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Juan no osó enfrentarse con su madrastra y su pacífica esposa
Matha, murió en el palacio de la Aljafería de Zaragoza en 1378,
como consecuencia del parto prematuro de su hija Leonor.
Juan se instaló en Barcelona y, una vez pasado el tiempo de luto,
pudo comprobar cómo cada día era mayor la influencia de Sibila de
Fortiá, que había dado un hijo al rey, llamado Pedro.
Todo ello le decidió a contraer nuevas nupcias a los veintiocho
años. Su nuevo matrimonio se convirtió en una verdadera cuestión
de estado y motivo de graves enfrentamientos entre el rey Pedro y
el duque de Gerona.
Pedro el Ceremonioso ya había destinado como nueva esposa de
su heredero a la reina María de Sicilia, su nieta, a la que había que
proteger contra las ambiciones de los barones sicilianos, al tiempo
que este proyectado enlace suponía el inicio de un plan para
incorporar directamente el reino de Sicilia a la rama madre familiar
de la casa real de Aragón.
En este empeño seguramente coincidieron el rey y los familiares de
Sibila de Fortiá, que querían alejar de la Corte al incómodo
heredero de la Corona. Pero junto a la propuesta del rey, estaba el
ofrecimiento del monarca francés, al que interesaba tener como
aliado al futuro soberano de la Corona de Aragón.
La propuesta de la Corte francesa era la sobrina del rey francés,
Violante de Bar, hija de Roberto, duque de Bar, y de María,
hermana del rey de Francia, Carlos V el Sabio.
Esta oferta matrimonial suponía que Juan se casaría con una nieta
del hermano de Juana de Valois, la primera prometida del duque de
Gerona, cuya boda no pudo celebrarse.
También llegaron otras propuestas matrimoniales como la que hizo
el propio pontífice aviñonés Clemente VII, para casarlo con una
sobrina suya, hija del conde de Ginebra.
Las inclinaciones francófilas de Juan determinaron la elección de su
segunda esposa, en contra de la voluntad paterna que hubiese
preferido a María de Sicilia.
El 30 de abril de 1379, Juan de Aragón se casó con Violante de
Bar, en la catedral de Perpiñán, no asistiendo los reyes, siendo los
personajes de más alto rango que presenciaron la ceremonia el
infante Martín y el conde de Ampurias, cuñado del novio.
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La nueva duquesa de Gerona, de quince años de edad, era de un
carácter muy diferente al de su predecesora Matha de Armañac. El
papel que desempeñó en la política de la Corona de Aragón fue
muy importante, tanto en vida de su marido, como a la muerte de
éste. Ejerció siempre una notable influencia sobre su esposo.
Violante de Bar era joven, guapa, alegre y estaba acostumbrada a
una vida de lujo y refinamientos, en un ambiente festivo y
desenfadado, que introdujo en la Corte. Preocupada por las joyas,
los perfumes y los vestidos, fue el complemento ideal para su
esposo, amante de la caza y de la poesía, siendo denominado
“amador de la gentileza”.
Pero no fue ajena a las divergencias que se produjeron entre su
marido y su padre, el rey Pedro el Ceremonioso, que llegaron a
culminar con el enfrentamiento directo con la nueva soberana, la
joven ampurdanesa Sibila de Fortiá, que fue coronada reina en
1381 en Zaragoza, acto simbólico que no recibieron las tres
primeras esposas del monarca, sin la presencia de los hijos del rey,
los infantes Juan y Martín.
Esta tensa situación familiar se agravó más al estallar la rebelión del
conde de Ampurias (1384-1388), yerno y primo del rey y cuñado del
duque de Gerona, que pasó de ser una simple protesta en defensa
de sus derechos señoriales a una verdadera guerra civil.
El primogénito no quiso enfrentarse por las armas con su cuñado,
hecho que permitió al rey dar el mando de las tropas a Bernardo de
Fortiá, hermano de la nueva reina, y así postergar a su hijo.
Pero al agravarse la situación, el infante don Juan acudió con tropas
a la frontera y ahuyentó a los invasores en 1385. Éste es el único
hecho de armas en que se sabe que participó.
A pesar de esto, la ruptura definitiva con su padre llegó por
conflictos con su madrastra Sibila de Fortiá. Pedro el
Ceremonioso le llegó a destituir como lugarteniente general. Esta
destitución fue declarada ilegal por la Justicia de Aragón.
Las fiestas que se celebraron en Barcelona en 1386 para
conmemorar el medio siglo de reinado de Pedro el Ceremonioso, no
contaron con la presencia del primogénito Juan y del infante Martín.
Poco tiempo después, el rey enfermó y cuando estaba agonizando,
la reina Sibila de Fortiá abandonó la Corte y se refugió en el castillo
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de San Martín de Sarroca junto con algunos de sus fieles, en donde
el infante Martín los hizo prisioneros.
