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TOMA DE DECISIONES
Lo interesante de este modelo son las consecuencias que pueden resultar. Una
de éstas es que se pueden proponer soluciones a problemas que no existen.
Supongamos, por ejemplo, que surge una nueva tecnología que se vuelve muy
popular, y debido a esto se hace la elección de incorporarla al negocio, aunque
no hace falta, ya sea porque no es necesaria o no ayuda a aprovechar ninguna
oportunidad o no resuelve ningún problema, sino que solamente se trata de
integrar por «estar a la moda». Otra consecuencia sería escoger una solución
que al final de cuentas no resolverá el problema existente. Una ilustración de
este último sería que en una empresa trasportista se decida capacitar a los
choferes en manejo a la defensiva con el objetivo de reducir los siniestros
producidos a causa del exceso de velocidad, pero sin modificar las rutas
logísticas para que no estén tan ajustadas y el operador pueda recuperar el
tiempo perdido en caso de imprevistos.
Esta forma de decidir es ineficaz, puesto que sólo se resolverán algunos
problemas y se malgastarán recursos implementando soluciones inútiles.
Entonces, ¿qué se debe hacer para decidir acertadamente? La respuesta está
en la definición citada al principio de este artículo. Primero debemos definir con
exactitud la necesidad, la oportunidad o el problema que debemos tratar, lo que
quiere decir que debemos asegurarnos de que de verdad exista. El siguiente
paso es generar alternativas con base en información pertinente. Y, finalmente,
escoger la alternativa que mejor atienda la situación a la que nos enfrentamos.
Lo ideal es realizar estos tres pasos; sin embargo, no debemos caer en la
inflexibilidad. Tengamos en cuenta que no siempre contaremos con el tiempo y
la información completa para hacer una elección. Por lo tanto, se requiere
desarrollar la destreza para efectuar este proceso adaptándonos a las
exigencias de las circunstancias.