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VIGENCIA DEL MAQUIAVELISMO

EN LA ACTUALIDAD

(Cohesión y consenso)
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 1

LA FILOSOFÍA DE LOS ÁRABES 3


Características generales 3
Avicena 5
La filosofía de Al-Andalus 8

‘EL FILÓSOFO AUTODIDACTO’, DE IBN-TUFAYL 11

CONCLUSIÓN 16

BIBLIGRAFÍA 18

NOTAS 21

ooooooooooooooooooooooooooooooooooo
1

VIGENCIA DEL ‘MAQUIAVELISMO’


EN LA ACTUALIDAD
(Hegemonía y consenso)
Juan Puelles López

INTRODUCCION

En este trabajo nos proponemos establecer las vinculaciones existentes entre el


pensamiento político de Nicolás Maquiavelo con la actualidad. Tal vez pueda parecer
aventurado y hasta utópico hallar una tal relación. No en vano han transcurrido casi 500
años desde la muerte de Maquiavelo (1527), y el mundo indudablemente ha dado muchas
vueltas desde entonces ; entre otras cosas, se ha llevado a cabo el desarrollo del modo
capitalista de producción, que por aquel entonces aún se hallaba en mantillas. No obstante,
creemos que el pensamiento de Maquiavelo se mantiene vigente a pesar de todo, con los
consabidos reajustes debidos al paso inexorable de los siglos. Prueba de ello es la actualí-
sima ‘teoría del Estado’ de Antonio Gramsci, que no es otra cosa que una trasposición a
nuestro siglo XX de la teoría política de Maquiavelo, tal como se refleja en ’El Príncipe’
y en el resto de su obra1.

El plan de trabajo será el siguiente: tras establecer el marco teórico, procederemos


a exponer las ideas de Maquiavelo sobre el ‘príncipe’, comparándolas con el ‘moderno
príncipe’ gramsciano, reflejado en diversos artículos del pensador marxista italiano. Lue-
go ampliaremos la información con un análisis de las ideas republicanas de Maquiavelo,
a la luz de los ‘Discursos sobre Tito Livio’, también refiriéndonos constantemente a
Gramsci. La conclusión a sacar será que Maquiavelo fue un adelantado para su época,
pues, si bien sus ideas no fueron tomadas muy en serio, en su tiempo (o tal vez se le tomó
demasiado en serio -fue incluido en el Indice y se le consideró en determinados círculos
poco menos que un ‘engendro de Satanás’, o el propio diablo en persona), sus ‘maquiavé-
licas’ ideas han sido aplicadas por todos los gobiernos de todas las tendencias desde que
2

el mundo es mundo, aunque, por supuesto, nadie se atrevió nunca a reconocerlo de una
forma tan descarada y a veces cínica como el autor que comentamos.

Marco teórico

El acometer la redacción de un trabajo sobre una personalidad como la de Maquia-


velo plantea siempre serios interrogantes, de los cuales opino que el principal es el del en-
foque que se le va a dar al susodicho trabajo. Este tema del enfoque es especialmente pro-
blemático en el caso del autor que nos ocupa. Por cuanto que Maquiavelo, aun siendo un
hombre típico del Renacimiento italiano, es a su manera ‘atípico’ en su época dentro de
su especialidad, la ‘teoría política’. Podríamos incluso decir que Maquiavelo se adelanta
a su época en cuanto a ideas políticas se refiere, influyendo directa o indirectamente a
cuantos después de él se dedicaron a estos menesteres, tanto teóricamente como en la
práctica. Ahí radica precisamente el problema que decíamos: la personalidad y el pensa-
miento de Maquiavelo son lo suficientemente complejos y sugerentes para que no baste
con exponer sus ideas en relación con su momento histórico concreto, sino que hay que
referirse constantemente a la época actual para constatar la posible vigencia de sus opinio-
nes en materia política. Y por ello es complicado decidir qué enfoque darle a nuestro estu-
dio: desde la actualidad o centrándonos en el propio tiempo del autor que analizamos.

Ya de por sí el Renacimiento es una época conflictiva ; se trata de un período de


crisis (“de perturbaciones”, diría Toynbee2), y significa el tránsito del feudalismo medie-
val a las monarquías absolutas. En ese sentido todos los pensadores renacentistas son en
sus producciones testigos más o menos conscientes de los cambios que se estaban reali-
zando a nivel estructural. Para Jerez Mir, el ‘humanismo’ no es más que el órgano de
expresión intelectual de la gran burguesía, que comenzaba entonces a tener importancia
social (auge de la banca: los nobles necesitaban dinero para sus aventuras bélicas) ; así
dice3:

“El humanista puede que se sueñe libre en muchas ocasiones, que alardee
de su independencia, pero, en definitiva, depende del mecenazgo de la aristocracia
económica y, por tanto, su posición ideológica, por muy progresiva que alcance a
ser, no lo será en tal grado que se transforme en revolucionaria. Las ondas expan-
sivas del movimiento humano, sus imágenes, estarán siempre muy calculadas”.
3