Por orden del nuevo rey, Juan I, dos de los fieles de Sibila de Fortiá,
Berenguer de Abella y Bartolomé Llunes fueron ejecutados,
mientras que la reina viuda, no fue condenada gracias a la
intervención pontificia, teniendo que renunciar a sus bienes a
cambio de una asignación anual.
Uno de los primeros actos de Juan I fue preocuparse por la política
internacional muy influenciado por su esposa.
Después de escuchar a una serie de juristas y teólogos reunidos en
Barcelona en 1387, puso a sus reinos bajo la obediencia del papa
aviñonés Clemente VII, poniendo fin, así, con la indiferencia
demostrada por su padre respecto al Papa de Roma o de Aviñón. El
mismo año pactó una alianza con Francia, que terminó con la
política anglófila llevada a cabo por Pedro el Ceremonioso.
Esta nueva orientación supuso, gracias a la intervención de la Corte
pontifica de Aviñón, la reconciliación con los Anjou, condes de
Provenza y reyes de Nápoles, que se ratificó en 1392 con el
compromiso matrimonial de su hija Violante con Luis II de Nápoles.
También firmó un tratado de paz con Génova en 1390, para
asegurar su no intervención en los asuntos de Cerdeña, que se
había vuelto a rebelar, y también para facilitar la expedición de su
hermano, el infante Martín, a Sicilia, de la que sería rey entre 1402 y
1409. A pesar de los pactos con Génova en 1393, hubo una gran
tensión con dicha república.
Desde el primer año de su reinado, se preocupó también de las
relaciones con los restantes reinos peninsulares. Estableció una
alianza con Juan I de Castilla, cuya época dorada finalizó en 1390 a
la muerte del monarca castellano, a causa de los problemas que
surgieron durante la minoridad de Enrique III, por el temor de
Castilla a una intervención aragonesa.
En 1388 firmó un tratado con Navarra con la finalidad de delimitar
pacíficamente las fronteras entre ambos reinos.
Las relaciones con el reino de Granada fueron bastante tensas. A
finales de 1392, mientras una embajada de Juan I procuraba la
devolución de los cautivos catalanes y aragoneses, pendiente
todavía desde la paz de 1382, se produjo un ataque de los
granadinos contra Lorca, tras el que se rompieron todas las
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negociaciones, poniéndose la Corona de Aragón al lado del rey de
Castilla.
Juan I no dudó en conceder autorizaciones para hacer incursiones
contra las tierras del sultanato de Granada, ni tampoco en otorgar
licencias a navegantes para atacar a los granadinos. Mientras que
guerrillas musulmanas afectaban a la frontera sur del reino de
Valencia, en el área de Orihuela.
En política interior, su primera preocupación fue resolver la rebelión
del conde Juan de Ampurias (norte de Gerona), que se arrastraba
desde época de su padre.
Dicho condado fue ocupado e incorporado a la Corona en 1386,
aunque un año después le fue devuelto al conde a ruegos del Papa
de Aviñón. Siendo ya rey Juan I, inició un nuevo proceso contra el
conde de Ampurias, pero la sentencia fue favorable a éste.
En 1395, el conde de Ampurias volvió a enemistarse con Juan I, al
producirse la invasión del conde Mateo de Foix, siendo encerrado y
muriendo en 1396 casi al mismo tiempo que su cuñado el rey.
Juan I convocó Cortes en Monzón (Huesca) en 1388, que ya se
habían iniciado por su padre en 1383, en donde exigió la
reorganización de la Casa Real y la expulsión de ciertos consejeros.
Las Cortes no pudieron concluirse porque en 1389 el conde de
Armañac invadió Cataluña, alegando derechos sobre el reino de
Mallorca, cedidos por la infanta Isabel de Mallorca, hija de Jaime III
de Mallorca. Las tropas invasoras recorrieron el Ampurdán y
llegaron ante Gerona, pero, faltas de aprovisionamiento y cansadas,
fueron empujadas hasta la frontera en 1390 por un ejército
mandado por el infante Martín y por el propio rey Juan I.
En 1391 se iniciaron en Valencia los disturbios antisemitas que se
extendieron por toda la Corona de Aragón. Esta explosión
antisemita coincidió con una grave crisis financiera y económica y
supuso los momentos más críticos del reinado.
La persecución de los judíos se inició en Sevilla y extendió por toda
la Península. Predicadores de Castilla arengaron los ánimos en
Valencia, y de aquí los asaltos a las juderías. El 2 de agosto a la
ciudad de Palma de Mallorca, el día 5 a Barcelona y después a
Gerona, Lérida y, finalmente, el 17 de agosto llegaron a Perpiñán.
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El más importante de los asaltos fue el de la judería de Barcelona,
que fue completamente destruida. Juan I ordenó la ejecución de
una veintena de responsables, pero las juderías de la Corona de
Aragón nunca volvieron a recuperarse del todo.
