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EL SISTEMA CARCELARIO EN CRISIS Y LOS DERECHOS HUMANOS

“Al guambra que se iba en salero le habían puesto en trípode, que es


amarrándole los pies y las manos con un cabresto, por atrás, y
dejándole libre el cuello y la cabeza, y con las tiras de cuero de res le
habían colgado de los pies y le bajaban a un tanque donde le
ahogaban y le daban palenque. El pobre como perro enfermo con la
jiña tempranera, agarrado por el pacheco que le había supermojado el
esqueleto, lloraba y temblaba. Estaba yo viéndoles cuando de repente
entran dos runchos y le sacan las esposas al viejo y le dicen -¿quién te
pego? El que contesta –Usted me está pegando. ¡Zass! Que le dan un
puñetazo y le dicen -¿Quién? Se levanta y contesta –Nadie. Eso. Así
tienes que estar seguro. Verás que llegaste chumado, insultaste a la
institución y le pateaste a mi sargento que te quería ayudar. ¡Oíste!
Otro golpe de puño y una patada. El choro que se le levanta y
nuevamente le preguntan -¿Quién fue? -Nadie. –Entonces te caíste
solito, por chumín y te golpeaste con tu gusto. ¿Sí? Luego al guambra,
¡que deja de llorar, que suénate las fritadas, flojo y marica, para qué te
metes en cosas de hombres¡ Asoman las herramientas que se han
perdido por donde paras con tu jorga. ¿Oíste? Y zass, un tortazo en la
oreja. Más lloró el guambra.” (Testimonio de un detenido, en Memorial
del infiernillo. Antonio Jaramillo T.)

1. INTRODUCCIÓN

¿Cuál es el problema? El problema es que mucha gente piensa que


una persona, cuando pierde su libertad, pierde sus derechos. Aquí
hay que trabajar en que los detenidos y presos sí tienen derechos
humanos, aunque sean limitados por la pérdida de la libertad, y
que esa persona cuando salga de la cárcel podrá recuperarlos.
(GN) 1

No solo eso: cuando una persona es detenida preventivamente, la sociedad asume


de modo automático que es culpable. En esto aportan tanto los policías que
apresan y maltratan al detenido y luego le preguntan los datos personales; como
ciertos medios de comunicación que en su vorágine de “rojismo” nos muestran
todos los días imágenes de personas detenidas a las que señalan como “culpables”
antes del debido proceso.

El abuso de la detención preventiva es una de las violaciones a los derechos


humanos más frecuentes en el Ecuador de hoy, que junto con la detención ilegal
constituyen un fenómeno crónico que tiende a “naturalizarse” una vez que la
sociedad ha caído en un estado de schok por la inseguridad creada aparentemente
por el desfogue de la delincuencia.

1
Grimaneza Narváez, profesional especialista en el tema carcelario, fue entrevistada en octubre del 2003
En la sociedad hay una percepción de dos fenómenos: uno, que muchas de las
personas que están en las cárceles son inocentes o responsables de delitos
menores. Aquí vale recordar la afirmación reiterada del ladrón de gallinas que
purga en la penitenciaría mientras que el culpable de robo a los clientes de un
banco pasea su ostentación en Miami. Dos, la percepción de que las cárceles son
“la escuela del delito”.

De lo que no se es bien consciente es de que cualquier persona puede ir a parar a


la cárcel, pues predomina un contexto social violento en el que actúa un aparato
de seguridad del Estado de carácter punitivo sincrónico con un sistema que no
previene el cometimiento de infracciones y delitos, sino que reacciona ex-post a
los hechos. A la cárcel le vemos de cerca solo si allí ha caído un familiar o una
persona cercana a nosotros, entonces queremos hacer algo para que ese infierno
cambie a purgatorio.

En esta sección del informe sustentaremos las percepciones antes referidas y


buscaremos aportar a la sensibilización de la sociedad, que debe asumir un rol
proactivo en relación con el sistema carcelario en crisis, que es un reflejo de sí
misma, sin embargo de lo cual, puede cambiar a fin de que “el remedio no sea
peor que la enfermedad que pretende curar”. Para ello se recomienda medidas
estratégicas cuya aplicación mejorará el sistema carcelario dentro de un contexto
de cambios al sistema de administración de justicia que tiene como ingrediente
fundamental la práctica de una política de Estado que garantice seguridad a la
sociedad sobre la base de la inversión social que debe ir in crecendo. Las
recomendaciones han sido tomadas de fuentes que seriamente han buceado en
las aguas profundas del sistema carcelario y han hallado en sus meandros luces de
esperanza.

2. MANIFESTACIONES DE LA CRISIS DEL SISTEMA CARCELARIO

2.1. La población en las cárceles

Entre 1982 y el 2002 el Ecuador ha vivido 3 momentos en relación con la


población carcelaria: el primero, de 1982 hasta 1996, hubo un aumento de
personas detenidas y recluidas en las cárceles del país, debido “al abuso excesivo
de la prisión preventiva, la lentitud de la administración de justicia, las detenciones
ilegales y la demora en el trámite de excarcelación”. 2

Entre 1996 y el 2001 se dio un segundo momento caracterizado por la disminución


de la población carcelaria, gracias a reformas legales de despenalización del
consumo de drogas y al egreso legal de detenidos. Si bien las reformas venían
dándose desde 1991 3, a mediados de esa década se sintió el impacto gracias a la
aplicación del principio In dubio Pro Reo 4, las rebajas retroactivas, la repatriación

2
Tomamos como base el documento inédito “La problemática del hacinamiento en los centros de rehabilitación social del
Ecuador”, elaborado por el departamento de planificación de la DNRS (Dirección Nacional de Rehabilitación Social) para la
mesa de trabajo de elaboración del Plan Nacional de Derechos Humanos, Quito, 2003
3
El Dr. Arturo Donoso entonces director de prisiones y hoy magistrado de la Corte Suprema de Justicia lideró las reformas.
4
La figura In dubio Pro Reo consiste en que, en caso de duda, el juez debe aplicar la norma que más le favorezca a la persona
que está juzgando.
de detenidos de nacionalidad colombiana y española, el aumento de días de rebaja
por año (el régimen del “2 por 1” por el cual los internos con buena conducta
lograron la reducción de penas hasta en un 50 %). En 1998 se reformó la
Constitución Política y se obligó a la excarcelación de personas detenidas por más
de 6 meses y que se hallaban sin sentencia, en relación con delitos sancionados
con reclusión; y las personas detenidas por más de un año, así mismo sin
sentencia, vinculadas a delitos castigados con prisión. 5 Hay que destacar que el
Plan Nacional de Derechos Humanos del Estado ecuatoriano recomienda que se
aplique el principio de Favor Libertatis según el cual el juez hace lo posible para
evitar la privación de la libertad de una persona y aplica la norma de la prisión
preventiva solo en casos excepcionales.

A partir del año 2002 se vive el tercer momento con un marcado aumento de la
población carcelaria. Los factores que han dado lugar al incremento son las
reformas al Código Penal por las cuales se incrementa las penas de los delitos
relacionados con drogas, la reforma al Código de Procedimiento Penal (2001), la
reforma al Código de Ejecución de Penas (2003) que crea la figura de la “prisión
en firme” y que modifica la modalidad del “2 por 1” por la rebaja de 180 días por
cada 5 años de cumplimiento de la condena. 6

Población carcelaria 1989-2002

9646 9961 9506 9439


8856 9064 8520 8723
7679 7884 7998 8029 7859
6978

Fuente: Boletín estadístico, DNRS, 2002

La “prisión en firme” es una figura penal inconstitucional que faculta al juez a


dictar una resolución sustitutiva de la prisión preventiva, con lo que no se respeta
los plazos que fija la Constitución en su artículo 24-8 y que dice:

“La prisión preventiva no podrá exceder de 6 meses, en las causas por delitos
sancionados con prisión, ni de un año, en delitos sancionados con reclusión. Si se
excedieren esos plazos, la orden de prisión preventiva quedará sin efecto, bajo la
responsabilidad del juez que conoce la causa”.

La reforma al Código Penal viola la Constitución, de modo que el juez tiene la


posibilidad de tomarse todo el tiempo que quiera antes de dictar el auto

5
También hubo medidas a favor de la excarcelación de quienes habían cumplido su pena y seguían en la cárcel, y de personas
mayores de 65 años, discapacitadas, enfermas en etapa terminal, mujeres embarazadas y madres a cargo de hijos.
6
DNRS, “La problemática del hacinamiento en los centros de rehabilitación social del Ecuador”, Quito, 2003, p. 3-4
correspondiente, sin que el encausado pueda apelar al principio constitucional
citado. La intención de esta figura penal es evitar que la persona salga en libertad
haciendo uso de esa garantía del debido proceso, todo lo cual es atentatorio al
derecho humano de la presunción de inocencia, al principio penal de la prisión
preventiva precautelatoria y al artículo 24-8 de la Constitución.

En suma, la “prisión en firme” hace pagar al encausado la negligencia o


incapacidad de los administradores de justicia, es decir, de la policía que
aprehende y maltrata mas no investiga, de la fiscalía que confirma el “parte
policial” acusatorio sin indagar los hechos de modo serio e independiente, de la
administración de centros carcelarios que reciben detenidos sin orden del juez, y
del juez que no actúa de modo oportuno en la causa.

Se ha querido desviar la atención del carácter inconstitucional de esta reforma


penal apelando al principio de la “no retroactivación de la ley”, de modo que los
detenidos sin sentencia que ingresaron a los centros carcelarios antes de enero del
2003 (cuando se aprobó la reforma) serían los únicos amparados por el artículo
24-8 citado.

El efecto de este abuso del recurso cautelar de la prisión preventiva es la pérdida


de la libertad personal de modo ilegal, en un contexto en el que la sociedad asume
que el detenido es per-se culpable. El círculo vicioso se cierra pues esta figura
inconstitucional le somete al sistema carcelario a fuerte presión demográfica y
coadyuva a su colapso, que estructuralmente está dado por la carencia de
inversión social del Estado en las cárceles y la ausencia de política de reintegración
social de las personas presas.

