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JUAN II DE CASTILLA (1405 – 1454)

Toro (Zamora), 6.III.1405 – Valladolid, 21.VII.1454. Rey de Castilla.


Fue hijo de Enrique III, rey de Castilla, y de Catalina, hija del duque
de Lancaster, Juan de Gante, y de su segunda esposa, Constanza,
hija del monarca castellano Pedro I.
El matrimonio, celebrado en septiembre de 1388, había supuesto la
renuncia a los derechos de Constanza al Trono castellano y la
consolidación en éste de los Trastámara.
El 25 de diciembre de 1406 murió Enrique III en Toledo y el nuevo
Monarca sería un niño que todavía no había cumplido dos años, lo
que significaba una larga y difícil minoría.
El testamento de Enrique III disponía la custodia del rey niño por
Diego López de Stúñiga y Juan (Fernández) de Velasco. El ejercicio
del poder de modo conjunto por su esposa Catalina y por su
hermano Fernando.
Quiso ganarse el apoyo de su hermano Fernando a través del
matrimonio de su primogénito Alfonso, con María, su hija
primogénita, a quienes se reconocía la herencia de Castilla si Juan
II moría sin sucesión. Hubo quienes pidieron a Fernando que se
proclamase rey, pero éste lo rechazó. Esta renuncia fue una gran
muestra de lealtad y le convirtió en la gran figura del momento.
Se introdujeron algunas modificaciones en las disposiciones del
difunto Rey. La regencia conjunta fue sustituida por un reparto del
territorio del reino en dos partes. A Catalina se le entregó la
custodia del rey y se confió a Fernando la administración de los
elevados subsidios que habían acordado las Cortes para la guerra
contra Granada y el mando de las tropas.
Pocas semanas antes de la muerte de Enrique III, tropas
granadinas, a pesar de la tregua recientemente firmada, habían
derrotado a un contingente castellano en Los Collejares, cerca de
Baeza. La agresión exigía la respuesta que Fernando pensaba
encabezar y a cuyo efecto habían sido convocadas las Cortes por
su hermano. Esta heroica empresa le proporcionó poder y fama,
aunque comenzó mal.
La vinculación de Fernando con Benedicto XIII es otra de las bases
de su poder. El Pontífice, tras el fracaso de 1408 para solucionar el
Cisma de Occidente, precisaba crear un fuerte bloque de apoyo en
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las monarquías hispánicas. Fernando, a quien compensó con el
maestrazgo de las órdenes militares para sus hijos, fue ese gran
apoyo en Castilla y, enseguida, en Aragón. El maestrazgo es el
cargo de maestre de una orden militar.
La muerte del heredero de Aragón, Martín el Joven (julio de 1409),
dejaba al monarca aragonés, Martín I, sin descendientes legítimos.
Fernando era uno de los más próximos parientes y sus derechos
estaban entre los más firmes para alcanzar la herencia aragonesa.
Este acontecimiento fue decisivo en el diseño de la campaña de
1410. El objetivo elegido, Antequera (Málaga), era un punto
neurálgico en las comunicaciones del Reino de Granada.
Durante las operaciones, que se alargaron más de lo esperado,
murió el monarca aragonés en mayo de 1410; Antequera resistió
hasta septiembre, pero al fin se rindió. Era su mejor carta de
presentación. El dinero castellano y el apoyo de Benedicto XIII
lograron el reconocimiento de Fernando como rey de Aragón, en
virtud del denominado Compromiso de Caspe (24 de junio de 1412).
El programa del nuevo monarca aragonés dio como resultado la
indiscutible hegemonía peninsular de los Trastámara:
 Alfonso, heredó Aragón, se casó con María, hermana de Juan
II de Castilla;
 María se desposó con el monarca castellano;
 Juan, para quien se proyectaba el matrimonio con Juana de
Nápoles, se encargó de la política mediterránea;
 Enrique, Sancho y Pedro tuvieron los maestrazgos de las
órdenes militares;
 Leonor, la menor, contrajo matrimonio con Duarte de Portugal.
La muerte de Fernando, el 1 de abril de 1416, modificó el panorama
político castellano:
 Alfonso V se hizo cargo personalmente de la política
mediterránea y
 Juan, fracasado el proyecto de matrimonio napolitano, regresó
a la política peninsular y negoció su matrimonio con Blanca,
heredera de Navarra.

