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I. Introducción
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MATTINGLY, G. (1995) «The Prince: Political Science or Political Satire?», Major Problems in
the History of the Italian Renaissance (D.C. Heath and Co.: Lexington), pp.179-186.
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en el 1527 a los 58 años. Fue una figura relevante del Renacimiento italiano, y en la
actualidad se le considera uno de los padres de la Ciencia Política moderna, gracias
principalmente a las ideas expresadas en esta obra y en una obra posterior, Discursos de
la primera década de Tito Livio, donde explica más claramente su visión política.
El príncipe es una obra que escribe en su época de exilio. En 1512 fue torturado y
acusado de conspirar contra los Medici. Lo consiguieron liberar y él se apartó en una
vivienda a cierta distancia de Florencia. Pasó esos años malviviendo en el campo, pero
también fue cuando más se aficionó a la lectura de clásicos y escribió gran parte de sus
obras, entre ellas, esta.
Los Medici eran una familia florentina que con el tiempo ganaron fama y poder
gracias a su banca. Eran de as más importantes de Europa y rigieron el destino de
Florencia durante un siglo (entre 1434 y 1537).
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recuperaron en todas las disciplinas. De hecho, el término Renacimiento surge de la idea
de hacer “renacer” las culturas clásicas, romana y griega.
El proyecto de aplicar los ideales clásicos en las nuevas doctrinas pedagógicas dio
lugar a la aparición de los estudios humanistas. Se esperaba que se dominara el latín, se
conociese el arte de la retórica y de los estilos clásicos y se estudiase la historia y filosofía
antigua. La idea de que todo este entrenamiento educativo daba la mejor preparación para
ejercer la política hizo que la corriente humanista tuviese gran importancia en las
universidades y la vida pública del siglo XV y XVI.
Maquiavelo presenta una situación y una solución en cada capítulo del libro y da
un ejemplo clásico en cada uno con tal de justificar en qué se basa.
Tito Livio y Polibio son posiblemente los autores que más influencia tienen en
Maquiavelo. La gran mayoría de citas son frases de ellos y los hechos nombrados son
aquellos que, principalmente ellos, contaron en sus obras. Otros autores clásicos
influyentes también fueron Jenofonte, Tácito, Cicerón, Salustio… y muchos más, puesto
que era una época en la que estos autores estaban muy extendidos.
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A partir del 1521, Maquiavelo empezó a trabajar en la academia de Bernardo
Rucellai, escritor humanista, donde se dedicó a traducir las obras de Polibio, por lo que
este fue una gran influencia para él y sus conocimientos.
V. Capítulos
A. Los romanos
Los romanos son quienes más marcaron a Maquiavelo. Tanto las grandes figuras
como la generalización de ellos como gobierno y poder militar. Son para el autor un
prototipo de buen proceder, la gran mayoría de consejos del libro se basan en ellos: «los
romanos, en las provincias de las cuales se hicieron dueños, observaron perfectamente
estas reglas» (p.13).
En el capítulo IV Maquiavelo menciona dos maneras de mantener el gobierno
después de conquistado: una de ellas es tener ministros entre los súbditos. Ese es el caso
del gobierno de Alejandro después de vencer a Darío en el imperio romano, y el del Gran
Turco en el siglo XV. Otorga mayor autoridad y dificultad para perderse, pero cuando se
pierde, es más difícil de recuperar.
En cambio, la otra manera, dividida en numerosos principados, como la de Francia
cuando Maquiavelo, es más fácil de conquistar a algunos de ellos, pero el rey nunca puede
saber del todo si ha conseguido el dominio, pues están en constantes revueltas. Eso es lo
que les pasó a los romanos en Italia, España y Grecia: «mientras perduró el recuerdo de
su existencia, los romanos nunca estuvieron seguros de su conquista» (p. 19).
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Gilbert. Machiavelli's Prince and Its Forerunners. p. 39
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Más adelante vuelve a centrarse en los romanos, en el capítulo XIX, cuando habla
sobre cómo evitar ser odiado, por el pueblo, los soldados y los nobles. Entonces, como
ejemplos, Maquiavelo menciona los casos de los emperadores, con intención de mostrar
por qué ciertas cualidades son importantes, puesto que todos estos emperadores, excepto
Severo, terminaron mal.
