes se las dedican
no están realmente convencidos de ello, por lo que estas expresiones pueden volverse
en su contra.

La ciencia del diálogo interior nos da pistas sobre las técnicas que hacen eficaces nuestras
autoafirmaciones: debemos imaginar situaciones agradables futuras y tratarnos en
segunda persona. Veámoslo con más detalle.

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Un estudio sobre imágenes cerebrales ha demostrado el impacto de las
autoafirmaciones. Los investigadores solicitaron a 67 participantes, 41 de ellos mujeres,
que enumeraran distintas situaciones de la vida en función del valor que le daban.
Después pidieron a algunos de ellos que recordaran algún momento positivo de esas
situaciones a las que habían otorgado más valor. A través de las imágenes cerebrales, los
investigadores descubrieron que cuando alguien piensa en una situación agradable de
algo que realmente le importa se activa en su cerebro las áreas relacionadas con la
recompensa (el cuerpo estriado ventral y la corteza prefrontal medial ventral).

La respuesta fue diferente entre aquellos que se imaginaban a sí mismos en aspectos a


los que no dan tanto valor. Lo más revelador de la investigación ocurrió cuando se solicitó
a los voluntarios que pensaran en situaciones futuras. En esos casos se activaron las áreas
asociadas con el pensamiento sobre el yo (la corteza prefrontal medial y el cingulado
posterior). Los investigadores llegaron a la conclusión de que pensar en nosotros en
situaciones agradables futuras sobre aspectos que nos importan nos aporta una energía
extraordinaria para tomar decisiones. Es decir, si estamos atravesando un mal momento
y nos emitimos una autoafirmación como «cuando todo eso pase, estaremos disfrutando
con los amigos», agarraremos fuerzas.

Otra investigación curiosa, dirigida por Ethan Kross, de la Universidad de Michigan (EE
UU), se centró en la forma en la que nos hablamos. Un día Kross iba conduciendo y se
saltó un semáforo en rojo, lo que le obligaba a parar. No lo hizo y se dijo a sí mismo:
“Ethan, eres idiota”. Como buen psicólogo se dio cuenta de que se había tratado en
segunda persona. No pensó: “Soy idiota”, como podía referirse en otras ocasiones.
Aquello le dio pie a analizar cuál era el impacto que podía tener dicho cambio. Para
descubrirlo realizó un experimento: pidió a un grupo de voluntarios que prepararan un
discurso complejo en tan solo cinco minutos. Mientras lo escribían, a una parte del grupo
les dijo que su diálogo interno tenía que ser en términos del yo. A otros, sin embargo, les
propuso que durante la preparación se dirigieran a ellos mismos en segunda persona y
que, incluso, se llamaran por sus nombres. Después analizó sus reacciones y la forma en
la que se enfrentaron al problema.

El primer grupo, aquellos que se dirigían a sí mismos con el yo, reconocieron sentirse
frustrados. Durante la preparación del discurso se repetían: “Cómo voy a conseguir
aprenderme esto en cinco minutos”; “cómo voy a ser capaz de memorizarlo todo sin
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notas”. Los voluntarios del segundo grupo, sin embargo, tenían más probabilidades de
darse apoyo e, incluso, consejos. Estos se decían a sí mismos: “Venga, Juan, puedes
esforzarte para hacer un buen trabajo”; “María, ya has superado retos más difíciles”. De
este modo, Kross comprobó que cuando nos tratamos a nosotros mismos ante
situaciones complicadas en segunda persona tomamos mayor distancia de las emociones
y somos más racionales. De algún modo, y gracias a esta fórmula, mejoramos la
capacidad de vernos desde fuera y aprendemos a no ahogarnos en un vaso de agua ante
los problemas.

EJERCICIO DEL DÍA: (Durante la sesión en vivo)

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