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V.

CONCIENCIA SOCIAL
Comprensión del otro
Es la capacidad de tomar perspectiva y empatizar con otros. Entender y
reconocer normas sociales y éticas de comportamientos. Reconocer los
recursos y apoyos que provienen de la familia, la escuela y la comunidad.

La toma de conciencia no es una capacidad que se adquiere desde el nacimiento,


sino que es una habilidad que se va desarrollando en la medida que se interactúa
en los ámbitos interno y externo. En un primer momento, esta toma de conciencia
conduce a la persona a tener un sentido común depurado, o sea, un buen “olfato”.

La persona con sentido común desarrollado, podrá darse cuenta de la realidad


externa con una mayor facilidad. En la vida cotidiana emergen individuos con una
alta capacidad de sentido común quienes interpretan la realidad de forma rápida y
reaccionan ante ella con los comportamientos adecuados a la situación. En un
segundo instante, la toma de conciencia conlleva elementos afectivo-mentales,
donde a partir de una vivencia o vivencias, la persona se da cuenta de su realidad
interna o de la realidad externa. En la medida que atraviesa por el camino de la
vida, el proceso experiencial le permite darse cuenta de lo que sucede en el
entorno.

La toma de conciencia social es darse cuenta de los ámbitos familiar, grupal y


social, y ver cómo estos afectan la percepción, las actitudes y los
comportamientos del individuo en lo personal y lo interpersonal. La toma de
conciencia social surge cuando el niño se da cuenta del otro (madre, padre,
hermanos, etc.), y verifica que el mismo le afecta de una determinada manera,
llenando o no sus necesidades básicas. En la adolescencia, el individuo se
relaciona mucho más con los otros y reacciona positiva o negativamente a la
dinámica emergente. En la adultez, las relaciones humanas son mucho más
complejas, con muchas más variables inmersas, donde no sólo está el afecto o el
desafecto. Las personas, en su relación con el entorno social, usan el
razonamiento concreto, y por sentido común, se da cuenta de lo que sucede en el
medio. Asimismo, algunos individuos pueden usar el raciocinio abstracto, que les
permite analizar de forma más compleja la realidad social, y se dan cuenta de
cómo funciona el entorno. Igualmente, pueden usar el análisis crítico para poder
analizar, evaluar y tomar decisiones frente a lo que sucede en el mundo. Esta
conciencia es la capacidad de sentirse miembro o parte integrante de un grupo, de
un todo.

En una primera instancia, la conciencia social existe en las personas como


impulso instintivo o sentimiento gregario, por esto los individuos se han reunido o
se reúnen en familias, grupos sociales, grupos culturales, grupos políticos, grupos
empresariales, grupos religiosos, etc. La conciencia social es como una cualidad
desarrollada, aquellos que tenemos una familia, sentimos a la misma como parte
de uno; o sea, nos fusionamos a ella (la familia) en pensamiento, sentimiento y
sensación. Esto mismo se logra en el salón de clases con los compañeros y los
amigos.

V.I Empatía

La empatía es la capacidad que tienen las personas de ponerse en el lugar de los


demás. Algunos tienen empatía de nacimiento y otros la pueden desarrollar,
aunque no resulte fácil, ya que también depende del nivel de educación, de las
experiencias vividas y del aprendizaje.

Una persona empática puede entender los sentimientos, emociones y


pensamientos de sus semejantes y en general son las mujeres las que tienen
mayor capacidad de empatía si se las compara con los hombres.
La medicina afirma que la capacidad de empatía también se relaciona con factores
biológicos, como cierta conformación y disposición de las estructuras cerebrales y
de la influencia de algunos neurotransmisores, de ciertas hormonas y de los
genes. Esto no quiere decir que un hombre nunca pueda ser más empático que
una mujer, pero según las estadísticas son ellas las que en mayor proporción
gozan de este privilegio.

La empatía se compone de dos elementos: uno cognitivo y otro emocional. El


componente cognitivo se vincula con la capacidad de comprender y entender
cómo piensa otra persona; y el emocional es poder captar el estado emocional de
otro individuo y las reacciones que lo provocan.

Aunque es difícil evaluar la empatía existen cuestionarios y escalas para medirla.


Uno de esos instrumentos de medición es el Índice de Reactividad interpersonal
(IRI), que permite conocer en todas sus dimensiones y desde una perspectiva más
amplia, la capacidad de empatía de una persona, incluyendo factores cognitivos
como la toma de perspectiva (habilidad para comprender otro punto de vista) y la
fantasía (capacidad de imaginar situaciones no reales); y factores emocionales
como la preocupación empática (sentimientos de compasión, inquietud y afecto
frente al estado de malestar de otro) y el malestar personal (sentimientos de
desazón que provocan las experiencias negativas que sufren los demás). Este
cuestionario brinda una medida fehaciente de la empatía de las personas en todas
sus dimensiones y muestra que los circuitos neuronales que regulan los
componentes cognitivos y emocionales son distintos.