A veces se tenía que elegir entre favorecer a nobles o al pueblo, y aceptar las
consecuencias de la hostilidad del otro grupo. No obstante, los romanos, además, tenían
el tercer grupo al que satisfacer y del que cuidarse: los soldados. En su época tenían
mucho más poder. Y muchos de los emperadores, visto que no podían satisfacer a todos,
elegían a los más fuertes, los soldados.
Pertinax intentó seguir los pasos de Marco Aurelio, pero el sector militar, que
esperaba tener grandes beneficios de su parte, decepcionados, conspiraron hasta terminar
con él. (su vida es narrada en la Historia Augusta). Alejandro Severo destacó, describe
Dión Casio3, por ser pacífico, tranquilo y religioso. Pero mostrarse débil le hizo ganarse
el odio de los soldados, quienes lo asesinaron.
De ellos dos Maquiavelo extrae la idea de que debe evitarse mostrarse vulnerable
ante los súbditos, puesto que tanto las buenas como las malas acciones traen odio. Pues «
un príncipe que quiere conservar el poder es a menudo forzado a no ser bueno […] las
buenas acciones serían tus enemigas.» (p.71).
Por otro lado, están aquellos que actuaron con extrema crueldad hacia el pueblo,
intentando ganarse a los soldados, pero tampoco resultó: Cómodo, hijo de Marco; y
Antonio Caracalla, teniendo el imperio por herencia, fueron violentos, crueles y
vengativos. Consiguieron el odio tanto del pueblo como de los soldados y terminaron
ambos muertos por complot.
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Historiador y político romano de la época de la dinastía Severa. En su obra Historia romana
resumidamente cuenta la vida de Alejandro
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En cambio, en el siglo de Maquiavelo no es necesario tener tan en cuenta a los
soldados, pues no tienen tanta relación con el gobierno. Es por eso por lo que Maquiavelo
da preferencia al pueblo.
Dedica los primeros capítulos a las distintas formas de conseguir los principados.
En todos ellos, después de explicar cuál es la mejor manera de hacerlo acorde al caso, da
un ejemplo de reinados, sobre todo en la Antigüedad, que así procedieron y consiguieron
sus objetivos.
Habla en el capítulo VI de los principados obtenidos con las armas y el talento
personal, y cómo estos hombres necesitaron también la ocasión propicia para manifestar
su valía como gobernantes. Aquí menciona a quienes considera “los más ilustres”:
Moisés, que necesitó que el pueblo de Israel estuviese sometido e insatisfecho con los
egipcios; Rómulo, quien estuvo expuesto desde su nacimiento para poder fundar Roma;
Ciro, que encontró a los persas descontentos con los medas y a los medas débiles; Teseo,
quien sin la dispersión de las atenienses no hubiese podido demostrar su excelencia.
Pero aun después de haber tenido estas oportunidades fortuitas, nada valdrían sin
sus aptitudes para hacerse respetar cuando, por ser “los pueblos […] tornadizos”, dejasen
de creer en ellos. Para esto Maquiavelo cita la frase «quod nihil illi deerat ad regnandum
praeter regnum» (que nada le faltaba para reinar sino el reino), palabras del historiador
romano Justino, quien versionó al griego Polibio, escritas sobre el imperio de Hierón de
Siracusa, a quien Maquiavelo menciona en el capítulo V como uno de los ejemplos de
buen proceder con las armas, por, siendo parte del pueblo llano, conseguir, mediante sus
méritos en batalla, ganarse el afecto de los siracusanos.
En el último capítulo, Maquiavelo vuelve a dirigirse a Lorenzo Medici, después
de todos los consejos y opiniones sobre la situación geopolítica en Italia, que él considera
decaída, débil y rota, y vuelve a mencionar a estos hombres (Moisés, Ciro, Teseo) y sus
casos, con tal de hacer entender que la situación de Italia era la situación más favorable
para que sucediese lo mismo que a ellos, con él. «Era necesario que Italia se viese llevada
al extremo en que yace hoy, y que estuviese más esclavizada que los hebreos, más
oprimida que los persas y más desorganizada que los atenienses; que careciera de jefe y
de leyes, […] espera Italia al que debe curarla de sus heridas» (p. 91).