Las reformas al Código Penal de 1992 pretendían facilitar la liberación de los


detenidos que llevaban mucho tiempo en detención preventiva, sin juicio ni
sentencia. La meta era reducir ese 70 % (de población carcelaria no sancionada),
que se considera una grave violación a los derechos de los individuos. En 1993 se
hizo el primer censo penitenciario que facilitó el cumplimiento de esa reforma, con
lo que la población penitenciaria bajó. También aportó a ello el que muchos
detenidos que habían llegado a los CRS sin orden del juez fueron liberados. Por
último, algunas sentencias fueron reducidas por el buen comportamiento de los
detenidos. Sin embargo, a mediados de 1994 seguía habiendo sobre población
carcelaria, con alrededor de 9.400 personas en los CRS. Las reformas y progresos
institucionales no habían tenido el peso, contundencia y significado para que la
situación carcelaria y el respeto a los DH mejoren.
(La situación de los derechos humanos en el Ecuador hasta 1996, OEA - CIDH,
1997)
La Constitución Política y el Código de Procedimiento Penal son claros al establecer
las medidas del arresto de una persona. (a) Una persona puede ser detenida
con fines de investigación de un delito. (b) Debe emitirse una orden judicial
firmada, que especifique la razón de la detención, el lugar y fecha de la emisión de
la orden. (c) La persona detenida debe ser oficialmente acusada o puesta en
libertad dentro de un término de 48 horas. La única excepción para este
procedimiento de arresto es causada por el delito in fraganti. Hay muchos casos
de detención arbitraria, sin orden judicial, que la Policía los presenta como in
fraganti. En los hechos, los agentes del orden público no respetan este
procedimiento de detención legal, y no hacen los esfuerzos del caso para obtener
las respectivas órdenes de captura. Tampoco los jueces emiten dichas órdenes, lo
cual es un problema para las autoridades carcelarias que no están autorizadas
para recibir detenidos sin orden escrita del juez. (CIDH)

2.2. El abuso de la prisión preventiva

Según registros estadísticos recientes (año 2000), 7 de cada 10 personas


detenidas no tienen sentencia ejecutoriada, lo que demuestra la altísima
frecuencia de la prisión preventiva. En rigor jurídico, esas personas sin
sentencia ejecutoriada deberían “ser presumidas inocentes y gozar de condiciones
de detención apropiadas a su condición de procesadas... en realidad se trata de
una situación que perjudica a centenares de personas inocentes”. 7

Uno de los problemas más graves tiene que ver con la detención preventiva
que en el Ecuador es injustificadamente prolongada. Hubo el caso de una persona
que estuvo 30 meses en esa situación y recibió una sentencia de 24 meses de
prisión. Hay personas que están detenidas preventivamente por años, mientras se
realizan las investigaciones sumariales que legalmente no deben prolongarse más
de 60 días. (CIDH)

El abuso de la detención preventiva viene de la mano de la detención arbitraria o


ilegal. En el Ecuador los agentes de seguridad detienen por sí y ante sí, sin orden
del juez competente, lo cual no pueden hacerlo salvo en los casos de delito
flagrante, fuga de un reo o arresto disciplinario de un miembro de la fuerza
pública.

7
Federación Internacional de Derechos Humanos, “Las cárceles en el Ecuador”, Quito, 2000, ined.
La Defensoría del Pueblo informó (1999) haber recibido 10.820 denuncias, de las
cuales el 50 % eran detenciones arbitrarias. 8 La Defensoría informó que ese
mismo año intervino en 839 casos de recursos de Habeas Corpus, de los cuales el
57 % fueron aceptados y, por lo tanto, las personas detenidas
inconstitucionalmente quedaron en libertad.

La mayoría de personas que ingresan al Centro de Detención Provisional de Quito


(CDP) lo hacen sin orden dispuesta por el juez, o sea, de modo inconstitucional.
Hay informes probatorios de que “el 95 % de las personas detenidas en el CDP
son mantenidas más allá del plazo legal establecido...” 9

Los actores de esta violación constitucional son –generalmente- los policías que
intervienen en situaciones conflictivas, arrestan a quienes creen son los
responsables de delitos, y los trasladan al CDP. En muchos casos se trata de un
procedimiento de connotaciones corruptas, pues los policías esperan que la
persona detenida les “compre” el parte policial “limpio”, o sea libre de
incriminaciones. En todo este procedimiento arbitrario juega la discriminación por
raza y etnia, pues generalmente las personas detenidas que son indígenas y afro-
ecuatorianas son recluidas a los peores pabellones y las celdas más inmundas de
los centros de detención provisional.

De las detenciones ilegales tiene plena responsabilidad el Estado y da lugar a


reparación. También hay detención ilegal cuando la misma es ordenada por el juez
sin cumplir los requisitos y formalidades de ley. Por último, son ilegales también
las detenciones que se mantienen más allá del plazo contemplado en la
Constitución (Art. 24-8)
El Derecho a la Reparación en el procesamiento penal, INREDH – CEPAM, Quito,
2002, p. 64-65

En el Ecuador actual no hay progresos prácticos que demuestren que se


respeta la prisión preventiva en los términos constitucionales y jurídicos. El
incumplimiento de los plazos legales sobre la prisión preventiva es generalizado.
Esta forma de pérdida de la libertad antes que excepcional, se ha vuelto la regla
general, con lo que se aporta al sobrepoblamiento de las cárceles. Pero –además-
la persona detenida de modo preventivo cae automáticamente en el estigma
social, pues a partir de entonces todos empiezan a considerarle culpable.

Las causas de la masificación de la prisión preventiva son:

(a) La desconfianza de los jueces en otras medidas cautelares que garanticen


la presencia del encausado (no detenido) en el juicio, salvo la fianza, a la
que pueden acceder solo los detenidos con posibilidades económicas.

8
Op.cit. p.15
9
INREDH, “Caminos de esperanza,” Quito, 2002, p. 94
(b) La crisis de la administración de justicia, incluyéndole a la Policía, por
factores económicos y la corrupción. 10

Los policías se han acostumbrado a detener preventivamente a las personas,


cuando presumen el cometimiento de un delito, o quieren extorsionarle, sin
respetar las garantías constitucionales. La única posibilidad de obviar la orden del
juez es en el caso de delito flagrante (Art. 24-6 de la Constitución), pero los
policías llegan inclusive a falsear la verdad y afirmar que la persona fue
aprehendida “con las manos en la masa”. El “parte policial” reemplaza a la orden
de detención del juez, y en muchos casos, los cuarteles de Policía son convertidos
en centros de detención provisional en los que el trato inhumano y degradante,
cuando no la tortura, reemplazan al procedimiento técnico indagatorio. 11

Respecto a la tortura, la Constitución dice: “Se prohíben las penas crueles, las
torturas, todo procedimiento inhumano, degradante o que implique violencia física,
psicológica, sexual o coacción moral...” (Art. 23-2) Sin embargo, la tortura sigue
siendo “la técnica” más eficiente para arrancar declaraciones autoinculpatorios de
las personas detenidas, especialmente de las personas de menores recursos
económicos, o pertenecientes a minorías étnicas y sexuales. En esto, el Ecuador
no ha avanzado como Estado social de Derecho casi nada.

La fuerza policial sustituye habitualmente los recursos técnicos de la investigación.


No hay acción de vigilancia de las personas, ni prevención inteligente de la
probable fuga y la consiguiente impunidad. Se señala las limitaciones económicas
de la Policía como la causa de esto, pero, en el fondo, el Estado no se
compromete en la organización de una Policía especializada tal como ordena la
Constitución (Art. 219) que le faculta al Ministerio Público (Fiscalía) para aquello.

En consecuencia, las cárceles se abarrotan de detenidos “provisionales”, situación


vulnerable en la que entra a actuar de lleno -como un remedio peor que el mal
que se pretende curar- el sistema corrupto de policías, fiscales, administradores
de centros carcelarios, abogados, jueces, que hacen tabla rasa de la Constitución y
se burlan de los tratados internacionales de derechos humanos suscritos por el
Ecuador.

Concluyendo, la prisión preventiva no razonable viola los derechos humanos y “el


detenido en tales condiciones, sufre un castigo severo que la ley reserva a quienes
han sido efectivamente condenados.” 12 Hablamos, entonces, del “estigma de la
prisión preventiva”.

2.3. La Función Judicial y el Ministerio Público (Fiscalía)

Desde 1989 en adelante, 7 de cada 10 personas encarceladas estaban en fase


sumarial, y 3 de cada 10 estaban sentenciadas. En el año 1998 ese promedio
cambió, subiendo el porcentaje de sumariados (74 %), en tanto que en el año

10
Martín Castro, “Proceso Penal y Derechos Humanos”, Comisión Andina de Juristas, Quito, 2002, p. 288
11
Más adelante se resume el Caso Suárez Rosero, de reparación de daños por abuso de la prisión preventiva, que sentenció la
Corte Interamericana de Derechos Humanos a favor de las víctimas y en contra el Estado ecuatoriano (1997)
12
Op.cit, p. 286
2002 ese indicador bajó al 63 %. ¿Qué explicaciones hay para esto? Como se dijo,
entre 1996 y 1998 rebajó la población carcelaria nacional, por las reformas de
despenalización del consumo de drogas, la aplicación del principio In Dubio Pro
Reo y otras medidas. En el mismo periodo –sin embargo- subió la proporción de la
población sumariada pero no sentenciada, lo que demuestra la ineficiencia de la
Función Judicial.