El desarrollo de las técnicas de imagen y el estudio cada vez más profundo del
cerebro humano así como el comportamiento y la conducta, es lo que permite el
conocimiento. Las neuronas espejo son las que se activan cuando un sujeto
observa el estado motor, perceptivo o emocional de otros, facilitando el
comportamiento social y la capacidad de comprender cómo piensan los demás.
Se trata de una habilidad humana, que hace que se comprenda a los demás, y se
experimenten los diferentes puntos de vista ajenos, sin llegar a pensar de la
misma manera que esa persona. La empatía motiva a quien la practica y a quien
la recibe, ya que ayuda a concienciar sobre la conciencia social.
En esta habilidad no existe un continuo donde ubicarla, aquí es cuestión de tener
esa habilidad o no, y de saber emplearla en el contexto adecuado, y con personas
receptivas de ella.

Una persona empática sabe escuchar con atención, es flexible respecto a su


entorno, es capaz de influir y modular sobre las emociones de los demás, intenta
comunicar y sentir aquello que sabe que puede ayudar a los otros, y apoya casi
incondicionalmente en cualquier ámbito que le implique. Se trata del aspecto
social de una persona solidaria, fomenta el trabajo en equipo. Donde hace
participar y participa orientando, confiando y comunicando abiertamente, lo cual
demuestra su capacidad de autocrítica absoluta.

Cuando existe la capacidad de decir lo que se piensa sin herir los sentimientos de
los demás, y también existe la capacidad de entender a los otros dándoles la
oportunidad de hablar, y exponer lo que piensan, se establece un diálogo
enriquecedor, donde ambas partes aprenden de los otros, y donde la
comunicación fluye claramente hacia el objetivo que se haya establecido.

Se trata de una habilidad muy útil para el aprendizaje y la comunicación, porque


se relaciona con otras, y sobre todo permite que las emociones sean más fácil de
experimentar.

V.II Perspectiva social

La perspectiva social son todos aquellos procesos cognitivos mediante los cuales
elaboramos juicios relativamente elementales acerca de otras personas sobre la
bases de nuestras propias experiencias o de las información que nos trasmiten
otras personas.

En primer lugar interviene la formación de impresiones, la cual se apoya en la


información que se recibe de forma indirecta, las características las personas con
quienes interactuamos, las conductas corporales, verbales y no verbales y el
contexto.

Gran parte de los sucesos en los que nos vemos involucrados, no son predecibles
y muchos llegan crearnos conflictos cognitivos internos. Es por eso que solemos
recurrir a métodos que nos hacen sentir seguros como la utilización de
estereotipos, que supone la generalización respecto a individuos integrantes de
una determinada base.

La función principal de las emociones es "social". Las emociones son paréntesis


afectivos causados principalmente por las acciones u omisiones de otras
personas, nos "alegramos" cuando alguien nos felicita, nos "enfadamos" cuando
alguien nos niega la ayuda que le pedimos, nos "entristecemos" cuando alguien
querido nos deja, etc. Pero los otros no son únicamente causas de nuestros
cambios afectivos sino que también reciben las consecuencias de los mismos, nos
emocionamos para los demás, para que puedan "leer" nuestras intenciones y esta
lectura sea útil tanto para nosotros como para los demás pues de ella derivará la
coordinación necesaria para alcanzar tanto metas individuales como colectivas. La
conducta intencional o no, tanto verbal como no verbal permite comunicar la
relevancia de las circunstancias que estamos viviendo, y esa comunicación a una
audiencia, real o imaginada es una llamada de atención para informar a los demás
de que lo que está ocurriendo no nos deja pasivos. Las emociones subrayan la
máxima prioridad de los hechos que están sucediendo a la persona. Las
emociones por tanto no parecen ajustarse a un perfil psicológico que margine sus
orígenes y funciones sociales, las emociones se constituyen por y para el contexto
social.

El entorno social regula no sólo la expresión de las emociones sino la misma


experiencia emocional. La cultura no sólo proporciona esquemas de interpretación
de las situaciones que vive el sujeto, también crea esas situaciones. Por ejemplo,
una madre china vivirá con angustia y preocupación extrema la separación de su
hijo pequeño e intentará por todos los medios que esto no ocurra, dado que los
niños chinos pequeños forman parte indivisible de su madre, sin embargo una
madre occidental muy posiblemente experimente satisfacción al observar los
progresos de independencia de su pequeño y muy probablemente sea ella misma
la que se aleje para animarle a explorar en solitario.

La forma en que vemos a los demás genera reacciones emocionales congruentes,


incluso similares, en nosotros mismos. Somos capaces de entender cómo se
encuentran y actuar en consecuencia.

Como ocurre con tantos otros procesos psicológicos, la perspectiva social es


totalmente propia de cada individuo. No obstante, podemos distinguir cualidades
notorias que la identifican y que es preciso tener en cuenta a la hora de
entenderla. En primer lugar la capacidad para comprender a los demás, ponerse
en el lugar del otro. Por otro lado, ser capaz de reproducir un estado afectivo que
sintonice con el que sienten los demás y, finalmente, ejecutar las conductas
apropiadas que es preciso llevar a cabo para solucionar el problema de la otra
persona.

