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Para nuestra sociedad el tema penitenciario se ha convertido en un

problema muy grave, ya que para todos los venezolanos no es un secreto


saber y reconocer el estado crítico de este sistema. Sin embargo cuando se
hace el estudio constitucional y normativo se puede reconocer que estas
contienen los principios rectores que deben conducir la política penitenciaria
del Estado Venezolano; de manera que en este País para el momento, se
sabe cómo debe funcionar el Sistema Penitenciario, y es hacia allá donde
deben ir todas las acciones de los actores del área.

“… La reinserción social del penado constituye el objetivo fundamental


durante el período de cumplimiento de la pena deberá respetarse
estrictamente todos los derechos inherentes a la persona humana
consagrados en la Constitución y leyes nacionales, tratados,
convenios, acuerdos internacionales suscritos por la República, así
como los derivados de su particular condición de condenado. Los
tribunales de ejecución ampararan a todo penado en el goce y ejercicio
de los derechos individuales, colectivos y difusos que le correspondan
de conformidad con las leyes…” 

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El sistema penitenciario en Venezuela confronta innumerables problemas,
tales como el retardo procesal, el hacinamiento, el precario estado de los
penales, la ausencia de una clasificación de presos, la carencia de servicios
básicos indispensables y la presencia de armas y drogas, todo lo cual
contribuye a la excesiva violencia que caracteriza a las instituciones
penitenciarias en Venezuela. A esto se suma el escaso número de
funcionarios penitenciarios, con escasa o ninguna formación en el área.
Todas estas características, ponen en tela de juicio la función de
“rehabilitación y reinserción social” que en teoría deberían lograr estas
instituciones, receptoras de la población delictiva del país y que resultan ser
el reflejo agravado de los males que afectan a nuestra sociedad,
encontrándose que la permanencia en estos centros de reclusión, lejos de
rehabilitar, propicia vicios y mayores problemas a un sistema penitenciario ya
desgastado y obsoleto.

El aumento desproporcionado de la delincuencia, incrementando así la


población penal y el retraso procesal fueron descritos excelentemente por el
profesor Elio Gómez Grillo: “No se aplicó, no se ha aplicado jamás la Ley de
Régimen Penitenciario esperanzadora, ni se formaron los cuadros de
funcionarios prisiónales indispensables para el buen funcionamiento de los
penales recién creados y éstos, con una notable población reclusa, se fueron
convirtiendo en malolientes almacenes de seres humanos, envilecedores
depósitos de hombre y su régimen, divorciado de las bondades y virtudes
que ofrece la Ley Penitenciaria vigente, devino en un verdadero sistema
cloacal, en el que sus directivos, desde entonces hasta ahora, antes que
mejoradores, regeneradores, reeducadores de seres arrastrados por el
torrente del crimen, no han sido y no son otra cosa que tristes
almacenadores de hombres”.

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En nuestro país los establecimientos penitenciarios están divididos en:

Centros de cumplimiento de pena, que son los Centros Penitenciarios y


Cárceles Nacionales, y 2) Reclusorios para procesados, que son los
Internados Judiciales, pero existe un problema, y es que todos están a pesar
de su función, están destinados para lo mismo: encerrar para destruir tanto el
alma como el cuerpo de los que por sus pabellones deambulan, con sus
cuerpos llenos de cicatrices que son la prueba de que el pasado existió y
convertidos en fieras por la necesidad de sobrevivir, al más puro estilo de los
programas de televisión de la vida salvaje “matar o morir” esa es la consigna,
para que una vez en libertad –si se logra sobrevivir- desempeñar el mismo
oficio –o tal vez uno peor- que en alguna oportunidad los trajo a este infierno
en la tierra. El asunto no se presenta en si lo que hizo está bien o no, el
problema se presenta en el que una vez dentro de una cárcel la persona
(mujer u hombre) sea tratada como un ser humano y no como una fiera
salvaje, para que no solo cumpla con la pena, sino que sea reeducado y esté
en condiciones para realizar una vida normal en la sociedad que una vez lo
encerró allí.

El texto Constitucional, en los artículos 272 y 184 numeral 7, contiene los


principios rectores que deben conducir la política penitenciaria del Estado
Venezolano; de manera que en este País para el momento, se sabe cómo
debe funcionar el Sistema Penitenciario, y es hacia allá donde deben ir todas
las acciones de los actores del área.

Por otra parte el artículo 184 establece que la Ley creará mecanismos
abiertos y flexibles para que los Estados y Municipios descentralicen y
transfieran a las comunidades y grupos vecinales organizados los servicios
que éstos gestionen previa demostración de su capacidad para prestarlos,
debiendo promover entre otras acciones, según el numeral 7, la participación

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de las comunidades en actividades de acercamiento a los establecimientos
penales y de vinculación de éstos con la población.

La Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela dedica


un capítulo para la garantía y protección de los Derechos Humanos de los
ciudadanos que habitan la República. El Titulo III, Capítulo I, desde el artículo
19 hasta el 30, destacan lo relativo a los Derechos Humanos, enunciando el
goce y las garantías irrenunciables, indivisibles e interdependiente de los
Derechos Humanos y la obligación del Estado a garantizar este disfrute.