Sigue con un segundo método en el capítulo VIII: el conseguirlo por un camino
de perversidades y crueldades. Para hablar de esto empieza directamente poniendo
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ejemplos. Menciona el caso de Agátocles, rey de Siracusa entre el 304 a.C. y el 289 a.C.
Se convirtió en príncipe mediante la violencia, pero gracias completamente a sus méritos.
Dice Maquiavelo: «quien estudie, pues, las acciones de Agátocles y juzgue sus méritos
muy poco o nada encontrará que pueda atribuir a la suerte» (p. 33). En comparación y
como segundo ejemplo de este modo de conquistar, Maquiavelo habla de Oliverotto da
Fermo, quien usó una estrategia cruel similar a la de Agátocles, más
contemporáneamente: «Y habría sido tan difícil de derrocar como Agátocles si no se
hubiese dejado engañar». (p. 34). Es posiblemente aquí donde nace la fama de
Maquiavelo de ser cínico, por hablar del buen o mal uso de la crueldad, y tachar las
crueldades de bien si son por necesidad.
La otra manera de conseguir un principado se basa en la habilidad de conseguir el
apoyo de los conciudadanos, o los nobles o el pueblo. Ambos tienen dificultades: si se
consigue con el de los nobles, es más difícil mantenerlo; si es por el pueblo, es más difícil
manejarlo. Maquiavelo se decanta por que la mejor manera es tener el favor del pueblo
(«Insistiré tan sólo en que un príncipe necesita contar con la amistad del pueblo, pues de
lo contrario no tiene remedio en la adversidad», [p. 38]). Para reafirmar su preferencia
habla de Nabis, príncipe de los espartanos (207 a.C. – 192 a.C.), quien soportó el ataque
de los todos los griegos y un ejército romano durante largo tiempo, en gran parte gracias
a haber tenido de su lado el favor popular: «y le bastó, surgido el peligro, asegurarse de
muy pocos […] que si hubiese tenido por enemigo al pueblo, no le bastara» (p. 38).
Entre los capítulos XII y XIII cambia de tópico y empieza a hablar de las distintas
clases de milicias en un principado. Dice «los cimientos indispensables a todos los
Estados, nuevos, antiguos o mixtos, son las buenas leyes y las buenas tropas» (p. 44).
Otra vez mediante ejemplos, dice cuáles son las mejores y peores tropas para tener.
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Mediterráneo. Cuenta estos hechos Polibio en la Historia universal bajo la república
Romana.
En segundo lugar, habla de las tropas auxiliares, aquellas usadas para socorrer o
defender, igual de inútiles y “muchísimo más peligrosas que las mercenarias”, porque «si
pierden, queda derrotado, y si gana, se convierte en su prisionero» (p. 49). Como ejemplo
pone también un ejemplo bíblico, el de David cuando se enfrentó a Goliat. Saúl, primer
rey de Israel, de quien estaba al mandato David, le ofreció una armadura y espada para
combatir a Goliat cuando David le dijo que él lo derrotaría. Viendo David que estas cosas
serían más bien un obstáculo, prefirió ir con sus propias armas. La Biblia, Samuel 17: 39-
40: Y ciñó David su espada sobre sus vestidos e intentó andar, porque nunca se los había
probado. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo he usado. Y
David se quitó aquellas cosas, y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras
lisas del arroyo.
Maquiavelo a partir del capítulo XV habla de la opinión hacia los príncipes y qué
comportamientos deberían adoptar. Aquí se explica otra de las ideas más conocidas de
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Maquiavelo. Él mismo sabe que su opinión puede ser polémica, y lo dice: «y porque sé
que muchos han escrito sobre el tema, me pregunto, al escribir ahora yo, si no seré tachado
de presuntuoso, sobre todo al comprobar que en esta materia me aparto de sus opiniones»
(p. 56).
