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El Espinillo
Crecimiento demográfico. La población española casi se dobló a lo largo del siglo, pasando de
11, 5 millones de habitantes en 1800 a 18,6 millones en 1900.
El aumento en la población se debió a la mejora en la alimentación debido al aumento de las
tierras de cultivo, y la introducción de nuevos cultivos como la patata o el maíz que permitían
paliar las hambrunas producidas por las malas cosechas de trigo. También hubo avances en la
higiene, cuidándose la limpieza de las ciudades, e introduciendo el alcantarillado, pero
también las medidas en el cuidado de los enfermos o en los hospitales. Las mejoras en la
medicina fueron algo más tardías, con la aparición de las primeras vacunas. A pesar de estos
avances España seguía mantenido tasas de natalidad elevadas (36 por 1000) y de mortalidad
( 30,4 por 1000) superiores a la media europea, Se mantuvo, pues, el régimen demográfico
antiguo con tasas de natalidad y mortalidad elevadas. Hasta principios del s. XX no se
producirá la revolución demográfica, excepto en Cataluña.
La esperanza de vida seguía siendo baja (34 para los hombres y 40 para las mujeres). En
Francia, Gran Bretaña o Suecia superaban los 45. La elevada mortalidad está relacionada con la
pobreza. Una mala cosecha era suficiente para provocar una gran escasez de alimentos, lo cual
conducía al hambre, la desnutrición y aun aumento de las muertes. Sobre una población mal
alimentada recaían con frecuencia epidemias de cólera, tuberculosis y fiebre amarilla,
enfermedades relacionadas con la falta de higiene. Por lo tanto, siguen produciéndose crisis de
subsistencia y epidemias que explican la mayoría de España se mantenga en el anteriormente
mencionado régimen demográfico antiguo. Además, el país se vio asolado por guerras
(Independencia, carlistas), y crisis de subsistencia (hasta 12 se contabilizaron a lo largo del
s. XIX).
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ciudades lineales(consiste en una avenida proyectada para unir dos núcleos de población
situados en la periferia de una gran ciudad, de dicha avenida partes pequeñas calles
perpendiculares flanqueadas por viviendas unifamiliares dotadas de jardines), como el
realizado por Arturo Soria en las afueras de Madrid. Frente a este crecimiento ordenado, los
cascos históricos se degradaron, y en la periferia surgieron barrios obreros sin planificación y
sin servicios, en algunos casos con viviendas subvencionada por el Estado ( las llamadas casas
baratas).
Sin embargo, poco a poco las ciudades fueron mejorando sus infraestructuras básicas con la
pavimentación, se inicia el alumbrado público de gas y la construcción del alcantarillado. La
concentración de población dio lugar a edificios más altos en los que sus habitantes se
distribuían con una marcada jerarquía social. Poco a poco irán irrumpiendo en la vida cotidiana
los grandes inventos: el teléfono, el tranvía… El ferrocarril acortará distancias, lo que
conllevará una estandarización de las costumbres, vestidos, diversiones, espectáculos .
A pesar de este trasvase de población y la modernización de las ciudades, la España del siglo
XIX continuaba siendo esencialmente rural, la población campesina predominaba sobre la
urbana, y la sociedad seguía dominada por una tradicional mentalidad en las costumbres y las
creencias, que en muchos aspectos coincidían con los valores del Antiguo régimen
Aún con estos cambios la estructura demográfica por sectores económicos era arcaica y
desequilibrada, con un importante predominio del sector primario (68%), frente al secundario
(14%) y al terciario (18%).
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Además, el desarrollo industrial estuvo localizado en algunas zonas como son Cataluña con
su industria textil del algodón y la siderometalúrgica que comenzó en Andalucía, luego en
Asturias y finalmente triunfo en Bilbao.
La industria textil catalana. Cataluña había iniciado un incipiente desarrollo de las
manufacturas textiles a finales del siglo XVIII, incorporando las primeras hiladoras mecánicas. A
mediados del s. XIX, y a pesar del freno que supuso la Guerra de Independencia y la
emancipación de las colonias americanas, la industria textil catalana era el principal exponente
de la industrialización en España.
El desarrollo de la industria textil estaba limitado por la escasez de carbón (fuente de energía
para las máquinas de vapor) y la poca capacidad adquisitiva de los españoles,
mayoritariamente campesinos expuestos a continuas crisis agrarias. Esta situación llevó a la
burguesía catalana a exigir al gobierno medidas proteccionistas para evitar la competencia
extranjera.
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el modelo de red radial inadecuado en un país donde las zonas más industrializadas se
encontraban en la periferia.
Librecambismo y proteccionismo
El comercio exterior aumentó a lo largo del siglo. Hasta mitad de siglo las exportaciones más
relevantes fueron de aceite y vino, y las importaciones, de lino y algodón. A finales de siglo, a
los productos agrarios se unieron las exportaciones de minerales, y a las importaciones de
algodón, la del carbón para la siderurgia vasca. A pesar del crecimiento de las relaciones
comerciales la balanza de pagos, a finales del siglo, seguía siendo deficitarias.
El dominio que ejercía Gran Bretaña en la economía mundial condujo a las naciones
europeas a proteger sus nacientes industrias. Los sucesivos gobiernos de España se debatieron
entre políticas librecambistas, generalmente hasta 1870 (recordemos la regencia de Espartero
y su intento de política librecambista y las consecuencias que eso tuvo, así como en el Sexenio
con el ministro Figuerola)), y medidas proteccionistas por la presión de los industriales
catalanes y vascos, y los cerealistas castellanos.
En 1848 se adoptó el real como unidad monetaria básica, que se mantuvo hasta 1868 que se
creó una nueva moneda, la peseta, que puso fin a la diversidad de monedas existentes en
España en aquel momento y que obstaculizaba las transacciones comerciales.
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