El contenido de estos artículos reconoce los Derechos Fundamentales de la


persona humana, como una garantía ante la fuerza y cualquier arbitrariedad
del Estado, entre ellos anuncia: El derecho a la vida; la igualdad ante la Ley;
el debido proceso; el derecho a la defensa; la no discriminación; la nulidad de
los actos del Estado contrarios a los Derechos Humanos; la prohibición de la
tortura y otros tratos crueles o degradantes; el libre desenvolvimiento; la
jerarquía constitucional de los Tratados Internacionales sobre Derechos
Humanos; el acceso a los órganos de justicia; y la garantía del amparo por
los tribunales de justicia, entre otros.

Lo referido al funcionamiento penitenciario se enmarcaba en las normas de


la Ley de Régimen Penitenciario, el Reglamento de esa misma Ley, el
Reglamento de Internados Judiciales, la Ley de Redención Judicial de las
Penas por el Trabajo y el Estudio, el Código Orgánico Procesal Penal, el
Código Penal, otros Instrumentos legales del Derecho Interno y los Tratados
y Convenios Internacionales suscritos por la República.

Todos contentivos de un legajo de normas que fundamentaban la existencia


y funcionamiento de los centros de reclusión, los cuales históricamente no
han sido más que letra muerta, dado el incumplimiento que de ellos se ha
venido haciendo, de allí, la gran crisis que cada día se ha venido
acrecentando.

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La dramática situación que se ha venido viviendo en los recintos
penitenciarios, fundamentalmente en lo que se refiere a la violación de los
derechos humanos, es uno de los grandes retos que debe asumir no sólo el
Gobierno Nacional, sino el Estado y la comunidad en general como un todo,
como parte del compromiso con el nuevo modelo de sociedad plasmado en
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la cual obliga a dar
respuestas cónsonas y compatibles con los valores y principios proclamados
en la misma.

El articulo No. 272 de la Constitución de la República Bolivariana de


Venezuela, señala un rumbo muy claro en lo que se refiere a la observancia
y preservación de los derechos humanos fundamentales y directrices para la
transformación del sistema penitenciario venezolano.

Según el Doctor Elio Gómez Grillo resume la situación penitenciaria


venezolana en siete (7) verbos. Cuatro verbos que pone el Estado y tres (3)
que ponen los reclusos. El Estado pone estos cuatro (4) verbos: hacinar,
ociar, retrasar judicialmente y matraquear lo que equivale a corromper
judicialmente. Estos son los verbos que pone el Estado, que mantiene a los
reclusos hacinados, ociosos, retrasados judicialmente y matraqueados.
Luego, hay toda una red de corrupción administrativa penitenciaria que va
desde los altos estratos hacia los inferiores. Los reclusos agregan tres (3)
más: drogar, matar y violar sexualmente».

El sistema penitenciario no cuenta con los elementos primordiales para su


funcionamiento. La falta de asignación presupuestaria es incongruente con
el grado de las necesidades. Los centros penitenciarios se encuentran en un
alto nivel de deterioro, además de esto el hacinamiento supera el 35% de su
capacidad instalada, al analizar caso por caso se localizan centros donde en
hacinamiento supera el 200% de su capacidad.

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Dentro de las fallas que se observan en el núcleo de la problemática
penitenciaria, encontramos que se caracteriza por la indolencia, la omisión, la
complicidad y la corrupción, esto conlleva a dificultar la búsqueda de
soluciones expeditas.

La mayoría de las iniciativas que durante tanto tiempo se han venido


desarrollando representan solo paliativos, que de forma alguna ha permitido
la creación e implementación de una política de estado destinada a dar
solución de manera efectiva a la problemática. La legislación en cuanto a la
materia es abundante, siendo así cuando se requiere de adecuar algunos
instrumentos legales a la realidad a la realidad actual, introduciendo algunas
normas a los principios constitucionales.

La problemática traspasa las barreras de los recintos penitenciarios, detrás


de cada procesado judicial existe una familia, dado en la medida que
facilitemos programas para la rehabilitación y el desarrollo de actividades
adecuadas para el crecimiento profesional de los internos, estaremos
asegurando su reinserción a la sociedad.

La violación de los derecho humanos de la población reclusa no puede


ocultarse, priva la necesidad que las instituciones que tienen competencia
sobre la garantía y defensa de los derechos humanos, asuman
responsablemente su rol para evitar que se siga comprometiendo la
responsabilidad del estado venezolano por el incumplimiento de sus deberes.

Es importante resaltar que la liberación indiscriminada de detenidos que no


cumplan con los requisitos legales y todavía signifiquen un peligro para la
sociedad sólo se estaría sustituyendo un problema por otro: menos
hacinamiento en los penales y mayor criminalidad en las calles. La mayoría
de la población carcelaria de América Latina pertenece a los sectores más
pobres de la sociedad, pero en los últimos años se observan cambios en su
composición de acuerdo con el delito y la nacionalidad.

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