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ESCUELA DE HUMANIDADES
CLASE 5
“1. Presentación: vida y fama de Maquiavelo”
A partir de esta clase daremos un salto temporal –del siglo IV a.C donde vivió Aristóteles al siglo
XV d.C– hacia otro período fundamental para la cultura de Occidente: la Italia del Renacimiento.
Dedicaremos dos clases a Nicolás Maquiavelo (en italiano, Niccolò Machiavelli, 1469-1527),
sin duda uno de los autores clásicos de la tradición política occidental y, de hecho, considerado
como “el primer pensador moderno” de la política. Pero ¿porqué Maquiavelo que vivió en pleno
Renacimiento italiano sería uno de los pensadores que inauguran la modernidad política? Para la
historia de la filosofía –no sin un sinfín de discusiones al respecto– la obra de Maquiavelo, y en
particular El príncipe, sería la primer obra moderna del pensamiento político.
2. La segunda cuestión es que introduce lo que se ha querido llamar como una posición
“realista” en el pensamiento político, es decir, esta idea de que su saber sobre la política
se basa en “las acciones de los grandes hombres”, no en lo que se ha imaginado que debe
ser un príncipe ideal sino en lo que efectivamente se ha dado en la historia (esta idea que
aparece claramente expuesta en el cap. XV de El príncipe, cuando se refiere a “la verità
effettuale della cosa” [la verdad efectiva de la cosa]). Como analizaremos en detalle, allí
aparece esta idea de la política no pueden comprenderse sin la observación efectiva de
los hechos que realmente sucedieron en la historia. Y en este sentido, el florentino tendría
una actitud “realista”, “moderna”, porque supone que el conocimiento deriva de la
observación directa de los hechos.
1
3. Como tercer gran cuestión podría decirse que Maquiavelo introduce la noción de
“estado” [en italiano: stato] como categoría general que le permite entender los diferentes
dominios de la época: las repúblicas y los principados.
Ahora bien, para no caer en una clasificación de manual, habría que matizar, discutir,
poner en su contexto propio estas tres formas de entender la modernidad de Maquiavelo y la
novedad que implica su pensamiento. Analicemos estas cuestiones en más detalle:
En primer lugar, hay que tener en cuenta que el tratado político El Príncipe no es una
disertación teórica de ninguno de estos tres aspectos: en el texto no aparece nombrado como tal
ni el problema de la “autonomía de la política”, ni el término “realismo político”, ni aparece una
discusión sobre del Estado como concepto (de hecho, el término stato aparece escrito sin
mayúscula). Y lo que se denomina como una postura “realista” en filosofía –esta posición
filosófica que, digámoslo de modo muy general, afirma que conocemos las cosas tal como son
por medio de nuestra experiencia– no aparece como una reflexión teórico-metodológica sino
como un “enfoque”, una “perspectiva” que anuncia el lugar desde el que habla el autor. Por lo
tanto, cuando empezamos a leer el texto de Maquiavelo, advertimos que todas estas ideas sobre
su pensamiento son propias de una lectura posterior y en perspectiva de sus obras.
En segundo lugar, en cuanto a la noción de “estado” [stato] que aparece en este tratado,
como señala Bobbio (1985), si bien el término “stato” se impone en la literatura política a partir
de Maquiavelo, por esta época ya empezaba a reemplazarse el término latino clásico civitas por
el de status entendido como “situación” (no sólo política). Y aunque todavía en Maquiavelo estas
distinciones no son claras y varían según los textos, la introducción del término stato es
importante porque indica la necesidad de encontrar un nuevo nombre a una situación política
desconocida para los antiguos y que se produce precisamente con la disolución de la sociedad
medieval feudal y la consolidación de los grandes estados territoriales modernos. La cuestión
entonces en Maquiavelo no es tanto la del “Estado” moderno sino el intento de pensar los medios
más idóneos para la construcción de un estado nacional italiano. En realidad, pasará más de un
siglo para que el gran teórico moderno del Estado, de sus fundamentos y del problema de su
legitimación, Thomas Hobbes, escriba el famoso Leviatán, en 1651. Pero Maquiavelo es
singular, porque aunque todavía no es un “teórico” del Estado, tampoco es, como para su
contemporáneo Tomás Moro, un teórico que intenta pensar la mejor forma de gobierno, es decir,
la república ideal, como en Utopía de 1516.