Siguiendo en esta línea de razonamiento, considera Jerez Mir sintomático el uso


del latín como medio de expresión por la casi totalidad de los intelectuales renacentistas;
indica un indudable afán humanista por monopolizar una cultura elitista. En ese sentido
la teoría política de Maquivelo constituiría la justificación filosófica del régimen político
bajo el que había consolidado sus cimientos la sociedad señorial: el absolutismo incipien-
te. Antonio Gramsci4 opina de manera similar. Para él (uno de los pensadores actuales
más influidos por los puntos de vista maquiavelianos), como marxista que es, las ideas
dominantes en una época histórica son las ideas de la correspondiente clase dominante.
Por tanto, y ya refiriéndonos concretamente a la historia de Italia, hace una clara distinción
entre Dante y Maquiavelo ; opina que “... Dante cierra la Edad Media (una fase de la
edad Media), mientras que Maquiavelo indica que una fase del mundo moderno ha conse-
guido ya elaborar sus problemas y las correspondientes soluciones de un modo muy claro
y profundo”. Considera Gramsci inútil tratar de establecer una conexión entre ambos au-
tores, “... y aún menos entre el Estado moderno y el Imperio medieval”, y puntualiza:

“El intento de descubrir una conexión genética entre las manifestaciones


intelectuales de las clases cultas italianas de las varias épocas constituye en reali-
dad la ‘retórica’ nacional: la historia real se sustituye por las larvas de la historia
(... no tiene significación científica ... Es un elemento político ; o menos aún, un
elemento secundario y subordinado de organización política e ideológica de pe-
queños grupos que luchan por la hegemonía cultural y política)”.

Maquiavelo, indudablemente, fue un adelantado para su época. El Estado moderno


a que Gramsci se refiere no existía aun cuando nuestro autor escribió ‘El Príncipe’ y los
‘Discursos sobre la primera década de Tito Livio’ , comenzaría a hacerse realidad en una
época posterior. Pero, como dice Jean-Jacques Chevallier en el prólogo a ‘Los grandes
textos políticos’, “... la historia está jalonada no sólo por los grandes acontecimientos,
sino también por ciertas grandes obras políticas, que más de una vez, a más o menos lar-
go plazo, han contribuido a la preparación de estos acontecimientos”. Por ello divide la
historia desde el Renacimiento a nuestros días en 4 grandes períodos que citamos a conti-
nuación5:

a) Marcha de los grandes Estados modernos hacia el absolutismo monárquico:


‘La república’ (Bodin), ‘Leviathan’ (Hobbes), ‘Política sacada de la Santa
Escritura’ (Bossuet), ‘El Príncipe’ (Ma-quiavelo).
4

b) Arranque y progresos de la reacción contra la monarquía absoluta

c) Consecuencias inmediatas de la Revolución Francesa

d) Socialismo y nacionalismo.

En cada uno de estos períodos detecta Chevallier diversas obras de teoría política,
muchas veces publicadas antes de iniciarse la fase respectiva. Decíamos al principio que
Maquiavelo, dentro del Renacimiento italiano, es un pensador ‘atípico’. Y, efectivamente,
lo es en el sentido de que, según alguno autores y como veremos más adelante, no está
clara en absoluto su predilección por la monarquía absoluta, y se le nota muchas veces
(en las ‘Discursos’, sobre todo) inclinarse más hacia un régimen de tipo republicano, de-
fendiendo el absolutismo más por razones prácticas, circunstanciales que por otra cosa.
Como dice Henri Dénis6, en el campo de las ideas políticas, el Renacimiento está especial-
mente influido por el epicureísmo y estoicismo. La teoría aristotélica del Estado como ser
‘natural’ va siendo progresivamente abandonada a favor de la teoría epicúrea del ‘contrato
social’. Pera expresarlo en términos gramscianos, el poder del Estado comienza a basarse
en el consenso que sostendría la hegemonía de la clase dominante. Ahora bien ; se trata
de una época –no lo olvidemos- de crisis y de luchas entre facciones, por lo cual “... el en-
tendimiento entre los hombres es precario y éstos tratan constantemente de romperlo”.
De ahí que Maquiavelo abogue por un gobierno fuerte y sin escrúpulos morales. Por lo
tanto, aunque Maquiavelo a todas luces es de ideas republicanas, no las considera viables
en aquel momento histórico: cuando los hombres están corrompidos, es imposible mante-
ner o establecer un régimen republicano. Esto, según Abbagnano7, denota la seriedad en
política de Maquiavelo y no lo define precisamente como un teórico de la superioridad
del absolutismo monárquico. Pero, como veíamos anteriormente, una cosa es lo que un
autor en una determinada época pretenda defender, y otra muy distinta lo que verdadera-
mente defiende, consciente o inconscientemente. Volviendo a Jerez Mir, diremos en
resumen que el pensamiento de Maquiavelo es una reproducción teórica de la dialéctica
concreta de los intereses en pugna en la Europa de su tiempo8. Por eso su ‘príncipe’ ideal
se mostrará independiente de los criterios morales del cristianismo y de todo tipo de pre-
juicios éticos o religiosos ; egoísmo, fuerza y astucia serán las virtudes principales de un
tal individuo. En este trabajo, como indica su título, se trata de ver las relaciones que el
pensamiento político de Maquiavelo pueda tener con el de la actualidad. Empezaremos,
5

