LA CONCILIADORA
(1260 - 1321)
MARÍA DE MOLINA (c.1260 – VALLADOLID, 1321)
Reina de Castilla y León. Esposa de Sancho IV.
María Alfonso de Meneses, conocida como María de Molina,
haciendo referencia a que fue titular del señorío de Molina, fue hija
del infante Alfonso de Molina, hermano del rey Fernando III y nieta
de Alfonso IX de León y de la reina Berenguela.
Su madre fue Mayor Alfonso de Meneses, tercera mujer del infante
Alfonso de Molina. Apenas se tienen datos de su vida antes de
contraer matrimonio con el rey Sancho. Su infancia se sitúa en el
entorno del monasterio de Palazuelos, Valladolid, vinculado a la
casa de Meneses y donde estaba enterrada su madre.
En 1270, Alfonso X El Sabio, formalizó la boda de su hijo, el infante
Sancho, en contra de su voluntad y antes de cumplir los 13 años,
con Guillerma de Moncada, descrita en las crónicas de la época
como “rica, fea y brava”, pero era hija del vizconde de Bearne,
personaje muy rico y de importantes contactos políticos,
emparentado con los señores de Vizcaya. Este matrimonio no fue
consumado pero tenía efectos jurídicos y canónicos, lo que supuso
un problema notable cuando quiso contraer matrimonio con María.
En 1282 se llevó a cabo el matrimonio en Toledo entre María de
Molina y el infante Sancho, en pleno proceso de distanciamiento
entre éste y su padre, el Rey Alfonso X. La reacción del Papa fue
fulminante en contra de la legitimidad de esta boda, tanto por el
matrimonio preexistente, como por la propia consanguinidad de los
contrayentes, por lo que el papado calificó este matrimonio como
incestuoso y de infamia pública.
El enfrentamiento de Sancho con su padre, la reacción vengativa de
Gastón de Béarn en favor de su hija, junto con la impugnación del
matrimonio manifestada por el Papa, pusieron de manifiesto las
dificultades que se habrían de superar para alcanzar la legalización
de este enlace que, se vio seguido por la guerra civil que, en 1284,
llevaría a Sancho al trono, tras la muerte de su padre Alfonso X.
Desde la boda, María formó parte del grupo de los consejeros
íntimos del infante y luego rey Sancho IV, aunque su presencia
tuviera que superar las reticencias de otros consejeros. Ejerció un
papel decisivo en algunos momentos de este reinado,
incrementándose su valor político a partir de la prematura muerte de
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
su marido, convirtiéndose en un personaje clave de la política
castellana durante las minorías de Fernando IV y Alfonso XI.
En las distintas ceremonias que tuvieron lugar con motivo del
acceso de Sancho IV al trono, el Rey tuvo especial empeño en que
se pusiera de manifiesto el papel que María había de ejercer junto a
él como reina, lo que dio lugar a que, tanto en las ceremonias de
entronización de Ávila, como en las que tuvieron lugar en Toledo en
1284, la reina fuera objeto de expreso acatamiento junto al Rey.
Este ceremonial no aplacaba la inquietud de los Monarcas con
relación a la legitimación de su matrimonio, que se convirtió en su
flanco más débil de cara a la pacificación del reinando en el que
eran muchos los partidarios y los aliados de los infantes de la Cerda
que siguieron reivindicando por mucho tiempo sus derechos al
trono, haciendo alusión a la falta de legitimidad jurídica y canónica
del matrimonio de Sancho y María.
Tras el nacimiento de Isabel, su primera hija, el 6 de diciembre de
1285, nació en Sevilla el primer hijo varón, el futuro Fernando IV,
causando gran satisfacción en Sancho que estaba en Badajoz. Ante
la inestabilidad política, se aceleraron los trámites para reconocer
los derechos de Fernando al trono, por lo que fue jurado heredero
del reinando, en Zamora en enero de 1286. El príncipe permaneció
en Zamora, bajo los cuidados de Fernán Pérez Ponce, hijo de una
hija natural de Alfonso IX, mientras María seguía a su esposo
Sancho en los largos desplazamientos que sucedieron.
