Está en la página 1de 8

VI.

HABILIDADES SOCIALES
Las habilidades sociales se pueden definir como las herramientas de
comunicación, tanto verbal como no verbal, que usamos para relacionarnos con
las demás personas de forma eficaz y saludable. Son un conjunto de conductas
que nos permiten interactuar y relacionarnos con los demás de manera efectiva
y satisfactoria. Un aspecto interesante sobre ellas es que se pueden aprender,
potenciar e ir desarrollándolas día a día con la práctica. Aunque bien es cierto
que no siempre será sencillo debido al grado de complejidad que tienen algunas
de ellas, tampoco es imposible conseguirlo.

Estas habilidades están muy vinculadas a la forma en que nos juzgamos a


nosotros mismos y a nuestra autoestima, por lo que no son simplemente
conductas aisladas. Si no sentimos que merecemos ser respetados, difícilmente
podremos pedir que nos respeten.

Las habilidades sociales también consisten en poder ajustar tu conducta a las


distintas situaciones que vayas encontrando. Los éxitos personales, la relación
con los amigos y la imagen que proyectamos dependen de las habilidades
sociales, no de los conocimientos o títulos otorgados. Por eso la capacidad de
relacionarse con las personas es fundamental en el control de emociones.

Las habilidades sociales van encaminadas a conseguir objetivos de diferentes


índoles para cada persona, algunas veces tienen que ver con la autoestima y el
autocontrol, otras tantas con la asertividad y la persuasión; así como con la
empatía. Mejorar estas habilidades es un proceso de adquisición de hábitos, y
como tal, requiere tiempo y repetición de la conducta. Permiten el bienestar, saber
convivir en armonía, compartir experiencias, comunicar con efectividad y
conformar esa cohesión social donde se llegan a acuerdos y se da forma a un
bienestar que revierte de forma directa en cualquier aspecto: el profesional,
personal y el de la salud.
VI.I Trabajo en equipo y cooperación
El trabajo en equipo es una modalidad de articular las actividades de un grupo
humano en torno a un conjunto de fines, de metas y de resultados a alcanzar. El
trabajo en equipo implica una interdependencia activa entre los integrantes de un
grupo que comparten y asumen una misión de trabajo. Mientras el trabajo en
equipo valora la interacción, la colaboración y la solidaridad entre los miembros,
así como la negociación para llegar a acuerdos y hacer frente a los posibles
conflictos; otros modelos de trabajo sólo dan prioridad al logro de manera
individual y, por lo tanto, la competencia, la jerarquía y la división del trabajo en
tareas tan minúsculas que pierden muchas veces el sentido, desmotivan a las
personas y no siempre han resultado eficientes. El trabajo en equipo se
caracteriza por la comunicación fluida entre las personas, basada en relaciones de
confianza y de apoyo mutuo.
Se centra en las metas trazadas en un clima de confianza y de apoyo recíproco
entre sus integrantes, donde los movimientos son de carácter sinérgico. Se verifica
que el todo es mayor al aporte de cada miembro. Todo ello redunda, en última
instancia, en la obtención de resultados de mayor impacto. Los equipos son un
medio para coordinar las habilidades humanas y generar con acuerdo respuestas
rápidas a problemas cambiantes y específicos.
El término equipo deriva del vocablo escandinavo skip, que alude a la acción de
"equipar un barco". De alguna forma, el concepto evoca al conjunto de personas
que realizan juntas una tarea o cumplen una misión; su uso supone también la
existencia de un grupo de personas que se necesitan entre sí y que se "embarcan"
en una tarea común.