pues, ayudándonos del análisis de la obra de Maquiavelo por Quentin Skinner, por expo-
ner el contenido del ‘Príncipe’ y su influencia en el pensamiento de Gramsci. Luego dare-
mos un repaso a otras obras de Maquiavelo (los ‘Discursos’ mayormente), haciendo igual-
mente hincapié en sus implicaciones actuales. Intentaremos así dar un significado más
concreto y menos negativo al término ‘maquiavelismo’, de tan triste memoria.
6

EL ANTIGUO Y EL MODERNO ‘PRIN-


CIPE’

Gramsci9, en una carta dirigida a Tatiana Schucht y fechada el 7-IX-1931, conside-


ra al Renacimiento como un movimiento reaccionario y represivo respecto del desarrollo
de los municipios. De hecho, las ciudades renacentistas no quisieron entender las adver-
tencias de Maquiavelo y de otros intelectuales que analizaban a la sazón la situación polí-
tica ; “... razón, o una de las razones, de la caída de los municipios medievales, o sea, del
gobierno de una clase económica que no supe crearse su categoría propia de intelectua-
les ni, por tanto ejercer una hegemonía además de una dictadura ; los intelectuales italia-
nos no tenían un carácter popular-nacional, sino cosmopolita, según el modelo de la Igle-
sia, ...”. La alternativa ofrecida por Maquiavelo consiste en lo que se ha dado en llamar
‘historicismo’: volver a los orígenes de la historia italiana, con la voluntad de reconocer
el pasado como lo que fue, lo cual implica dos cosas10:

a) Objetividad histórica (que los orígenes históricos de la comunidad sean clara-


mente reconocidos y rectamente entendidos)

b) Realismo político (que sean reconocidos en su verdad efectiva las condiciones


de hecho por medio de las cuales hay que realizar el retorno).

Para Maquiavelo, esas raíces históricas se encuentran en la República libre roma-


na. El creía que una Italia unida podía volver a restablecer el antiguo poderío de Roma,
siempre que contara con un Príncipe unificador y reorganizador de la comunidad sobre su
base natural, una personalidad suficientemente virtuosa para hacer resurgir a la nación
italiana de las ruinas en que a la sazón se hallaba sumida, aún a riesgo de caer en la tiranía.
Ahora bien, ese ‘príncipe’ habría de estar dotado de unas condiciones especiales y poco
comunes entre la mayoría de los hombres. La virtud primordial sería la de la fortuna ; así,
en el ‘Príncipe’ comienza diciendo que a aquel que se ha visto favorecido por las armas y
ha conquistado un nuevo reino, lo primero que debe preocuparle es “mantenere lo stato”,
preservar el actual estado de los asuntos, especialmente controlar el sistema vigente de
7

gobierno o, en caso de cambiarlo, que el nuevo sea de tal forma “que le procure honor”
y le haga glorioso. Para ello Maquiavelo aconseja lo siguiente a los nuevos príncipes11:

a) Buenas leyes y buenos ejércitos

b) Cualidades propias de un gobierno principesco:

- Fortuna
- ‘Virtù’ (conjunto de cualidades capaces de hacer frente a las variaciones
de la Fortuna).

Podríamos en este punto relacionar a Maquiavelo con Guicciardini, amigo suyo y


otro de los grandes teóricos de la política en el Renacimiento italiano ; para éste hay dos
cosas fundamentales para la vida del Estado: las armas y la religión. Como podemos com-
probar, en este autor se ven más claros incluso que en Maquiavelo los dos elementos de
‘hegemonía’ que define Gramsci para el Estado moderno: coerción y consenso. Citemos
al propio Gramsci al respecto12:

“La fórmula de Guicciardini puede traducirse por otras varias fórmulas


menos drásticas: fuerza y consentimiento, coacción y persuasión, Estado e Iglesia,
sociedad política y sociedad civil, política y moral [...], derecho y libertad, orden
y disciplina, o, con un juicio implícito de sabor libertario, violencia y fraude. De
todos modos, en la conciencia política del Renacimiento la religión era el consen-
timiento y la Iglesia era la sociedad civil, el aparato de hegemonía del grupo diri-
gente, el cual no tenía un aparato suyo propio, o sea, no tenía una organización
cultural e intelectual, sino que sentía como tal la organización eclesiástica del uni-
verso. No han salido aún de la Edad Media sino por el hecho de concebir y analizar
abiertamente la religión como ‘instrumentum regni’”.