En 1286 se intensificaron las negociaciones con Francia, cuya
alianza era necesaria para Castilla para poder asegurar la paz
frente al partido de los infantes de la Cerda, y, sobre todo, para
alcanzar la deseada bula de legitimación matrimonial.
El abad de Valladolid, Gómez García de Toledo, era el agente
principal del Rey en las negociaciones con el rey francés, Felipe IV.
El rey de Francia quería que se anulara el matrimonio con María de
Molina para concertar un matrimonio con una princesa francesa,
que actuase como garantía de la nueva alianza franco-castellana,
ya que el monarca francés tenía gran influencia sobre el Papa.
El abad de Valladolid conocía la radical oposición de Sancho a
cualquier acuerdo que exigiera la anulación de su matrimonio.
A pesar de todo aceptó tal condición, actuando en secreto para
llevar a buen fin el acuerdo que había negociado, sin pleno
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
conocimiento de todos los detalles por parte del rey castellano.
Cuando Sancho se encontraba en San Sebastián y el rey francés
cerca de Bayona para celebrar la entrevista definitiva que hiciera
efectiva la alianza, el rey conoció la condición matrimonial pactada,
lo que dio lugar a que tal entrevista entre los Monarcas no llegase a
producirse.
Este asunto aceleró la caída política de este privado real, cuyos
días en la Corte terminaron tras una pesquisa en la que se concluyó
que había tomado una importante cantidad de dinero del Rey bajo
el móvil de utilizarlo en la Corte pontificia para la dispensa
matrimonial. Este problema fue políticamente determinante de
múltiples circunstancias políticas, entre ellas la caída del primer
privado de Sancho IV.
Tras la desaparición de la Corte regia del abad de Valladolid, fue
elegido Lope Díaz de Haro, casado con Juana, hermana de la reina
María. Sin embargo, éste fue uno de los momentos más delicados
del reinando de Sancho IV para María de Molina, dada la enemistad
que mantenía con Lope, que hizo todo lo posible para fomentar el
alejamiento entre la pareja, puesto que Lope siempre se había
mostrado partidario de la ruptura matrimonial para favorecer el
compromiso del Rey con Guillerma de Moncada. Las disensiones
con Sancho IV llevaron al famoso incidente de Alfaro, en 1288, en
donde, tras la muerte de Lope y de Diego López de Campos, la
intervención personal de la reina salvó la vida del infante Juan,
hermano del Rey, cuando éste se disponía a matarle.
Desde que en 1288 fue nombrado Papa, Nicolás IV, de procedencia
franciscana, parecieron abrirse nuevas expectativas para la
legitimación matrimonial, por los signos de entendimiento entre el
Pontífice y el Monarca castellano. En 1289, se envió una embajada
de la Corte castellana al Papa, en la que el asunto preferente era la
dispensa matrimonial. El 4 de noviembre de 1289 el Papa
comunicaba al Rey la imposibilidad de acceder a dicha dispensa,
por la multiplicidad de razones canónicas que concurrían en el caso;
sin embargo, no se cerraba la puerta a una reconsideración
posterior, en un tono que evidenciaba los deseos pontificios de
mantener buenas relaciones con la Monarquía castellana.
Mediante la bula Proposita nobis, de 25 de marzo de 1292, poco
antes de la muerte de Nicolás IV, Sancho IV y María pudieron
avalar la plena legitimidad de su matrimonio gracias a esta bula de
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
dispensa matrimonial. Sin embargo, cinco años más tarde, siendo
ya papa Bonifacio VIII, se supo que, en realidad, se trataba de una
falsificación. Pero mientras tanto, este texto falsificado permitió
acallar durante el resto del reinado el tema del matrimonio ilegítimo.