Respecto a la primera de ellas, es crucial la capacidad para tomar perspectiva del


otro (“ponerse en su lugar”), que es una habilidad sobre las que existen
numerosas diferencias individuales. Así, aun cuando la reacción afectiva pueda
establecerse con una mediación cognoscitiva poco desarrollada la perspectiva
social requiere de un desarrollo evolutivo que permite un procesamiento cognitivo
en el que se deben tener en cuenta al menos los siguientes elementos: a)
reconocer la existencia de realidades separadas de otras personas; b) necesidad
de tomar el punto de vista del otro para poder evaluar la realidad apropiadamente;
c) tener las habilidades y recursos necesarios para llevar a cabo este proceso y d)
realizar las conductas coherentes con dicho análisis.
Así, podemos encaminar nuestras emociones y conductas hacia una dinámica
social más apropiada.

V.III Relaciones sanas y gratificantes

La capacidad para establecer y mantener en el tiempo relaciones sanas y


satisfactorias basadas en la cooperación y comunicarse de forma clara, saber
escuchar, cooperar con otros, resistir la presión social inapropiada, resolver
conflictos de forma constructiva y buscar y ofrecer ayuda cuando sea necesario es
una de las más importantes metas de la educación socioemocional.

En las relaciones afectivas, las personas interactuamos involucrando sentimientos


y emociones. Tienen como base una serie de valores como lo es el respeto mutuo
y la aceptación de la otra persona como individuo; la confianza, sinceridad,
colaboración y comunicación.

Una relación personal se da en distintos planos, como la familia, la pareja, las


amistades y la sociedad.

En la familia las relaciones tienen continuidad y estabilidad debido al tiempo. La


familia constituye un elemento fundamental para la persona como tal, pues es ahí
donde comenzamos a formar nuestra identidad y lo vivido ahí ejerce influencia en
la identidad de cada miembro que la conforma. Hay que señalar que es
probablemente la única relación donde no podemos elegir, se da de manera
natural.

En las relaciones de pareja los sentimientos, el compromiso, la intimidad y la


pasión entran en juego. Es una relación que va encaminada a conocer los
sentimientos del otro, la proximidad y actos que se puedan compartir; además de
atracción sexual, deseo de reciprocidad y de ser correspondido.

Algunas veces las relaciones de pareja también cuentan con elementos que se
encuentran en las amistades.

La amistad es una relación afectiva entre dos personas de naturaleza muy común
y de la que mayor número cosechamos los seres humanos a lo largo de la vida.
Es una relación en donde se busca compartir sentimientos, confianza, consuelo,
cariño y respeto. Es una relación recíproca, íntima, frecuente y en algunos casos
duradera. No es incondicional, puesto que se puede dejar de ser amigo
voluntariamente. Una de sus mayores virtudes es que es simétrica y facilita el
autoconcepto. Exige conductas personales de comunicación, emociones y valores.

Todos tenemos y cumplimos diferentes roles donde nos conducimos; como padres
de familia, representantes de nuestros hijos en una institución, hijos, hermanos,
cónyuges, abuelos, tíos, primos, cuñados, sobrinos, yernos, suegros, en fin
muchos roles, pero siempre buscamos mantener una relación sana con todas las
personas con quien interactuamos. Es posible que a cada cual le estemos
proyectando una imagen muy diferente acerca de nosotros, pero en realidad son
características individuales, pero no llegan a ser un perfil, porque a cada quien le
estamos dando un trato muy distinto, esto revela que no tenemos un perfil
definido.

Para mantener una relación sana debemos tener el control de nuestras


emociones, hacer que las cosas pasen, ser el promotor de lo que se anhela tener
y crear; promover nuestros principios e ideologías, si creemos que se podemos
tener relaciones socioafectivas familiares adecuadas, empecemos a crearlas,
siendo el ejemplo, siendo el modelo a seguir, siendo quien. Debemos mostrar
iniciativa. Si en una de nuestras relaciones no existe armonía, no debemos
quejarnos en primera instancia, ni buscar culpables, debemos proponer
soluciones.

Algunas alternativas para propiciar relaciones sanas y gratificantes conllevan el


crear el ambiente de armonía, perdonar las equivocaciones de los demás,
disculpar y admitir las propias equivocaciones. Renovar las oportunidades para
volver a comenzar de nuevo, y restaurar lo perdido, buscar ser el modelo a seguir,
preocuparse más por el bienestar general que el propio. Delegar
responsabilidades y cooperar con el cumplimiento eficaz de ellas, establecer
metas, objetivos, y criterios para resolver los problemas.

Si buscamos obtener una adecuada conciencia social, debemos proponernos


establecer relaciones socioafectivas sanas en nuestro entorno, y de esa manera
encaminar el dominio de nuestras emociones.

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