Esto nos permite sacar una conclusión preliminar: en los últimos años en el
Ecuador las pocas reformas aplicadas en las cárceles básicamente han devenido
por la presión de la población detenida y en prisión, mas no por la iniciativa y
gestión del sistema de administración de justicia, que por el contrario ha
demostrado indiferencia, incapacidad y anclaje en una visión tradicional de las
cárceles como penitenciarias que deben estar llenas de “personas culpables”
para que el resto de la sociedad se sienta menos intranquila, y que esas personas
deben purgar “sus culpas” con la mayor rudeza posible como escarmiento y medio
persuasivo de ese segmento de la sociedad que es “potencialmente delincuencial”.

Entre la población carcelaria masculina hay proporcionalmente más personas


condenadas que procesadas: hombres procesados 62 % y mujeres procesadas 67
%. Pero si partimos de la afirmación de que un síntoma de eficacia de la Función
Judicial es la culminación del proceso de enjuiciamiento con la condena,
concluiremos que la justicia es particularmente ineficiente con las mujeres
procesadas.

Alrededor de 7 de cada 10 personas detenidas tienen un estatus penal de


sindicados, es decir, en trámite de juicio o instrucción judicial. O sea, solamente 3
de cada 10 han sido sentenciadas. 13 Esta cifra es confirmada por la DNRS, que
reconoce que en el año 2002 el 37 % de las personas recluidas estaba condenado
y el 63 % restante tenía juicios en trámite.

La Constitución (Art. 219) faculta a la Fiscalía el vigilar el funcionamiento de las


cárceles y la aplicación del régimen penitenciario y la rehabilitación social de la
población recluida. Hasta ahora el Ministerio Público ha esquivado esta
responsabilidad.

2.4. Malos tratos y tortura

La tortura en el Ecuador “constituye una práctica sistemática y cotidiana por


parte de los aparatos de control del Estado, especialmente la Policía Nacional”. 14
Esto significa que se aplica regularmente con propósitos premeditados y eficiencia.
Las cifras son demostrativas: la CEDHU receptó entre 1978 y diciembre del 2001
aproximadamente 4700 denuncias, de las cuales el 25 % eran sobre torturas y el
75 % tratos inhumanos y degradantes. 15

13
FIDHU, “Las cárceles en el Ecuador” p.9
14
INREDH, “Caminos de esperanza. Modelos de atención a víctimas de tortura y personas privadas de libertad”, Quito, 2002,
p. 19
15
Op.cit, p. 19 Se define a la tortura,, los trataos crueles e inhumanos como “Todo acto por el cual se inflija
intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves... con el fin de obtener de ella o de un tercero información o
una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que haya cometido, o de intimidar o coaccionar a
Entre julio de 1995 y junio de 1999, INREDH identificó 848 casos de tortura
solamente en el CDP de Quito, de los cuales el 66 % fueron ejecutados en el
momento de la detención, el 25 % en la investigación, el 7 % dentro del centro de
detención provisional. En los dos primeros escenarios, actúan los policías, y en el
tercero los guías penitenciarios.

“Al llegar a la OID (Oficina de Investigación del Delito) un


agente me dio un guachazo en el cuello y me dijo: ¡antes de
que te pase otra cosa dinos la verdad hijo de puta! Luego me
vendaron los ojos, me pusieron boca abajo y me estiraban las
manos hacia atrás, me preguntaron del robo de una
máquina... yo no les contesté nada... Me quitaron las vendas,
me dieron otro guachazo en el cuello y me llevaron
nuevamente a la OID a continuar las investigaciones, me
hicieron firmar el informe y no me dieron tiempo para leer”. 16
(Testimonio de un detenido por presunción de robo, Memorial
del infiernillo)

Cuando torturan los policías pretenden atemorizar a la persona detenida, que se


auto inculpe o culpe a terceros, lo cual gravita en la redacción del “parte policial” y
en la eficiencia de la “cadena corrupta” pues en esas condiciones la persona es
absolutamente vulnerable a la extorsión y el chantaje, que empieza con el agente
de seguridad y puede terminar con el juez.

En los centros de detención y las cárceles generalmente se maltrata y tortura con


el pretexto de aplicar sanciones disciplinarias a las personas internas. Hay que
destacar que en el Ecuador no existe ninguna reglamentación escrita y legal de
aplicación de sanciones disciplinarias, de modo que todo queda en los arbitrios de
las autoridades carcelarias y los guías penitenciarios. Hasta que se apruebe un
reglamento disciplinario que tipifique las infracciones y sanciones, se debe aplicar
el principio constitucional del respeto a la integridad física y la dignidad de las
personas, así como la Convención contra la tortura y otros tratos crueles,
inhumanos y degradantes, ratificado por el Ecuador en 1988.

En caso contrario, para vergüenza de todos, seguirá siendo una verdad lo dicho en
el siguiente testimonio:

“... la única solución posible (a los actos de indisciplina) es la reclusión en el


calabozo durante un periodo de tiempo no definido. El director del centro de
reclusión Nro. 2 de varones de Quito asegura que la mayoría de los casos que son
llevados al calabozo duran un periodo de 2 a 3 días, con un máximo de 5 a 6... En
el centro de reclusión Nro. 1 de la capital encontramos a reclusos que estaban en
calabozo desde hacia varias semanas... Los calabozos que vimos ni siquiera son
dignos de alojar a animales. Se trata de espacios cerrados, exiguos, con muy poca

esa persona u otras... cuando dichos dolores sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de
funciones públicas...”. (Convención contra la tortura)
16
INREDH, “El ocaso de la dignidad. La tortura en el Ecuador”, Quito, 1997, p.128
luz natural, a menudo oscuros, sin instalación sanitaria, ni agua. Las personas que
se hallan encerradas... tienen que dormir en el suelo de cemento húmedo. Las
paredes son sucias y húmedas. La sanción en el calabozo elimina toda posibilidad
de salida exterior, ni siquiera una hora al día... Si la mayoría de lugares de
detención que visitamos imponen condiciones a menudo inhumanas, esos
calabozos podrían fácilmente rivalizar con las condiciones de detención impuestas
a los presos de la Edad Media”. 17

17
Citado en “Las cárceles en el Ecuador”, p.17
Los casos de tortura en el CDP de Quito se concentran especialmente contra los
sospechosos de cometer delitos que pertenecen a minorías étnicas y sexuales,
consumidores de droga, personas que ejercen la prostitución e individuos
marginados. Generalmente esas personas son las más pobres de la sociedad, no
cuentan con medios económicos y técnicos, con destrezas sociales ni con la
oportunidad para denunciar la tortura y defender sus derechos humanos; son
personas con niveles bajos de educación, inclusive se han “familiarizado” con la
violencia y la tortura, de modo que le “toleran más” que otras personas, pero
además tienen temor a denunciarla y no cuentan con la credibilidad mínima ante
las autoridades del Estado y la sociedad en general. ¿Quién daría crédito a una
denuncia de tortura de un mendigo, un drogadicto o una prostituta…? Los
impactos de la tortura incluyen a la familia cercana de la víctima, que muchas
veces no actúa por miedo a las represalias, lo que coadyuva la impunidad. Otro
efecto son las lesiones físicas y psicológicas. El dolor, los hematomas, las lesiones
que pueden llegar a ser graves, las fracturas de huesos que dan lugar a
deformaciones del cuerpo, generalmente hay politraumatismos. También hay
casos de infecciones a los ojos y oídos, a las vías respiratorias altas, pero también
enfermedades de transmisión sexual. Finalmente están los efectos psicológicos:
terror, inseguridad, paranoia, depresión, subvaloración del cuerpo si quedó
deformado y riesgo de suicidio. (INREDH)

2.5. Ejecución extrajudicial y desaparición forzosa

La Constitución de 1998 determina el respeto a la integridad personal y prohíbe la


pena de muerte. (Art. 23-1) Sometidas a fuertes castigos y tortura, han muerto
personas en los últimos años. Los casos presentados ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la OEA son consistentes. 18 Se trata de la
muerte de personas en manos de agentes de la seguridad del Estado,
cuyos culpables (como se verá más adelante) quedan en impunes pues son
juzgados en los tribunales especiales de la Policía, abusando de modo
inconstitucional del “fuero especial”.

Cabe recordar que las prácticas de tortura, tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes, las desapariciones forzadas de personas y las ejecuciones
extrajudiciales son crímenes de lesa humanidad y su juzgamiento no prescribe.

La tipología de violaciones al derecho a la vida incluye: (a) asesinatos por parte de


militares y policías, (b) muertes bajo custodia oficial, (c) excesos en el uso de la
fuerza, (d) ejecuciones, (e) persecución, (f) desapariciones forzosas.