Hemos citado íntegramente este texto de Gramsci porque nos parece muy ilustrati-
vo sobre su opinión acerca de la política renacentista, y enlaza directamente con su con-
cepción del “moderno príncipe”. El moderno ‘príncipe’ (el partido político) no tendrá las
desventajas del príncipe maquiaveliano, propio de una época histórica en que el Estado
moderno aún no estaba conformado del todo. Porque, según Gramsci, a través de los
partidos políticos las clases sociales elaboran un nuevo ‘bloque histórico’. A la larga, y
siguiendo la dinámica de la lucha de clases, este esquema acabaría por eliminar la división
entre gobernantes y gobernados, “... ejerciendo una hegemonía liberadora, orientada a
superar la perpetua división del género humano”. Es decir, que Gramsci propone para la
8

época actual una dirección colectiva del Estado, o sea, “... incorporar al individuo en el
hombre colectivo, beneficiándose de la concentración estatal –escuela, etc.- y vinculan-
dose a la reforma económica, pero con la participación desde abajo, haciendo conver-
tirse en libertad la necesidad”. Pero, como veremos, esta concepción de Gramsci no es
tan distinta como parece de la de Maquiavelo-Guicciardini13.

Volvamos, pues, al ‘príncipe’ maquiaveliano. Amparándose en su ya citado ‘rea-


lismo político’, Maquiavelo se muestra consecuente: un príncipe debe procurar mantener
su estado y obtener gloria para sí mismo. Por tanto, y dado que un gobernante debe prote-
ger sus intereses en un mundo sombrío en el que la mayoría de los hombres “no son bue-
nos”, es evidente que, aunque bienintencionada, la máxima de Cicerón de que “el compor-
tamiento moral es siempre racional” no puede ser cierta en política. Según Maquiavelo,
pues, un príncipe prudente “... defiende todo lo que es bueno cuando puede”, pero “... sa-
be cómo hacer el mal cuando es necesario” 14. Tradicionalmente, en esto último reside el
concepto de ‘maquiavelismo’ tan traído y llevado: el ‘maquiavélico’ es aquel que se
aprovecha de lo que hacen los demás, y el maquiavélico eleva-do sería el que guarda
distancia emocional sin comprometerse con la conducta de los demás, o ni siquiera la
suya. Este concepto se aplica en psicología a las personas en general, y no sólo a los
gobernantes. Así, según Christie, un maquiavélico elevado haría las siguientes aseveracio-
nes, que podrían estar sacadas de las obras del propio Maquiavelo15:

o “Una mentira inocente a menudo es buena”.

o “La mayoría de las personas no saben realmente lo que es mejor para ellas”.

o “La falsedad en la guerra es encomiable y honorable”.

Según Arturo Torres, los ‘maquiavélicos muestran ocho rasgos característi-cos:

a) Cosificación de las personas

b) Facilidad para detectar debilidades ajenas

c) La tendencia a las estrategias de manipulación

d) Control de los impulsos


9

e) Tienen metas ambiciosas

f) Focalización en el largo plazo

g) Falta de remordimientos

h) Desarrollan constantemente planes.

Efectivamente, para Maquiavelo15 la clave de un gobierno de éxito reside en saber


adaptarse a las circunstancias, y la práctica de la hipocresía, entonces, es de lo más
indispensable para su supervivencia. ¿Por qué? Hay dos razones:

- La mayoría de los hombres son tan cándidos, que normalmente toman las
cosas según su valor aparente de una manera totalmente acrítica.
- Cuando se trata de valorar el comportamiento de los príncipes, incluso los más
perspicaces observadores están en gran manera condenados a juzgar según las
apariencias.

O, resumiendo en palabras del propio Maquiavelo, “... un príncipe que engaña,


siempre encuentra hombres que se dejan engañar a sí mismos”. Por tanto, nada hay de
las virtudes específicamente principescas que proponía, entre otros, Cicerón: honestidad,
liberalidad y misericordia. Ya hemos visto cómo, según Maquiavelo, la ‘honestidad’ no
es aconsejable en absoluto. El ‘príncipe’ tampoco será liberal, pues si lo fuera se
encontraría teniendo que “... agobiar excesivamente a su pueblo” para pagar su
generosidad, lo que lo haría “... odioso para sus súbditos” a la larga. Lo mismo ocurre con
la misericordia: será tenido por más clemente un príncipe que tenga la valentía de empezar
por “... unos cuantos ejemplos de crueldad” que el que sólo acuda al castigo después de
que “... los crímenes y los saqueos empiecen”. Algo parecido opina Guicciardini cuando
dice16 que un hombre no debe ser juzgado por la tarea que le ha tocado en suerte, sino por
el modo cómo la ejecuta, es decir, por la conducta que asume dentro de su clase, en sus
quehaceres o ante la suerte17. Opinamos que la posición de estos pensamientos, por cínica
que parezca, no es más que una muestra del realismo político a que antes nos referíamos.
De hecho, podemos constatar cómo los gobiernos actuales (de cualquier signo) manipulan
a placer los medios de comunicación de masas y utilizan el término ‘libertad’ de una forma
tan ambigua como Maquiavelo y Guicciardini proponían hace más de 4 siglos. El mismo
10

Gramsci, aunque contempla en lontananza la utópica ‘sociedad sin clases’, el paraíso co-
munista, no deja de reconocer que, hoy por hoy, éste es un mundo de dirigentes y dirigi-
dos, y la misión del ‘moderno príncipe’ no deja de ser la misma básicamente que la del
antiguo18:

- Cómo dirigir del modo más eficaz

- Cómo preparar a los dirigentes del mejor modo

- Cómo se conocen las líneas de menor resistencia o racionales para lograr la


obediencia de los dirigidos.