Desde 1291, la participación directa de la reina en los asuntos
políticos de la Corte con su marido se hizo especialmente intensa.
Dentro de esta actividad de colaboración, marcó un hito
especialmente importante la intervención personal de la reina en la
preparación de la campaña para la conquista de Tarifa en 1292.
Tras haberse trasladado la reina a fines de mayo a Sevilla, donde
nació en los días siguientes el infante Felipe, se implicó de lleno en
todas las actividades relacionadas con la organización y la
intendencia de la campaña contra los meriníes, participación que se
hizo aún más intensa cuando el Rey estaba presente sobre Tarifa, y
Sevilla se convirtió durante todo el verano en la base de
aprovisionamiento del ejército bajo el mando de María, hasta que
llegó la noticia en septiembre de la toma de la plaza.
Fue a partir de 1293 cuando cabe referirse con propiedad a María
de Molina por ser entonces cuando recibió dicho señorío. Tras la
muerte de Isabel, esposa de Juan Núñez el Mozo e hija de Blanca,
hermanastra de María, Sancho consiguió de ésta la promesa de
recibir el señorío de Molina, lo que quedó reflejado en su
testamento, dado el 10 de mayo de 1293. A la muerte de Blanca,
aquel mismo mes de mayo, el Rey transfirió dicho señorío a María,
que tomó posesión inmediatamente del señorío que incluía la villa y
alcázar de Molina, en los confines de la frontera de Castilla con el
reino de Aragón. Pasando a la historia como María de Molina.
En 1294 la salud del Sancho IV se iba deteriorando y siendo
consciente de que no le quedaba mucho de vida, a pesar de tener
36 años, en los meses finales del reinado el protagonismo de la
reina en la Corte se hizo cada vez más intenso. La propia reina, en
ausencia del Rey, recibió el proyecto de Juan Mathe de Luna de
preparar una campaña para tomar Algeciras y así asegurar la
reciente conquista de Tarifa, que garantizase definitivamente el
control del estrecho de Gibraltar por los castellanos.
En los comienzos de 1295 la Corte se encontraba en Alcalá de
Henares, habiendo de ser su último itinerario el que va de Alcalá a
Guadalajara, luego a Madrid, donde residió algunos días junto a los
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
dominicos de Santo Domingo el Real, y, finalmente, a Toledo, en
cuya catedral el Rey tenía previsto que se ubicase su sepultura.
El agravamiento del Rey durante su estancia en Alcalá de Henares,
le llevó a dictar su testamento en presencia de toda la Corte, con el
arzobispo de Toledo al frente. En él se encargaba a María la tutoría
del futuro Rey, todavía niño, lo que la situaba en la primera escena
política, posición que, con breves intervalos, hubo de mantener
hasta los momentos finales de su vida.
La situación de María de Molina tras la muerte de su esposo era
muy delicada:
1. Debía tutelar a su hijo, de sólo nueve años, tratando de
garantizarle el trono, en un contexto propicio para que los
partidarios de los de la Cerda reivindicasen sus derechos al
trono con el apoyo de un importante conjunto de la nobleza
castellana y con unas ciudades que acaban de tomar una
opción política definida y coordinada.
2. La falta de legalización de su enlace matrimonial con Sancho
seguía utilizándose para restar legitimidad a Fernando para
que se convirtiera en sucesor de su padre.
3. Conocedora de las conspiraciones de algunos de los grandes
nobles del reino, María apostó desde comienzos del reinado
por atraerse el apoyo de los concejos, lo que fundamentaba la
confirmación de los fueros y privilegios concejiles y la
supresión de la sisa, cantidad pequeña de dinero que una
persona toma para sí al manejar el dinero de otra persona.
4. Tomó la iniciativa de convocar las Cortes, que tuvieron lugar
en el mismo año de 1295 en Valladolid.
5. El apoyo de las ciudades no era por sí mismo suficiente, por lo
que tuvo que llevar a cabo negociaciones con algunos de los
personajes más influyentes de la nobleza.