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En junio de 1418 moría la reina Catalina y el infante Juan promovía
la declaración de mayoría de edad de Juan II cuando, unos meses
después, cumpliese catorce años, y el cumplimiento del
compromiso matrimonial con su hermana María. Los desposorios
tuvieron lugar en Medina del Campo el 20 de octubre de 1418.
El 14 de julio de 1420, aprovechando la ausencia de Juan, que
había viajado a Navarra para contraer matrimonio, y también la de
Alfonso V, que acababa de iniciar su aventura italiana, el infante
Enrique se apoderó de la persona del rey de Castilla, en Tordesillas.
El objetivo de este golpe de estado era someter a tutela al monarca
y contraer matrimonio con Catalina, la otra hermana de Juan II,
obtener el marquesado de Villena como dote de la infanta y
alcanzar un poder indiscutible que ejercería apoyado en las Cortes.
La boda tuvo lugar en Ávila, el domingo 4 de agosto de 1420.
D. Álvaro de Luna, un joven bien visto por ambas partes, implantó
un gobierno de autoridad real. Fue él quien organizó la fuga del rey
de Talavera y su refugio en Montalbán y logró que Enrique se
presentara en la Corte. Allí, a instancias de su hermano Juan y de
sus partidarios, fue detenido en junio de 1422.
El nuevo Gobierno procedió a un reparto de prebendas entre los
vencedores y a la confiscación de bienes de los partidarios de
Enrique. Se creó un grupo de exiliados castellanos en Aragón que
comunicaba a Alfonso V noticias diferentes del relato oficial de lo
sucedido en Castilla.
Para el Monarca aragonés, que se hallaba en Nápoles, esas
noticias eran una amenaza en su política italiana y regresó a la
Península.
Nápoles aprovechó el momento y se sublevó contra los aragoneses
en junio de 1423. Empeoraron también las relaciones con Martín V
por el visible apoyo a Benedicto XIII, residente en Peñíscola, y la
prolongación del agonizante Cisma, sólo posible gracias al
compromiso regio.
Alfonso V volvió a su reino con el objetivo de poner orden en los
intereses familiares en Castilla. Para ello había de lograr la libertad
de Enrique, reconciliar a sus hermanos, apelar a la unión de la
nobleza contra la tiranía de don Álvaro y recuperar las rentas
familiares.

