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Consideramos en parte correcto lo señalado por Sanguinetti en cuanto a que los principios
tradicionales del derecho del trabajo no resultan de aplicación a las relaciones entre
sociedades mercantiles, o entre éstas y los trabajadores autónomos, pues lo que se busca
en el fondo con este tipo de forma de organización es precisamente reemplazar los costos y
responsabilidades que conllevan las relaciones laborales, por relaciones “mercantiles” como
se ha señalado. Los principios del derecho laboral surgen como respuesta ante unos
presupuestos materiales que han ido evolucionando y en definitiva cambiando. Por lo tanto,
el derecho, incluido la base doctrinaria de principios que informan esta rama del derecho,
debe ir cambiado consecuencialmente. (el cambio jurídico va siempre detrás del cambio
social)
Ello es así, pues conforme lo sostiene el propio profesor Plá, este principio constituye el
criterio fundamental que orienta el derecho del trabajo, es decir, es la primera misión que
debe cumplir esta rama del derecho. El profesor, en consecuencia, señala que se debe
partir por constatar una premisa básica, cual es la desigualdad MATERIAL-ECONÓMICA
entre las partes contratantes, y que tratándose del régimen de subcontratación según lo
señalado por Sanguinetti, la prestación de los terceros no se desarrolla en forma singular y
aislada, sino como un componente más de la actividad de la empresa acreedora, a la cual
se encuentra estratégicamente vinculada mediante la estipulación de un programa negocial,
que debe ser cumplido en sus propios términos si se quiere conseguir el funcionamiento
integrado del ciclo productivo. Esto significa que, pese a la transferencia al exterior de
tareas o funciones concretas, el empresario principal retiene el control global del proceso de
producción por la vía de coordinación de actividades y el establecimiento de unas pautas
precisas de actuación, a las que deben ceñirse las empresas colaboradoras. Se obtienen
con ello resultados muy semejantes a los derivados de la organización y dirección del
trabajo ajeno, por ende, ya aplicando el criterio de Plá que hemos señalado, se da el
presupuesto de desigualdad material.
En relación con el principio de primacía de la realidad, creemos que este ha sido el principio
angular en el reconocimiento de la relación de trabajo en la figura de subcontratación.
Según este principio en caso de existir dicotomía entre los hechos y el contrato de trabajo
escrito se debe preferir la dinámica que se desarrolla en la realidad.
En este sentido, consideramos que respecto de este principio, la afirmación inicial que dice
relación con que el desarrollo del fenómeno de la descentralización productiva, como
fenómeno organizativo y de estrategia empresarial, resulta absolutamente
inconciliable con el respeto a los principios tradicionales que informan el Derecho del
Trabajo, no es tal, ya que ha sido este principio el que ha permitido la permanencia de
ciertos derechos de los trabajadores y obligaciones del empleador, ya sea el contratista o
empresa principal, que responde de forma solidaria o subsidiaria respecto de una relación
laboral que en teoría le es ajena.
En este caso, es necesario señalar que “pareciera” que la relación laboral es ajena a la
empresa principal, sin embargo, y en virtud del principio de primacía de la realidad, existen
ciertos indicios que deben ser reconocidos y que permiten construir un vínculo laboral entre
la empresa principal y el trabajador, como por ejemplo el lugar de trabajo, la potestad de
mando, el deber de asistencia y cumplimiento de horario, entre otras.
Respecto del principio de irrenunciabilidad del derecho laboral, entendiendo que importa “la
imposibilidad jurídica de privarse voluntariamente de una o más de las ventajas concedidas
por el derecho laboral en beneficio propio”, evidenciamos que, en virtud del desarrollo de la
descentralización productiva, se pueden mantener un conjunto de derechos mínimos
irrenunciables establecidos en la legislación laboral, mientras tenga vigencia el contrato
según lo prescrito en el inciso segundo del artículo 5 del Código del Trabajo chileno.
