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El caballero Carmelo de Abraham Valdelomar

La historia del caballero Carmelo empieza cuando el hijo mayor, Roberto,


regresa a su natal Pisco con muchos regalos para todos los miembros de su
familia, pero un agasajo muy peculiar para el padre de Santiago logró
llamar la atención de todos: un hermoso gallo de pelea a quien el autor
describe como: esbelto, magro musculoso, austero, justiciero y prudente.
Pronto todos los miembros del hogar se encariñan con el ave, sin saber que
en un futuro cercano se batirá a duelo con otro famoso gallo de pelea, el
Ajiseco, lo cual traerá un desenlace victorioso pero triste, ya que la
gravedad de las heridas del Carmelo lo dejan padeciendo dos días al borde
de la muerte. Hasta que finalmente una tarde el valeroso paladín agitó las
alas y entonó su canto por última vez.
Se destaca la minuciosa descripción que realiza Abraham Valdelomar. Para
empezar, narra la calurosa bienvenida de Roberto por parte su familia: “Le
reconocimos. Era el hermano mayor, que años corridos, volvía. Salimos
atropelladamente gritando:
¡Roberto, Roberto! Entró el viajero al empedrado patio donde el ñorbo y
la campanilla se enredaban en las columnas como venas en un brazo y
descendió en los de todos nosotros. ¡Cómo se regocijaba mi madre! Lo
tocaba, acariciaba su tostada piel, lo encontraba viejo, triste, delgado”.
Así como la descripción del escenario donde acontecen los hechos:
“amanecía, en Pisco, alegremente. A la agonía de las sombras nocturnas,
en el frescor del alba, en el radiante despertar del día… Sesentía el ruido
del mar, el frescor de la mañana, la alegría sana de la vida”.
Además de las festividades religiosas: “Quien sale de Pisco, de la plazuela
sin nombre, salitrosa y tranquila, vecina a la Estación y torna por la calle
de Castillo que hacia el sur se alarga, encuentra al terminar, una plazuela
pequeña, donde quemaban a judas el Domingo de Pascua de Resurrección,
desolado lugar en cuya arena verdeguean a trechos las malvas silvestres”.
Del pueblo de San Andrés, lugar donde el Carmelo y Ajiseco luchan hasta
la victoria, descripción que destaca el sentimiento de patriotismo:
“Llegamos a San Andrés. El pueblo estaba de fiesta. Banderas peruanas
agitaban sobre las casas por el día de la Patria, que allí sabían celebrar
con una gran jugada de gallos a la que solían ir todos los hacendados y
ricos hombres del valle. En ventorrillos, a cuya entrada había arcos de
sauces envueltos en colgaduras, y de los cuales prendían alegres
quitasueños de cristal, vendían chicha de bonito, butifarras, pescado
fresco asado en brasas y anegado en cebollones y vinagre. El pueblo los
invadía, parlanchín y endomingado con sus mejores trajes. Los hombres
de mar lucían camisetas nuevas de horizontales franjas rojas y blancas,
sombrero de junco, alpargatas y pañuelos añudados al cuello”
Así, en todo el cuento el autor continúa narrando y describiendo con una
destacada sensibilidad, con un lenguaje sencillo acerca de la vida modesta
en provincia.
El ahondar en maravillosas descripciones hace que el lector al perderse
entre líneas de este fabuloso cuento evoque todos los escenarios como si
fuera partícipe directo, como si estuviera visitando el puerto marino de
Pisco o San Andrés por fiestas patrias.
El autor nos transmite una mezcla de ternura, sencillez y nostalgia que
entrelaza perfectamente en el escenario del pueblo de Pisco.
La historia del valiente Carmelo ha llegado a nosotros y a los lectores
escolares porque es un cuento que trasciende, que está presente en nuestro
canon de la Literatura Peruana, un relato acogedor, del que podemos
destacar el honor y valentía, además de llevarnos a reflexionar y
preguntarnos: ¿cuántas increíbles historias que acontecen en otros
pequeños lugares o pueblos del Perú que no conocemos, nos estamos
perdiendo?
Gracias a escritores como Valdelomar hoy conocemos la historia de un
gallo de pelea muy querido y valorado como un miembro de una familia,
que en sus últimos días de vida, a pesar de su vejez, luchó arduamente para
conseguir una última victoria.

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