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Tarea Semana 2. Indicios de subordinación y dependencia.

Integrantes: Karina González Vera, Pablo Lorca Medina y Francisca Maureira Bravo.

En la actualidad, la incorporación de empleados que precisan cierto nivel de conocimiento


técnico, ha dado lugar a un margen importante de autonomía en la ejecución de su trabajo,
pero esto no significa que desaparece la calificación del trabajo ejecutado en régimen de
subordinación.

Para determinar si se está frente a una relación contractual de naturaleza laboral, más que
basarse en aquello suscrito por las partes, debe estarse a la forma en la cual se desenvolvió
la misma durante su vigencia, esto es, la prestación de servicios personales, la remuneración
dada u obtenida por esos servicios y, en especial, la develación de antecedentes que
denotan la existencia de un vínculo de subordinación y dependencia, lo que se demuestra
en una serie de factores que pueden darse en mayor o menor medida.

Ahora bien, tenemos una nueva realidad laboral que nos presenta situaciones complejas,
donde no es clara la existencia de una relación subordinada y dependiente, por lo que, para
determinar su existencia, se debe recurrir a una lectura perceptiblemente flexible de las
notas fácticas que deben concurrir para calificar a una prestación de servicios como
ejecutada en régimen de subordinación.

En el caso en análisis, tenemos a Doña Juanita que trabaja en Palumbo S.A desde el 27 de
Enero del 2019, su relación formal con la empresa inicia con un contrato de arrendamiento
de un módulo de manicure. Todo se desarrolló con la normalidad convenida hasta marzo del
2020, cuando doña Juanita debió concurrir a un médico dermatólogo por presentar lesiones
en la piel. El especialista determina que son quemaduras químicas producto de los efectos
del compuesto metil etil cetona, el cual se encuentra presente en los productos,
específicamente en el “esmalte de uñas super shine”, que la empresa Palumbo obligaba a
sus manicuristas a utilizar. Frente a esto, surge la necesidad de determinar si dicha relación
es o no laboral, a efectos de hacer aplicable el deber de seguridad que pesa sobre el
empleador en virtud del artículo 184 del Código del Trabajo.

En el presente trabajo sostenemos que sí existe relación de subordinación y dependencia,


por lo tanto, se configura la presunción de existencia de un contrato de trabajo y que en
consecuencia, el empleador “Palumbo” debe retirar dichos productos. A pesar de que
formalmente se celebró un contrato de arrendamiento del espacio y lugar de trabajo, en el
desarrollo de esta prestación se expresaron elementos esenciales de subordinación, que
terminaron constituyendo una relación laboral, la que se expresa a través de los indicios que
a continuación analizaremos.

El primer indicio que se manifiesta en la relación entre la empresa Palumbo y doña Juanita,
es la sujeción a órdenes e instrucciones que la empresa exige a doña Juanita en el
desempeño de su trabajo, pues ella debía utilizar ropa de trabajo negra estandarizada
conforme a criterios impuestos por Palumbo, además se le prohibió usar determinadas
prendas como las calzas o poleras que exhiban los brazos. Asimismo, se le obligaba a utilizar
exclusivamente los productos proporcionados por Palumbo y adicionalmente se le imponía
el deber de asistir a capacitaciones.

En doctrina se ha sostenido en diversas ocasiones que la sujeción a órdenes del empleador


es un elemento configurante de la relación laboral. Así el profesor Manuel Alonso García
señala que en el contrato de trabajo, tal dependencia hay que entenderla como una especie
de poder de quien da trabajo y sobre quien lo presta, y que, sin quebrantar la libertad del
trabajador, otorga cierta potestad a este último.

En derecho comparado, de los análisis de sentencias del Tribunal Supremo español se


desprende que, una capacidad por el empresario de seguimiento intenso de la trazabilidad
del trabajo que vienen efectuando determinados profesionales puede constituir un
elemento clave para detectar la subordinación del trabajador. Habitualmente la
subordinación se ha conectado casi exclusivamente con el ejercicio del poder de
organización y directivo del empleador, cuando hoy en día la clave para detectarlo se puede
encontrar en el poder de control, para el que existen instrumentos reforzados en el trabajo
asalariado comparativamente con lo que sucedía en el pasado.

Finalmente, en la jurisprudencia nacional se ha sostenido que si es posible verificar la


concurrencia de los elementos propios de una prestación de servicios de carácter vertical y
no horizontal, acreditando que la trabajadora prestaba sus funciones sujeta a instrucciones,
órdenes y directrices emanadas de la empresa, estará, en consecuencia, sujeta a
subordinación o dependencia. (Fallo 18.696-2018. Cuarta Sala. Corte Suprema).

Otros indicios que se manifiestan entre Palumbo y doña Juanita son la vigilancia y control de
la asistencia y el cumplimiento del horario y jornada de trabajo, debido a que los servicios
eran prestados de lunes a sábado desde las 10:00 hrs. hasta las 21:30 hrs, según la
distribución de turnos establecida por Palumbo y la asistencia, permanencia y labores
desarrolladas por doña Juanita eran registradas en libros llevados por la encargada del local.

