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Capítulo sexto – Educación y espiritualidad ecológica

El último capítulo va al corazón de la conversión ecológica que la Encíclica nos invita a


emprender. Las raíces de una crisis cultural son profundas y rediseñar hábitos y
comportamientos no es fácil. La educación y la formación siguen siendo desafíos
fundamentales: “Todo cambio requiere motivación y caminos educativos”. El ambiente
educativo debe estar implicado, sobre todo, "escuela, familia, medios de comunicación,
catequesis.

El punto de partida es "apostar por otra forma de vida", que abre la “Sana presión sobre los
que tienen el poder político, económico y social”. Esto ocurre cuando las elecciones de los
consumidores logran “cambiar el comportamiento de las empresas, obligándolas a considerar
los impactos ambientales y los patrones de producción”.

No se puede subestimar la importancia de los programas de educación ambiental que pueden


cambiar comportamientos y hábitos cotidianos, desde reducir el consumo de agua hasta
separar la basura o “apagar luces innecesarias”. «Toda la ecología está formada también por
simples gestos cotidianos, rompamos la lógica de la violencia, el lucro y el egoísmo». Todo esto
es más fácil si se parte de una mirada contemplativa que nace de la fe. «Para el creyente, el
mundo no es pensado desde fuera sino desde dentro, reconociendo el vínculo por el que el
Padre nos une a todos los seres vivos. Además, la conversión ecológica lleva al creyente a
desarrollar su creatividad y entusiasmo al permitir el crecimiento de las habilidades especiales
que Dios le ha dado».

Vuelve esta cita: "Esperar a vivir con libertad y conciencia es liberación", y "La felicidad exige
saber limitar algunas de las exigencias que nos adormecen, manteniendo así la apertura a
múltiples posibilidades". Esto hace posible “sentir que nos necesitamos unos a otros, que
tenemos responsabilidades con los demás y con el mundo, que la bondad y la honestidad
valen la pena”.

Los santos nos acompañan en este camino. San Francisco se menciona muchas veces como

"Un modelo de cuidado de los débiles y una ecología holística, una vida alegre. Pero la
encíclica también recuerda a san Benito, santa Teresa de Lisieux y Carlos de Foucault de
Montfort.

Después de la Laudato si', el examen de conciencia herramienta que la Iglesia recomienda


para orientar la propia vida en términos de relación con el Señor debe incluir una nueva
dimensión, considerando no sólo cómo relacionarse con Dios, con los demás y consigo
mismo, sino también a Todas las cosas y la naturaleza.

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