18
OEA-CIDH, “La situación de los DH en el Ecuador hasta 1996”, 1997, ined. p....
El caso de Aníbal Aguas
Aníbal Aguas murió el 1 de marzo de 1997 mientras se encontraba detenido por la
Policía Nacional en la ciudad de Machala. Bajo custodia policial fue torturado y
golpeado salvajemente y al llegar al cuartel ya había muerto. Sus familiares
interpusieron denuncia inmediatamente y dos oficiales de la Policía fueron
acusados del crimen. Debido a que los supuestos perpetradores eran policías el
fuero especial opinó que le correspondía a éste juzgar a los supuestos culpables.
En el fuero ordinario también se comenzó a ventilar el caso, sin embargo, el juez
se inhibió y el fuero policial asumió la competencia. Al año de haberse detenido a
los policías supuestamente involucrados, estos fueron liberados pues no habían
sido procesados con prontitud como establece la ley. En septiembre del 2000 los
dos policías fueron condenados a tres años de reclusión por lesiones y muerte. La
sentencia fue apelada por los familiares y en junio del 2001 se les impuso la pena
de 8 años de reclusión por el delito de muerte bajo tortura. La Corte Nacional de
Justicia Policial confirmó la condena en diciembre del 2001. En mayo del 2002, el
juez ordenó la detención de los condenados para que cumplan su pena. Los
inculpados sin ser detenidos interpusieron un recurso de revisión que fue
desestimado por la Corte Nacional de Justicia Policial en abril del 2003 con lo cual
quedó en firme la sentencia condenatoria de 8 años, pero hasta ahora los policías
no han sido detenidos y los familiares no han recibido reparación.
(Informe de Amnistía Internacional, 2003)
El caso de Kléber Abad
Kléber Abad fue detenido el 2 de julio de 2002 en el trayecto de la vía Lago Agrio -
Shushufindi en la provincia de Sucumbíos por miembros de la Policía y acusado de
transportar gasolina blanca. Fue llevado al destacamento de la policía rural del
cantón Shushufindi donde se dispuso su traslado hasta la ciudad de Lago Agrio. Al
enterarse la familia de la detención acudió inmediatamente a la policía en Lago
Agrio donde fue informada que Kléber Abad se había lanzado al río Aguarico en el
trayecto a Lago Agrio y que no había sido visto desde entonces. Veinticuatro días
después de su detención el cadáver de Kléber Abad fue encontrado en el río, pero
su cuerpo presentaba dos orificios de bala, uno en el glúteo y otro en el estómago.
La policía de Sucumbíos puso en duda la identidad de la víctima. Los exámenes de
ADN demostraron que se trataba de los restos de Kléber Abad. El fiscal que
comenzó la investigación en la justicia ordinaria, pero en agosto del 2002 se
inhibió del caso argumentando que los miembros de la Policía Nacional el día de
los hechos se encontraban realizando labores en calidad de policías, por lo que no
pueden ser juzgados por un juez que no sea de su fuero, disponiendo que todo lo
actuado se remita al Comandante General de la Policía Nacional para el tramite
correspondiente. El 24 de septiembre del 2002 la familia escribió al Ministro de
Gobierno y se quejó de la decisión del fiscal de Sucumbíos, pero no recibió
respuesta. En febrero del 2003 una delegación de Amnistía Internacional que visitó
Ecuador se reunió con miembros de la Unidad de Derechos Humanos del Ministerio
de Gobierno, y le entregó una copia de la carta de la familia Abad al Ministro.
Hasta la fecha, ni la familia Abad ni Amnistía Internacional han recibido respuesta
alguna. La familia ni siquiera ha podido acceder al expediente en la Corte Policial
de Quito. (Informe de Amnistía Internacional, 2003)

2.6. ¿Quiénes están en las cárceles?

Estadísticas recientes de la DNRS revelan que:

(a) Nueve de cada 10 personas detenidas y encarceladas son hombres.

(b) Entre los hombres, el 54 % tiene niveles bajos de educación. Entre las
mujeres, esa proporción disminuye al 45 %.

(c) Con niveles medios de escolaridad, los hombres comprenden el 37 % y las


mujeres el 43 %. Finalmente, con niveles superiores hay cierto equilibrio
entre ambos sexos, alrededor del 8 y 9 % de hombres y mujeres.

De una parte, las cifras demuestran la vulnerabilidad de las personas con menores
grados de educación formal, lo que es sinónimo de mayor pobreza social y de
riesgo. No creemos que la causa de la presencia de esas personas en las cárceles
sea su baja escolaridad, sino que la pobreza les torna más vulnerables al sistema
penalizador. El primer “eslabón” de ese sistema es la policía, cuyos miembros
tienen incorporado a su cultura y personalidad un cuadro de prejuicios en el que
ser pobre, ser afro-descendiente, residir en ciertos barrios, vestir cierta
indumentaria y tener determinado aspecto son “indicativos” de un ser
delincuencial.

Pero nuestra sociedad cambia al ritmo de la globalización y con ello sus normas de
conducta, sus patrones culturales, las expectativas de las personas y las
tendencias al cometimiento de delitos.

“Antes, quienes cometían más delitos eran las personas analfabetas, o


que apenas habían cumplido la instrucción primaria. En la actualidad no
es así, quienes mayores delitos cometen son personas que tienen
instrucción media o media incompleta, luego siguen las de instrucción
primaria, las de educación superior y finalmente las analfabetas. Ha
habido un cambio. ¿Qué ha pasado? La sociedad se ha vuelto más
competitiva, para cualquier cosa se exige mayores grados de
instrucción, de formación técnica, pero también hay ciertos delitos que
demandan una instrucción superior, por ejemplo, es alto el porcentaje
de personas con instrucción superior que han cometido delitos por lo
general vinculados al tráfico de drogas. (GN)

En resumen, en las cárceles están los más pobres, las personas con niveles
menores de escolaridad, escasa capacitación técnica para desempeñarse en el
mercado de trabajo con competitividad. La secuela es: a menor educación, menos
oportunidades de empleo, mayor vulnerabilidad ante hechos de violencia común,
mayores posibilidades de caer en una redada policial e ir a parar en la cárcel,
donde el trato discriminatorio a los más pobres “es lo normal”, más que todo a
quienes pertenecen a minorías étnicas y sexuales. En la cárcel no hay
oportunidades de rehabilitación social, de modo que al salir libres muchas de esas
personas reinciden en el cometimiento de delitos, en otros casos son obligadas a
ello por grupos organizados de delincuentes e inclusive por policías que viven de la
extorsión y el chantaje.

Visión étnica de la población carcelaria


El 7 % de las personas encarceladas se definen como indios, y el 17 % como
negros. (Boletín estadístico, DNRS, 2002) Según el Censo del 2001, en el Ecuador
la población afro-descendiente equivale al (… %), pero en las cárceles esa
proporción es mayor. ¿Por qué? Porque sobre esta población étnica cae el peso
mayor del sistema punitivo, y en el momento de detener, estigmatizar o condenar
a una persona, se presume que la gente afro-descendiente es delincuente...
prostituta, maleante, traficante... La estadística carcelaria nos aproxima a otra
prueba del etnocentrismo y del racismo “a la ecuatoriana”.

Lo que narra el siguiente testimonio es un ejemplo de la rutina de los agentes de


seguridad cuando hacen sus "batidas" anti-delincuenciales en barridas urbanas
pobres. Esta rutina ha llegado a parecer “normal” en la sociedad, y la opinión
pública la ve diariamente por los canales de TV como otra “noticia” más del día:
“... escuchamos unas voces que decían ¡todos al suelo, es la policía!
Cuando me doy la vuelta para mirar siento que me cogen de los
pelos y me tiran al piso, me patean la espalda y las nalgas, me
amarran las manos atrás con unos cordones bien fuertes. Así
amarrada, me levantan del pelo, me muestran una foto y quieren que
les diga dónde se encuentra ese señor”. 19

Los malos tratos que dan los policías a las personas detenidas provisionalmente
tienen una dedicatoria social: van dirigidos a las personas pobres que por lo
general no denuncian esas violaciones a los derechos humanos, ni reclaman la
reparación por los daños ocasionados.

“La cárcel es para el de poncho, no para todos los que cometen


delitos. Hablemos de delitos económicos, o delitos de ‘cuello blanco’,
de la gente que por su poder económico, político y social está en
capacidad de comprar todas las instancias de la justicia, que tiene tal
influencia que no es topada. Todos aquellos que tanto daño han
causado al país no están en las cárceles. Si hacemos una relación de
los delitos económicos, con los delitos comunes, ¿quién ha causado
más daño, una persona que afectó a una o dos familias o una
persona que afectó a miles de familias, entre las cuales se produjeron
abandonos, destrucción de hogares, muertes, peleas, suicidios…?
Mientras que a los unos la justicia les cae con todo rigor, los otros
están paseando por diferentes países del mundo”. (GN)

2.7. Las mujeres en las cárceles

En las cárceles la situación de las mujeres es peor que la del resto. En primer
lugar, el régimen penal es androcéntrico, o sea, su visión es eminentemente
masculina.

“El Código de Ejecución de Penas... invisibiliza a la mujer privada de libertad. La


ejecución penal se la hace desde el punto de vista del varón, como si la
problemática de las mujeres fuera igual a la de los hombres... discriminándolas y
subordinándolas a una ley que no garantiza a la mujer las estrategias necesarias
para hacer efectivos sus derechos humanos al interior de la cárcel.” 20

La globalización tiene también su rol en esta tragedia: crece la estadística de los


delitos por tenencia y tráfico de estupefacientes y la mayoría de esas personas son
mujeres. La Ley de Estupefacientes penaliza de modo más duro a estos delitos y
las cárceles se llenan con esas personas que no se benefician con las medidas de
atenuación y rebaja de penas.

¿Por qué la mayoría de personas detenidas por tenencia y tráfico de drogas son
mujeres?