6. Recabó el apoyo de Diego López de Haro, Juan Núñez de
Lara y Nuño González, que prestaron homenaje a Fernando
en Valladolid, aunque para ello exigieron el pago de 300.000
maravedís, lo que da idea de la inestabilidad de la alianza.
7. Ante la declaración de guerra de Portugal, María promueve la
negociación con el rey portugués Dionís, lo que acabó
originando el acuerdo de matrimonio entre Constanza de
Portugal y Fernando, pero sin que Dionís dejase de pactar con
los enemigos de su futuro yerno.
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
8. Alfonso de la Cerda obtuvo una alianza con Jaime II de
Aragón que apoyó en la guerra contra Castilla. Para evitar
este enfrentamiento con Aragón se le propuso a la reina María
que se casase con el infante Pedro de Aragón, pero ella lo
rechazó.
9. Felipe IV de Francia también hizo declaración formal de
guerra contra Castilla.
Hasta la mayoría de edad de Fernando, María debió hacer frente a
una situación de casi continuada confrontación bélica con quienes
querían impedir la llegada de su hijo al trono. El compromiso de
Jaime II de Aragón con Alfonso de la Cerda condujo a una larga
guerra, cuyo desarrollo se concentró en el territorio murciano.
Por otra parte, el infante Juan, el mismo que había salvado la vida
en Alfaro gracias a la intervención de María, fue uno de los rivales
más peligrosos a los que debía hacer frente para conservar el trono
de su hijo. Con el apoyo de un ejército granadino, se proclamó en
León, en 1296, rey de León, Galicia y Sevilla, mientras que Alfonso
de la Cerda se proclamó en Sahagún (León) rey de Castilla, Toledo,
Córdoba, Murcia y Jaén.
En septiembre de 1297 se alcanzó el acuerdo matrimonial definitivo
por el que se habían de unir Fernando IV y Constanza de Portugal,
pero Dionís exigió algunas concesiones territoriales castellanas. El
importante acuerdo firmado el 5 de septiembre de 1297 suponía la
aceptación de los siguientes puntos:
1. Confirmación del compromiso entre Constanza y Fernando,
2. Compromiso de Beatriz, con el príncipe Alfonso, heredero de
Portugal,
3. Entrega por parte de Castilla de un gran número de villas y
fortalezas fronterizas, recibiendo a cambio las de Arocena y
Aroche (Huelva).
4. Compromiso de carácter eclesiástico, por el que se establecía
un convenio de mutuo apoyo entre las Iglesias de Castilla y
Portugal para la defensa de sus derechos y libertades.
En las Cortes convocadas por María de Molina en Valladolid, en
1298, se trató de hacer frente a los múltiples problemas del reinado,
y quedó evidente que la reina basaba la mayor parte de su fuerza
contra sus oponentes en el respaldo que recibía de los concejos y
de sus activas hermandades. Volvió a convocar Cortes en 1299
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
para atender a las demandas de los concejos y conseguir el apoyo
de éstos para el necesario pago de soldadas.
Las Hermandades en la Edad Media eran las reuniones de
personas, ciudades o entidades sociales, ligadas por un juramento
de fidelidad y ayuda mutua en defensa de unos intereses comunes.
Surgían por iniciativa de los estamentos nobles, eclesiásticos o de
las ciudades y su unión se constituía sin la autorización real, en
ocasiones incluso contra su voluntad, aunque generalmente eran
toleradas e incluso promovidas por los propios monarcas.
El 26 de junio 1300 se consiguió la reconciliación con el infante
Juan en Valladolid, siendo el contexto más favorable desde la
muerte de Sancho IV en el camino hacia el trono de su hijo
Fernando y estando más reforzada su posición como tutora.
La situación más conflictiva era la presencia del ejército aragonés
en Murcia, en su apoyo a Alfonso de la Cerda, lo que situaba al
reino de Murcia bajo el control aragonés, mediante la alianza entre
Jaime II y el rey granadino Muhammad II. Esta situación se mantuvo
hasta el tratado de Torrellas (Zaragoza), en 1304.