En definitiva, se trata de lograr la hegemonía de un grupo social (el proletariado,


se supone en este caso) mediante el consenso, y en este sentido, toda reforma intelectual
y moral, todo cambio en la superestructura ideológica, ha de estar supeditado a la reforma
económica, es decir19, “... todo hecho se concibe como útil o perjudicial, como virtuoso o
maligno, sólo en cuanto tiene como punto de referencia al mismo moderno Príncipe y
sirve para incrementar su poder o para oponerse a él”. Con lo cual el ‘moderno príncipe’
(el partido) será la nueva divinidad, el nuevo ‘imperativo categórico’, consiguiendo de es-
ta forma la “... completa laicalización de toda la vida y de todas las relaciones de compor-
tamiento intersocial”. La religión ya no es el ‘opio del pueblo’ que solía ser ; ahora hay
drogas más sofisticadas, pero igualmente eficaces.

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11

¿’MAQUIAVELISMO REPUBLICANO’
O ‘REPUBLICANISMO MAQUIAVELI-
CO’?

La principal cuestión que se plantea Gramsci al definir al ‘moderno príncipe’ es


la del llamado hombre colectivo. Así se pregunta: “¿Cómo conseguirá cada individuo
particular incorporarse en el hombre colectivo y cómo se verificará la presión educativa
sobre cada uno obteniendo el consenso y la colaboración de los mismos, haciendo que
se transforme en ‘libertad’ la necesidad y la coerción?” Se trata, en definitiva, de conse-
guir unir la dirección del partido con la espontaneidad de las masas. Para ello Gramsci
propone una dirección no ‘abstracta’, es decir, no debe tratarse de una mera repetición
mecánica de fórmulas teóricas, más o menos científicas. Estas habrán de aplicarse a hom-
bres reales, formados en determinadas relaciones históricas, con determinados sentimien-
tos y modos de ver ; no deben, pues, despreciarse estos elementos espontáneos, y la misión
del partido será la de educar a las masas, orientada de esta forma a los individuos y purifi-
cándolos de elementos extraños contaminantes, para así hacerlos homogéneos con la
teoría20.

Aquí radicará la función del Derecho ; “... a través del Derecho el Estado hace
homogéneo al grupo dominante y tiende a crear un conformismo social que sea útil a la
línea de desarrollo del grupo dirigente”. Este, por supuesto, y como decíamos anterior-
mente, plantea un problema ético, referido a la correspondencia entre la conducta indivi-
dual de cada ciudadano y los fines que la sociedad se pone como necesarios. Por supuesto,
siempre es más importante la sociedad, y la política que propone Gramsci a este respecto
(de lo más maquiavélica, como se verá) tendrá dos aspectos21:

- Coactiva en la esfera del derecho positivo

- Espontánea y libre en aquellas zonas en que la ‘coacción’ no es estatal, sino


de opinión pública, de ambiente moral, etc.
12

Según Maquiavelo (lo afirma en los ‘Discursos’)22, “... la experiencia muestra que
las ciudades jamás han crecido en poder o en riqueza excepto cuando han sido libres”.
La ‘experiencia’ a que se refiere es, por supuesto, la antigua historia de Roma, especial-
mente el período republicano, y por ‘libertad’ entiende autogobierno. Ahora bien ; ‘auto-
gobierno’ no significa para él gobierno del pueblo, pues no cree en la ‘virtù’ de las masas:
sus “diversas opiniones” les impiden ser “capaces de organizar un gobierno”23. Es decir,
que Maquiavelo insiste en la necesidad de un ‘líder’, un jefe que reúna las condiciones
necesarias de ‘virtù’ para llevar adelante la república. Pero, por supuesto, ese príncipe
imprescindible debe contar con consenso, con el apoyo de sus súbditos, porque mientras
“... uno solo está preparado para organizar” un gobierno, ningún gobierno puede perdu-
rar “... asentándose sobre las espaldas de uno sólo”. Tampoco apoya Maquiavelo las mo-
narquías hereditarias: “... la ‘virtù’ surge con la vida del hombre y casi nunca se restaura
en el decurso de la herencia”. Por lo que queda clara la posición de nuestro autor respecto
al absolutismo. Por supuesto, este gobierno unipersonal entraña sus riesgos. Es el peligro
de que la monarquía degenere en tiranía, peligro de lo más natural: incluso las más admira-
bles comunidades están sujetas a la corrupción. Una ‘constitución corrupta’ es para Ma-
quiavelo aquella en la que “... sólo los poderosos” pueden proponer medidas, y lo hacen
“... no por la libertad común sino en beneficio de su propio poder”. Son restos de la teoría
aristotélica del Estado como cuerpo natural expuesto, como todo en este mundo, a “... su-
frir los agravios del tiempo”. Los hombres de estado maquiavélicos, por tanto, consiguen
sus fines de dos maneras distintas24:

1) A través del impacto sobre ciudadanos de inferior condición

2) Por efecto de su propia ‘virtù’. Esta consiste en las siguientes características:

a) Deben saber desarmar a los envidiosos.


b) Deben ser hombres de un alto valor personal.
c) Deben poseer profunda prudencia (fundada en el conocimiento de la histo-
ria antigua, así como de los asuntos de la actualidad).
d) Deben ser hombres de la mayor circunspección y prudencia, que no puedan
ser engañados por las estrategias de sus enemigos.