19
“El ocaso de la dignidad. La tortura en el Ecuador”, p.128
20
“Caminos de esperanza”, p. 62
La situación está dada en las mujeres por la pobreza, además
porque son cabezas de familia y tienen a su cargo los hijos,
porque han sido abandonadas y sobre ellas pesa toda la
responsabilidad familiar. A esto se suma que son personas con
bajos niveles de educación, con difícil acceso al mercado laboral,
que han tenido una vida demasiado irregular, mujeres que a los
15 años se han independizado de sus familias, unas para trabajar
y poder aportar al sostenimiento del hogar, otras por haber sido
agredidas física y sexualmente dentro de sus propios hogares. La
mayoría de mujeres presas formaron hogar a temprana edad,
fueron madres adolescentes. Por otra parte, la inducción de sus
compañeros, esposos y amigos, que les llevan a la droga. Hay
mujeres que están por tráfico de drogas en cantidades menores,
la que mayor cantidad tenía (en la cárcel de Quevedo) era 240
gramos, muchas de ellas no trafican sino que consumen drogas.
Hay redes que les proporcionan la droga para que la vendan en
cantidades pequeñas y se dejen su parte para el consumo.
Cuando caen detenidas, la persona que les proporciona la droga
para la venta, les facilita el abogado defensor. Entonces, salen de
la cárcel, pero quedan atadas porque tienen que pagar la defensa,
y siguen en ese círculo vicioso. Entonces, se produce la
reincidencia. Pero también hay mujeres que sin tener
responsabilidad en el delito se han auto inculpado encubriendo a
sus compañeros e hijos... Hay mujeres que nunca supieron que
sus maridos estaban metidos en drogas y que se han auto
inculpado con el objeto de que ellos queden libres, yo les he visto
quebrarse, llorar y decir “si yo sabía que él me iba a abandonar,
no hubiera hecho esto, porque no soy culpable, pero pensé que él
estando afuera me podía apoyar. (GN)

El aumento en picada de la población carcelaria relacionada con drogas (consumo


y tráfico) es sobrestimada en el contexto geopolítico en que está inmerso el
Ecuador, que cada año debe ser certificado por el Departamento de Estado de los
Estados Unidos como un buen socio en la lucha anti-drogas para merecer la ayuda
internacional de la potencia. Más todavía: el Ecuador que ha demostrado con
estadísticas aquel compromiso -¡e ahí la importancia de las cifras desagregadas de
población carcelaria!- se ha hecho merecedor a partir del año 2004, de un
tratamiento especial en las negociaciones del tratado de libre comercio con
Estados Unidos. Todo esto nos recuerda la caricatura del asno conducido por su
amo gracias a la estrategia de la zanahoria por delante y el fuete por detrás.

“Esta estigmatización de los delitos vinculados a la droga resulta de la imposición


de la política estadounidense de lucha contra la droga. A cambio de millones de
dólares otorgados al Ecuador por los Estados Unidos, aquel toma a su cargo la
represión de esa actividad clandestina... Mientras que el Estado pretende luchar
contra los importantes narcotraficantes, solo logra encarcelar a los pequeños
portadores, o mulas, como se les llama”.21

21
“Las cárceles en el Ecuador”, p.21
En el año 2002 el 9 % de personas recluidas eran mujeres. De ellas, el 33 %
estaban condenadas y el 67 % restante permanecían sin sentencia. 22 Si el 68 %
de reclusas están encausadas por delitos con estupefacientes 23, eso presagia un
proceso penal discriminatorio, pues “la Ley de Estupefacientes... priva de los
beneficios carcelarios y de reinserción social como son la prelibertad y la libertad
controlada, incluso procesos de perdón o condonación de penas...” 24

De otra parte, no hay una política de género en relación con el sistema carcelario.
El Estado y la sociedad civil invisibilizan la importancia de tratar de modo
diferenciado a reclusos y reclusas, procurando que ellas reciban un trato específico
tanto en las relaciones de convivencia intra-carcelaria, como en la habilitación de
la libertad monitoreada, que le predisponga a un desempeño social dentro de la
ley y el respeto a los derechos humanos una vez que haya salido de la cárcel.

Niñas y niños viviendo en las cárceles


En el año 2002 se registraron 210 casos de niñas y niños viviendo con su madre /
padre en las cárceles. Esto se observa ante todo en las cárceles de mujeres, pues
allí se concentra el 62 % de casos. Esto plantea la necesidad de introducir mejoras
en el sistema, por ejemplo disponer de guarderías cercanas a los centros
carcelarios. El 53 % de casos son personas menores de 6 años que deberían estar
en guarderías y lugares de aprestamiento escolar, mas no sujetas a las difíciles
condiciones de la vida en prisión.
(Boletín estadístico, DNRS, 2002)

2.8. Hacinamiento en las cárceles

El hacinamiento en las cárceles es la culminación de la crisis de la administración


de justicia y la seguridad pública, y la pústula más visible de un enfermo social que
se llama sistema carcelario. Los reportajes televisivos lo muestran de cuerpo
entero a una sociedad conmovida aunque indiferente ante la magnitud del
problema. Hay un reclamo general porque se declare en emergencia al sistema
carcelario, antes de que estalle una “bomba de tiempo”, mejor dicho, una ola de
mítines y hechos más violentos que los que se reportan día a día.

Las siguientes cifras retratan el hacinamiento en las cárceles:

Para un promedio de 9.000 personas recluidas en año 2003 se dispuso una


infraestructura o “capacidad instalada” para 6.800 reclusos. 25 La mayoría de los 34
centros de reclusión del Ecuador son antiguas edificaciones para vivienda,

22
Entre los hombres el 38 % estaba condenado y el 62 % sin sentencia. “Boletín estadístico”, DNRS, p. 22
23
Entre los hombres el 25 % está por estupefacientes. Op.cit, p. 24-27
24
“Caminos de esperanza”, p. 63
25
Con esta referencia al déficit solo estamos refiriéndonos al promedio de área construida por interno, sin tomar en cuenta la
pésima calidad de los servicios básicos que hay al interior de las cárceles.
habilitadas como cárceles, sin las condiciones sanitarias básicas. La DNRS
reconoce que la superficie mínima por persona recluida debe ser de 20 Mt2 de
construcción. Algunos centros de detención tienen una situación deficitaria mucho
peor que aquel promedio nacional, por ejemplo:

Déficit de capacidad instalada en algunas cárceles del Ecuador


Centro Capacidad Nro. de Área
instalada internos construida
(Nro. de (promedio (M2 por
personas) 2002) interno)
Cárcel 2 de Quito 345 990 3.80
Cárcel de Jipijapa 52 84 5.80
Cárcel de 60 118 7.00
Babahoyo
Cárcel de Tulcán 100 193 13.2
Guayaquil 2.000 2.841 14.5
(varones)
Guayaquil 85 228 16.8
(mujeres)
DNRS, Boletín Estadístico, 2002

En esas condiciones de hacinamiento, se registran casos inverosímiles. La misión


internacional de observación de la FIDHU informó en el año 2000 que:

“... en el CDP de Quito en una celda dormitorio había 60 camas... y se alojaban 90


detenidos. La misma situación se repetía en la cárcel Nro. 2 de varones de Quito,
con una celda dormitorio capaz de alojar a 30 personas acostadas, donde estaban
50 personas. (...) Calor excesivo, olores nauseabundos, higiene deficiente,
escasez de medicinas y comida insuficiente se añaden a las miserias de las
personas detenidas... por ejemplo, en la cárcel de varones Nro. 2 de Quito, donde
50 personas tienen que vivir en un espacio apenas apropiado para 30, la gente
está encerrada de las 16 horas a las 6 horas de la mañana siguiente sin
posibilidades de salir debido a la inseguridad...”. 26

“Reminiscencia de otro siglo, existe un calabozo en el Centro de Varones Nro. 1


de Quito, sin ventana y poco alumbrado, de tres por tres metros, piso de
cemento, sin sanitario, donde encontramos a 15 personas, algunas encerradas allí
desde hace dos meses. Un simple hueco para orinar y defecar, y un barril de agua
hacia atrás. Son condiciones inhumanas en todo aspecto. Uno de ellos, herido el
brazo, había sido dejado sin cuidados desde hace días”. 27

Como se ha sostenido en otra sección de este Informe, si la justicia es para


quienes pueden pagarla como un servicio escaso y caro, la cárcel es para los
pobres. Dice la Misión Internacional de Observación de la FIDHU:

26
Las cárceles en el Ecuador, p.18
27
Op.cit, p. 17
“Unas personas acusadas de robos menores, de prostitución, en los casos de
travestíes por ejemplo, de simple posesión o pequeño tráfico de drogas, que no
representan una amenaza a la seguridad pública... (En cambio) Los privilegios
concedidos por el Estado a los policías y a las personalidades políticas o públicas
que se las detiene en la cárcel Nro. 4 (de Quito) representan una forma
inaceptable de distinción entre los detenidos”.

Esos son los delincuentes “de cuello blanco”, tratados por policías y guías
penitenciarios “a cuerpo de rey”.

2.9. El sistema carcelario

Hablamos de un sistema corrupto pues una vez detenida la persona entran a


jugar su rol una serie de mecanismos más o menos ensamblados y eficientes en
su propósito de llevarle al detenido a una situación de extrema vulnerabilidad para
extorsionarle y si no tiene recursos económicos acabar por “enterrarle” en la
cárcel.

A la falta de defensores públicos y con agentes fiscales sin preparación académica


y recursos suficientes, la “defensa legal” de las personas detenidas depende -en la
generalidad de casos- de la gestión de abogados y tramitadores que buscan
sacarle dinero a la víctima a cambio de la boleta de excarcelamiento. Los
preceptos constitucionales de la presunción de inocencia, defensa legal,
oportunidad del juicio, etc. solo se hacen efectivos si se tiene dinero para gastar
en toda la “cadena corrupta”, que abarca policías, abogados, agentes fiscales,
secretarios de juzgados, jueces de instrucción y ciertos magistrados.

Prácticamente el Estado se ha declarado impotente para corregir el sistema


corrupto, por el contrario, lo promueve como una superestructura que le sustituye
en su obligación constitucional de controlar las cárceles. Los guías y personal
administrativo son piezas claves de ese sistema, desde cuando exigen dinero para
facilitar una llamada telefónica al exterior de la cárcel, o para “hacer gestiones” y
dar información legal al detenido, hasta cuando se hacen “de la vista gorda” en la
introducción de alcohol, droga y armas a las cárceles.

Pero ¿cuánto gana mensualmente un guía penitenciario que tan fácilmente cae en
la red corrupta? “Los 840 oficiales de prisiones cobran el equivalente del salario
medio de los ecuatorianos... lo que es insuficiente para que viva una familia... su
horario laboral les obliga a dormir en la prisión. En el centro de varones Nro. 1 de
Quito, por ejemplo, los turnos de trabajo son de 8, 12 y 24 horas. (...) Cuando se
les proporcionan armas, tienen que comprar ellos mismos las municiones. No
tienen uniforme, ni reciben ninguna capacitación especial para su profesión...” 28

El Consejo Nacional de Rehabilitación Social que legalmente dirige el sistema


carcelario tiene parte de responsabilidad en la crisis pues se ha vuelto parte del
botín burocrático del gobierno de turno. El Consejo depende del Ministerio de
Gobierno y cuando cambia el titular de esa cartera se reemplaza al presidente del

28
Op.cit, p.20
organismo rector y con él a muchos empleados y guías penitenciarios. Desde 1997
al 2000 han pasado como 60 miembros por el Consejo Nacional de Rehabilitación
Social. Sobre ellos están las presiones de los políticos de turno con sus
componendas y repartos de “troncha”. En consecuencia, los cargos de la DNRS
que deben ser de carácter técnico, son cuotas políticas.