Las nuevas Cortes convocadas en Burgos y Zamora en 1301 daban
testimonio de las continuas necesidades financieras de la reina.
Además se preocupaba por la legitimación de su matrimonio,
pensando que pudiera afectar a la legitimación de su hijo Fernando
en el momento de acceder al trono. Tras conseguir la ayuda
económica de las Cortes, la reina demandó la legitimación pontificia
después de que Bonifacio VIII hubiera declarado el 21 de marzo de
1297 el carácter de falsificación de la dispensa obtenida de Nicolás
IV.
El 6 de septiembre de 1301 fue concedida la bula mediante la que
Bonifacio VIII legitimó la descendencia del matrimonio entre Sancho
IV y María de Molina, a la vez que en otra bula, diez días posterior,
el Papa manifestaba su voluntad de mediar en la reconciliación
entre Fernando y Alfonso de la Cerda, nombrando como
mediadores al obispo de Sigüenza y al arzobispo de Toledo. El
arzobispo de Toledo, Gonzalo Díaz Palomeque, fue el personaje
decisivo para obtener la bula de legitimación, justo antes del
reconocimiento de la mayoría de edad del príncipe Fernando.
El 6 de diciembre de 1301 Fernando IV, cumplidos los dieciséis
años, era proclamado mayor de edad, mientras los nobles más
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
influyentes tomaron posiciones en la Corte, influyendo sobre el
nuevo Rey para apartarlo de su madre. A María de Molina se le
pidieron cuentas de su período como tutora y se le obligó a entregar
las joyas recibidas de su marido. El joven Fernando, al acceder a
estas exigencias de los nobles, mostró gran debilidad y ningún
reconocimiento hacia su madre por conservarle el trono, durante su
difícil minoría de edad.
María tuvo una gran talla política al actuar como conciliadora entre
todos los intereses, propiciando la celebración de las Cortes de
Medina del Campo, como instrumento de concordia en el inicio de
reinado. María hasta el año 1304 fue el nexo de negociación entre
Castilla, Aragón y Portugal y los intereses de los principales grupos
nobiliarios y de las hermandades concejiles.
En 1308, la salud de María se deterioró y decidió hacer testamento
con numerosas disposiciones espirituales y materiales. Pero superó
la enfermedad, teniendo que hacer frente a la muerte de su propio
hijo, el Rey, que tuvo lugar el 7 de septiembre de 1312, y un año
después falleció, su nuera, la reina Constanza, el 18 -11 - 1313.
El problema de la tutoría se planteó de nuevo, como sucediera a la
muerte de Sancho IV, dando lugar a nuevas divisiones nobiliarias y
a la toma de posición de los concejos. Además de María de Molina,
fueron personajes decisivos en este contexto el infante Juan, don
Juan Manuel, Juan Núñez de Lara y el propio hijo de Sancho IV y
María, el infante Pedro, que se situó próximo a la posición de su
madre frente al resto de los personajes. María de Molina intentó
actuar como pacificadora en un nuevo contexto de conspiración
nobiliaria al que tuvo que volver a hacer frente.
Siguiendo las Siete Partidas, se debía encontrar una fórmula, con
uno, tres o cinco tutores, que permitiese desbloquear la situación.
Para ello se reunieron las Cortes en Palencia en abril de 1313. Sin
embargo, el resultado fue la división. Mientras, los concejos de
Castilla, León, Galicia y Asturias favorecían la opción encabezada
por el infante Juan; Toledo y Andalucía, se mostraron proclives al
infante Pedro y a María. La inesperada muerte de la reina
Constanza, con cuya posición contaban los partidarios del infante
Juan, obligó a nuevas negociaciones.