Por ello, para algunos autores (como Roberto Esposito) la “modernidad” de Maquiavelo
es una modernidad diferente y singular. Porque a diferencia de otros grandes pensadores
modernos (como Hobbes, por ejemplo), en sus escritos lo que define la política no es el orden
constituido sino la disputa inagotable y continua entre fuerzas antagónicas. Para Maquiavelo el
mantenimiento del mundo civil y del orden dependen de la potencia del conflicto y la política se
entiende como un conflicto permanente, donde todo orden es reversible, momentáneo y el choque
de fuerzas es inextinguible e imposible de eliminar.
Más adelante, analizaremos cómo aparecen estas ideas en El Príncipe. Por ahora,
tengamos en cuenta la consideración de Maquiavelo como “el primer pensador moderno de la
política” supone un largo debate y toda una interpretación posterior de su obra. Y que la
construcción histórica del “autor Maquiavelo” duró siglos y fue muy polémica.
La vida y la obra
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Vista de Florencia en la época de Maquiavelo, alrededor de 1490
(“Florence in the days of Lorenzo the Magnificent”, Berlin Museum).
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Mapa de Italia y de la región de la Toscana a mediados del siglo XV
Maquiavelo ha dejado numerosos informes y notas sobre sus misiones, las conocidas
“Legaciones”, que han sido fuente de ejemplos concretos para ilustrar sus ideas políticas.
Sus primeras misiones tenían el fin de negociar con otros estados italianos: en 1499 viaja
a Piombino para arreglar que apoye militarmente a Florencia; en Forlì se ocupa de
negociar con Catalina Sforza (una de las políticas más famosas de la época) el pago para
que las tropas de su hijo, el famoso condottiero Ottaviano, permanezcan fieles a su
ciudad. Su primera misión al extranjero es en 1500, a la corte de Luis XII, donde también
acuerda alianzas y sumas de dinero para mantener tropas mercenarias al mando de
Francia. En 1502 y 1503 se dan sus famosos encuentros con César Borgia (famoso
condottiero, hijo natural del Papa Borgia, Alejandro VI); su propósito es mitigar la
rebelión de los poblados del Valle del Chiana y pactar la libre circulación de los productos
florentinos en los territorios por él conquistados. Estos encuentros dejan una gran
impresión en Maquiavelo al punto de considerarlo como el mejor ejemplo de líder
político y militar de la época. Como veremos, en El príncipe cap. VII, la apología de las
acciones de Borgia, la brutal matanza de los jefes militares que intentan traicionarlo, es
uno de los puntos más controvertidos del tratado. En 1503 cuando muere Alejandro VI,
Maquiavelo va a Roma y presencia el cónclave que elige a Giuliano della Rovere, luego
el Papa Julio II. En 1508 visita la corte del emperador germano Maximiliano I de
Habsburgo; allí tiene que negociar una alianza para invadir Italia. En 1509 es uno de los
ideólogos para la organización de un ejército propio para Florencia y organiza en persona
la reconquista de Pisa. A partir de 1509 y hasta 1512, es el encargado de mediar para
Florencia en el gran conflicto que involucra primero a la Liga de Cambrai (el papado,
España, Francia y el Imperio alemán contra Venecia) y luego a la Santa Liga que
reconfigura las alianzas entre el papado, España y Venecia, contra los franceses. En este
conflicto que llevará a la caída de la República de los Soderini, Maquiavelo deberá pactar
la neutralidad de Florencia, ante los requerimientos de su alianza con Francia. Episodio
que terminará en 1512 con la vuelta al poder de la familia de los Médicis (sobre estas
misiones diplomáticas, cf.: Chabod, pp. 279-346; Cultinelli-Rendina, 9-17; Skinner, pp.
26-31).
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Con la llegada de los Médicis nuevamente al poder en 1512, Maquiavelo es expulsado de
su cargo, se le prohíbe viajar, se le pone una multa y se le niega el acceso a la sede del gobierno,
el Palazzo Vecchio. Pero además es acusado, encarcelado y torturado por su presunta
participación en una conspiración contra el cardenal Giovanni de Medici. Recién recuperará la
libertad cuando Giovanni sea elegido Papa, León X, a la muerte de Julio II.