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D. Álvaro de Luna supo ceder el protagonismo a Juan, lo que
contradecía sus acusaciones de autoritarismo, pero eso hacía
inevitable la liberación de Enrique, a la que su hermano no podía
oponerse, y una pública reconciliación.
La constitución de un partido nobiliario en torno a los infantes fue lo
que significó el pacto de Torre de Arciel el 3 de septiembre de 1425.
D. Álvaro seguía siendo miembro del Consejo, pero el objetivo final
era derribarle; la actuación de ese partido en 1427 la salida de
Álvaro de la Corte durante año y medio como medida de paz.
La realidad era una sustitución del gobierno personal de don Álvaro
por el de los infantes, hecho que infundía temor a una parte de la
nobleza; por ello el destierro de don Álvaro fue fugaz. Como
respuesta a una petición general regresaba el condestable a la
Corte el 6 de febrero de 1428 desplegando un lujo extraordinario. El
condestable era el hombre que ejercía, en nombre del rey, el
máximo poder en los ejércitos.
Las grandes fiestas celebradas en Valladolid entre junio y julio de
1428 con motivo del viaje de Leonor, hermana de los infantes, a
Portugal para contraer matrimonio con el futuro rey Duarte fueron
un engañoso paréntesis de cordialidad en la tensión.
Juan II, de la mano de don Álvaro, preparaba la eliminación del
poder de los infantes. A D. Juan su esposa le reclamaba en
Navarra, de la que ambos eran reyes desde septiembre de 1425 y
recibió una poco amistosa petición de marchar hacia su reino.
Al infante D. Enrique se le ordenó partir hacia la frontera andaluza,
realmente amenazada por una nueva guerra civil en Granada.
Alfonso V, que precisaba acudir a Italia, interpretó los hechos como
una verdadera declaración de guerra y comenzó a preparar una
intervención armada en Castilla que le permitiese asegurar los
intereses familiares en ella.
En abril de 1429 se iniciaba la invasión aragonesa de Castilla, con
gran despliegue bélico y propagandístico, pero era consciente de
sus limitaciones y de lo que le urgía una solución. Esperaba que
Juan II se inclinase hacia la negociación.
En caso contrario, confiaba en la mediación de su esposa y del
legado apostólico que le acompañaban y que, con su intervención,
frustraron el deseo de Juan II y de don Álvaro de resolver
definitivamente la situación en un choque armado y permitieron una
retirada sin deshonor del Monarca aragonés. Fue una derrota de los
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infantes, cuyas rentas fueron confiscadas y distribuidas entre los
vencedores, unidos desde ahora para impedir el regreso de los
aragoneses.
Los infantes Enrique y Pedro decidieron resistir en Extremadura,
pero se sometieron en noviembre de 1432 y marcharon a reunirse
con su hermano Alfonso que, desde finales de mayo de ese año, se
había trasladado definitivamente a Italia.
Se iniciaba una etapa de gobierno de la oligarquía nobiliaria
presidida por don Álvaro, en la que se lograron los éxitos más
notables del reinado de Juan II.
En octubre de 1431 se alcanzaba, en Medina del Campo, un
acuerdo de paz con Portugal, ratificado por el monarca portugués,
Juan I, el 27 de enero de 1432. Era el colofón de un largo proceso,
perseguido por la diplomacia portuguesa, que ahora era posible
culminar, por el fallecimiento de Beatriz, hija de Fernando I de
Portugal, viuda de Juan I de Castilla, cuyos derechos al trono
portugués habían sido preteridos por la entronización de los Avis.
La guerra contra Granada, siempre una empresa heroica, era otra
de las acciones del momento. Una penetración castellana, el 1 de
julio de 1431, en la batalla de La Higueruela, permitió instalar a un
nuevo sultán bajo protectorado castellano: sin duda, una acción no
muy relevante, pero extraordinaria desde el punto de vista
propagandístico, equiparada a la de Antequera.
La Sala de Batallas de El Escorial, conocida en la época como
Galería del rey, comenzó a denominarse Sala de Batallas en el siglo
XVII por las escenas representadas al fresco en sus muros. En la
bóveda, también pintados al fresco hay adornos de grutescos
típicamente renacentistas. Las hazañas bélicas españolas tenían un
gran valor propagandístico y se representaron, como tapices
fingidos: La batalla de la Higueruela que mantuvo Juan II de
Trastámara en las inmediaciones de Granada en julio de 1431;
entre las ventanas, la campaña de San Quintín, el 10 de agosto de
1557, por cuya victoria y en acción de gracias se levantó el
monasterio, y, por último, en los testeros, dos episodios de la
anexión de Portugal ya en 1583, la conquista de las islas Azores.
Hubo éxitos también en el golfo de Vizcaya, donde se afirmó la
presencia de mercaderes castellanos en Borgoña e Inglaterra,
apoyados en sendos acuerdos. Se ratificó la amistad de Castilla y
Francia, que arrancaba del Tratado de Toledo de 1368.