Estas virtudes, como vemos, se corresponden casi punto por punto con las que
Gramsci asigna al partido, nuevo modelo de ‘príncipe’. Volviendo a Maquiavelo, éste
13

considera dos métodos esenciales para organizar los asuntos domésticos de manera que
se imprima la cualidad de ‘virtù’ a la totalidad del cuerpo ciudadano (que, por otra parte,
son los mismos que ya citamos antes al hablar de Guicciardini)25:

1) Instituciones que se refieren a la defensa del culto religioso (aunque el príncipe


en cuestión no comparta esas creencias populares)

2) Uso del poder coercitivo de la ley para obligar al pueblo a colocar el bien de
su comunidad por encima de sus propios intereses.

O sea, que, exceptuando el tema de la religión, el ‘príncipe’ cumple las mismas


funciones en Maquiavelo que el ‘partido’ en Gramsci. Maquiavelo insiste en la necesidad
de consenso26: los grandes legisladores serán aquellos que de manera más clara han enten-
dido cómo usar las leyes para progresar en la causa de la grandeza cívica. Se trata de bus-
car un equilibrio entre fuerzas sociales opuestas, de forma que cada una “vigile a la otra”
a fin de prevenir tanto “la arrogancia de los ricos” como el “libertinaje del pueblo”. Es
decir, que se trata de lograr ‘leyes en pro de la libertad’ aprovechando el desacuerdo entre
las facciones. Guicciardini no comprende este extremo: para él “... alabar la desunión es
como alabar la enfermedad de un paciente a causa de las virtudes de los remedios que se
le han aplicado”. Pero Maquiavelo se apoya en el ejemplo de la historia ; aún cuando las
disensiones sean malas en sí mismas, fueron no obstante “... un mal necesario para el lo-
gro de la grandeza romana”. Lo que hace falta es un gobierno fuerte que se mantenga en
constante vigilancia para así poder controlar todos los intentos de subversión. En suma,
cree Maquiavelo que la tendencia a la facción se ve estimulada por dos circunstancias,
que habría que evitar a toda costa27:

a) Prolongación de los mandos militares (¡deberían tenerlo en cuenta nuestros


políticos!)

b) Maligna influencia ejercida por los que quieren aumentar su riqueza personal
(¡idem de idem!)

La solución, para Maquiavelo, es sencilla y se puede resumir en una frase: “...


mantener las haciendas ricas y a los ciudadanos pobres”. Evidentemente, no fue esto lo
que ocurrió en la realidad, sino más bien todo lo contrario. Según Dénis, el modelo eco-
nómico que surgió a raíz del Renacimiento fue el ‘mercantilismo’: desarrollo paralelo del
14

enriquecimiento de la burguesía comercial y del aumento del poder de los Estados euro-
peos 28 . Las ideas preconizada por Maquiavelo aún tardarían varios siglos en intentar
llevar-se a cabo.
15

CONCLUSIÓN

Es curioso, como indica Chevallier29, que, al menos hasta 1557, en que el ‘Prínci-
pe’ es condenado por el Concilio de Trento, esta obra pasara sin pena ni gloria. Si acaso
alguien la leyó, la consideró inofensiva. Fue a partir de esa fecha cuando se empezó a juz-
gar al libro como “escrito por el diablo” y a su autor como “impuro y malvado”, inclu-
yéndolo en el famoso ‘Indice’: “El alegre compañero, cáustico y picaresco, buen funcio-
nario, buen padre y buen esposo (a despecho de múltiples calaveradas), ha dejado lugar
a una figura sombría y satánica, aureolada por presagios infernales”. Sin embargo, si-
multáneamente este opúsculo se convierte en el libro de cabecera de soberanos y primeros
ministros del absolutismo. Para Rousseau, ‘El Príncipe’ está escrito con simulación, para
informar y poner en guardia a los pueblos contra los tiranos. Igualmente se considera a
Napoleón como la realización más perfecta del ‘príncipe’ de Maquiavelo, e incluso
apareció en 1816 un ‘Maquiavelo anotado por Napoleón’, arbitrario y probablemente
apócrifo, etc., etc., ... Y, por supuesto, ya hemos analizado la influencia de Maquiavelo y
el maquiavelismo en Antonio Gramsci. Como dice Chevallier30:

“... la fuerza corrosiva del pensamiento y del estilo de Maquiavelo sobrepa-


só infinitamente el objeto del momento, por haber puesto de relieve tan crudamen-
te el problema de las relaciones entre la política y la moral ; por haber formu lado
‘una escisión profunda, una irremediable separación’ (J. Maritain) entre ellas, ‘El
Príncipe’ ha atormentado a la Humanidad durante cuatro siglos. Y continuará ator-
mentandola, si no, como se ha dicho, ‘eternamente’, al menos mientras que esta
Humanidad no se haya despojado completamente de cierta cultura moral, hereda-
da, en lo que concierne a Occidente, de algunos grandes antiguos, y sobre todo,
del cristianismo”.

