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Hacia un
Modelo
Integral de la
Personalidad
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Fig. 2. Representación simbólica de las corrientes que ven al ser
humano como el producto de sus interacciones con su medio,
estudia lo consciente y lo objetivo, la conducta.
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Fig. 5 Representación simbólica de la integración de los
principales enfoques de la teoría de la personalidad. Se re-
presenta al ser humano como una integración de su conduc-
ta, sus impulsos o pulsiones, sus emociones y afectos y sus fa-
cultades cognoscitivas; más aun, se toman en cuenta sus as-
pectos conscientes e inconscientes y se presenta como una en-
tidad individual pero que al mismo tiempo forma parte de
DRA Introducción 15
PARTE I: EL SER
¿Quién es el ser humano? ¿Qué es el hombre? ¿Cómo
puede definirse? Estas preguntas se las ha hecho el mis-
mo hombre desde tiempos inmemorables; probable-
mente desde que tomó conciencia de su propia existen-
cia y pudo decir “yo”; desde que el animal bruto se con-
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virtió en homo sapiens; desde que comió el fruto del “ár-
bol de bien y el mal” y adquirió la “sabiduría”.
A pesar de la antigüedad de estas preguntas, el
hombre, como dice Alexis Carrel, sigue siendo para sí
mismo la mayor de las incógnitas, y cada individuo debe
enfrentarse en su vida con el antiguo dictamen griego:
“¡Conócete a ti mismo!”
El hombre no puede definirse, pues cualquier in-
tento de definición impone necesariamente una limita-
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moriré, pero que tendré que pasar por esa puerta, eso no está
en tela de juicio. Moriré y el mundo seguirá girando como
hasta ahora, los niños jugando y los enamorados tomándose
de las manos.
Soy insignificante, pero paradójicamente soy
único e irrepetible; soy el ser más importante que ha existido
y existirá en la historia del universo entero para mí. Soy
grandioso y lleno de riquezas nuevas e inigualables. Y preci-
samente por ser único e irrepetible, por ser individual, estoy
sólo en la inmensidad del espacio de la vida. Mi mundo es
mi mundo y jamás alguien lo ha visto ni lo verá como yo, ni
podrá entenderlo como yo lo hago, ni sentirlo como yo lo
siento. Estoy separado del resto de la creación por mi indivi-
dualidad, pero paradójicamente soy parte integral de ella.
Soy parte del universo y mi presencia hace una
diferencia, por mínima que ésta sea. Mi vida es mi vida y
precisamente por eso soy responsable del sentido que dé a mi
existencia. Los caminos que tome serán mis caminos y sólo
yo podré responder por haberlos elegido, pero, paradójica-
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mente, soy tan limitado que mi existencia está influida por
un sinnúmero de factores incontrolables, impredecibles e in-
comprensibles. Y es precisamente por ello que tengo que ele-
gir y soy libre.
Mi vida no es más que mía, y soy responsable por
ella justamente porque puedo elegir el curso que dé mi exis-
tencia sobre este mar de corrientes inciertas: soy libre para
dar un significado a mi existencia o destruir mi vida sobre
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irreales del sí mismo, por otra parte, los que se han aso-
ciado con emociones desagradables (la autoimagen des-
preciada), en los que se basa la desconfianza básica, pue-
den entrar a formar parte de la región repudiada de sí
mismo.
Hasta este momento hemos hablado de imágenes re-
conocibles, idealizadas y repudiadas; mencionado nece-
sidades y tendencias, y hecho referencias a emociones y
sentimientos, pero… ¿Quién es el que tienen conciencia
de esas imágenes?… ¿Quién experimenta esas emocio-
nes? ¿Quién siente esas necesidades y tendencias a ac-
tuar en cierta forma? La respuesta, naturalmente, es “el
Yo”, “el Ser”.
El Yo (o Ser) es el foco, el núcleo de la conciencia, la
emoción y la voluntad, es el sujeto por excelencia y, por
tanto, no puede ser concebido como objeto. Como lo
han reconocido Allport (1961), Moustakas (1956), Bu-
gental (1965, 1979) Frankl (1978) y otros, el Yo es el
que conoce, siente y actúa.
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Lo que es claro es que Yo soy el centro de mi propia
vida. “Yo” es la palabra que usamos para referirnos a lo
que es para cada uno de nosotros una experiencia única,
única en que ese “Yo” no apunta a un objeto para ser vis-
to, sino al mismo proceso de ver los objetos. Así como el
ojo en mi cabeza no puede verse a sí mismo, así el “Yo”
de mi ser no puede verse a sí mismo, no puede hacerse a
DRA Desarrollo “Normal” de la Personalidad… 83