Así, los tribunales se han pronunciado sobre cuestiones similares, como por ejemplo la
sentencia nº O-316-2012 del Juzgado de Letras del Trabajo de La Serena que señala “(...)En
lo que concierne al horario, lo que hay que tener presente es que éste está impuesto por la
empresa, quien a su vez debe seguir el horario de funcionamiento del Centro Comercial y
por tanto la única facilidad que tienen los estilistas es elegir en cuál turno trabajan, pero
deben cumplir ese horario de todas formas. Y en relación a la asistencia, el hecho de tener
cierta flexibilidad que permite ausentarse en determinadas situaciones, por sí sólo no es
suficiente para eliminar el vínculo de subordinación claramente manifestado en esta causa,
sobre todo teniendo presente que nunca se acreditó qué tan seguido se hacía uso de esta
facilidad”.
El profesor Jesús Cruz Villalón, en el artículo “El concepto de trabajador subordinado frente
a las nuevas formas de empleo”, publicado el 2018 en la Revista de Derecho Social, señala
que la ejecución en régimen de exclusividad o cuasi exclusividad del trabajo no constituye
una premisa de la laboralidad. Por el contrario, la premisa de partida es la libertad de
pluriemplearse el trabajador, al tiempo que la exclusividad en ningún caso se presume y
sólo se acepta por vía del pacto expreso y específico de plena dedicación. No obstante, más
allá de los compromisos legales, es habitual que el trabajador asalariado realice el trabajo
en ese régimen de plena dedicación, por los compromisos indirectos de plena disponibilidad
para los encargos que se le transmitan por el empleador. Es cierto que este rasgo, está
presente como requisito en el autónomo económicamente dependiente, pero como
estamos hablando de indicios fácticos y de indicios complementarios con otros en una visión
de conjunto, debe considerarse que allí donde se den estas situaciones derivadas de
exigencias materiales de plena disponibilidad, podrá tomarse en consideración a los efectos
de detectar la presencia o no de la subordinación.

Por lo tanto, reconocemos que la exclusividad de los servicios prestados no se advierte a


primera vista, ya que en la prestación de tales servicios la Sra. Juanita emitía sus propias
boletas de honorarios a los clientes a quienes atendía directamente, sin embargo cabe
destacar que, si bien la selección de la clientela a atender no suele ser indicio de laboralidad,
existen ciertas actividades donde pudiera concurrir y ser laboral. Por ejemplo, en aquellos
supuestos en los que precisamente la tarea del trabajador es la de realizar trabajos
comerciales, donde justamente su función es la de buscar clientes para la empresa.
Particularmente en este caso, doña Juanita no tenía la facultad de seleccionar a quienes
atendía, sino que además de su clientela propia, debía atender a otros clientes que
concurrieran a la peluquería Palumbo.

En lo referente al uso de los signos corporativos, a doña Juanita se le entregaba una tarjeta
de identificación con el logo de la empresa, nombre y sus números telefónicos, de esta
manera el público que atendía asociaba directamente el servicio prestado por doña Juanita
como manicurista con la empresa Palumbo. Consideramos que la exigencia de que doña
Juanita deba vestirse ajustándose a los protocolos de vestimenta y criterios de la empresa,
sumada a la credencial corporativa y a la obligación de utilizar exclusivamente los materiales
proveídos por la misma tienda, constituye otro sub-indicio fáctico de subordinación.

Respecto de la continuidad en la prestación de servicios, el plazo del contrato de


arrendamiento era de 30 días renovables tácitamente y sucesivamente, salvo aviso en
contrario con anticipación de 5 días.
Si bien, la extensión de una relación contractual de naturaleza civil no se transforma en una
de índole laboral por el solo hecho de su duración a lo largo del tiempo, lo cierto es que el
régimen laboral se estructura en base a una multiplicidad de componentes
interrelacionados. En el caso concreto, este contrato se suscribe el 27 de enero del 2019 y si
entendemos que se mantiene vigente en la actualidad, los servicios de doña Juanita no han
sido esporádicos, sino que se han prestado por más de dos años lo que se traduce en un
rasgo de permanencia y continuidad.
Refuerza esta idea, el hecho de que nuestros tribunales tienden a dar por acreditado el
elemento de la continuidad cuando, además de no ser esporádicos o interrumpidos en el
tiempo, los servicios tienen larga data.
En este sentido, el contrato de trabajo mantuvo una vigencia de 15 años, donde no
existieron servicios esporádicos sino que fueron de una larga data y que manifiestan la
permanencia y continuidad