No necesariamente todo equipo de trabajo supone trabajo en equipo; no todos los


miembros del equipo tienen las mismas características ni actúan de la misma
manera. Generalmente, se considera como equipo a toda unidad de
funcionamiento que lleva adelante una tarea concreta o a una estructura creada
para cumplir funciones. Pero no todo agrupamiento implica que se trabaje en
equipo. Aun cuando se actúe en el mismo espacio geográfico, se trabaje para el
mismo programa o departamento o coincidiendo en el mismo tiempo, esto no
alcanza para afirmar que se está trabajando en equipo. Porque ello implica a un
grupo humano, a un conjunto de personas que están comprometidas con una
finalidad común o proyecto que sólo puede lograrse con un trabajo
complementario e interdependiente de sus miembros. Es preciso considerar que
los equipos están integrados por individualidades con sus propias características.
Esto es, debe reconocerse que no todos los miembros tienen las mismas
competencias, niveles de compromiso, intereses, proyección, etc. Por lo tanto,
debe esperarse de los diferentes miembros aportes distintos. Un equipo de trabajo
no adquiere un buen desempeño porque se halle integrado por buenos
integrantes, sino más bien porque el conjunto de las individualidades logran
desarrollar una modalidad de vinculación que genera una red de interacciones
capaz de desplegar una dinámica colectiva que supera los aportes individuales.
Así, en el equipo consolidado, el todo es más que la suma de las partes; su
resultado es sustancialmente distinto a la simple sumatoria del aporte de cada
miembro.

El trabajo en equipo requiere transitar de una concepción de trabajo aislado y


solitario a la promoción de dinámicas más interactivas que permitan un mayor
desarrollo del compromiso y la responsabilidad. Trabajar en equipo implica
también un cambio en las prácticas y las herramientas utilizadas con vistas a
concretar esa transformación. Pueden reconocerse prácticas que contribuyen a
orientar el trabajo en equipo. Sin la ambición de agotar la totalidad de las prácticas
que estimulan y propician la gestación de equipos de trabajo, interesa plantear
algunas de vital relevancia. Entre ellas puede mencionarse la necesidad de:
• motivar la transformación de la cultura de trabajo
• estimular la capacidad de trabajar en redes de colaboración,
• valorizar los equipos de trabajo
• articular el trabajo alrededor de un orden y proyecto
• estimular la formación continua de equipos.

VI.II Diálogo y participación


La comunicación se encuentra en el origen de toda relación humana. Existen
elementos que facilitan la comunicación y otros que la obstaculizan. La asertividad
es la conducta interpersonal que implica la expresión directa de los propios
sentimientos y la defensa de los propios derechos personales, sin negar los
derechos de los otros. Por eso debemos enseñar al alumno a defender y hacer
valer sus derechos asertivamente, valorándose a sí mismo y haciendo que los
demás lo valoren y le respeten sus deseos, gustos y opiniones mediante el
diálogo.

El diálogo está en función de la capacidad de expresarse, tanto verbal como no


verbal, en forma apropiada al contexto, la cultura y las situaciones esperadas o no.
Un comportamiento asertivo implica un conjunto de pensamientos, sentimientos y
acciones que ayudan a un niño o a un adolescente a alcanzar sus objetivos
personales de forma socialmente aceptable. La comunicación efectiva también se
relaciona con nuestra capacidad de pedir consejo o ayuda en momentos de
necesidad. También ayuda a relacionarnos en forma positiva con las personas con
quienes interactuamos. A tener la habilidad necesaria para iniciar y mantener
interacciones amistosas que son importantes para nuestro bienestar psíquico y
social. Conservar buenas relaciones con los miembros de la familia - una fuente
importante de apoyo social - y a ser capaces de concluir relaciones de manera
constructiva.

Además, la habilidad de dialogar y participar con otros de manera activa implica la


capacidad de los estudiantes de entenderse unos a otros, de comprender los
puntos de vista de otros aunque no se compartan, de realizar proyectos comunes
en bien de todos. Es aprender a vivir juntos. Es fomentar acciones para poder
cooperar y participar, que sería algo así como que cada persona aprenda a hacer
algo de lo que necesiten los demás. Implica además que debe aprender y debe
ser enseñado a no agredir ni psicológica ni físicamente a los otros, debe potenciar
el reconocimiento como la autoafirmación.

