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EL ROL DE LA MUJER EN MORIR EN MI LEY DE LENIN HEREDIA

Mónica Lisbeth Sandoval Ramírez

Al leer un libro evocamos el mundo que se nos presenta entre

líneas, ya sean los personajes o los escenarios. La lectura nos

permite ser espectadores de diversos hechos o situaciones que

tal vez, identificamos como nuestras, que guardaremos en

nuestra mente durante mucho tiempo.

Respecto a esto, Lozano (2017) menciona que la literatura asume un rol muy importante

en la difusión estereotipos, los reproduce y los perpetúa, ya que sirve como espejo o

modelo a través del cual el lector se ve a sí mismo. Conocemos la realidad y la historia a

través de los personajes. Así pues, las mujeres, en la larga y compleja historia en la

literatura a menudo son retratadas como esposas sumisas o como mujeres fuertes e

independientes. Tal como lo destaca Lozano (2017) existen dos figuras femeninas muy

marcadas, el de la mujer dócil y buena que corresponde al papel de la mujer como musa,

madre o amada, que en Morir en mi ley (Heredia, 2021) el personaje que cumple a

cabalidad este rol es Matilde, la anciana que está presente en todo momento en la vida

de Lidia asumiendo el papel de madre. También se presenta la figura de la mujer

rebelde y poderosa, en este caso, el papel lo asume el personaje principal Lidia, una

mujer que se rebela ante el círculo de violencia que la afecta frecuentemente.

Si bien, en nuestra sociedad los estereotipos femeninos aún están presentes,

existen autores que a través de su trabajo se esfuerzan por crear un panorama literario

más equitativo donde las mujeres puedan ser vistas como protagonistas en lugar de ser

simplemente el telón de fondo de una historia.

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En la obra Morir en mi ley, el autor Lenin Heredia explora el papel de la mujer

en una sociedad dominada por el machismo, la violencia y las injusticias de un ambiente

hostil. La novela se centra en las experiencias de Lidia y su lucha por liberarse de los

estereotipos opresivos unido a ello las expectativas que se le imponen, sin olvidar el rol

de otras mujeres dentro de la novela, como Rebeca, su hija y el de Matilde, quien apoya

incondicionalmente a Lidia a modo de figura materna.

Heredia, a través de Lidia, refleja a aquella mujer de la lucha diaria, aborda el

rol de una joven que decide, pese al ambiente de injusticias y violencia que la rodea,

liberarse de la dominación masculina. Este personaje femenino refleja fielmente

diferentes formas de violencia que viven las mujeres a diario.

Según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (2016) menciona

las diferentes formas de violencia: física, psicológica en la relación de pareja,

feminicidio, violencia sexual, violencia de derechos reproductivos, violencia en

situaciones de conflicto armado, violencia en el trabajo, violencia económica o

patrimonial, acoso sexual callejero, y trata de personas, de los cuales Lidia experimenta

la violencia física: “Sintió el bofetón tan fuerte, ni siquiera llegó a verlo, apenas cerró

los ojos y luego un ardor encendía su rostro”. (p.60). Además de la violencia

psicológica en su relación de pareja con Paco: “Tú y esa vieja son tal para cual,

enclenques, debiluchas” … (p.48).

Así también la violencia económica que ejercía frecuentemente: - “¿Dónde

está mi plata? - ¿Qué plata? -Mi plata, pues, la que me robaste del sobre” … (p.33).

Además, de haber sido violentada sexualmente durante su infancia lo cual

hace que su salud mental, emocional se vea deteriorada. Este funesto momento de su

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vida, aparece recurrentemente para atormentarla: “Nadie, sabe en el fondo, es

demasiado vergonzoso. Ojalá algún día pueda hablar sin que la piel se me ponga así, sin

sentir esta opresión” (p.183).

Todo ello conlleva a que sea difícil confiar en alguien para que pueda ser

escuchada y comprendida: “No es sencillo hablar, Nunca lo fue. Nunca. Nunca. Nunca.

Ojalá algún día lo sea (…) Nadie quiere escuchar. Nunca. A nadie le importa tu historia,

mujer. Muy cruda. Muy repetitiva, muy explícita. No me sorprende. Por años tuve que

arreglármelas sola. No es nuevo. Es lo de menos. Nadie estuvo allí cuando era

necesario. Nadie despertó en mí siquiera tantito de confianza o simpatía para animarme

a contar” (p.133).

Con el personaje de Carlos dueño de la tienda donde ella trabaja y quién

representa la figura de máximo poder, experimenta el acoso: “Lidia tropezó con un

escalón. Fue un instante bochornoso, solo un parpadeo, mientras reaccionaba sintió un

brazo rodear su cintura, una mano gruesa asentada demasiados segundas en la piel de su

espalda, la apretaba, bajaba por ella, hasta el borde mismo de sus nalgas” … (p.121).

Cabe destacar que también es víctima de violencia institucional por parte de

miembros de la policía, cuando cansada de los frecuentes abusos de Paco, acude a

denunciarlo. Estos hacen caso omiso a las palabras de Lidia, recibiendo respuestas

como: “Mire señora, no es aconsejable una denuncia en esta instancia. Estas situaciones

se presentan siempre en las familias. Solo hay que saber manejarlo” … (p.107).