Comienza entonces una época de “confinamiento” que se ha llamado también la época
de la “filosofía del ocio forzoso”. Maquiavelo queda sumido en la pobreza, lejos de la acción
política y se refugia en un pequeño pueblo de San Casciano, Sant’Andrea, donde vive con su
familia1 en una humilde casa (el famoso “Albergaccio”). Aquí trata de ganarse la vida con la venta
de leña pero también se refugia en la lectura y la escritura.
En este contexto, en 1513, escribe El príncipe. Según sabemos por el epistolario que se
conserva, Maquiavelo tiene intenciones de que su pequeño tratado le permita reintroducirse
nuevamente en la política. Por eso el texto está pensado para ser regalado al Medici que en ese
momento era señor de Florencia, Giuliano de Medici (hijo de Lorenzo el Magnífico). Giuliano
fallece antes de que pudiese entregarle el tratado y entonces Maquiavelo se lo dedica a su sucesor,
Lorenzo de Medici (el Joven). Sin embargo, a pesar de que envía el tratado a su amigo Francesco
Vettori que era embajador en Roma, éste no logra interceder para que Maquiavelo sea
reintroducido en la esfera política.
En el período de siete años que va de 1513 a 1519, impedido de dedicarse a la vida
política, el florentino produce una obra literaria y una serie de textos filosóficos. Comienza
además a frecuentar las tertulias de la Academia Platónica en los Orti Oricellari en el centro de
Florencia. Es decir, se reúne con la segunda generación de la Academia que había sido fundada
por los mayores exponentes filosóficos del humanismo: Marcilio Ficino, Pico della Mirandola,
Leon Battista Alberti. En este período Maquiavelo se convierte en un intelectual y escritor.
De los textos filosófico-políticos que produce, además de El príncipe, se destacan el
extenso tratado Discursos sobre la primera década de Tito Livio y el diálogo Del arte de la guerra
(el único que publicará en vida, en 1521). Son muy apreciados sus textos literarios, como el poema
El asno de oro, la fábula Belfagor archidiablo y Andria. Pero sobre todo la comedia La
Mandrágora que es representada en varias oportunidades y le da cierta fama.
La vuelta al ámbito de la política va a ser propiciada en este ambiente intelectual de los
Orti Oricellari, por dos jóvenes vinculados a los Medici que consiguen que Julio de Medici lo
contrate, primero, para escribir las Historias florentinas y luego para redactar un proyecto de
reforma política, Discurso sobre los asuntos de Florencia después de la muerte de Lorenzo de
Médicis. Finalmente, en 1521 se le encargan algunas nuevas misiones políticas menores. Su
muerte, en 1527 a los 58 años, ocurre al poco tiempo que caen nuevamente los Medici, por el
clima de desestabilización que se vive cuando las tropas de Carlos V saquean Roma.
1
En cuanto a su vida familiar: en medio de las primeras misiones, en 1501 a los 32 años se casa con Marietta
Corsini: con ella tendrá siete hijos, Primavera, Bernardo, Ludovico, Guido, Piero, Baccina y Totto.
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La historia de la crítica, lo que representó Maquiavelo a lo largo de cinco siglos, es quizás
una de las historias más complejas de recepción de un pensador. Incluso en la actualidad sigue
generando debate. Y aquí habría que hacer una distinción entre: (1) lo que representó el
“maquiavelismo” como un adjetivo que llegó a simbolizar la inmoralidad, el cinismo político,
más allá de su figura como autor; (2) las diversas apropiaciones que los políticos hicieron de su
pensamiento, sobre todo de El príncipe (en Italia durante décadas muchos políticos hicieron suyas
supuestas ideas maquiavelianas (desde Mussolini, Craxi, hasta Berlusconi); (3) y por otro lado,
lo que sería el ámbito de los estudios maquiavelianos, o sea, la pretensión de analizar conceptual
y filológicamente su pensamiento.
En cuanto a este último ámbito –que nos interesa en este curso en particular– encontramos
investigaciones sobre su literatura, poesía, lingüística e historia. Ya que Maquiavelo, un verdadero
hombre del Renacimiento, atravesó todos estos géneros. Y aquí también debería inscribirse el
modo en que el pensamiento filosófico estudió al florentino a lo largo de los siglos: desde Bacon
y Spinoza hasta Hegel y Marx; en el siglo XX, Croce y Gramsci; y recientemente, Lefort y
Esposito. Sólo para citar algunos nombres.
