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Historia de los centros penales en Honduras.

El sistema penitenciario de Honduras, regido por el Instituto Nacional Penitenciario


(INP), está vinculado al Ministerio del Interior y Población (Secretaría de Estado en los
Despachos del Interior y Población). El coronel Orlando García Maradiaga es el director
del Instituto Nacional Penitenciario; y su meta es fortalecer y eficientar el sistema de
seguridad penitenciario para poder alcanzar las metas y logros que se ha trazado el
Presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández.
Los principales problemas que afronta el sistema penitenciario de Honduras son el
hacinamiento, la existencia de cárceles con sistemas de autogobierno en las que son los
propios presos quienes ejercen el control efectivo de lo que ocurre intramuros, en las que
algunos presos tienen poder sobre la vida de otros, las disputas entre internos o bandas
criminales por el mando de las prisiones o por el control de los espacios, la droga y otras
actividades delictivas; la tenencia de armas de todo tipo por parte de los reclusos, el
consumo de drogas y alcohol por parte de los internos entre tantas otras cosas.
Según la CIDH, para que el sistema penitenciario de Honduras sea eficiente el Estado
debe de tomar control absoluto de las 24 cárceles que operan en el país. Asimismo se
debe llevar a cabo la implementación efectiva de toda política penitenciaria, y de los
objetivos de la privación de libertad, lo cual depende en definitiva de aquellos funcionarios
directamente encargados de la administración de los centros penitenciarios.
A partir del 2014, la administración de las cárceles del país pasó a formar parte del recién
creado Instituto Nacional Penitenciario (INP). Vinculado al Ministerio del Interior y
Población (Secretaría de Estado en los Despachos del Interior y Población).
Anteriormente, la administración de las cárceles estuvo a cargo de la Dirección Nacional
de Servicios Especiales Preventivos (Dirección Nacional de Cárceles), la cual es parte
integrante de la Dirección General de la Policía Nacional, por disposición de la Ley
Orgánica de la Policía Nacional (artículos 2, 11 y 52); y por lo tanto, es parte de la cartera
de la Secretaría (o Ministerio) de Seguridad. La República de Honduras es Estado parte
de los siguientes tratados de derechos humanos adoptados en el marco de la
Organización de Estados Americanos: la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (desde el 9 de agosto de 1977); la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer «Convención de Belém Do Pará»
(desde el 7 de diciembre de 1995); y la Convención Interamericana sobre Desaparición
Forzada de Personas (desde el 7 de noviembre de 2005).
Asimismo, Honduras aceptó la competencia contenciosa de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos el 9 de septiembre de 1981. Igualmente, es parte, entre otros, de los
siguientes tratados del sistema de Naciones Unidas: el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos (desde el 25 de agosto de 1997); la Convención sobre los Derechos del
Niño (desde el 10 de agosto de 1990); la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o
Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (desde el 5 de diciembre de 1996) y su
Protocolo Facultativo (desde el 26 de junio de 2006).
A partir del 2015 el estado de Honduras cuenta con un nuevo «Reglamento General de la
Ley del Sistema Penitenciario Nacional», el cual es un instrumento jurídico que regula el
funcionamiento del Instituto Nacional Penitenciario, la vida en los Centros Penitenciarios y
Penitenciarías Nacionales, incluyendo entre otros aspectos el régimen de visitas a
personas privadas de libertad, el trabajo de los internos penales, el acceso a formación,
educación y salud, así como la labor de rehabilitación y reinserción social de quienes se
encuentran en condiciones para recuperar su libertad.
La historia del sistema carcelario de Honduras comienza en el año de 1883, luego de la
construcción de la Penitenciaría Central. fue hasta el siglo XX que el Estado de Honduras
contó con al menos dos leyes importantes para normar la organización y funcionamiento
de los establecimientos penales: la primera fue la Ley Reglamentaria de Presidios
(Decreto No.129 de 3 de abril de 1909) y la otra, la Ley de Rehabilitación del Delincuente
(Decreto No. 173-84 de 15 de octubre de 1984, vigente desde el 13 de marzo de 1985).
