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NOTA PERSONAL DEL PSICÓLOGO ROBERT SOLLOD (Psicólogo estadounidense, escritor del libro

“Personalidad, debajo de la máscara”)

Recuerdo que la primera vez que tomé un curso de psicología de la personalidad, mientras hacía
un posgrado en ciencias, pensaba que sería un curso acerca del aspecto superficial, aparente, de la
gente. Una de mis ideas erróneas, corregida con celeridad, era que el curso trataría sobre la
popularidad, carisma o atractivo personal. Yo creía que algunas personas tenían “mucha
personalidad” y que otras no. Me preguntaba si sería posible enseñar todo un curso sobre este
tema. La primera vez que entré a la clase, descubrí que el profesor hablaba acerca de la parte
supericial de una persona, las conductas observables. Resultó que sólo algunas de esas conductas
tenían que ver con la popularidad. Pronto descubrí que el curso de personalidad también buscaba
debajo de la superficie sondear las profundidades de la naturaleza humana. En ocasiones iba muy
por debajo de la superficie, debajo de la máscara. Y la aventura que empecé, entonces, de
aprender a mirar debajo de la supericie, para entender o “ver bajo” la superficie, ha continuado
durante toda mi vida y en mi trabajo. Esta aventura enriqueció mi vida y la de muchos otros
estudiosos de la personalidad.

Cuando ingresé al curso de personalidad siendo un estudiante de ciencias, me intrigaba la idea de


que la personalidad humana fuera una unidad fundamental y un nivel de organización. El aprender
sobre átomos y moléculas no parecía una vía directa para llegar al conocimiento de la
personalidad. Además, me parecía que el estudio de ésta se encontraba en un nivel decisivo por
estar entre la dimensión microscópica por un lado y las enormes dimensiones de la cultura, la
sociedad y la historia por el otro. Además, las personas son seres sensibles y conscientes. No creía
posible atribuir esas cualidades a las moléculas, a las naciones o a las galaxias. Más o menos en
esta época descubrí la filosofía del personalismo, la cual reconocía el valor y dignidad inherentes
de la persona. Cuestionaba cualquier tipo de subordinación del individuo a las estructuras políticas
o económicas e incluso a las tendencias culturales. Algunas enseñanzas espirituales indicaban que
salvar la vida de una persona equivalía a salvar a todo un mundo de la destrucción. En todo caso,
la personalidad parecía un tema que valía la pena estudiar, incluso para mis ideas tan empapadas
de una subcultura científica.

Además, había una sensación de misterio e impenetrabilidad alrededor de la personalidad.


¿Cuántas personas tienen una plena comprensión de sí mismas? ¿Cuántos de nosotros podemos
hacer una descripción precisa de nuestra personalidad? Cuando mucho, la mayoría de nosotros
estamos informados respecto a unas cuantas personas y a nosotros mismos. Las personas recién
conocidas nos parecen misteriosas e impredecibles hasta que construimos una teoría más o
menos adecuada para explicar y predecir su conducta. Yo esperaba que el curso de teorías de la
personalidad me brindara herramientas para comprender mejor a la gente que me rodeaba y a mí
mismo.

Cuando estudies las teorías de la personalidad será interesante que adviertas si se maneja (y
cómo) la dicotomía persona-máscara. A un teórico tal vez le interesen las variables periféricas que
es fácil observar (la máscara) o bien las variables centrales que tocan el núcleo (la persona
interna). Algunos psicólogos no ven razón para buscar “una persona interna” cuando la conducta
manifiesta es adecuada para el estudio científico o para la predicción y control de conductas
específicas. Ellos creen que las teorías de la personalidad sólo deben prestar atención a la
conducta observable sin hacer inferencias o suposiciones acerca de un núcleo interno de
experiencia; y unos cuantos no distinguen entre lo externo y lo interno. Los teóricos que tratan de
integrar las perspectivas internas y externas esperaban que la psicología de la personalidad
pudiera reconstruir a la persona entera y consolidar los elementos de la persona y la máscara en
un marco unificado. Sigmund Freud destacó la distinción entre la supericie y lo que estaba debajo
de ella e incluyó ambos aspectos en su modelo de la psique. Carl Gustav Jung consideraba que la
persona era la imagen que se presenta a los demás, el papel social, en comparación con la suma
total de la vida psíquica, consciente e inconsciente, de la persona. La consideraba como una parte
de un todo más incluyente a la que denominó la psique.