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La política italiana de Alfonso V repercutió en Castilla. Derrotado y
prisionero del duque de Milán, logró el monarca aragonés un
brillante éxito diplomático con éste, que supuso un verdadero
reparto de Italia.
La decisión de permanecer en ella implicaba el nombramiento de
Juan como gobernador de Aragón y la consiguiente necesidad de
lograr una efectiva paz. Fue el tratado de Toledo (22 de septiembre
de 1436) la aparente culminación del éxito de don Álvaro: se
establecían unas pequeñas compensaciones a los infantes, pero
también el compromiso matrimonial entre el heredero castellano,
Enrique, y Blanca, hija del rey de Navarra; fue la vía de retorno de
los infantes a la política castellana.
En el acuerdo pesó la resistencia nobiliaria contra el condestable;
los nobles pedían que el rey tomase el gobierno del reino. Como
contrapeso, don Álvaro acabó solicitando el retorno de los infantes a
Castilla. Regresaron en abril de 1439, pero se incorporaron a los
grupos enfrentados: don Juan a la Corte, don Enrique al lado de los
nobles levantados.
Desde 1439 los infantes pretendían controlar el poder, recuperar
sus rentas y desplazar a don Álvaro. Cuando Juan II intentó
recuperar el gobierno fue reducido a tutela por el infante don Juan, y
don Álvaro apartado de la Corte en octubre de 1439.
Aparentemente fueron los infantes de Aragón quienes tomaron el
poder y lo ejercieron en los próximos años, pero entraba en escena
un nuevo factor con el que en el futuro había que contar: el príncipe
heredero y Juan Pacheco, su hombre de confianza.
En Portugal, su hermana Leonor, viuda desde septiembre de 1438,
se vio obligada a abandonar Portugal. La intervención en Portugal
para reinstalar a Leonor y el destierro de don Álvaro durante seis
años, fue un triunfo de los infantes, convertidos en cabeza de un
bando nobiliario. Para consolidar su poder, los infantes buscaron
una estrecha alianza con la nobleza mediante los enlaces
matrimoniales de Juan y Enrique, ambos viudos, con Juana
Enríquez y Beatriz Pimentel, respectivamente.
Para eliminar toda disidencia Juan depuró el Consejo situando en él
a partidarios de toda confianza y redujo prácticamente a reclusión a
Juan II.
Fue un golpe de estado (Rámaga, 9 de julio de 1443) que ponía al
descubierto la contradicción de un rey que trataba de ejercer
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personalmente el poder sometiendo a tutela a otro monarca, y
proporcionaba a Álvaro de Luna un gran argumento para el
levantamiento: la liberación del rey, que teóricamente lo encabezó
el príncipe, que cobraría su apoyo con la concesión del título de
príncipe de Asturias.
Los hechos se precipitaron a partir del momento en que Juan II se
fugó de la fortaleza de Portillo el 15 de junio de 1444.
Juan de Navarra huyó hacia Aragón y solicitó ayuda de su hermano
Alfonso que, empeñado en la empresa napolitana, se limitó a enviar
embajadas quejándose del trato dado a sus hermanos y lanzando
amenazas.
Sin ayuda, el partido de los infantes se desmoronó. Con pocos días
de diferencia, en enero y febrero de 1445, fallecían Leonor y María.
Juan y Enrique, penetraron en Castilla con un verdadero ejército,
pero fueron derrotados en Olmedo el 19 de mayo de 1445. Enrique
moría unos días después, en Calatayud, como consecuencia de
una herida recibida en combate.
El poder parecía llegar al fin a las manos de Álvaro de Luna, pero lo
hacía demasiado tarde y de modo ficticio, porque no se recuperaba
la autoridad real. Una liga de nobles, integrada incluso por recientes
partidarios de los infantes, a quienes había sido necesario perdonar
por decisión del príncipe, actuaba como cabeza de aquella liga. El
reparto de prebendas entre los miembros de esa nobleza mostraba
la situación real.
Como quince años atrás, el condestable Álvaro de Luna buscó
éxitos exteriores y estrechar relaciones con Portugal, gobernado por
el duque de Coimbra, que se enfrentaba también a dificultades.
Poco antes de Olmedo, se había propuesto un nuevo matrimonio de
Juan II, viudo hacía unas semanas, con Isabel, hija del infante
portugués don Juan, para reforzar la alianza contra los infantes.
Sin embargo, los acontecimientos no se desarrollaron de modo
positivo. La guerra contra Aragón derivó en una oscura querella
fronteriza de gran desgaste.
La intervención en Granada tampoco logró el objetivo de situar en el
trono al candidato propuesto y se cerró con la pérdida de casi todas
las posiciones ganadas en la campaña de 1431.