El resultado de estas negociaciones fue el convenio de Palazuelos,
en agosto de 1314, donde se definía la función de tutor a favor de
los infantes Pedro, Juan y la propia María, a quien se le daba
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
especial reconocimiento sobre el cuidado personal de su nieto. En
septiembre de 1314 el obispo de Ávila le entregó al rey Alfonso a
María, que se estableció con su nieto en Toro.
La situación era complicada. Las Cortes se reunieron en Burgos en
1315 dando lugar a la constitución de una hermandad formada por
96 villas y 99 higaldos, para ponerse a salvo de posibles excesos de
los tutores. En las Cortes de Carrión de 1317, se haría especial
alusión al cuidado del Rey, tratando de garantizar la presencia junto
al Rey de representantes de las ciudades y de los hidalgos, lo que
limitaba la función de María en la educación de su nieto Alfonso.
La muerte de los infantes Pedro y Juan en plena campaña contra
los moros de Granada en el verano de 1319 hacía planear la
sombra de la anarquía sobre el reino castellano-leonés.
El hijo del infante Juan, Juan el Tuerto, don Juan Manuel, y Felipe,
hijo de María y Sancho IV, aspiraban a la tutoría y María de nuevo
tuvo que apaciguar las ambiciones de estos personajes. Las
mediaciones de María con unos y otros fracasaron, teniendo lugar
en la primavera de 1320 distintos enfrentamientos entre los
partidarios de los tres aspirantes al control del reino que, a su vez,
trazaron sus propias alianzas dentro y fuera del reino.
Ante tal caos, María fue reconocida por todos como tutora legítima.
La situación era incontrolable y recurrió a la mediación pontificia, a
la vez que convocó Cortes. María recibió en Valladolid al enviado
pontificio, el cardenal de Santa Sabina, a principios de 1321. La
salud de la reina tutora estaba muy mermada, por lo que dio
testamento el 29 de junio de 1321, ante el escribano de Valladolid y
falleciendo el 1 de julio. Su nieto, el futuro Alfonso XI, contaba diez
años. Fue enterrada, de acuerdo con sus designios, en Santa María
la Real, también conocido como Las Huelgas de Valladolid,
monasterio cisterciense que había fundado ella misma.
María de Molina y Sancho IV tuvieron siete hijos:
1. Isabel,
2. Fernando IV
3. Alfonso (muerto a los cinco años),
4. Enrique (muerto a los once años),
5. Pedro,
6. Felipe y
7. Beatriz
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
María de Molina fue la reina que reinó tres veces:
1. Reina consorte, con Sancho IV
2. Reina-madre tutora, con Fernando IV
3. Reina-abuela tutora, con Alfonso XI
Fue la reina conciliadora y una figura clave en la historia de Castila
y León. Se la recordará como la reina que fue muy amada por su
esposo, Sancho IV, y que supo buscar soluciones a los conflictos a
través de la mediación y el acuerdo, aún en los contextos de
máxima confrontación.
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
Antonio Gisbert Pérez (Alcoy, 1834 - París, 27-11-1901) fue un
pintor español que trabajó la temática histórica, en la época de
transición entre el romanticismo y el realismo.
Estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de
Madrid y, posteriormente, en las ciudades de Roma y París.
Fue director del Museo del Prado entre los años 1868 y 1873 y
representa una tendencia pictórica de la segunda mitad del siglo
XIX. Es la pintura de Historia, que pretende representar con
realismo hechos del pasado histórico nacional.
El cuadro le fue encargado a Antonio Gisbert a finales de diciembre
de 1860 o principios de 1861 por el gobierno español para decorar
la cabecera del Salón de Sesiones del Congreso de los Diputados
Al mismo tiempo se encargaba a José Casado del Alisal el lienzo
titulado El juramento de las Cortes de Cádiz de 1810, destinado a
decorar el mismo lugar.
En 1863 el Estado español adquirió el lienzo de Gisbert y para
recompensarle por su trabajo fue nombrado comendador de número
de la Orden de Isabel la Católica por Real Orden de 13 de
noviembre de 1863, al igual que Casado del Alisal, que también lo
fue dos días antes que Gisbert.