Evidentemente, si la Iglesia Católica incluyó a Maquiavelo en el ‘Indice’, tenía


sus razones. Maquiavelo fue, indudablemente, el más profundo observador político del
Renacimiento, y no podía dejar de darse cuenta de que el Papado era en el fondo la fuente
de todas las luchas y rivalidades en la Italia de la época. Eso explicaría, en opinión de
Burkhardt, la secreta simpatía que Maquiavelo mostraba por César Borgia, ser malvado
por demás. No se trataba, como afirma Rousseau, de advertir al pueblo, con su ejemplo,
contra los tiranos ; más bien sería la esperanza de que César “... sacara el hierro de la he-
16

rida”, es decir, que fuese capaz de destruir al Papado31. Algo parecido deja entrever Gui-
cciardini en varios pasajes de su obra ; su odio por la Iglesia es manifiesto. Según Burk-
hardt, Maquiavelo es el más grande de cuantos especularon con la empresa de la constitu-
ción de un Estado, dado que él no teorizaba sobre la política en abstracto, utópicamente.
Sus análisis muestran las siguientes cualidades32:

- Fuerzas en juego como algo vivo

- Alternativas

- No engañarse a sí mismo ni a los demás.

Es lo que anteriormente caracterizábamos como ‘realismo político’. Sus ideas, co-


mo hemos visto, eran de un republicanismo moderado ; así, en los ‘Discursos’33 habla de
una “... ley de una evolución progresiva, que se manifiesta en sacudidas periódicas, y
pide que el organismo estatal sea algo dinámico y susceptible de cambio, con lo que se
conseguiría evitar las sentencias cruentas y los destierros”. Pero una tal política no
siempre es posible ; sabía, como otros muchos intelectuales, que, por ejemplo34, “...

Milán o Nápoles estaban demasiado ‘corrompidas’ para llegar a constituir una repúbli-
ca”. De ahí que creyese en la necesidad de un ‘líder’ que acabara de una vez por todas
con ese estado de cosas: “... todo se orientaba en el sentido del poder y del empleo de la
violencia ...”.

El paralelismo con Gramsci, como se ha visto, es casi completo. Gramsci concibe,


en efecto, al ‘partido’ como la versión moderna del ‘príncipe’ maquiavélico ; debe intentar
llevar a la clase obrera a la hegemonía, pero no de forma violenta, como había ocurrido
en Rusia. En los países europeos desarrollados la hegemonía había de lograrse mediante
consenso, empleando lo menos posible los medios de coerción. Y también Gramsci, igual
que Maquiavelo, es partidario de seguir la ‘ley de evolución progresiva’. Para decirlo en
palabras de Chevallier, la continuidad jurídica no ha de ser ‘bizantino-napoleónica’, sino
más bien romano-anglosajona (un código realista, vinculado a la concreta vida en perpe-
tuo desarrollo) 35. Por eso Gramsci se ha convertido póstumamente en una de las figuras
inspiradoras del eurocomunismo. Terminaremos este estudio –de alguna manera había
17

que hacerlo- con la opinión de un pensador cristiano, Frederick Copleston, cuyo análisis
del autor que nos ocupa nos parece bastante acertado e ilustrativo36:

“Maquiavelo, como han observado los historiadores, dio muestras de su


‘modernidad’ en el énfasis que puso en el Estado como un cuerpo soberano que
mantiene su vigor y unidad mediante una política de fuerza e imperialista. En ese
sentido adivinó el curso de la evolución política en Europa. Por otra parte, no ela-
boró ninguna teoría política sistemática, ni se preocupó realmente por hacerlo. El
estaba grandemente interesado por la escena italiana contemporánea ; ... Además,
sobreestimaba la parte desempeñada en el desarrollo histórico por la política en
sentido estrecho, y no supo discernir la importancia de otros factores, religiosos y
sociales. Es verdad que se le conoce principalmente por sus consejos amorales al
príncipe, por su ‘maquiavelismo’ ; pero pocas dudas puede haber en cuanto a que
los principios del arte de gobernar que él estableció han sido con frecuencia, aun-
que deba lamentarse, los que realmente han operado en las mentes de gobernantes
y hombres de Estado”.