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La negociación con Portugal obtuvo el éxito deseado. En octubre de
1446 quedó acordado el matrimonio de Juan II e Isabel, aunque la
boda no tuvo lugar hasta el 22 de julio de 1447, en Madrigal de las
Altas Torres (Ávila). De este matrimonio nació Isabel, la futura
Reina Católica, en esta misma villa, el 22 de abril de 1451, y el 17
de diciembre de 1453, en Valladolid, nació Alfonso, proclamado Rey
en 1465, y fallecido el 5 de julio de 1468. Sin embargo, la nueva
reina fue enemiga del condestable y, seguramente responsable de
la terrible decisión que un día tomaría Juan II.
Los acontecimientos portugueses marcaron la vida política
castellana. En julio de 1447, el duque de Coimbra era desterrado de
la Corte, pero don Álvaro no estaba dispuesto a consentirlo. Para
evitarlo, encabezó un golpe de estado (Záfraga, 11 de mayo de
1448) y depuró el Consejo y los principales oficiales de la
Administración.
Era el establecimiento de un poder personal sin apelar a la defensa
de la persona del Rey. Diseñaba, además, una alianza peninsular
con el duque de Coimbra y con Carlos, príncipe de Viana,
enemistado con su padre, que actuaba como rey de Navarra para
seguir dirigiendo desde ella sus intereses castellanos.
La guerra civil portuguesa se cerró con la derrota y muerte del
duque de Coimbra (Alfarrobeira, 20 de mayo de 1449). La nueva
situación permitía intentar una alianza diferente. Juan Pacheco
intentó proponer la declaración de nulidad del primer matrimonio del
príncipe Enrique y la negociación de un nuevo matrimonio con
Juana, la hermana menor del rey de Portugal.
Las dificultades del Gobierno castellano parecían augurar la rápida
caída de don Álvaro. Además en Navarra se produjo el
levantamiento del príncipe de Viana y estalló la guerra civil.
En los meses siguientes se vivió también en Castilla un
enfrentamiento que fue favorable a don Álvaro; los éxitos sobre la
nobleza se incrementaron en 1452 y a ellos se sumaron acciones
también victoriosas en la frontera de Granada.
En el verano de 1452 la posición política del condestable era fuerte
y sus relaciones con Juan II parecían excelentes; sin embargo, la
relación con el príncipe se había deteriorado de modo irreversible.
Pero la turbación en el reino seguía siendo muy alta y la liga
nobiliaria parecía recuperarse. Juan II, desde finales de 1452, se
mostraba decidido a sumarse a la liga y terminar con don Álvaro.

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Desde marzo de 1453 había una trama para acabar con D. Álvaro y
a petición de la reina, Juan II firmó un documento autorizando su
arresto.
En las semanas siguientes Juan II se debatió en la angustia por la
decisión a tomar. Es probable que la codicia de obtener las riquezas
del condestable y la dura resistencia de Juana Pimentel, esposa de
don Álvaro, decidieran al rey a tomar la decisión de imponer la pena
capital a su hombre de confianza durante tantos años.
Don Álvaro fue ejecutado en Valladolid el 3 de junio de 1453; quince
días después, Juan II lo comunicaba oficialmente al reino. Para
algunos comenzaba ahora el gobierno personal del monarca, para
lo que carecía de dotes personales y se hallaba entre dos grupos de
presión. Por un lado, el del príncipe de Asturias, defensor ahora de
la política de don Álvaro: la alianza con Portugal y lucha contra los
aragoneses. Por otro, la liga de nobles, que esperaba un retorno de
Juan de Navarra a la política castellana, posibilidad que causaba
grave inquietud en el entorno del rey de Castilla.
Varias semanas de negociaciones en Valladolid, con presencia de
la reina aragonesa María, hermana de Juan II, condujeron a un
acuerdo en diciembre de 1453, que lograba detener las hostilidades
entre Castilla, Aragón y Navarra y restablecer los intercambios
comerciales.
Desde marzo de 1454 en que se marchó a Ávila, Juan II se hallaba
enfermo; a comienzos de junio se trasladó de Medina a Valladolid.
Aquí murió, el 21 de julio de 1454, tras ordenar su sepelio temporal
en San Pablo de Valladolid, hasta su definitivo traslado a la cartuja
de Miraflores. Le sucedió su hijo Enrique, aunque el monarca había
intentado inútilmente hacer recaer la sucesión en su hijo Alfonso.

ISABEL DE AVÍS (PORTUGAL)


(Reino de Portugal, 1428 - Arévalo, 15 de agosto de 1496)
Fue una noble portuguesa perteneciente por nacimiento a la casa
de Avís y por su matrimonio con Juan II de Castilla fue reina
consorte castellana entre 1447 y 1454.
Fue hija del infante Juan de Portugal y de Isabel de Barcelos, nieta
del rey Juan I de Portugal y madre de la reina Isabel la Católica y
del infante Alfonso de Castilla.