Una manera importante de aprender a convivir está en el proceso natural de


comunicación, por tanto a través del diálogo es que aprendemos a expresarnos, a
comprendernos, aclararnos, coincidir, discrepar y comprometernos con nuestros
proyectos de vida personales, de manera que puedan expresar sus mensajes en
igualdad de condiciones creando mejores condiciones para la convivencia.
Involucra el aprender a comunicarse con los otros, reconociendo los sentimientos
y los mensajes de los otros, y logrando que reconozcan los míos. Aprender a
convivir admite: aprender a sobrevivir y a proyectarse, se aprende a concertar, con
los otros, los intereses y el futuro inmediato y mediato. Todo ello conduce a
afianzar determinados contenidos actitudinales que se traduzcan en valores
sociales, solidaridad, empatía, manejo de conflictos, etc. Por lo tanto se puede
denotar que el diálogo y la participación posibilitan el desarrollo de destrezas para
conducirse de acuerdo con la motivación individual y el campo de acción que
tenga la persona, dentro de sus posibilidades sociales y culturales. Un eslabón o
puente entre los factores motivadores de conocimiento, las actitudes y los valores,
y el comportamiento o estilo de vida saludables. Comportamientos no basados en
la enseñanza de recetas, sino en la adquisición de herramientas puntuales que le
faciliten al niño, adolescentes y jóvenes un proceder más positivo y saludable
consigo mismo, y los demás y con la sociedad en general. Desarrollar valores
como la honestidad, integridad, solidaridad y responsabilidad y cualidades como
autoestima o confianza en sí mismo. Existe una estrecha relación entre la
educación y estas habilidades sociales, así como el fomento y ejercicio de
cualidades y valores. De todo lo anterior se desprende que el diálogo y la
participación constituyen un acercamiento francamente viable para fortalecer la
capacidad de respuestas asertivas, es decir para fortalecer en realidad la
resiliencia desde el contexto docente educativo, donde el educador se manifiesta
como un agente de cambio, como un actor de la socialización en materia de lograr
dichos propósitos.