Sin embargo, el autor señala, al hablar de las repercusiones en el derecho del trabajo, que
existen múltiples manifestaciones de precarización para los trabajadores contratados bajo
esta modalidad, que no han sido expresamente renunciadas, sino que su verificación es
parte de la naturaleza de emplearse bajo un régimen de subcontratación. La disgregación
de la empresa en unidades formalmente independientes, pero coordinadas a conveniencia,
trae consigo la reducción de la seguridad, estabilidad y garantías de las normas laborales
hacia las y los trabajadores al dejar de depender de las condiciones de desarrollo de la
actividad empresarial del ente principal.
Por tanto, si bien no existe una renuncia expresa al momento de contratar con este tipo de
empresas, no debemos obviar que el contrato de trabajo se suscribe en términos tales, que
el trabajador o trabajadora simplemente adhiere a este, empleandose en condiciones de
facto mucho más disminuidas en relación a cómo serían bajo un régimen de contratación
directa, afectando principalmente, según señala el texto en comento, al ejercicio de la
acción sindical. Si estamos frente a empresas de este tipo, cuyo tamaño es disminuido y
disperso en comparación a una empresa mandante, se ve afectada la capacidad de las y
los trabajadores de formar sindicatos y de negociar colectivamente.
Esto se relaciona directamente con el principio de buena fe, el cual es transversal a todo el
derecho y que consiste en exigir a las partes ciertas conductas o comportamientos éticos
que emanan del contrato. Este principio busca evitar el abuso del derecho. Sin embargo, en
el caso de la subcontratación, es compleja la manifestación de la buena fe, en el sentido
que la relación que se genera entre los 3 sujetos intervinientes pareciera atentar contra la
buena fe que se exige respecto de las obligaciones del empleador con los trabajadores.
Esto es así, ya que esta institución dificulta a los trabajadores ejercer ciertos derechos,
reconocidos legalmente, pero que en la práctica son de difícil concreción y que terminan con
la precarización de los trabajadores, se señala en el texto “vigencia del principio de la buena
fe en el derecho del trabajo chileno” de Pedro Irureta que la descentralización productiva
consigue, de este modo, desintegrar también los tradicionales vínculos de solidaridad y
poder social que han servido para introducir dosis de equilibrio en la contraposición entre
capital y trabajo asalariado.
En el texto, el autor deja en evidencia que uno de los principios del derecho laboral que se
ve más afectado por el desarrollo de la descentralización productiva, es el de la estabilidad
de la relación laboral. El principio de la continuidad en la prestación de los servicios postula
que, para proteger efectivamente el bien jurídico trabajo, las normas del Derecho laboral
deben procurar dar firmeza y permanencia a la relación jurídica laboral y guarda estrecha
relación con la figura de contrato de trabajo de carácter indefinido como regla general, que
siguiendo la referencia del texto, expresa la tendencia actual del derecho del trabajo de
atribuirle la más larga duración a la relación laboral desde todos los puntos de vista y en
todos los aspectos.
Esta afirmación es más clara si nos apartamos del texto y contemplamos un ejemplo dentro
del fenómeno de la tercerización, en donde podemos observar que una empresa que
originalmente constituía una unidad productiva centralizada, para poder reorganizarse a
través de la descentralización productiva debe necesariamente desprenderse de secciones
completas que conformaban su organigrama, por lo que debe recurrir a los despidos
masivos. Luego, estas funciones desplegadas por los trabajadores despedidos, como
siguen siendo indispensables, se suplen con trabajadores subcontratados por empresas
externas o de outsourcing, los que pudieran ser incluso las mismas personas, pero ya sin
antigüedad laboral para efectos de indemnización por años de servicio ante un eventual
despido, sin las garantías, beneficios ni los derechos adquiridos con los que contaban antes
de pasar ‘a manos’ de la empresa contratista, y en algunos casos lamentablemente
discriminados en función de su carácter ‘externo’. A lo anterior, se suma que dentro de las
prácticas de las empresas mandantes, se encuentra que, como no existe una extensión
temporal mínima amparada por el derecho laboral para suscribir con la empresa contratista,
puedan dar término a los contratos de manera frecuente, lo que implica terminar
necesariamente todos los contratos laborales vigentes, para pasar, en la práctica, a ser
contratados nuevamente por otra empresa de subcontratación y continuar desarrollando sus
funciones pero sin acumular antigüedad ni tener garantías mínimas de estabilidad.