En las cárceles funciona un aparato paralelo de gestión, vigilancia y seguridad.


En el Ecuador se paga una renta para estar preso, es decir, para obtener una
celda y una mínima comodidad en su interior, pagos de “alojamiento” controlados
por grupos organizados de internos que funcionan a vista y paciencia de
directores, guardias y policías. El hecho es que en la cárcel todo cuesta; la celda,
la comida, la limpieza, la protección... excepto el aire denso y putrefacto que se
respira en sus celdas, corredores, patios y SSHH. Los detenidos sin dinero –que
son la mayoría- llevan una vida indigna y recargada de resentimiento con toda la
sociedad. Entonces, ¿de qué rehabilitación o reinserción social se habla?

Tal es el abandono del Estado del sistema carcelario que los internos
tienen que comprar las cosas para poder hacer limpieza, pintar las
paredes, para vivir de modo un poco decente. El Estado está dejando
esa responsabilidad en manos de los internos. Yo veo con
preocupación que surge un sistema paralelo, uno que lo dirigen los
internos y, otro, con las funciones del Estado. En el Ecuador los
internos pagan para estar presos. Para entrar a una determinada
celda hay que pagar diez dólares, si la condición económica de la
persona es mejor el pago llega a cantidades más altas. Pero ¿quién
supervisa esos dineros, qué se hace con esos dineros? Al momento
ha surgido la “institución” de la prenda. La prenda es que yo ingreso
a un centro carcelario donde hay mafias que me dicen, vea, usted va
a ser prendado por mí. Yo le voy a dar protección para que no le
roben, no le asalten, no le violen y demás. Esto le cuesta a usted
semanalmente trescientos dólares. Hay internos que muchas veces
no pueden recobrar la libertad pues, teniendo la boleta de
excarcelación no han cancelado aún la prenda. (GN)

Otro escenario del sistema corrupto es “la venta de bienes robados dentro de
los centros carcelarios, y la compra y venta de estupefacientes y alcohol...
actividades ilícitas que favorecen el mantenimiento de un ambiente de
inseguridad y violencia...” 29 La administración de las cárceles es rectora del
sistema corrupto, vieja verdad que poco ha cambiado con el paso del tiempo.

Concluyendo, la brecha que separa la ley y la práctica de la justicia es abismal.


Efectivamente:

(a) En las cárceles no están los grandes responsables de los delitos económicos, ni
los políticos responsables de corrupción, malversación de fondos públicos, etc.

29
Op.cit, p.20
(b) La cultura política clientelar (ofertas de campaña a cambio de respaldo en las
urnas) no se aplica para el caso de las cárceles, pues abordar el tema no rinde
votos.

(c) El sistema carcelario no es de rehabilitación social pues no hay política de


Estado sino, por el contrario, abandono estatal de sus respectivas obligaciones.

(d) El Estado no respeta los derechos a la dignidad humana y la integridad


personal de quienes se hallan en los centros de detención y penitenciarías.

(e) Más población carcelaria es un sinónimo de condiciones más propicias para el


incremento de la violencia en esos establecimientos.

(f) La tendencia dominante en el sistema de administración de justicia es al


incremento de penas a quienes se considera culpables aún antes de ser
juzgados y sancionados, lo que conduce a una mayor presión demográfica en
las cárceles.

2.10. La impunidad amparada por el Estado 30

Veamos un par de paradojas: si alguien hurta una gallina se llama ladrón, pero si
roba los fondos públicos se le denomina malversador... En cambio, a un banquero
que se llevó el dinero de los clientes a sus cuentas en el extranjero no se les juzga
por robo sino por abuso de confianza. Así mismo, en cárcel está un individuo 5
años por robo de unas gallinas... pero si un policía detiene a una persona, la
tortura y mata, es sobreseído por el juez de fuero especial, pues según el
Código Penal Policial estuvo ejerciendo sus capacidades profesionales. ¡Un absurdo
que la subcultura del maltrato al detenido haya reemplazado al ejercicio de la
inteligencia y la tecnología en el esclarecimiento del delito!

El Art. 183 de la Constitución determina que la misión fundamental de la Policía es


“garantizar la seguridad y el orden público” y el 187 establece que sus miembros
tienen fuero especial “para el juzgamiento de las infracciones cometidas en el
ejercicio de sus labores profesionales… y en caso de infracciones comunes estarán
sujetos a la justicia ordinaria”. El fuero especial de los policías tiene competencia
solamente para intervenir si el delito o infracción hubiese sido cometido en el
cumplimiento de las labores profesionales.

El Código de Procedimiento Penal Policial tipifica los delitos inherentes a sus


funciones, como la deserción, abandono del puesto, insulto a un superior, entre
otros, pero incluye delitos como la tortura, asesinato a la cónyuge del policía,
homicidio simple, asesinato, homicidio en prácticas deportivas, adulterio,
atentados contra el pudor, delitos sexuales y hasta la usura. ¿Derivan estos
hechos del ejercicio profesional de la policía? Es obvio que no, y por lo mismo
deben ser juzgados en los tribunales comunes.

30
La base de este análisis es el “Informe de Amnistía Internacional” (Ecuador), 2003
La existencia de tribunales especiales de Justicia para los miembros de la Policía y
las FFAA, atenta contra el debido proceso y genera impunidad. Desde 1985 a
1995, de 4.568 casos tratados en esos tribunales, solo 46 recibieron sentencia
provisional, 5 obtuvieron sentencia definitiva, y 50 fueron declarados prescritos.

El Art. 191 de la Constitución determina la existencia de la unidad jurisdiccional,


por lo que las Cortes Policial y Militar se deben integrar a la Función Judicial. Lo
contrario es inconstitucional, además que aúpa la impunidad y más violaciones a
los derechos humanos. La Disposición Transitoria 26 de la Constitución ordena que
los jueces y magistrados que dependan de la Función Ejecutiva pasen a la Función
Judicial, incluyéndose a los jueces militares y de policía. El Consejo Nacional de la
Judicatura presentó un proyecto en agosto del 2001, pero el Congreso no ha
decidido al respecto, lo que es otra muestra de la influencia de la Policía Nacional
en las más altas esferas del Estado, de la lenidad del Congreso y de la “prudente”
impotencia de la Fiscalía.

Sin embargo, la impunidad es una infracción de la cual es responsable el Estado


ecuatoriano. Así lo ha interpretado la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos de la OEA, que en los últimos 5 años ha intervenido e impuesto las
medidas de reparación correspondientes. Las medidas para corregir la impunidad
institucionalizada deben formar parte de la modernización del Estado.

3. EL PARADIGMA DE LOS DERECHOS HUMANOS

3.1. Las leyes son buenas… pero no se cumplen

El Estado ecuatoriano ha suscrito dos tratados internacionales relacionados con


los derechos humanos de las personas detenidas o en prisión:

• El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1969)


• La Convención contra la Tortura, Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes
(1988)

La Constitución en su artículo 208 determina que:

• El sistema penal y el internamiento tendrán como finalidad la educación del


sentenciado y su capacitación para el trabajo, a fin de obtener su rehabilitación
que le permita una adecuada reincorporación social.
• Los centros de detención contarán con los recursos materiales y las
instalaciones adecuadas para atender la salud física y psíquica de los internos.
• Los procesados o indiciados en juicio penal que se hallen privados de su
libertad, permanecerán en centros de detención provisional.
• Únicamente las personas declaradas culpables y sancionadas con penas de
privación de la libertad permanecerán internas en los centros de rehabilitación
social.
• Ninguna persona condenada por delitos comunes cumplirá la pena fuera de los
centros de rehabilitación del Estado.
El Pacto Internacional (Art. 9.3) expresa que la prisión preventiva no debe ser la
regla general, lo que significa que su carácter es excepcional. La Convención
Americana de los Derechos Humanos -por su parte- enfatiza en que el Estado está
obligado a “no restringir la libertad del detenido más allá de los límites
estrictamente necesarios para asegurar que no impedirá el desarrollo eficiente de
las investigaciones y que no eludirá la acción de la justicia, puesto que la prisión
preventiva es una medida cautelar, no punitiva”. 31

En todos los casos debe tomarse en cuenta los principios universales de la


presunción de la inocencia y la libertad personal contenidos en todos los
instrumentos internacionales pertinentes, suscritos por el Estado ecuatoriano y
expresamente consignados en la Constitución (Art. 24-7 y 23-4 respectivamente).

3.2. Con pérdida de la libertad no hay rehabilitación

Es hora de terminar con el discurso eufemista de la “rehabilitación social” en las


cárceles, primero, porque en el Ecuador con el sistema colapsado “la cárcel es la
universidad del delito”... y segundo, porque en el mundo va imponiéndose luego
de 200 años de implantación de la institución penitenciaria, una política de Estado
de libertades monitoreadas dentro de un proceso, para la generalidad de personas
que luego de tener un proceso legal y justo son halladas culpables del
cometimiento de infracciones y delitos, y por lo mismo han de experimentar la
restricción de su derecho a la libertad personal.