Agregado a esto, el acoso que sufre al salir de la comisaría: “A la salida,

mientras se amarraba el cabello, oyó unas risas. El policía de la entrada, el más viejo, la

miraba de pies a cabeza. Lidia apuró el paso, pese a ello escuchó sus comentarios, al

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menos uno, acaso así lo quería el tipo. - “Con ese culo, hasta yo le daría duro”-. El otro

más joven, volvió con risas” … (p.107).

En función a ello, el autor Peter Waldman (citado en Kohut, 2022, pág. 195)

explica acerca de la violencia institucional definida como “el poder de mandar sobre

otras personas, apoyado en sanciones físicas, que se concede a personas que

ocupan ciertas posiciones”(Kohut, 2002, pág.195). Entonces claramente se evidencia

este tipo de violencia ejercida por los miembros de la policía quienes someten a la joven

mediante el poder de autoridad que ellos asumen y, a la vez se evidencia la violencia

por parte del Estado por ser una institución que lo representa.

Entonces, la figura de Lidia no es aquella mujer que ante los continuos

abusos que vive en su día a día, se resigna y se queda callada o adopta una actitud

sumisa, ella decide no seguir siendo partícipe de la atmósfera violenta que persigue a

Paco, no decide ser su “salvadora” y busca alejarse de él por el bienestar de ella misma

y el de su hija.También renuncia a su trabajo, busca otro y no acepta los “favores” de

don Carlos. Ante el acoso de los policías, decide actuar y no permite que le falten el

respeto: “Aunque le sucedía todo el tiempo, esta vez no lo soportó. Regresó unos pasos,

se acercó directo al viejo y le volteó la cara de un sopapo” (p.107).

Destacan también la figura femenina de Matilde, aquella anciana que pese a

sus dificultades físicas propias de su edad, ayuda incondicionalmente tanto a madre e

hija, tal como lo menciona en su Nota de lectura el autor Solís (2022):

“Este personaje también articula el tema de la violencia contra la

mujer y el de la solidaridad femenina en una sociedad donde campea

el machismo (este último motivo uno de los más logrados). Asimismo,

la relación que Lidia mantiene con Matilde y Rebeca, con las

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tensiones cotidianas comunes que no contradicen el afecto y la

responsabilidad entre ellas”. (párr 4).

Es por ello, que en estos personajes femeninos, Matilde y Rebeca,

encuentra el refugio que ella necesita. Matilde en el desarrollo de la novela juega un rol

vital, es aquella madre que Lidia no tiene físicamente presente, además es la amiga

cercana a quien se puede recurrir en momentos difíciles, tal como lo sostiene Solís,

representa la solidaridad femenina. Aquella solidaridad que se manifiesta en todo

momento pero aún más cuando decide abandonar el departamento que la anciana les

alquila: “Solo espero que te vaya bien, a las dos- dijo doña Matilde -. Tú ya conoces mi

número, no salgo mucho de estas cuatro paredes, pero algo podré hacer” (p.71).

Además en el epílogo de la novela se explica que al morir dejó, a manera

de herencia la casa en la que ella vivía y en la que pasó gran parte de su vida madre e

hija: “No dijo nada más. No dio detalles. Creyó que ni siquiera Betty iba a creerle que

acababa de heredar una casa. En Piura. De hecho, ni siquiera ella había heredado, sino

Rebeca. Todos los papeles estaban a su nombre. Los miró uno por uno” (p.237).

Concluyo que Morir en mi ley es una novela que explora la experiencia

femenina en una sociedad machista, donde la violencia física, psicológica y sexual son

utilizadas como herramientas de sometimiento. A través de sus personajes Heredia

examina el impacto de tal violencia en las mujeres y su capacidad para encontrar la

libertad en circunstancias opresivas. También arroja luz sobre las luchas que enfrentan

las mujeres en una sociedad patriarcal y cómo se esfuerzan por sobrevivir a pesar de las

adversidades. Es una importante contribución a nuestra comprensión de la dinámica de

género en nuestra región y país.

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Considero que esta novela debería incluirse en el Plan Lector de educación

básica regular, con el objetivo que los jóvenes comprendan el contexto local de

violencia y reflexionar sobre cómo el machismo afecta a nuestra sociedad. Esta

comprensión es esencial para crear un entorno seguro y equitativo para las mujeres.

Deben ser conscientes de las dinámicas de poder y de cómo pueden contribuir a crear

una sociedad más justa. Solo con este conocimiento podemos trabajar para eliminar la

violencia contra las mujeres en nuestras sociedades.

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Referencias Bibliográficas

Heredia, L. (2021). Morir en mi ley. Sullana: Sietevientos.

Lozano. (2017) El papel de las mujeres en la literatura. Madrid: Santillana.

Notas de lectura: Morir en mi ley (2021) de Lenin Heredia – Bitácora de El Hablador.

(2022, 7 febrero).  https://elhablador.com/blog/2022/02/07/notas-de-lectura-

morir-en-mi-ley-2021-de-lenin-heredia

Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. (2016). Violencia basada en el

género.mimp.gob.pe. https://www.mimp.gob.pe/files/direcciones/dgcvg/

mimp-marco-conceptual-violencia-basada-en-genero.pdf

Kohut, K. (2002). Política, violencia y literatura. Anuario De Estudios

Americanos, 59(1), 193–222. https://doi.org/10.3989/aeamer.2002.v59.i1.202

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