¿UNA VERDAD O MUCHAS PERSPECTIVAS?

Cuando empieces a explorar las diferentes teorías de la personalidad, descubrirás muchas formas
de contemplar y dar sentido a la personalidad. Las teorías difieren en sus suposiciones, los datos o
evidencias que consideran y sus conclusiones. Algunas parecen diametralmente opuestas. Es útil
darse cuenta de que, si todos los psicólogos estuvieran de acuerdo en una única manera de ver la
personalidad, no habría necesidad de un texto sobre las teorías de la personalidad;
continuaríamos con la única teoría aceptada por todos. Algunos especialistas, sobre todo en los
escenarios académicos, muestran la tendencia a abogar por una sola teoría. Quizá has tenido un
profesor que muestra dicha adhesión. Abogar por una sola teoría es útil para enfocarse y
establecer conexiones, pero el tema de la personalidad es tan complejo que resulta difícil imaginar
que una sola teoría podría ser suficiente para explicar todo lo que necesitamos saber sobre la
conducta humana. Una frase latina es pertinente: Cave hominem unius libri, cuya traducción literal
significa “Cuídate del hombre de un libro”. Significa que la gente con un solo enfoque o
perspectiva no tiene una visión equilibrada. Esto es cierto en el caso de la psicología. El psicólogo
bien educado tiene una formación amplia y está familiarizado con muchas teorías y puntos de
vista aunque prefiera y esté comprometido con un enfoque específico.

Cada teoría tiene fortalezas y debilidades, y deberíamos ser lo bastante honestos para estar al
tanto de las limitaciones del enfoque que preferimos. Otro concepto que puede ser útil para los
estudiosos de la personalidad es la limitación del reduccionismo o lo que podría denominarse “no
es otra cosa sino. . .”. Un biólogo que considera a la célula como el cimiento de la vida puede
concluir que la vida no es otra cosa sino la conducta de las células. Un freudiano no advertiría otra
cosa sino la psicodinámica. Un conductista que haya estudiado las pautas de reforzamiento y
extinción llegaría a la conclusión de que la conducta no es otra cosa sino esas pautas. Un teórico
cognitivo diría que la personalidad no es otra cosa sino el resultado de las estructuras cognitivas.
Algunos teóricos de la personalidad se mostraron apasionados en su intento por demostrar o
argumentar que sus teorías eran verdaderas y que las otras eran falsas. Algunos de ellos les
inspiraba la noción de que las ideas de sus predecesores (sobre todo en el caso de Freud) eran en
cierto modo limitadas o incorrectas. Por ejemplo, se sabe que Allport repetía la cita de
procedencia desconocida de que: “Freud descendió a lo más profundo, permaneció ahí por más
tiempo y emergió más sucio que cualquier otro”. (Tengo la sospecha de que era uno de los dichos
favoritos de Allport.) Por su parte, cuando Freud expulsó a Alfred Adler del puesto de editor de la
revista psicoanalítica escribió: “Por fin me deshice de Adler. . . El daño no es grande” (Freud, en
Freud y Jung, 1974, p. 376). Esas contiendas no son profesionales y a menudo parecen tontas,
pero debemos reconocer que son una consecuencia del compromiso de los teóricos con su visión
particular de la realidad. Sigmund Freud quería que las personas reconocieran y entendieran que
sus verdaderos motivos no eran tan nobles e idealistas como pensaban, que reconocieran que a
menudo eran hipócritas en lo concerniente a la sexualidad y la agresión. Deseaba que el género
humano fuera elevado por un pequeño grupo de individuos psicoanalizados con un alto grado de
autoconocimiento, insight y racionalidad. A Gordon Allport le preocupaba la pérdida de
individualidad que acompañaba al ascenso de la ciencia psicológica. Carl Jung tenía un
compromiso profundo con la comprensión de la dimensión espiritual de la existencia humana,
mientras que Carl Rogers esperaba que la libertad personal fuese una meta fundamental de los
psicólogos y la gente en general. Las descripciones y teorías de la personalidad de esos individuos
no son meras descripciones neutrales. Sus visiones de lo que es la vida y de cómo debería ser son
tan distintivas y diferentes como las visiones de artistas como Vincent Van Gogh, Frida Kahlo o
Salvador Dalí.

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