Al mismo tiempo, el dominio sobre la isla de Cerdeña estuvo a
punto de perderse. En 1392, el rey decidió organizar una expedición
para sofocar la revuelta sarda, para la que contaba con la ayuda de
su hermano Martín, que estaba a punto de alcanzar su proyecto
siciliano. Pero las dificultades económicas impidieron su realización
y finalmente fue abandonado en 1394. Las naves preparadas contra
los sardos rebeldes fueron utilizadas para ayudar al infante Martín,
que se había logrado apoderar del reino de Sicilia, pero tenía que
hacer frente a una importante revuelta, a la vez que también
sirvieron para mantener las posiciones catalano-aragonesas en
Cerdeña.
Las dificultades financieras de la Corona se agravaron al final del
reinado y tanto la gestión económica como la política fueron
duramente criticadas especialmente por las dos grandes ciudades:
Barcelona y Valencia.
A principios de 1396 una epidemia de peste bubónica se declaró en
Gerona, encontrándose el rey y su esposa en el condado de
Ampurias. El 19 de mayo el rey salió camino de Gerona, y como era
su costumbre, hizo el camino cazando con sus cortesanos más
íntimos. Un repentino ataque de corazón le hizo caer del caballo y
murió poco tiempo antes de llegar a Gerona.
El historiador padre Mariana dice: “El rey don Juan de Aragón murió
de un accidente que le sobrevino de repente. Salió a caza en el
monte de Foxá, cerca del castillo de Montgriu y de Orriols en lo
postrero de Cataluña. Levantó una loba de grandeza descomunal;
quier fuese que se le antojó por tener lesa la imaginación, quier
verdadero animal, aquella vista le causó tal espanto, que a deshora
desmayó y se le arrancó el alma, que fue a los diez y nueve de
mayo día miércoles”. Esta versión es fruto de la dramatización de
un hecho que sirvió también de inspiración a los poetas románticos,
que presentan al rey como un gran amante de la caza.
El mismo día de su muerte los consejeros de Barcelona
proclamaron rey a su hermano Martín, que se encontraba en
Sicilia, ya que el difunto rey no tenía hijos varones. Juan I fue
enterrado en Barcelona y después en el monasterio de Poblet.
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Nada más sepultado Juan I, el 2 de junio de 1396, el rey Martín I el
Humano, abrió un proceso contra Barcelona, y los principales
consejeros y funcionarios de la Corte de Juan I en el que se vio
involucrada la reina Violante.
Todos ellos fueron acusados de haber formado una liga de
consejeros para gobernar según sus intereses y de haber
aconsejado mal al rey. La mayoría de los acusados fueron
absueltos por el rey Martín entre 1397 y 1398. Pero los que habían
ejercido de prestamistas de la Corte fueron obligados a rebajar los
intereses de sus créditos.
Del matrimonio de Juan I con Violante de Bar nació la infanta
Violante, que se casó en 1400 con Luis II de Anjou, y sería reina de
Nápoles, duquesa de Anjou y condesa de Provenza, después de
renunciar a sus posibles derechos al trono de la Corona de Aragón,
aunque a la muerte de Martín el Humano, tales derechos fueron
reclamados por su hijo Luis, duque de Calabria.
Juan I fue un rey refinado y sibarita como lo demuestran la gran
cantidad de músicos, juglares, poetas y hombres de letras que
estaban en su Corte y que se desplazaban con él y la reina en sus
viajes y les acompañaban en sus largas estancias en ciudades
como Valencia y Barcelona.
El rey mandaba buscar en las principales Cortes y ciudades
europeas a los músicos más destacados, al igual que los
instrumentos musicales más refinados e innovadores. El mismo
monarca componía música para sus cortesanos y familiares.
En 1396, el rey redactó una carta en catalán para que en Barcelona
cada año mantuvieran dicho certamen poético a la vez que les
intentó convencer para que subvencionasen dicha fiesta.
La poesía se consideraba en la Corte de Juan I como un estímulo
de la gallardía y un remedio para no caer en la ociosidad, madre de
todos los vicios.
El rey poeta y músico no fue favorable a la obra de Ramón Llull,
prohibiendo la enseñanza de sus doctrinas en sus reinos desde
1387, nada más subir al trono, por influencia del inquisidor Nicolás
de Eimerich.
A su muerte, en 1396, su reinado terminó en medio de un
descontento general por la crisis económica y por la corrupción que
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benefició especialmente a los hombres que formaban el círculo más
íntimo del rey y la reina.
BIBLIOGRAFÍA:
S. Claramunt Rodríguez, “La política matrimonial de la casa condal
de Barcelona y real de Aragón desde 1213 hasta Fernando el
Católico”, en Acta Historica et Archaeologica Mediaevalia, 23-
24 (2003), págs. 195-235.
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
IMAGEN:
WIKIPEDIA. Retrato imaginario de Juan I de Aragón, de Manuel
Aguirre y Monsalbe. Ca. 1851-1854. (Diputación Provincial de
Zaragoza).
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