Por otro lado, debido a la flexibilidad laboral, se difuminan cada vez más los indicios que
conforman la subordinación y dependencia, por lo que es imprescindible abordar el indicio
de ajenidad en la prestación de los servicios y detallar sus expresiones en este caso en
particular para así derribar la idea de que nos encontramos frente a la prestación de un
servicio por cuenta propia.
En primer lugar, debemos referirnos a la ajenidad en los medios de producción, la cual se
manifiesta en el contrato que origina esta relación, ya que Palumbo S.A. da en arriendo a la
Sra. Juanita, un módulo de manicure que incluía un sillón de trabajo, una mesa de manicure,
repisas, apoya pies y carro ayudante pertenecientes a su sucursal.
Incluso, en función de lo que doctrinariamente se ha entendido como medio de producción,
la infraestructura productiva también considera el salón donde doña Juanita presta los
servicios de manicure, y no sólo los muebles “arrendados”. Esto se vuelve más claro debido
al hecho de que doña Juanita no contaba con la libertad de poder utilizar dichos muebles
fuera del local, por lo que la prestación de sus servicios se ve limitada a la infraestructura de
Palumbo.
En consecuencia, la propiedad de los medios de producción se mantiene en manos de la
empresa, y sin ellos, Doña Juanita no podría llevar a cabo su trabajo de forma
independiente, lo que se estima una manifestación indiscutible de ajenidad.
En segundo lugar, tenemos que la empresa Palumbo es la base para sostener el trabajo de
doña Juanita, toda vez que la clientela concurría al local en función del prestigio del mismo,
dado por el nombre, ubicación y el público objetivo al que va dirigida su atención. Tanto es
así, que la encargada de recibir, recaudar y liquidar los dineros pagados por los clientes que
recibían los servicios de manicure de doña Juanita era Palumbo. Mensualmente la empresa
recaudadora entregaba a la Sra. Juanita el saldo que quedaba después de deducir del valor
de lo facturado, la renta del módulo, los productos que debía utilizar y la comisión por el
servicio de recaudación. Además, los precios de los servicios de peluquería estaban
establecidos por Palumbo S.A. Estos hechos descritos son indicios que denotan ajenidad en
el mercado, ya que dicen relación con la adopción por parte del empresario -y no del
trabajador- de las decisiones concernientes a las relaciones de mercado o con el público,
como fijación de precios o tarifas; el carácter fijo o periódico de la remuneración del trabajo;
y su cálculo con arreglo a un criterio que guarde una cierta proporción con la actividad
prestada, sin el riesgo y sin el lucro especial que caracterizan a la actividad del empresario o
al ejercicio libre de las profesiones.

En este sentido, la sentencia de la Corte de Apelaciones de La Serena en la causa rol


39/2013, ha resuelto “Que no basta que una trabajadora que se desempeña en un
establecimiento comercial, solo por recibir un porcentaje del valor del trabajo que realiza y
emita boletas, pueda estimarse que se desempeñaba en virtud de una relación civil –
arriendo de sillón – cuando, como en este caso, las personas que recibían el servicio no
pagaban directamente a la trabajadora (actora) sino en una caja recaudadora, siendo la
encargada del local quien llevaba el control del dinero, y posteriormente cancelaba una
remuneración en base a una proporción y descontando determinados rubros, habida
consideración de los demás elementos que configuraban su forma de trabajo”.

Para finalizar, entendemos que el derecho laboral tiene la obligación de adaptarse a los
cambios en la sociedad y en la dinámica de las relaciones de trabajo; es así como surgen los
casos difíciles o difusos, donde podríamos encasillar a Doña Juanita que, no obstante haber
suscrito un contrato de arriendo de sillón, en la práctica realizaba labores bajo vínculo de
subordinación y dependencia para la empresa Palumbo.

Luego, tenemos que en los últimos años nuestros tribunales han entendido que “(…) si bien
el Código del Trabajo no define qué debe entenderse por vínculo de subordinación y
dependencia, la doctrina y jurisprudencia suelen entender que este dice relación con una
especial situación en que se encuentra el trabajador respecto del empleador, ya que este,
en mérito del contrato celebrado, no sólo se obliga a prestar determinado servicio, sino que
lo hace cediendo parte de su libertad y autodeterminación a su empleador, quien en mérito
de dicha cesión, ejerce una serie de potestades por sobre aquel, lo que puede ser
constatado a través de signos externos, tales como el cumplimiento de una jornada de
trabajo, la existencia de órdenes e instrucciones impartidas por el empleador, la obligación
de solicitar permiso para ausentarse, el tener que emplear determinada vestimenta o portar
emblemas o logos de la empresa en su vestimenta diaria, en tanto que el empleador es
quien, privativamente, organiza los medios de producción, entre ellos a los trabajadores, a
fin de cumplir el fin de la empresa u organización, quedando el trabajador bajo su
supervisión o supervigilancia, requiriendo además la existencia de una remuneración de
monto determinado o determinable, y algún grado de continuidad y ajenidad en los
servicios”. (Segundo Juzgado de Letras de Santiago, causa RIT O-3051-2014, de 11 de marzo
de 2015.)

En conclusión, lo relevante es que el empleador tiene la capacidad de controlar el modo de


realización del trabajo y el resultado del mismo, de manera que se encuentra plenamente
asegurado el territorio del poder organizativo del empleador. Al impartir instrucciones al
empleado y al estar este en la obligación de acatarlas, al dirigir su actividad, al controlarla y
al hacerla cesar, pierde relevancia la flexibilidad o las liberalidades permitidas por lo que
debería ser un contrato de arrendamiento civil, resultando de esta forma, en los hechos,
una relación de características predominantemente laborales.

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