En efecto, la libertad como bien absoluto del ser humano no se pierde ni siquiera
en condiciones de detención y prisión. Esas personas, luego del debido proceso,
experimentan la restricción de la libertad, sanción que se relativiza de acuerdo con
la gravedad de la falta juzgada y la disposición del reo de comprometerse en un
proceso de respeto a las leyes del Estado y a los derechos de las personas. El
ejercicio de una libertad restringida es el verdadero medio para la recuperación del
lugar y el rol de la persona juzgada y sancionada en una sociedad digna. Por el
contrario, la pérdida de la libertad y peor aún la denigración de la persona en las
mazmorras son los sustentos de “la cárcel como universidad del delito”.

Si se revisa todo el penitenciarismo del mundo, la tendencia es a


minimizar los encierros. La persona que ha sufrido el proceso de
prisionización, de deterioro de la autoestima personal, sale de la
cárcel más resentida de lo que entró. Ese resentimiento lo va a
replicar en la sociedad. Por el contrario, si tenemos programas de
prevención, sí vamos a lograr cambios radicales. Eso no quiere decir
que se vaya a terminar con la delincuencia, que está presente hasta
en los países más desarrollados del mundo, pues siempre habrá
personas que no estén de acuerdo con el sistema establecido. ¿Qué
nos dicen las normas internacionales? Que la cárcel tiene que
asemejarse cada día más a la vida en libertad. Pero nuestra
tendencia es a la inversa. Mientras otros países ven que las cárceles

31
“Proceso Penal y Derechos Humanos”, p. 285
no les dan mayores resultados, y están tratando de que las personas
que se pusieron al margen de la ley sean sancionadas con una gama
de penas alternas, en el Ecuador estamos por en endurecimiento de
las penas en prisión. No estamos diciendo que esas personas no
deban ser sancionadas, pues en un estado de derecho todos
tenemos que cumplir las normas. (GN)

3.3. La legalidad y la justicia deben tomarse las manos

Desde los derechos humanos, la justicia y la legalidad deben caminar tomadas de


las manos. Puede haber aplicación apegada a la ley pero sobradamente injusta. El
derecho humano al debido proceso se esfuerza por achicar la brecha que
históricamente hubo entre legalidad y justicia.

El Código Penal señala que la pena máxima es de 16 años, pero la Ley de


Sustancias Estupefacientes determina una condena de 25 años de encarcelamiento
en los casos de delitos conexos. “Por consiguiente, un 35 % de la población
carcelaria no podrá gozar del mismo beneficio de la ley. Se trata de una violación
al derecho constitucional a un juicio justo. La Ley de Sustancias Estupefacientes
también prohíbe otorgar la pre-libertad a las personas condenas conforme a esta
ley, mientras que las personas condenadas por cualquier otro delito, inclusive por
homicidio, pueden beneficiarse de tal medida.” 32

La incoherencia penal que prevalece en el Ecuador es funcional a una estrategia


del poder, por la cual las paradojas legales las resuelven el sistema de
administración de justicia a favor de quien tiene dinero suficiente, relaciones
sociales poderosas o padrinos políticos. Por eso, en las cárceles no están los
grandes traficantes de drogas, los ricos lavadores de dinero, los empresarios de
políticos corruptos que financian sus campañas con narcodólares. Están los
“siervos de la gleba” del negocio más lucrativo del mundo, y esas cifras
estadísticas que hablan de un tercio de población carcelaria por estupefacientes
(2002) sirven solo para justificar la ingerencia de la política de Estados Unidos en
el Ecuador.

El tráfico de drogas debe ser tipificado dentro del Código Penal y la


ley tiene que ser modificada de acuerdo a nuestra realidad. Que no
se esconda otros intereses. No olvidemos que el interés
norteamericano es totalmente económico. Aquí estamos hablando de
cuestiones económicas, no de salud pública ni cosas por el estilo.
Esas normas deben ser incluidas dentro del Código Penal y que las
sanciones se impongan de acuerdo a la gravedad del delito, pues
aquí muchas veces no hay proporcionalidad entre el delito cometido
y la pena impuesta. Por ejemplo, una mujer es sentenciada por 5
gramos de cocaína a 12 años de cárcel, otra mujer con 80 kilos de
heroína es sentenciada a 8 años. La Constitución dice que tiene que
haber proporcionalidad entre delito y pena. Pero la Ley de
Estupefacientes habla en términos generales, no discrimina por
32
“Las cárceles en el Ecuador”, p.21
clases de drogas, entre la marihuana, la heroína, el clorhidrato de
cocaína. (GN)

3.4. La inversión social en las cárceles

Al Estado actual anclado en el régimen social de privilegios antes que en la


institucionalidad social de derecho no le importa el colapso del sistema carcelario,
lo que se refleja en la incapacidad reformatoria de las leyes pertinentes y la falta
de inversión social en las cárceles.

El presupuesto (inclusive el que financia los gastos administrativos de la DNRS)


procede del 10 % de las multas cobradas por el giro de cheques sin fondos y que
son protestados. En este ítem presupuestario como en muchos otros, no hay
transparencia; pero es que –además- a casi nadie le interesa que mejore el
presupuesto carcelario. Diputados y gobernantes no ganan votos haciendo
clientelismo en las cárceles.

El presupuesto económico para los 34 centros carcelarios fue igual en los años
2001 y 2002, equivaliendo a 19’767.000 dólares, a pesar del crecimiento de la
población carcelaria en un 11 %, que pasó de 7.859 personas a 8.723 en el
trayecto de esos años. Si en el año 2001 el fisco entregó $ 6.90 diarios
(promedio) por persona encarcelada, en el año 2002 dio $ 6.20 día/persona. Esa
cantidad se reparte en distintos rubros, donde el pago a funcionarios y empleados
se lleva el 89 %. En el año 2002 se gastó $ 17’592.630 en gasto corriente, y
quedó $ 2’175.000 dólares para gastos de inversión y alimentación de los
detenidos. De esa suma se resta el egreso por inversión equivalente a $ 1’383.690
quedando un saldo de $ 791.310 dólares para la alimentación de los detenidos,
que equivale a $ 0.26 dólares por día/persona. 33 ¡Ese valor es menor al que se
gasta en la alimentación diaria de un perro de raza!

El Estado debe hacer inversión social en el sistema carcelario por los siguientes
motivos:

(a) El sistema es una “bomba de tiempo” activada. ¿Cuánto tiempo


debe pasar para que estalle una ola de motines carcelarios? ... ¿Por
qué no se toma en serio una declaración de estado de emergencia
en este ámbito?

(b) La concentración de la riqueza social y la globalización son


contextos propicios al aumento de la criminalidad. Las cárceles son
el reflejo de la sociedad y la llaga corresponde a un organismo que
está enfermo.

33
El Informe de la misión de la FIDHU confirma el dato: en 1999, cuando aún no estaba dolarizada la economía del Ecuador,
el Estado gastaba 7.000 sucres, equivalentes a 0.30 de dólar, por interno. “Las cárceles en el Ecuador”, p.11
(c) El más alto deber del Estado es respetar y hacer respetar los
derechos humanos. Así lo dice la Constitución, lo cual es propio de
un Estado Social de Derecho.

Pero... ¿cómo entender la inversión social en el sistema carcelario?

Este concepto nos recuerda que el sistema de administración de justicia está


compuesto de los órganos de seguridad del Estado, la Función Judicial y el
Ministerio Público, y por último, los centros de detención y penitenciarías. Sin
hablar de la inversión social en las condiciones ex ante del cometimiento de
infracciones y delitos, le corresponde al Estado mejorar la calidad de cada una de
esas instancias, a fin de que se respete el derecho al debido proceso y las
personas que deben pagar por sus faltas a la legalidad y sus atentados a la
sociedad, lo hagan sin perder la dignidad de seres humanos y en un proceso de
rehabilitación moral del cual no está ajeno el conjunto de la sociedad civil.

No olvidamos que en las cárceles hay personas inocentes y que otras no son
criminales como generalmente se cree, sino infractores o responsables de delitos
no criminosos. Todas estas personas, pero también quienes han atentado a la
vida, la integridad personal y han cometido otros delitos graves, se hallan dentro
de un verdadero infierno del cual no van a salir inmunes. ¿Qué y cómo hacer para
que funcione eficazmente un proceso de rehabilitación de todas esas personas?

La inversión social debe ser en programas que lleven a esas personas a


reintegrarse a la sociedad, ya que somos socialmente responsables de su
presencia en las cárceles, por la distribución inequitativa de la riqueza,
porque no se han implementado políticas sociales... Mediante la inversión
social en el sistema penitenciario, debemos lograr que esas personas sean
menos vulnerables. La rehabilitación social es una utopía, pero a la
vulnerabilidad social si la podemos mitigar en el sentido de hacerles
conscientes a estas personas de que han sido circunstancias difíciles las
que han incidido para que llevarles a la delincuencia. No les vamos a
convertir en santos, sino que vamos a trabajar en su autoestima...
Preguntémonos ¿cómo saldrá esa persona de la cárcel... y cuando salga se
le considerará un ser que vale? La rehabilitación va por ahí: usted vale,
usted es una persona que cometió un delito, la ley le va a sancionar por
ello, pero no por eso dejó de ser una persona, usted tiene sus potenciales,
su creatividad, usted debe levantarse. La inversión social debe encaminarse
hacia allá. Pero también hablemos de una democratización del sistema
carcelario, en tanto la sociedad debe ser parte activa dentro de las
cárceles, porque la vemos como algo lejano, que nunca nos va a llegar, y
solamente la entendemos cuando la cárcel llega a nosotros, a un familiar, a
un amigo del alma, entonces vamos allá, la miramos y la entendemos...
(GN)
3.5. El Derecho a la Reparación

“El más alto deber del Estado consiste en respetar y hacer respetar los
derechos humanos que garantiza esta Constitución”
(Constitución del Ecuador, Art. 16)

“Cuando una sentencia condenatoria sea revocada o reformada por


efecto de recurso de revisión, la persona que haya sufrido una pena como
resultado de tal sentencia, será rehabilitada e indemnizada por el
Estado...” (Constitución del Ecuador, Art. 21)

“El Estado será civilmente responsable en los casos de error judicial, por
inadecuada administración de justicia, por los actos que haya producido la
prisión de un inocente o su detención arbitraria... El Estado tendrá
derecho de repetición contra el juez o funcionario responsable”
(Constitución del Ecuador, Art. 22)

La lucha por el respeto a los derechos humanos en el Ecuador ha logrado en los


últimos años que se aplique el Derecho a la Reparación en la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, y en la Corte Interamericana. 34

Las sentencias obtenidas a modo de “arreglos amistosos” entre el Estado


ecuatoriano y la parte afectada, aún cuando no son totalmente satisfactorias,
representan un avance importante frente a la impunidad que ha sentando raíces
en el Ecuador, gracias a la aplicación del fuero especial que tienen los miembros
de la fuerza pública. La aplicación de este fuero es inconstitucional desde 1998
para los casos de delitos comunes cometidos por sus miembros, aún cuando éstos
se disfracen de “acciones en el ejercicio profesional”.