Como podemos ver, el panorama de la crítica es complejo y no pretenderemos resumirlo
en esta clase. Pero para entender cómo surge la figura de Maquiavelo podemos analizar algunos
momentos claves de la recepción.
Su fama póstuma
Después de su muerte en 1527, la cuestión decisiva que hace que Maquiavelo se coloque
en el centro de las discusiones políticas de la época tiene que ver directamente con la serie de
cambios que impulsa la famosa Reforma protestante, durante el siglo XVI. En este punto, habría
que pensar que Lutero expone las famosas 95 tesis en Wittenberg en 1517, casi de manera
contemporánea a la escritura de El príncipe. La fama de Maquiavelo, según Cultinelli-Rendina
(2003), tendrá pues que ver con la Reforma protestante, el cisma de la Iglesia Católica y luego la
Contrarreforma; con ese gran movimiento de crítica y luego defensa de la primacía papal de Roma
y de la doctrina de la Iglesia. En este contexto se promueve la difusión de sus escritos de manera
muy crítica, porque Maquiavelo tocaba profundamente estos temas. Y rápidamente se genera una
literatura del “anti-maquiavelismo”, donde el florentino es condenado y El Príncipe se
considera una especie de manual para que los tiranos aprendan maldad, impiedad, ateísmo y todo
tipo de violencias.
Por un lado, Maquiavelo es atacado por los católicos defensores del papado romano: el
Concilio de Trento encargado de hacer frente a la Reforma (1545-1563) incluye las obras de
Maquiavelo en el Index librorum prohibitorum (en 1559). Sus obras no podían circular, pero
para ese entonces ya se habían hecho varias ediciones y traducciones, en Francia e Inglaterra. La
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misma condena llevan a cabo las ordenes religiosas que surgen en ese momento para defender
militar y culturalmente a la Iglesia, sobre todo la de los jesuitas, los grandes impulsores de la
contrarreforma: en España, el antimaquiavelismo jesuita es muy relavante, con el Padre Mariana,
Pedro de Rivadeneyra y también la obra de Quevedo.
Los escritos de Maquiavelo ofrecían excelentes críticas al poderío de la Iglesia que
estaban en el espíritu de los reformistas: temas como la ausencia de una fortuna sometida a la
providencia divina y la recuperación de la libertad humana, la separación entre la política secular
y la religión, la autonomía de la política en relación a la moralidad. Por ello una de las tareas de
la contrarreforma era “oponerse” a Maquiavelo. Pero esta férrea oposición funcionaba también,
sin quererlo, como una difusión involuntaria de sus tesis. Esto se vuelve evidente en la obra del
jesuita Rivadeneyra que ya en el título le da a Maquiavelo una importancia crucial: “Tratado
sobre la religión que debe tener el Príncipe cristiano para gobernar y conservar sus Estados, en
contra de lo que enseñan Nicolás Maquiavelo, autor dañino, y los Políticos (llamados así
indignamente) de esta época” (1595).
Por otro lado, en el ámbito popular, incluso en la escena teatral, la figura de Maquiavelo
se vuelva muy famosa como un personaje diabólico y peligroso. Ahora bien, lo que sucede con
el correr de las décadas es que esta transformación de Maquiavelo en “figura diabólica” termina
siendo utilizada tanto por católicos como por protestantes para definir las políticas de sus
enemigos. Es decir, la fama de El príncipe, sobre todo, se extiende para condenar el modo de
gobernar de los adversarios, fueran del bando que fueran.
Veamos dos ejemplos: el inglés Reginal Pole condenaba a Enrique VIII (1538) (es decir
el rey que lleva a cabo la reforma en Inglaterra) asimilándolo al “príncipe” de Maquiavelo, libro
que consideraba había sido dictado por el propio diablo. Y en Francia, un autor hugonote (es
decir, un rebelde protestante francés) como Gentillet, atacaba a Caterina de Mécidis, Reina de
Francia en 1576, por importar la “manera italiana y maquiavélica” de gobernar. Este autor hace
toda una recopilación de las tesis de El príncipe, extrayendo de su contexto sus “máximas” para
criticarlas como el sinónimo de un gobierno tiránico. Esto le permitía criticar el origen italiano de
la corte de Catalina, como una verdadera tiranía, ya que a esta reina se la consideraba la autora
intelectual de la famosa masacre de los hugonotes, la “Matanza de San Bartolomé” en 1572.