Para esto, Nicolás pone dos ejemplos clásicos: el de Aníbal (247 a.C.-182 a.C.),
quien tuvo un grandísimo ejército formado por guerreros de diversas tierras, pero nunca
surgió pelea alguna, y esto gracias, entre otras cosas, a su “crueldad inhumana”. «Durante
la guerra y hasta poco después, los romanos lo describieron como de naturaleza poco
fiable, pérfido, avaricioso y cruel, un hombre de una violencia innata que vivía por una
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sola razón: destruir»4. En contraste presenta a Escipión (236 a.C-183 a.C.), a quien sus
ejércitos en Hispania se alzaron contra él, dice que por su excesiva clemencia.
Estas dos opiniones sobre estas dos figuras romanas vienen directamente de los
pensamientos de Tito Livio y Polibio, contemporáneos de Aníbal y Escipión. Polibio
expresa una gran admiración por Escipión, calificándolo de general “ideal; era astuto,
clemente, generoso, justo, racional, hábil”5. Sobre Aníbal también reconoce su grandeza,
pero sin dejar de acusarlo de “cruel y avaro”.
Tito Livio, un poco más tardío que Polibio y, basándose en las obras de éste para
hablar de ellos, habla más detalladamente de Aníbal con mucha más dureza,
caracterizándolo de tener una “crueldad inhumana” (seguramente, pues, de donde
Maquiavelo saca esa idea), desleal y bélico: «en él no había nada de verdadero, nada
sagrado, no había temor de Dios, ni derecho jurado, ni religiosidad» (Livio T. XXI.4.9.).
Para concluir, del capítulo XXIV hasta el XXVI, Maquiavelo habla de la situación
de Italia en ese momento. Compara los fracasos de los políticos de su época (rey de
Nápoles, el duque de Milán, Luis XI, los Estados Pontificios, Venecia…) con el de Filipo
V de Macedonia, «el querido de la Hélade», quien, pese a tener un ejército reducido en
comparación, por estar formado y por ser querido por el pueblo ‒de ahí su sobrenombre‒
y respetado por los nobles, consiguió resistir muchos años antes de perder. Con esto da a
entender que sus pérdidas se deben a no haberse adaptado a las reglas de los antiguos
hombres, y no por infortunio.
Junto a ello, Maquiavelo muestra un sentimiento patriótico, pues, aunque
considera la nación italiana “destrozada e invalida”, dice «vedla pronta y dispuesta a
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PREVAS, J. (2017). Hannibal's Oath: The Life and Wars of Rome's Greatest Enemy.
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González Bolado, J. (2015-2016) Aníbal y Escipión: Vidas en paralelo. Y este basándose en X. 2-3 en
Historias de Polibio.
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seguir una bandera mientras haya quien la empuña» (p.92), dirigiéndose a Lorenzo, de
quien espera que siga los consejos para levantar Italia («solo falta que vuestra casa se
inspire en los hombres que he propuesto», [p. 92]).
Termina la obra, en ese último capítulo, haciendo un llamamiento a la necesidad
de hacer renacer a Italia. Cita uno de los versos del poema Italia mia de Petrarca: «Virtù
contro a furore prenderà l’arme, e fia el combatter corto; Ché l’antico valore Nell’italici
cor non è ancor morto», (versos 93-96), (la virtud tomará las armas contra el atropello;
el combate será breve, pues el antiguo valor en los corazones italianos aún no ha muerto).
El tópico patriótico forma de cierta manera también parte de la corriente
humanista. Probablemente Maquiavelo se ve influido por Petrarca en ello. Petrarca fue
un poeta del siglo XIV, considerado uno de los principales precursores del humanismo
al haber intentado armonizar las ideas grecolatinas con las del cristianismo. Además de
empezar a escribir en lengua vernácula (aunque la mayoría de sus poemas están en latín).
Petrarca también predicó la unión de Italia para así poder recuperar la grandeza de un
reino marcado por una historia como es la del imperio Romano.
VI. Conclusión
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Bibliografía
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JESURUM. R. (s.f.). “Italia mia, benché’l parlar sia indarno”: analisi. Weschool.
https://library.weschool.com/lezione/rerum-vulgarium-fragmenta-francesco-petrarca-e-
la-politica-4872.html
GJ18777256/
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