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LOS ESTILOS DE COMUNICACIÓN.

Todos los seres humanos presentamos distintas formas de comportarnos, sea cual sea la situación
en la que nos encontremos. Ya elijamos un estilo de comunicación u otro, el mismo va a influir en
la efectividad de la comunicación. Son cuatro estilos de comunicación los que existen.

A continuación, se desarrolla uno de ellos:

Estilo pasivo – agresivo: Los comunicadores pasivo-agresivos no son directos, más bien buscan
maneras indirectas de decir lo que les molesta. Son agradables con algunos y desagradables con
otros. Esto sucede porque cuando surge un conflicto entre un comunicador agresivo-pasivo y
alguien más, el comunicador pasivo-agresivo evita resolver el problema directamente. En vez de
esto, acudirá con alguien más que no tiene nada que ver con el conflicto.

Signos del estilo de comunicación pasivo-agresivo

 Tienen un trato frío: parecen amigables y amistosos con todos excepto con las
personas con las que tienen un conflicto.
 Hablan con un tono de desagrado, aunque sus palabras parecen amables.
 Te lanzan miradas de desagrado, pero no hablan directamente de su descontento.
 Hablan con un miembro del equipo sobre su conflicto con otro miembro del
equipo, pero no hablan directamente con la persona del problema sobre su
molestia.
 Su comportamiento difiere de lo que dice o de lo que su lenguaje corporal, tono
de voz o expresiones faciales expresan. Los comunicadores pasivo-agresivos
pueden decir una cosa pero hacer otra.
 El comportamiento pasivo-agresivo no aspira a la resolución de los conflictos, sino
que tiene como objetivos la expresión ambigua de las emociones y la producción
de algún agravio silencioso.

Características del estilo pasivo – agresivo:

1. Resistencia pasiva y ambigüedad

Es común que la actitud pasivo-agresiva curse con lo que se conoce como resistencia pasiva. En
este supuesto la persona mostraría un total acuerdo con aquello que le sugieren, e incluso podría
aceptar de buena gana tales peticiones de ayuda, pero después actuaría como si realmente se
opusiera a ellas. Puede obviar la correspondiente responsabilidad o proceder de un modo
deliberadamente torpe, por lo que el resultado definitivo devendría insuficiente o
contraproducente. De tal manera, mostraría su desacuerdo con la solicitud original que se le hizo,
pero sin comunicarlo abiertamente.

Esta ambigüedad tiene un carácter intencional y busca arrastrar al otro a un terreno en el que
reine la imprevisibilidad o la ausencia absoluta de control, extendiéndose un velo opaco sobre las
verdaderas intenciones. Es por ello por lo que las quejas sobre tal situación quedan sujetas a la
réplica retorcida, pues el sujeto pasivo-agresivo recurre al desprendimiento de responsabilidad
con excusas tales como: "lo intenté con todas mis energías, pero no pudo ser".
2. Sentimiento de incomprensión y falta de aprecio

Las personas que muestran con frecuencia un comportamiento pasivo-agresivo suelen hacer
afirmaciones constantes sobre que se sienten incomprendidas por los demás, o utilizan todo tipo
de chantajes emocionales para obtener el beneficio que buscan. Entre ellos, es habitual que se
acuse a los demás de falta de cariño, o que se tracen comparaciones gravosas en las que otros
están implicados, como "tratas bien a todos excepto a mí" o "¿por qué ya no me quieres?". Con tal
actitud, tóxica e intencional, pretenden manipular el afecto del interlocutor.

Quienes son objeto de estas prácticas pueden acabar sintiéndose culpables por cosas de las que
no tienen la más mínima responsabilidad, lo que resiente su propia autoestima (hasta que
comprenden las verdaderas motivaciones del otro y relativizan su efecto).

3. Hosquedad

La hosquedad es una característica central de las personas pasivo-agresivas. Se erige como una
actitud áspera, descortés e insensible que se despliega al percibirse contrariadas durante sus
interacciones con los demás. Lo común es que se dispare ante una crítica, y su objetivo es generar
una atmósfera incómoda en la que se provoque un "giro de los acontecimientos" que les beneficie
o que invierta la carga de las "acusaciones". Esto es, busca que los demás reconozcan haberse
excedido al transmitirles su descontento.

4. Desdén hacia la autoridad

Los sujetos pasivo-agresivos tienen enormes dificultades para reconocer la autoridad en las demás
personas, debido a que les resulta muy difícil tolerar la imposición de normas distintas a las eligen
para sí mismos y para otros. Este rasgo se agrava durante la adolescencia, una etapa evolutiva en
la que concurre a menudo una respuesta de oposición (reactancia) ante las jerarquías y el poder,
aunque en este caso se mantiene con idéntica intensidad al llegar a la adultez. De tal manera, no
distinguen bien entre el respeto a las reglas mediante las que se rige la vida en común y la pleitesía
ante la opresión.

Es muy habitual que esta forma de sentir y de actuar reporte problemas de muy diverso tipo, que
oscilan desde la inadaptación al contexto de la vida laboral o académica hasta el riesgo de
sanciones por desobediencia a las figuras legítimas de autoridad.

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