Aquí entonces tenemos dos ejemplos de cómo se difunde la obra en un sentido totalmente
negativo a la par que se va formando la literatura anti-maquiavélica: un inglés católico como Pole
acusa al protestante Enrique VIII de maquiavélico y un francés protestante como Gentillet acusa
a Catalina de Médicis de gobernar “maquiavélicamente”.
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los jesuitas tratan de reubicar a la figura del Papa como sumo pontífice y defender una “buena
razón de estado” siempre limitada al poder eclesiástico.
Ahora bien, ninguno de estos autores –aunque estaban claramente influenciados por
Maquiavelo– podían remitir directamente a sus tesis, la condena a sus escritos era total y su
nombre seguía siendo sinónimo de un insulto.
Se trata hasta ahora de una influencia velada. Es muy notorio incluso que las ideas de
Maquiavelo reaparecen muchas veces bajo el nombre de un autor de la antigüedad como el
historiador romano Tácito, cuya obra se había redescubierto en la misma época que se publicaba
El príncipe. En el siglo I d.C. Tácito describía en los Anales la vida de los emperadores romanos,
mostrando la realidad del ejercicio del poder en casos concretos y no ideales. Pero citando a Tácito
cualquier político podía sostener las tesis de Maquiavelo sin necesidad de enfrentar a la Iglesia:
por un lado, Tácito era pagano con lo cual no se le podía reprochar ser anticlerical, por el otro, se
decía que Tácito solo había hecho una “descripción” de Tiberio (o de Nerón) y que, en cambio,
Maquiavelo “enseñaba” cómo comportarse a la manera de César Borgia. Esta estrategia de “cita
velada”, sostiene Tomasello (2013), aparece por ejemplo en Botero, quien remite a Tácito para
referirse a Maquiavelo y finalmente sostener la sumisión al pontífice romano.2
En este período continúan los ataques contra Maquiavelo; el más famoso es quizás el Anti-
maquiavelo de Federico II de Prusia. Pero también comienzan las llamadas “lecturas libertarias”
del florentino. Estas lecturas son más positivas y menos “mitológicas” en cuanto a Maquiavelo
como autor. Veamos algunos ejemplos muy relevantes.
Francis Bacon (el gran empirista inglés) hace una apreciación positiva del método
maquiaveliano realista de análisis de la política. Y en Baruch Spinoza (uno de los más grandes
racionalistas) aparece una idea que va a ser muy recuperada: al develar los “secretos” de gobierno
de los príncipes, en realidad Maquiavelo no está instruyendo a los gobernantes sino al pueblo, es
decir, a los que no conocen el arte de gobierno. Esta idea muestra otra cara del autor: Maquiavelo
es aquél que devela la dureza política y a la vez la importancia de la libertad.
La idea se retoma en varios autores: Diderot defiende el republicanismo de los Discursos
y a El príncipe como una sátira del poder despótico y Rousseau recupera al Maquiavelo
republicano en El contrato social. En Italia, es muy influyente en Ugo Foscolo y, en Alemania,
en Hegel, ambos leerán un Maquiavelo más ligado al contexto histórico y a la liberación de los
pueblos.
Al final del siglo XVIII empiezan a publicarse las obras completas de Maquiavelo y
también un estudio historiográfico moderno que tiene en cuenta el contexto problemático de sus
tesis. La condena de tipo panfletaria y anacrónica de sus ideas políticas empieza a desaparecer.
En el siglo XIX se profundizan estos estudios histórico-conceptuales de la obra: se
buscan los inéditos, se intenta hacer una reconstrucción de sus influencias y de su contexto de
discusión. Al mismo tiempo, empiezan a estudiarse las distintas facetas de su personalidad, como
político, como teórico, como embajador y dramaturgo. Aquí podemos ubicar el momento en que
se consolida la idea de Maquiavelo como un pensador moderno que marca con gran lucidez la
crisis de los Estados italianos frente a las nuevas políticas imperantes en Europa. Aparece también
el Maquiavelo crítico de las viejas instituciones: la Iglesia, el Imperio, el sistema feudal y el
nobiliario. Empieza a considerarse al Maquiavelo republicano: anti-papal, anti-imperial, anti-
feudal. Es decir, el Maquiavelo “moderno”. Así aparece, por ejemplo, en la obra del gran
historiador italiano, Francesco De Sanctis.