Esta última, aunque inspirada en el paradigma del tratamiento progresivo mediante el cual
se asigna a la pena privativa de libertad la finalidad de la rehabilitación y reinserción social
del condenado, encontró numerosos obstáculos para ser llevada a la práctica,
principalmente porque durante su vigencia no se concretó su reglamentación (aún y
cuando hubo sendos anteproyectos) y porque la mayoría de los centros penales carecían
de la infraestructura y organización adecuadas para su implementación (edificaciones
antiguas, desproporción entre la capacidad instalada y el número de población privada de
libertad, creciente hacinamiento a causa del procedimiento penal escrito imperante,
ausencia de personal calificado, entre otras). 6
A partir de 1998, la situación de los centros penales del país se volvió inestable.
Incendios, motines y fugas masivas comenzaron a caracterizar la «crisis» del sistema
penitenciario hondureño. Por ejemplo, en 2003 se produjo un incendio en la cárcel de El
Porvenir en La Ceiba que dejó un saldo de 68 muertos. Un año después se incendió la
cárcel de San Pedro Sula dejando 107 muertos. Y más recientemente (2012), en el centro
penal de Comayagua un incendio dejó más de 300 víctimas. Otro de los problemas, que a
través de la historia, afectó el sistema penitenciario fueron los motines. En marzo de 2008
un grupo de aproximadamente 18 prisioneros fueron acuchillados en Penitenciaría
Nacional de Támara.
El 11 de marzo de 2015, armados con «pistolas y machetes» algunos reclusos que serían
trasladados a otros centros penales iniciaron una revuelta en el penal sampedrano. Esta
acción dejó un saldo de tres internos muertos, 41 heridos entre ellos 35 reclusos y seis
policías militares. Asimismo la fuga de reos en los centros penales de Honduras siempre
fue una constante.
En julio de 2014 ocho reos se fugaron de la Penitenciaria Nacional. Por este hecho nadie
quiso responsabilizarse; Militares se excusan en que no tienen el control total de la
seguridad del recinto y la Policía Penitenciaria aduce que las FFAA tienen controles
estratégicos. A finales del 2013, tres reos «burlaron los anillos de seguridad militar
instalados en la cárcel de Támara y pasaron inadvertidos por el personal castrense
instalado en la zona» de la Penitenciaría Nacional de Támara.
Ante situaciones como estas o similares a estas, el gobierno hondureño reaccionó
colocando en manos de la policía la dirección y administración de los establecimientos
(…) Paulatinamente, primero diez, luego catorce y finalmente la totalidad de los 24
centros penales existentes, fueron puestos bajo la autoridad de oficiales de la Fuerza de
Seguridad Pública (FSP), con miras a garantizar su seguridad.”
En los años de la crisis penitenciaria, la policía hondureña vivía un proceso de profunda
transformación bajo la Junta de Traspaso de la Policía al sector civil. La preocupación por
la situación de inseguridad existente en los establecimientos y la imposición de una visión
práctica de la problemática llevó a la Junta de Traspaso a incorporar las funciones hasta
ese momento asignadas a la Dirección General de Establecimientos Penales, a la
Dirección General de Servicios Especiales Preventivos de la naciente Secretaría de
Estado en el Despacho de Seguridad (artículo 52, Ley Orgánica de la Policía Nacional,
Decreto 156-98).6
Este mismo artículo (52) de la Ley Orgánica de la Policía Nacional otorgaba a la nueva
Dirección General las funciones de seguridad, administración y custodia de los
establecimientos penales del Estado y, a la vez derogaba tácitamente la totalidad del
capítulo II y muchos artículos más de la Ley de Rehabilitación del Delincuente. Aún y
cuando resultó evidente la necesidad de que esta Ley fuera sometida a reformas para
adaptarla a la nueva organización que se había hecho cargo de su implementación, y que
a la vez resultaba una buena oportunidad para dotarla de la reglamentación operativa
adecuada, el congreso de la república no lo hizo y de esta manera privo de su principal
herramienta de trabajo a las autoridades penitenciarias.
Luego que más de 60 personas perdieran la vida en el incendio de la granja penal de La
Ceiba en 2003, el Presidente de la República, Don Ricardo Maduro Joest, en coordinación
con la Comisión Interinstitucional de Justicia Penal (CIJP), conformaron el 7 de abril de
2003 una Comisión Interinstitucional de Reforma Penitenciaria, que debería presentar un
Informe sobre la Situación del Sistema Penitenciario en Honduras, en el que se
identificaran las principales necesidades y problemas de los establecimientos
penitenciarios del país y se formularan recomendaciones para atenderlos.
