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Sangre:

“Desde los ángulos de lo cromático y biológico, la sangre, correspondiente al color rojo,


expone el final de una serie que tiene en su origen la luz solar y el color amarillo y en medio el
verde y la vida vegetal. (…) En conexiones tan estrechas como la de la sangre y el color rojo, es
evidente que ambos elementos exprésanse mutuamente; las cualidades pasionales del rojo
infunden su significado simbólico a la sangre; el carácter vital de esta se trasvasa al matiz. En la
sangre derramada vemos un símbolo perfecto del sacrificio. Todas las materias líquidas que los
antiguos sacrificaban a los muertos, a los espíritus y a los dioses (leche, miel, vino) eran
imágenes o antecedentes de la sangre (…) El refrán de los árabes `la sangre ha corrido, el
peligro ha pasado` expresa sucintamente la idea central de todo sacrificio: el don aplaca a las
potencias y aparta los peligros mayores que podrían sobrevenir. (La sangre) Es el símbolo de
Libra (la legalidad divina, la consciencia interna del hombre con su potestad de
desencadenamiento de castigos terribles) el que pone en movimiento el mecanismo sacrificial
que la sangre simboliza máximamente. Las heridas, por asociación y por igual origen, tienen
similar significado. E incluso el color rojo, cuando se presenta irracionalmente, es decir, como
una invasión misteriosa del objeto. Así, en la alquimia, cuando la materia pasa del estado
blanco (albedo) al rojo (rubedo)…

(Diccionario de símbolos, J.E. Cirlot, Ediciones Siruela, Madrid, 2005, pág. 398-400)

“La sangre simboliza todos los valores solidarios del fuego, del calor y de la vida, que se
emparentan con el sol. A estos valores se les asocia todo lo que es bello, noble, generoso y
elevado. Participa también de toda la simbólica del rojo.

“La sangre se considera universalmente como el vehículo de la vida. (…) Según diversos mitos
la sangre da nacimiento a las plantas e incluso a los metales. (…) La sangre -mezclada con el
agua- que fluye de la llaga de Cristo, recogida en el grial, es por excelencia el brebaje de
inmortalidad. Lo es a fortiori en el caso de la transubstanciación eucarística. (…)

“La sangre corresponde también al calor vital y corporal, opuesto a la luz, que corresponde al
aliento y al espíritu. En la misma perspectiva, la sangre, principio corporal, es el vehículo de las
pasiones.

“La sangre es considerada por algunos pueblos como el vehículo del alma; lo que explicaría (…)
los ritos de sacrificio, en los cuales se toma gran cuidado en no dejar que la sangre de la
víctima se derrame sobre el suelo. (…)”

(Diccionario de los Símbolos, J. Chevalier y A. Gheerbrant, Herder, Barcelona, 2007, p. 909-


910)

“La sangre se considera mucha veces como el divino elemento vital que actúa en los cuerpos
humanos. Como tal se la consideraba tabú en muchas culturas y solo podía derramarse
después de una especial preparación, por ejemplo, como culto sacrificial. En la `sangre reside
la fuerza vital de la carne… Esta sangre os la he dado para que en el altar cumpla la expiación
por vuestra vida, porque la sangre es lo que expía por una vida. Por ello les he dicho a los
israelitas: Nadie de entre vosotros debe consumir sangre” (Levítico 17, 11-12)
“Continuamente es considerada la sangre como portadora de fuerzas mágicas y como
alimento exclusivo de los sobrenaturales se la relaciona con muchas concepciones irracionales
(v. Drácula)

(Diccionario de Símbolos, Hans Biedermann, Paidós, Barcelona, 1993, pág. 412-414)

Color violeta:

“El color de las violetas es una mezcla de azul y rojo y simboliza tradicionalmente
espiritualidad, unida a la sangre del sacrificio. En el uso litúrgico, el color violeta se vincula al
campo de conceptos de la penitencia, con expiación y conversión. Los colores básicos
combinados a partes iguales unen sabiduría y amor; en antiguos cuadros de la Pasión, el
Redentor lleva un manto violeta. (…) Un matiz de color parecido, pero que tira más a rojo, e el
púrpura de los antiguos mantos imperiales y las vestiduras suntuosas de los ricos, color
obtenido de la secreción de dos especies de caracoles marinos… por ello los tejidos de púrpura
eran un símbolo apreciado de la categoría social. En la Antigüedad y en la Edad media se
utilizaba el jugo de la orchilla (Rocella tinctoria) para la obtención de un `sucedáneo de la
púrpura`…”

(Diccionario de Símbolos, Hans Biedermann, Paidós, Barcelona, 1993, pág. 116-117)

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