2
Sobre esta lectura, véase: Tomasello, pp. 83-89.
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desarrollo técnico. Croce sostiene, en efecto, que el florentino afirmará una lógica de desarrollo
propio de la política que deja de lado otras esferas de la actividad humana, sin ser ni moral, ni
inmoral, sino como una fuerza distinta y autónoma.
En segundo lugar, el historiador alemán Friedrich Meinecke muestra que Maquiavelo
es el primero en formular explícitamente la idea de una razón de Estado (La Idea de la razón de
estado en la historia moderna, 1924), liberando así la política de todos los obstáculos no políticos,
morales o religiosos.
Estas interpretaciones serán de gran influencia, por ejemplo, en la lectura de corte
historiográfico de Federico Chabod donde se reconstruye el contexto de la crisis del sistema de
estados señoriles en la Italia del quattrocento y se afirma la composición unitaria de los textos de
El príncipe y los Discursos. Por otro lado, es de recalcar que ante los conflictos de la década de
1930 que llevan a la Segunda Guerra Mundial, Maquiavelo vuelve a “politizarse”. Aparecen
lecturas de un Maquiavelo más “nacionalista” que incluso se vuelve una referencia en la cultura
fascista (en un autor como Francesco Ercole). Y aparece, como contracara, la lectura marxista de
Antonio Gramsci que ve a El príncipe como un “manifiesto político”.
*****
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Como podrán ya advertir con esta brevísima introducción a la biografía y
recepción de sus escritos, durante siglos Maquiavelo ha ido adquiriendo múltiples
“rostros”.
Para terminar este primer apunte, por ello, quisiéramos mostrarles dos retratos del
florentino.
(Retrato de Maquiavelo, Santo di Tito, fines del siglo XVI, Palazzo Vecchio, Florencia)
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Veamos qué diferente es el segundo retrato:
Este otro retrato de Maquiavelo fue descubierto hace pocos años casi por
casualidad; una obra perdida, de una manufactura menor en cuanto al estilo, pero
de gran importancia histórica, como confirman estudios científicos recientes. Y
ello porque la datación indica que podría haber sido pintado en vida de
Maquiavelo, es decir, podría haber sido realizado en su presencia, podría ser un
“retrato fiel”. Aparece aquí una figura más humana, con un rostro más benévolo,
a pesar del parecido indiscutible con los otros retratos. Una nueva cara de
Maquiavelo, de “persona más normal”, según afirmaba el historiador del arte que
lo presentaba hace algunos años en Roma.
Las imágenes tan diferentes, nos llevan a preguntar: ¿cómo era el
verdadero Maquiavelo?
De consejero maligno a defensor de la libertad, de humanista a realista
moderno, de monárquico a republicano..... Maquiavelo ha tenido durante siglos
todos estos rostros.
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BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA EN ESTE APUNTE
-Bobbio, Norberto Stato, governo, società. Frammenti di un dizionario político, Torino, Einaudi,
1985.
-Chabod, Federico, Escritos sobre Maquiavelo, México, Fondo de Cultura Económica, 1984.
-Cultinelli-Rendina, Emanuele, Machiavelli, Bari, Laterza, 2003.
-Maquiavelo, Nicolás, El Príncipe, traducción, introducción, notas y apéndice de Ivana Costa;
Posfacio y comentarios de Horacio González, Buenos Aires, Colihue, 2013.
-Maquiavelo, Nicolás, Epistolario 1512-1513, traducción de Stella Mastrangelo, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 2014.
-Roudier, Jérôme, Machiavel, Ellipses, Paris, 2017.
-Serratore, Constanza, Ontología política de la vida en la Obra de Roberto Esposito, Tesis de
doctorado, Escuela de Humanidades, Doctorado en Filosofía, Universidad Nacional de San
Martín, 2014.
- Skinner, Quentin, Maquiavelo, Madrid, Alianza, 1984, caps. I y II.
-Tomasello, Giovanna, Il Principe di Machiavelli e i cinque secoli della sua storia. Venezia,
Marsilio, 2013.
-Zarka, Yves Charles; Ménissier, Thierry, Machiavel, le Prince ou le nouvel art politique, Paris,
Presses Universitaires de France, 2001.
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-Lectura de apunte de clase: “2. El Príncipe: un tratado útil sobre la política real”
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