Un mes después (9 de mayo de 2003), la Comisión presentó el Informe solicitado, el cual
contenía un análisis de la problemática y diversas recomendaciones de reformas a corto,
mediano y largo plazo para mejorar la organización y administración de los centros
penales. En el diagnóstico del sistema penitenciario que se incluye en el Informe se
describen con detalle los variados problemas y dificultades que este experimenta. Entre
ellos se reconoce que la inexistencia de un reglamento de la Ley de Rehabilitación del
Delincuente dificulta, por ejemplo, que puedan ejecutarse medidas alternativas para
descongestionar la creciente población penitenciaria.
Asimismo, se indica qué aún y cuando los artículos 27 y 43 de dicha Ley, establecen que
cada centro penal debe contar con Consejos Técnicos Interdisciplinarios y Consejos
Especiales, en la realidad son inexistentes, lo cual imposibilita la puesta en práctica de
acciones para mejorar la situación y condiciones de los internos y vuelve imposible llevar
a cabo las etapas del tratamiento penitenciario progresivo. 11 En la parte final del
diagnóstico, la Comisión recomienda al Gobierno de la República adoptar medidas
inmediatas para resolver los problemas más apremiantes de los centros penales) y se
adopte una política penitenciaria, con el propósito de enfrentar a corto, mediano y largo
plazo, los problemas que se viven en los centros y granjas penales del país,12
'sugiriéndose para ello un proceso de reforma profunda en el cual deberían de
involucrarse diversas instituciones públicas y la comunidad en general.'
En 2009 el subcomité para la Prevención de la Tortura de Naciones Unidas visitó
Honduras con el propósito de revisar el accionar del sistema penitenciario de Honduras.
En su informe final este sub comité recomendó medidas tendientes a la eliminación de la
superpoblación y el hacinamiento carcelario, la reducción de la impunidad para casos de
tortura y el fortalecimiento del sistema judicial penal. En 2012 posterior al incendio de la
cárcel de Comayagua este subcomité regresó a Honduras y se encontró con que sus
recomendaciones no fueron tomadas en cuenta. "Lamentablemente la situación
observada en 2009 no ha mejorado", expresó Mario Coriolano, vicepresidente del
Subcomité y jefe de la delegación a Honduras. En tanto no se pongan en práctica
nuestras recomendaciones y las de otros órganos de derechos humanos, sucesos tan
lamentables como los ocurridos en las cárceles de Comayagua y San Pedro Sula pueden
volver a ocurrir. El Gobierno de Honduras debe comenzar cuanto antes una reforma
profunda e integral de su sistema penitenciario enfatizo.
Tanto en 2008 como en 2010, los medios de prensa informaban al país acerca de una
nueva Ley Penitenciaria. Sin embargo, este asunto se mantuvo ignorado durante los
gobiernos de Manuel Zelaya y Porfirio Lobo. Fue hasta cuando se da el incendio de la
cárcel de Comayagua en 2012 y por presiones de la OEA, las Naciones Unidas que el
Congreso de la República decide en mayo de 2012, aprobar la mencionada ley. Esta ley
había estado engavetada desde el 2004, cuando el presidente Maduro dio luz verde para
que se investigara y se le informara acerca de la Situación del Sistema Penitenciario de
Honduras. Dicha investigación fue hecha por la Comisión Interinstitucional de Justicia
Penal en mayo de 2003.
Finalmente, en 2015 la nueva ley entró en su etapa de socialización. Esta nueva ley crea
una institución autónoma, el Instituto Nacional Penitenciario, vinculada al Ministerio del
Interior y Población (Secretaría de Estado en los Despachos del Interior y Población) el
cual es responsable de la organización, la administración y la puesta en funcionamiento
del sistema penitenciario nacional. También establece una carrera civil profesional y
especializada para los funcionarios de prisiones y guardias, lo que requerirá que todo el
personal apruebe la formación teórica y práctica que ofrece la futura Escuela de
Formación del Personal Penitenciario (Unidad de Formación y Capacitación
Penitenciaria).

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