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En su época se consideró que sufría enajenación mental y, aunque
en el siglo XXI se le siga atribuyendo la locura, parece que los
síntomas que presentaba responden al diagnóstico de depresión
postparto.
Se estipularon las condiciones del matrimonio, ya que el rey tenía
41 años y ella 18, y se establecieron las disposiciones en las que
ella quedaría en caso de enviudar. Podría regresar a Portugal y
casar de nuevo, sin renunciar a las rentas vitalicias asignadas.
El compromiso matrimonial fue celebrado en Portugal en mayo de
1447 con grandes fiestas en Lisboa y Coímbra. Fue recogida por un
séquito castellano para entregarla en Madrigal de las Altas Torres
(Ávila). El 22 de julio de 1447 contrajo matrimonio con Juan II en el
palacio real de Madrigal de las Altas Torres. Fruto de su matrimonio
con Juan II nacieron dos hijos:
Isabel I de Castilla (1451-1504). Reina de Castilla. Sucedió a su
hermanastro Enrique IV de Castilla. Contrajo matrimonio con su
primo Fernando II de Aragón.
Alfonso de Castilla (1453-1468). Príncipe de Asturias y pretendiente
al trono con el nombre de “Alfonso XII”. Fue sepultado en la Cartuja
de Miraflores.
Las crónicas reflejan una buena relación del matrimonio. Juan II
encontró en ella la belleza y el amor que no tuvo de María de
Aragón. Sus muestras de cariño y abrazos en público son reflejados
por los cronistas y consiguió rejuvenecer el espíritu del rey. Cuando
empezó a mostrar los primeros síntomas de inestabilidad
emocional, su marido intentó levantar su ánimo con regalos, como
una cadena de oro y una renta de 6.000 maravedíes.

Cartuja de Miraflores (Burgos)


La Cartuja de Santa María de Miraflores es un monasterio de la
Orden de los Cartujos, edificado en una loma conocida como
Miraflores, situada a unos tres kilómetros del centro de la ciudad de
Burgos.
El rey Juan II de Castilla donó a la Orden de los Cartujos el palacio
y alcázar de Miraflores, mandado construir en 1401 por su padre,
Enrique III de Castilla. Era un pabellón de caza ubicado a las

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afueras de la ciudad de Burgos. De esta manera, Juan II cumplía la
voluntad testamentaria de Enrique III.
La cartuja de Miraflores fue fundada en 1442 por el rey Don Juan II
de Castilla, aunque esta cartuja es, en realidad, obra casi exclusiva
de su hija la reina Isabel la Católica.
En 1454 un incendio obligó a plantear un edificio de nueva planta.
Entre los años 1454 y 1488 se desarrollan las obras del nuevo
monasterio, que ahora es puesto bajo la advocación de Santa María
de la Anunciación de Miraflores.
Las obras se encargaron a Juan de Colonia, que trabajaba por
entonces en la catedral de Burgos, y comienzan en 1454. Ese año
Enrique IV sucede a su padre, Juan II, y las obras quedan casi
paradas.
Es en 1477 son impulsadas por la reina Isabel la Católica. En su
reinado se termina el Retablo Mayor y el sepulcro de Juan II de
Castilla e Isabel de Portugal, situado en el presbiterio.
La iglesia de la cartuja es sobre todo un panteón real, ocupado por
la familia de Isabel. Cuando muere Juan de Colonia, continúa la
tracería arquitectónica Garci Fernández de Matienzo. Este muere
de peste en 1478 y es sucedido por Simón de Colonia, hijo de
Juan de Colonia. Las obras para cubrir el templo se terminan hacia
1488.
Entre 1532 y 1539, se crean las capillas laterales y se procede a
incorporar agujas y pináculos.

Planta
El monasterio sigue el modelo de otros monasterios cartujos de la
Edad Media. La planta se desarrolla a partir de la colocación de la
iglesia y el trazado de dos claustros principales para cada uno de
los grupos de monjes cartujos que lo habitan: padres y hermanos.
Alrededor de estos dos claustros están las ermitas individuales que
permiten a los monjes vivir en la soledad y el silencio propios de la
espiritualidad cartujana. Esta parte del monasterio no es visitable.
La planta de la iglesia está formada por una sola nave longitudinal
cuatripartita, distinguiéndose los espacios del presbiterio, el coro de
los Padres, el coro de los Hermanos y la estancia de los fieles. La

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nave está cerrada con bóvedas de crucería con terceletes,
manteniéndose el original trazado de estilo gótico.