VI.III Comunicación asertiva


La asertividad es aquella habilidad que tienen las personas que pueden decir las
cosas de manera franca, directa y clara sobre lo que pensamos o queremos decir,
evitando herir los sentimientos del interlocutor o de la audiencia, siendo educados
y no menospreciando la idea de los demás. Por eso es tan complicada la
implementación de la comunicación asertiva. Todos nos ofendemos cuando el otro
piensa o nos dice algo que va en contra de nuestra integridad o pensamiento. En
muchas ocasiones, es la base de cualquier conflicto, sea familiar o de amistad, así
como en el ámbito profesional.
La comunicación asertiva es la capacidad que tiene el ser humano de comunicar
respetando a los demás, teniendo en cuenta la capacidad verbal (debatir/discutir),
el lenguaje no verbal (gestos/expresiones) y la actitud (respeto). Por encima de
todo, debemos respetar al resto si queremos ganarnos la misma actitud.
Algunas personas tienen integrada una manera más o menos asertiva de
comunicarse, sin embargo, no es ninguna cualidad innata. La personalidad de
cada uno hará que seamos asertivos en mayor o menor grado.
Primeramente tenemos que identificar nuestra capacidad oral, nuestro estilo.
Cómo debatimos o discutimos, como en cualquier tipo de solución, debemos
identificar el problema. Qué nos impide ser más asertivos. El lenguaje que usamos
es muy importante. Un estilo agresivo, reduce la complicidad del otro. Una actitud
pasiva, nos hace perder terreno en la afirmación de nuestras ideas. Aprender a
escuchar es uno de los principales requisitos para perfeccionar nuestros métodos
de comunicación. Antes que nada, aprender a escuchar a los demás, deja que
expongan sus ideas, mantener contacto visual y procurar mostrar expresividad.
Todos estos pasos son esenciales para ganar la confianza del receptor.
Existen ciertos aspectos que se deben regular. No hay que interpelar al otro
mostrándole que está en el error, haciéndole ver que se equivoca con esas ideas
que no comparten. Utilizar el “yo” como elemento vehicular de la exposición.
Ejemplo: “yo creo que esto es así” y no “te equivocas”. Este pequeño truco evita la
ofensa o el sentimiento de acusación. Hay que saber oponerse a una idea o
convencimiento con el simple hecho de decir no. Ello sin tener que sentirse
culpables, sin hacer ver al otro que le negamos sus ideas. Simplemente es una
manera de reafirmar nuestro punto de vista. Aunque parezca mentira, una manera
errónea de usar la negación, suele comportar a discusiones destructivas.
Por otro lado, siempre hay puntos en común, siempre, por muy confrontada que
esté una posición o idea con la otra, existen elementos que pueden llevarnos a
converger. Buscar puntos en común es una manera de negociación, de poder
sacar algo positivo evitando posturas extremas. En definitiva, generar una
situación ganar - ganar. Ni perdedores ni vencidos.
La comunicación asertiva no tiene por qué ser exclusividad del uso de la palabra o
la oratoria. El lenguaje corporal puede llegar a tener un protagonismo que muchos
obvian. La postura, el contacto visual, los gestos con las manos, las sonrisas,
pueden comportar un toque amable y empático con el otro. Por eso hay que tener
consciencia en todo momento de nuestras emociones, esto no quiere decir que
escondamos las emociones o expresiones. Simplemente hay que evitar mostrarlas
en exceso. Por ejemplo, la ira es muy difícil de contener cuando nos enfadan en
una discusión o debate, cuando nos faltan al respeto. Hay que saber sortear esas
situaciones, y así tendremos mucho ganado. Tampoco hay que reírse del otro,
demuestra menosprecio. El elemento definitivo para tener una buena
comunicación asertiva está relacionado con el punto anterior, y a menudo, como
seres humanos, tendemos a no aceptar bien las críticas que nos llegan de los
demás.
Es inevitable, pero no imposible. Cuando nos critiquen, debemos saber aceptarlo,
la autocrítica nos hace ganar confianza y respeto con los demás.
VI.IV Resolución pacífica de conflictos
La resolución de conflictos es un proceso mental - emocional y de comportamiento
mediante el cual un individuo trata de identificar o descubrir una solución o
respuesta de enfrentamiento efectivo para un problema particular. Es la respuesta
que al llevarse a cabo elimina la situación conflictiva y/o las reacciones propias del
individuo a dicha situación de modo que deja de ser percibida como conflictiva al
mismo tiempo que aumenta las ventajas y disminuye las desventajas. La
resolución pacífica de conflictos implica, en primera instancia una negociación
La negociación es una actividad permanente e inherente al ser humano, que se
desarrolla en casi todas las actividades de su vida. Se negocia en la familia, y
dentro de ella hay negociaciones distintas entre la pareja y en relación con los
hijos; se negocia en el trabajo y en todas las demás actividades cotidianas. Por
esto mismo negociar, y negociar bien, adquiere una fundamental importancia para
poder lograr mejores relaciones en la vida y, como consecuencia, más agradables
y sólidas posiciones.
El éxito o el fracaso de nuestras negociaciones determinará el grado de felicidad
en nuestra vida y el grado de éxito que logremos.
Los profesores sabemos que la convivencia en las comunidades escolares es
influida por numerosos factores de orden social, cultural, político y económico. No
existen comunidades aisladas del contexto social. De modo que lograr una
convivencia respetuosa de las personas es un desafío. Cada comunidad convive
de forma diferente a la otra, cada grupo dentro de una escuela es diferente a otro,
y en un mismo grupo hay diferencias entre las clases que realizan con un profesor
o profesora y con otros docentes.

Todos los días existen conflictos entre estudiantes, entre profesores y entre otros
integrantes de la comunidad educativa; conflictos entre pares debido
generalmente a injusticias o abusos de una de las partes, conflictos por
situaciones emergentes, desconocidas e incomprensibles, o situaciones que
generan resistencias. Cuando estos conflictos se presentan, usamos, aplicamos o
buscamos distintas soluciones. Como el conflicto en realidad se presenta
nuevamente, se presenta siempre y de distintas maneras, nuestras comunidades
educativas buscan alternativas. Se proponen distintos programas, técnicas
novedosas, innovaciones que responden a la forma en que la comunidad va
entendiendo estos fenómenos.