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18

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NOTAS
1
PORTANTIERO, Juan C., 2000, “Gramsci, lector de Maquiavelo”, en CLACSO ; BRITOS, Patricia, 2007, ,
“Antonio Gramsci: el tema de la ideología en Maquiavelo”, en A Parte Rei, No 52
2
DINAMARCA, Hernán, 2011, “El cambio de época, la sustentabilidad y los potenciales escenarios históri-
cos”, en SitioCero, Internet
3
JEREZ MIR, Rafael, 1975, Filosofía y sociedad, Madrid, Ayuso, pg. 132
4
GRAMSCI, Antonio, 1978, Antología, México, Siglo XXI, pg. 298
5
CHEVALLIER, Jean-Jacques, 1979, Los grandes textos políticos, Madrid, Aguilar, pp. IX-XI
6
DÉNIS, Henri, 1970, Historia del pensamiento económico, Barcelona, Ariel, pp. 88-89
7
ABBAGNANO, N., y VISALBERGHI, A., 1964, Historia de la Pedagogía, México. FCE, pg. 246
8
JEREZ MIR, op. cit., pg. 233
9
GRAMSCI, op. cit., pp. 272-73
10
ABBAGNANO, N., 1973, Historia de la Filosofía (II), Barcelona, Montaner & Simon, pp. 38-39 ; ALTHUSSER,
Louis, 2004, Maquiavelo y nosotros ; 2008, La soledad de Maquiavelo, Madrid, Akal ; ALTINI, Carlo, 2005,
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mica
11
SKINNER, Quentin, 1984, Maquiavelo, Madrid, Alianza, pp. 42 ss. ; ABAD, José, 2008, “La ‘virtù’ según
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“’La fortuna favorece a los más audaces’: Maquiavelo y la subversión de un lugar común”, en Isegoría, No
53
12
GRAMSCI, op. cit., pg. 237 ; MORALES RAMÍREZ, Rafael, 2008, “Maquiavelo y Giucciardini en perspec-
tiva”, en El Catoblepas, No 77 ; PÉREZ PÉREZ, Fabián And., 2011, “El maquiavelismo de Giucciardini y la figu-
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13
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14
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15
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de la Sabana , MORALES, Talia, 2013, “Maquiavelo y el maquiavelismo”, en Aion, Internet
16
ABBAGNANO & VISALBERGHI, op. cit., pg. 249
17
Ibid., pg. 61
18
GRAMSCI, La alternativa ..., op. cit., pp. 104-105
19
Ibid., pg. 109
20
Ibid., pp. 109-110 ; KANOUSSi, Dora, 2004, Gramsci en Rio de Janeiro, Benemérita Universidad Autónoma
de Puebla ; ELICHIRY, Nora E. (ed.), 2013, Historia y vida cotidiana en educación, Buenos Aires, Manantial
21
Ibid., pg. 113 ; CORREAS, Oscar, 1992, “Kelsen y Gramsci o de la eficacia como signo de hegemonía”, en
Biblioteca Jurídica Virtual, Universidad Nacional Autónoma de México ; LASO PRIETO, José Ma, 2005, “Pers-
22

pectiva jurídica en el pensamiento de Antonio Gramsci”, en El Catoblepas, No 57 ; NOGUERA FERNÁNDEZ,


Albert, 2011, “La teoría del Estado y del poder en Antonio Gramsci: claves para descifrar la dicotomía do-
minio-liberación”, en Nómadas, No 29
22
SKINNER, op. cit., pg. 67
23
Ibid., pp. 73 ss.
24
BERMUDO ÁVILA, José M., 1994, Maquiavelo, consejero de príncipes, Universitat de Barcelona ; ARAMA-
YO, Roberto R. y VILLACAÑAS, José L. (comp.), 1999, La herencia de Maquiavelo, México, Fondo de Cultura
Económica ; CRUZ PÉREZ, Héctor A., 2009, “Estado y orden social. El legado de Maquiavelo”, en Coordina-
ción de Atención a Estudiantes, Universidad Nacional Autónoma de México ; BAUSI, Francisco, 2015, Ma-
quiavelo, Universitat de València
25
Ibid., pp. 80-83
26
Ibid., pp. 84-86 ; FERNÁNDEZ de la PEÑA, Miguel, 1989, “Los principios políticos en Maquiavelo. Entre el
arte del Estado y la moral”, en Ingenium, Vol. 10 ; LÓPEZ de MOUNAIN, Jacinto G., 1996, Fuertes contra la
violencia, Universidad de Salamanca ; ELIZONDO. Alfredo, 2013, “Hegemonía y consenso: Lecciones de An-
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de El Príncipe de Maquiavelo”, en Res Publica, Vol. 20, No 1, pp. 78-80
27
Ibid., pp. 87-90
28
DÉNIS, op. cit., pg. 90
29
CHEVALLIER, op. cit., pp. 31-32
30
Ibid., pp. 33-35
31
BURKHARDT, Jakob, 1983, La cultura del Renacimiento en Italia, Barcelona, Iberia, pg. 87
32
Ibid., pg. 65
33
Ibid., pg. 66
34
Ibid., pg. 43
35
GRAMSCI, La alternativa..., op. cit., pg. 113
36
COPLESTON, Frederick, 1975, Historia de la Filosofía (III), Barcelona, Ariel, pp. 302-303

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