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Pie de foto,
Cicerón, de niño, leyendo, en un fresco de Vincenzo Foppa (1464). (Wellcome Collection)
Maquiavelo utilizó la misma analogía del zorro-león en el capítulo
18 de "El príncipe", aunque de una manera marcadamente
diferente.
El nuevo príncipe necesitaba saber cómo comportarse tanto como
el zorro como el león, porque la fuerza sin astucia lo llevaría a la
ruina: "Un gobernante prudente no puede, y no debe, cumplir su
palabra cuando lo pone en desventaja", advirtió.
Su razonamiento era cínico pero perspicuo: "Si todos los hombres
fueran buenos, este precepto no sería bueno; pero como los
hombres son criaturas miserables que no cumplirán su palabra por
ti, no necesitas cumplir tu palabra".
Una doble negativa, en opinión de Maquiavelo, de vez en cuando
daba positivo.