Portada de la Cartuja de Miraflores


La portada de la iglesia se alzó en 1486 y fue ubicada originalmente
en el lateral izquierdo del templo, proporcionando el acceso de los
fieles directamente desde el exterior del monasterio.
Está formada por arquivoltas apuntadas decoradas con vegetales,
animales y algunos motivos figurativos humanos. La arquería está
situada bajo un gran arco conopial.
En el tímpano se representa a la Virgen, que presenta a la Virgen
sentada sujetando con sus brazos a su Hijo muerto, y los símbolos
de la luna y el sol sobre los brazos de la cruz.
Entre 1657 y 1659 se ordenó su traslado a la ubicación actual, la
fachada oeste, a los pies de la nave del templo. Se accede a ella
desde el patio de la portería. En 2010 se procedió a restaurar la
portada para devolverla a su estado original y, además, recuperar la
escultura de la Compasión de la Virgen.

Retablo
En el retablo mayor de la Cartuja de Miraflores aparece
representada la reina Isabel de Avís de Portugal en actitud orante,
acompañada de su patrona, santa Isabel con su hijo pequeño san
Juan Bautista. Sobre ella, dos ángeles sostienen su escudo, en el
que aparecen las armas de Castilla y León, y de Portugal. En el
lado del Evangelio se encuentra la efigie de su marido, el rey Juan
II, acompañado del apóstol Santiago.
El retablo mayor de la Cartuja fue tallado en madera por el artista
Gil de Siloé y policromado y dorado por Diego de la Cruz, con oro
que procedía de los primeros envíos del continente americano tras
el descubrimiento.
Realizado entre 1496 y 1499, se trata sin duda de una de las obras
más importantes de la escultura gótica hispana, por su originalidad
compositiva e iconográfica y la excelente calidad de la talla,
valorada por la policromía.

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Uno de los elementos más destacados del retablo es el Cristo
crucificado. En la parte más externa se sitúan las figuras de Dios
Padre, a la izquierda, y del Espíritu Santo, a la derecha,
sosteniendo el travesaño de la cruz.
En la parte inferior, completan la escena las figuras de la Virgen
María y San Juan Evangelista. El pelícano situado en la parte
superior de la cruz confiere al conjunto central un gran valor
simbólico, alegoría del sacrificio eucarístico, porque el ave alimenta
a sus crías con su propia sangre.
En el retablo también se ubican las efigies orantes de Juan II de
Castilla, vestido con un manto dorado y de su esposa la reina Isabel
de Avís.

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Sepulcro del rey Juan II y de su esposa Isabel de Avís de Portugal
se conserva en la Cartuja de Miraflores (Burgos).

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BIBLIOGRAFÍA:
L. Suárez Fernández, “Los Trastámara de Castilla y Aragón en el
siglo XV (1407-1474)”, 1964;
J. Torres Fontes, “La regencia de don Fernando de Antequera”, en
Anuario de Estudios Medievales, I (1964), págs. 375-429;
P. Porras Arboledas, Juan II. 1406-1454, Palencia, La Olmeda,
1995;
V. A. Álvarez Palenzuela, “Enrique, infante de Aragón, maestre de
Santiago”, en Medievalismo, 12 (2002), págs. 36- 89;
E. Benito Ruano, Los Infantes de Aragón, Madrid, Real Academia
de la Historia, 2002;
L. Suárez Fernández, Nobleza y Monarquía. Entendimiento y
rivalidad. El proceso de la construcción de la Corona Española,
Madrid, La Esfera, 2003;
J. Vicens Vives, Juan II de Aragón (1398-1479). Monarquía y
revolución en la España del siglo XV, Pamplona, Urgoiti, 2003.
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
maitearte.wordpress.com

PORTADA:
Retrato imaginario del rey Juan II de Castilla pintado por Juan María
Rodríguez de Losada hacia 1892-1894 - Wikipedia

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