Esta pintura narra un hecho histórico de gran trascendencia, ya que
el 25 de abril de 1295 falleció el rey Sancho IV de Castilla y León en
la ciudad de Toledo y fue sepultado en la Catedral de Toledo,
dejando como heredero del trono a su hijo el infante Fernando.
María de Molina fue la encargada de ejercer la tutoría de su hijo,
que sólo contaba con nueve años de edad. La ilegitimidad de
Fernando IV, debida al matrimonio sin bula pontificia de sus padres,
hizo que la reina tuviera que afrontar numerosos problemas para
conseguir la permaneciera de su hijo en el trono de Castilla y León.
En las Cortes de Valladolid de 1295, el infante Enrique de Castilla
fue nombrado tutor del rey, pero la reina María de Molina consiguió
mediante el apoyo de las ciudades con voto en Cortes que la
custodia de su hijo le fuera confiada a ella. Mientras se celebraban
las Cortes de Valladolid de 1295, el infante Juan de Castilla
presionó al rey Dionisio I de Portugal para que declarase la guerra a
la Corona de Castilla y, al mismo tiempo, para que apoyase sus
pretensiones al trono castellano.
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
En esta pintura, María de Molina presenta a su hijo Fernando IV
como legítimo heredero en las Cortes de Valladolid de 1295. En el
verano de 1295, concluidas las Cortes de Valladolid, la reina y el
infante Enrique se entrevistaron en Ciudad Rodrigo con el rey Don
Dionís de Portugal, al que la reina entregó varias plazas situadas
junto a la frontera portuguesa. En la entrevista de Ciudad Rodrigo
se acordó que Fernando IV contraería matrimonio con la infanta
Constanza de Portugal, hija del rey de Portugal, y que la infanta
Beatriz de Castilla, hermana de Fernando IV, se casaría con el
infante Alfonso, heredero del trono portugués.
A Diego López de Haro se le confirmó el señorío de Vizcaya, y al
infante Juan, que aceptó como soberano a Fernando IV se le
restituyeron sus propiedades. Poco después, Jaime II de Aragón
devolvió a la infanta Isabel a la Corte castellana, sin haberse
desposado con ella, y declaró la guerra al reino de Castilla y León.
BIBLIOGRAFÍA
Real Academia de la Historia
turismocastillayleon.com
Bibl.: E. Flórez, Memorias de las reynas católicas, II, Madrid,
Antonio Marín, 1761, págs. 534-567 y 586-591;
M. Gaibrois de Ballesteros, Tarifa y la política de Sancho IV de
Castilla, Madrid, Real Academia de la Historia, 1920 (tirada aparte
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LXXVII);
Historia del reinado de Sancho IV de Castilla, Madrid, Espasa
Calpe, 1922-1928, 3 vols.;
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rey Sancho IV y María de Molina”, en Anuario de Historia del
Derecho Español, IV (1927), págs. 298-318;
M. Gaibrois de Ballesteros, María de Molina, tres veces reina,
Madrid, Espasa Calpe, 1936;
J. M. Nieto Soria, Iglesia y poder real en Castilla. El episcopado
(1250-1350), Madrid, Universidad Complutense, 1988;
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MARÍA TERESA GARCÍA PARDO MARÍA DE MOLINA
J. Sánchez-Arcilla Bernal, Alfonso XI, Madrid, Palencia, Diputación
Provincial, La Olmeda, 1995;
R. del Valle Curieses, María de Molina: el soberano ejercicio de la
concordia, 1260-1321, Madrid, Alderabán, 2000;
A. Arteaga y del Alcázar, Tres coronas medievales, Madrid, 2004;
“Historia Azul: María de Molina: La mujer que reinó tres veces”, en
Clío Revista de Historia, 2004, págs. 64-
Fotografías de la pintura de Gisbert tomadas de Internet.
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