Al amparo de la Constitución 35, de la Declaración Universal de los Derechos


Humanos, de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos y del Pacto de Derechos
Civiles y Políticos, desde 1998 fueron presentadas numerosas demandas de
reparación por violaciones a los derechos humanos de libertad personal y debido
proceso. Al menos 20 casos se habrían resuelto entre 1998 y 1999 en la CIDH
(OEA), aunque hay muchos otros aún en trámite. Los casos resueltos finalizaron
con arreglos amistosos entre el Estado ecuatoriano representado por la
Procuraduría General y las víctimas. 36

Entre las violaciones a los derechos humanos 37 que sustentan las demandas, se
destacan la violación al derecho a la libertad personal, a las garantías

34
Se ha consultado en: http;//www.cidh.org el Informe anual de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos 2000,
OEA, abril del 2001. También El Derecho a la Reparación en el procesamiento penal, INREDH – CEPAM, Quito, septiembre
del 2000
35
Artículos 20, 21, 22, 92-3 y 120.
36
“El Derecho a la Reparación en el procesamiento penal”, p. 139-178 A continuación se resumen partes de este estudio.
37
Varias de esas violaciones fueron ejecutadas por policías y militares en los años 80, por ejemplo los casos de los Hermanos
Restrepo y de Consuelo Benavides. A mediados de los 90’ el caso más emblemático fue el de los Campesinos de Putumayo.
En estos tres hay una connotación política, pues se inscriben en la persecución anti-subversiva que hubo en el Ecuador años
atrás. En la matriz hay muchos casos sin ese carácter y que fueron tramitados por personas comunes.
constitucionales, a la integridad personal, a la protección judicial, al derecho a la
honra y finalmente al derecho a la vida.

Desde 1998 en adelante, el Estado ecuatoriano ha reconocido dos formas de


reparación de perjuicios ocasionados por violaciones a los derechos humanos:

(a) Indemnización compensatoria, daño emergente y daño moral sufridos por


la víctima y sus familiares.

(b) Sanción a los responsables mediante el enjuiciamiento penal, civil y


administrativo de las personas que participaron en esas violaciones,
excitando a actuar al Ministerio Público y la Función Judicial.

En los hechos, el Estado ha cumplido el primer tipo de reparaciones, en tanto que


el segundo tipo ha quedado escrito en las actas de arreglo amistoso con las
víctimas, pero incumplido. De otra parte, el Estado ha debido reconocer:

(a) El desagravio a favor de la familia Restrepo Arismendi, y un reconocimiento


público de su honorabilidad y contribución al progreso del Ecuador y a la
consolidación de la democracia.

(b) Una exhortación al Ministerio de Educación y a los Municipios para que


perennicen el nombre de la educadora Consuelo Benavides en escuelas,
colegios y lugares públicos.

(c) Una exhortación a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional a que


observen las garantías del debido proceso, en el caso de los Campesinos
de Putumayo.

Sin embargo de estos avances y fortalezas, en la aplicación del Derecho a


Reparación se identifica las siguientes amenazas: 38

1. En la jurisprudencia nacional no hay claridad de procedimientos, de modo


que las demandas tienen que encauzarse obligadamente al ámbito
internacional, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la
OEA.

2. No hay claridad en los criterios para la determinación de la reparación


económica. Esto causa discriminación en contra de ciertos casos, es decir,
no se aplica el principio de equivalencia.

3. El Estado ecuatoriano admite y cumple con la reparación económica, pero


deja impunes a los culpables.

4. El derecho de repetición 39 no puede efectivizarse, pues no hay sanción


individual. Por tanto, el erario público cancela las indemnizaciones, o sea,
lo hacemos todos los ecuatorianos, lo cual es inmoral, injusto e ilegal.

38
Resumimos criterios tomados de “El Derecho a la Reparación en el procesamiento penal”, p. 181-236
5. La tramitación del arreglo amistoso ha resultado ser larga, durando un
promedio de 5 años entre la presentación de la demanda y la sentencia.

4. RECOMENDACIONES

4.1. Inversión social en el sistema carcelario 40

• Que el Estado comprometa una inversión fiscal en el sistema carcelario,


tendente a mejorar la calidad del mismo, sin posibilidad de dispendio ni
manejo corrupto, y sujeto a veeduría social. Esa inversión social repercutirá en
el mejoramiento de la seguridad de la sociedad en general. Se recomienda
proyectar una inversión para el próximo quinquenio (2005 – 2009), que
represente el 0.5 % del presupuesto fiscal (alrededor de 40 millones de
dólares en el 2004). El presupuesto debe invertirse en salud, educación y
capacitación técnica de los/las reclusos/as. En segundo lugar, en mejoramiento
de la infraestructura sanitaria básica y finalmente, en salarios y capacitación
técnica de los guías penitenciarios.

4.2. El descongestionamiento de las cárceles41

• Elaboración de convenios con Colombia, Perú y España para la repatriación de


las personas de esas nacionalidades, con sentencia ejecutoriada, para que
cumplan las condenas en su país de origen.

• Reforma al Código Penal, incluyendo alternativas sustitutivas a la pena de


prisión.

• Reforma al Código de Procedimiento Penal, suprimiendo la “prisión en firme”.


El Tribunal Constitucional debe declarar la inconstitucionalidad de esa
disposición legal.

• Reforma al Código de Ejecución de Penas, sobre el régimen de rebajas, las


mismas que deben guardar proporcionalidad y concordancia con el
comportamiento del recluido.

• Reforma a la Ley de Sustancias Estupefacientes. El Tribunal Constitucional


debe revisar la inconstitucionalidad de la disposición legal que discrimina las
penas a las personas sindicadas y sentenciadas por delitos de estupefacientes.

4.3. Fortalecer el derecho al Habeas Corpus42

39
Consistente en la cancelación de valores económicos por parte de los responsables individuales de las violaciones.
40
Tomamos esta recomendación del informe “Las cárceles en el Ecuador”, p.26
41
Tomamos algunas recomendaciones del documento “La problemática del hacinamiento en los centros de rehabilitación
social del Ecuador”.
42
Tomamos esta recomendación del informe “Las cárceles en el Ecuador”, p.27
• Los municipios deben informar educativamente a la sociedad civil sobre la
institución del Habeas Corpus, incluyendo campañas en los centros educativos
y otros escenarios societales. La prensa local debe publicar regularmente las
resoluciones sobre las demandas de Habeas Corpus y presentar informes
semestrales a la Defensoría del Pueblo y al Ministerio Público, a fin de que se
inicien las acciones correctivas en los casos de detención ilegal y arbitraria.

4.4. Mejorar la gestión del CNRS y la DNRS 43

• El Consejo Nacional de Rehabilitación Social debe elaborar los siguientes


instrumentos:

(a) El reglamento disciplinario de los CDP y CRS, que tipifique las infracciones
y sanciones en el marco del debido proceso disciplinario, aplicándose
sanciones proporcionales a la gravedad de la infracción.
(b) El reglamento de ausencias temporales controladas, que fije criterios y
mecanismos para las salidas ocasionales de reclusos/as a trabajar,
estudiar, visitar a la familia y hacer gestiones de reincorporación social.
(c) El CNRS debe suprimir totalmente “el régimen de calabozo” estableciendo
en su lugar celdas de aislamiento para casos extremos de indisciplina.
(d) La DNRS debe poner en marcha un censo clasificatorio de las personas
detenidas en función de la condición de detención y reclusión, los motivos
de las mismas, el sexo, la opción sexual, entre otras consideraciones. Para
esto debe recibir asesoramiento técnico del INEC, pues las estadísticas
actuales no son confiables.
(e) El personal penitenciario debe recibir capacitación en respeto a los
derechos humanos y mejoramiento de su autoestima.
(f) Se debe gestionar las asesorías técnicas y otros apoyos ofrecidos por
organismos internacionales especializados y gobiernos amigos, a fin de
mejorar la calidad del sistema penitenciario en el Ecuador.

4.5. La veeduría social a las cárceles

• La sociedad civil y la Defensoría del Pueblo deben conformar un sistema de


inspección regular de los CDP y CRS, facultado para comprobar la marcha y
aplicación de estas recomendaciones y la mejora significativa de las cárceles
del Ecuador.

4.6. La aplicación del derecho a reparación 44

• Hay que fortalecer los procedimientos y mecanismos nacionales que garanticen


el derecho a la reparación, que deben ser ágiles y efectivos para mitigar los
daños sufridos por las personas.

• Se debe aprobar criterios unificados para la fijación de montos de reparación


económica.

43
Op.cit., p.28
44
Tomamos esta recomendación del estudio “El Derecho a la Reparación en el procedimiento penal”, p. 138
• Hay que profundizar los criterios de daño moral y la reparación en cada caso.

• Se debe incorporar una perspectiva de género y edad en la aplicación del


derecho de reparación.

RB/18.11.03.

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