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SEMINARIO – DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Introducción:
Estamos inmersos en un gran desafío cultural, espiritual y educativo ya que la humanidad se
ve en la necesidad de lograr consciencia de un futuro compartido por todos, y a la vez, de
pertenencia mutua. Esto no se dará de un día para el otro, sino que implicará un largo proceso.

I. Apostar por otro estilo de vida:


El mercado nos atraviesa en todas nuestras dimensiones, ya que nos inserta en un
consumismo obsesivo haciendo que todas las personas terminen sumergidas en el torbellino
de los gastos innecesarios.
Nos hacen creer que la libertad depende directamente de la posibilidad de comprar. Pero…
¿Realmente las personas libres son ellas? La encíclica nos invita a pensar que los que poseen
la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero.
La situación actual del mundo nos refleja cómo las personas se están volviendo cada vez
más autorreferenciales y se aíslan en su propia consciencia, esto hace que su voracidad
aumente. La necesidad de comprar, consumir y poseer se vincula con la sensación de “tener
un corazón vacío”. “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos
para comprar, poseer y consumir” (Papa Francisco, 2015, p. 156)
Nuestro planeta no solo está afligido por el cambio climático, sino que también los seres
humanos estamos sumergidos en las diferentes crisis sociales, la obsesión por este estilo de
vida consumista desatará una crisis social posible de violencia y destrucción recíproca.
Este panorama nos hace posicionarnos desde un cierto escepticismo, como si creyéramos
que nuestras pequeñas acciones no van a ser significativas para revertir la situación actual. Sin
embargo, “Laudato sí” nos hace repensar que no todo está perdido, que los seres humanos
podemos sobreponernos, volver a optar por el bien y regenerarnos, más allá de los
condicionamientos mentales y sociales que nos impongan.
Pero desde nuestro lugar, ¿qué influencia tenemos frente a los grandes empresarios?
Cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, éstas se ven presionadas
a producir de otra manera. Por lo tanto, es necesario que comencemos a ejercer una sana
presión sobre los que tienen el poder político, económico y social. ¿Cómo podemos hacer?
Generando una consciencia universal, saliendo de nosotros hacia el otro, buscando un
nuevo comienzo, cuidando de los demás y del medio ambiente, rompiendo con la individualidad
para alcanzar la sostenibilidad, el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz. Este es el
camino que debemos tomar para poder generar un cambio significativo en la sociedad.

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II. Educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente:


Los nuevos hábitos son la puerta de entrada a tomar consciencia de la gravedad de la crisis
cultural y ecológica. Aquellos países que más perjudican al medio ambiente son los que
deberían tener la responsabilidad de producir los mayores cambios de hábitos de consumo. Sin
embargo, hay jóvenes que luchan admirablemente por la defensa del ambiente, aunque se ven
limitados por el contexto y el estilo de vida consumista que están acostumbrados a llevar. Esto
hace que la situación en relación con el desarrollo de nuevas prácticas más sustentables, se
vuelva un desafío educativo.
Es aquí donde entra en juego la importancia de la educación ambiental. Su objetivo fue
cambiando: pasó de estar centrada en la información científica y en la concientización de
riesgos ambientales, a adquirir un nuevo rumbo. En la actualidad se tiende a incluir una crítica
de los “mitos” de la modernidad, como, por ejemplo: el individualismo, la competencia, el
consumismo y el mercado sin reglas; además recupera los distintos niveles del equilibrio
ecológico, estos son:
 Interno, con uno mismo.
● Solidario, con los demás.
● Natural, con todos los seres vivos.
● Espiritual, con Dios.

Sin embargo, la educación no se debe centrar en informar, sino que el foco debería estar en
desarrollar nuevos hábitos; esto va de la mano con que la existencia de leyes y normas no es
suficiente. Por ello es importante que los miembros de la sociedad acepten la norma jurídica a
partir de motivaciones adecuadas y reaccionen desde una transformación personal.
La educación ambiental debe generar un nuevo estilo de vida promoviendo diversos
comportamientos que tengan una incidencia directa en el cuidado del ambiente, por ejemplo:
evitar el uso de material plástico y papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos,
cocinar sólo lo que razonablemente se va a comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos,
utilizar el transporte público, plantar árboles, apagar las luces innecesarias, etc.
¿Dónde se imparte esta educación? La familia no debería ser el único contexto en el cual se
cultivan los primeros hábitos y cuidados del medio ambiente, pero sí es el central. A ello se le
suman: la escuela, los medios de comunicación, la catequesis, la política, la iglesia,
asociaciones diversas, entre otras.
Este cambio es mucho más profundo de lo que creemos porque implica difundir un nuevo
paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza.
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III. Conversión ecológica:


“No se trata de hablar tanto de ideas, sino sobre todo de las motivaciones que surgen de la
espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo” (Papa Francisco, 2015, p.
164)
Esta cita nos refleja que no será posible comprometerse en cosas grandes sin una profunda
conversión interior.
Además, no todos apoyan la misma causa, puesto que, existen algunos cristianos y orantes
que suelen burlarse de las preocupaciones por el medio ambiente o actúan pasivamente. Es
indispensable una conversión ecológica que implica reconocer los propios errores, pecados,
vicios o negligencias, y arrepentirse de corazón, cambiar desde adentro, en suma,
encontrarnos con Cristo.
Pero esto no podemos lograrlo solos, “a problemas sociales se responde con redes
comunitarias” (Papa Francisco, 2015, p. 166). Además de una conversión ecológica debe ser
una conversión comunitaria para que haya un cambio duradero. Esta conversión supone
diversas actitudes, como: reconocer y amar el mundo como un regalo recibido del amor del
Padre, tener conciencia para no estar desconectados de las demás criaturas y desarrollar la
creatividad para resolver los dramas del mundo. Esto conlleva una grave responsabilidad que
brota de la fe.

IV. Gozo y paz:


La manera de afrontar la vida desde la iglesia nos invita a estar convencidos de que menos,
es más, de gozar y valorar cada realidad por más pequeña que sea, de agradecer lo que
tenemos, de no entristecernos por lo que no poseemos y de disfrutar de lo simple, entendiendo
que se puede necesitar poco y vivir mucho.
No es fácil desarrollar una sana humildad si nos volvemos autónomos, si excluimos de
nuestra vida a Dios y nuestro yo ocupa su lugar. Por otro lado, ninguna persona puede madurar
en una feliz sobriedad si no está en paz consigo mismo. Dicha paz interior tiene que ver con el
cuidado de la ecología y el bien común.
“Una ecología integral implica dedicar algo de tiempo para recuperar la serena
armonía con la creación, para reflexionar acerca de nuestro estilo de vida y nuestros
ideales, para contemplar al Creador, que vive entre nosotros y en lo que nos rodea.”
(Papa Francisco, 2015, p. 171)
Estamos hablando de una actitud del corazón, que vive todo con serena atención, que sabe
estar en el aquí y ahora. Jesús es nuestro fiel ejemplo, del cual debemos imitar sus actitudes

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que nos demostraron que fue un hombre que estuvo plenamente presente evitando caer en la
superficialidad, la agresión y el consumismo desenfrenado.

V. Amor civil y político:


La fraternidad universal envuelve el cuidado de la naturaleza como parte de un estilo de vida
en convivencia y comunión, la necesidad mutua y la responsabilidad por los demás y por el
mundo. Todo esto debe darse desinteresadamente, sin pensar desde la conveniencia
esperando cierta retribución.
Romper la lógica de violencia no conlleva actos heroicos, sino que con pequeños gestos de
amor y cuidado mutuo podemos lograrlo. Para una sociedad más humana, desde la iglesia, el
objetivo se relaciona con lograr una civilización del amor. Se alienta a un mundo donde exista
un compromiso por el bien común entre los individuos y las relaciones sociales, económicas y
políticas, que procure detener la degradación ambiental y genere una cultura del cuidado.
El tejido social se instala en varias asociaciones que intervienen a favor del bien común
preservando el ambiente natural y urbano. Así una comunidad se libera de la indiferencia
consumista, incluyendo el cultivo de una identidad común, de una historia que se conserva y se
transmite.

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Conclusión:
Con la lectura de esta encíclica pudimos reflexionar acerca de cómo, muchas veces, no nos
damos cuenta de que estamos pasando por alto el cuidado del medio ambiente, nuestra casa
común y la urgencia que esto tiene. También entendimos que con grandes actos o pequeñas
acciones sustentables se puede marcar la diferencia.
Tomamos dimensión de que son diversos los espacios en los que podemos aprender a
cuidar nuestro planeta. Una manera de empezar a comprender nuevas formas de relacionarnos
con el medio ambiente es generando programas educativos que se centren en el ámbito de la
ley, la ética. Además, es importante tener en cuenta los motivos que pueden llevar a una
persona a resistirse a los cambios de hábitos, porque la visibilidad permite reconocer lo que
está sucediendo para generar el cambio. Consideramos que la educación ambiental nos ayuda
a tomar conciencia, generar empatía y respeto hacia todo ser vivo, ya que no hay nadie
superior a otro. Si comenzamos a tejer redes y a unirnos como comunidad podemos lograr
grandes cosas.
Concluimos que el medio ambiente puede vivir sin nosotros, pero nosotros no podemos vivir
sin éste. No hay plan(eta) B. 

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Referencias:

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