Desde el punto de vista sistémico se explica que generalmente estas formas de


solucionar los conflictos representan "más de lo mismo". Son técnicas novedosas
pero se mantienen dentro de un mismo enfoque educativo positivista, en que el
profesor usa técnicas de vaciamiento, es decir, donde el estudiante es inactivo,
tiene una conducta receptiva, y en lo cognitivo, su pensamiento no puede llegar a
ser crítico. Lo que se busca es que se ejerza una función de apoyo y motivación
para la creación de las condiciones que favorecen el aprendizaje, mejorando el
clima motivacional. Este cambio sin duda enriquecerá nuestra práctica
pedagógica, es necesario partir del respeto que corresponda a la aceptación del
alumno como un igual, diferente y digno de crédito, con sus propias reflexiones y
opiniones, que aunque diferentes a las de los adultos son válidas y aceptables. La
convivencia en el aula es entre iguales.

La mediación de conflictos es una técnica pedagógica apropiada, pues no usa las


normas institucionales sino el proceso de mediación entre iguales. En este
proceso las personas en conflicto deben trabajar entre los involucrados
reconociendo la situación que generó el conflicto y las emociones que ha
involucrado, la condición de que sea un trabajo entre pares permite la resolución
de conflictos en el salón de clases.

Es simplemente una conversación ayudada por dos escuchas en que las personas
en conflicto, dispuestas voluntariamente a participar en ese proceso, logran una
solución al conflicto propuesta por ellos mismos y que deja conforme a las dos
partes. Los escuchas ayudan a que las partes involucradas reconozcan sus
emociones involucradas e incluso puedan llegar a perdonarse.

En la escuela la práctica acostumbrada es que los adultos asumen el papel de


árbitros de las controversias y desacuerdos entre los estudiantes. Se suele
entender que los niños no tienen el criterio para resolver sus conflictos y/o sus
problemas sin intervención directa de los adultos, sin embargo el pensamiento de
los alumnos es totalmente distinto al de los adultos. Es decir, el criterio de los
alumnos es diferente y por lo tanto el aprendizaje significativo que se produce en
la solución de un conflicto es potencialmente muy distinto si se piensa y reflexiona
de acuerdo al pensamiento propio del alumno. La costumbre escolar, arraigada
profundamente en la educación, de que aparentemente los adultos les resuelven
los conflictos a los niños, desvaloriza las capacidades de convivencia democrática
de los estudiantes. Sabemos que los estudiantes son capaces de trabajar entre
pares hacia la resolución de sus desacuerdos y controversias de acuerdo a sus
propios criterios.

Las acciones de pacificación destinadas a evitar mayores daños, en un conflicto


ya desatado, reubica el conflicto en sus inicios para volver a abordar las supuestas
causas, ahora con un criterio pacífico. No se culpabiliza a ninguna de las partes, ni
se hace borrón y cuenta nueva, sino que se trata de replantear la situación a un
momento en que se pueda nuevamente trabajar sin violencia. Esto generalmente
se refiere a separar a las partes y esperar que se calmen para buscar otro canal
de comunicación posible para comprender la situación.

Por último, un problema no es necesariamente un conflicto. Problema es una


situación que desafía racionalmente la capacidad de las personas en la búsqueda
de sus soluciones. Un conflicto, en cambio es una situación en que se involucran
las emociones del ser humano, fundamentalmente la rabia, la pena, la frustración,
la angustia, el temor, la desesperanza, entre otras. De hecho esta confusión
puede inhibir la resolución del conflicto pues en muchas oportunidades se
pretende por parte del adulto generalmente que el niño tenga una comprensión
racional del fenómeno que ha ocasionado el acto conflictivo.

También podría gustarte