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En realidad, el problema penitenciario no es reciente, el Estado durante décadas ha convertido las cárceles en recintos desordenados, caóticos y peligrosos, donde
hasta el más fiero hampón corre grave riesgo. Quien tampoco salva su responsabilidad en el hacinamiento en que se encuentran los penales es el Poder Judicial,
que actúa con lentitud y en muchos casos con ineficiencia a la hora de resolver los procesos penales.
Por ejemplo, un proceso judicial por un delito no grave, que debería demorar no más de 4 meses, se prolonga hasta tres o cuatro años. Además de ello, hay
que agregar que muchas de las decisiones judiciales que terminan con reos en cárcel son corregidas meses después, por no haber pruebas o porque la
persona resultó siendo inocente, lo que termina por congestionar la cárcel.
En conjunto, todo ello ha originado que más del 70% de los encarcelados no tenga una sentencia firme. En el mes de julio, el diario El Comercio, respecto de
la congestión progresiva de nuestro sistema carcelario, señala que debe preocuparnos porque: (i) alrededor del 80% de las cárceles de nuestro país están en
mal estado y la población de la gran mayoría desborda su capacidad; (ii) los penales no son lugares en los que los presos son resocializados, sino, más bien,
un escenario donde se aprenden más conductas violentas, y donde los derechos fundamentales de los internos no son respetados. Lo cierto es que esta
situación constituye una bomba de tiempo. La pregunta que debemos formularnos es qué hacer ante esta realidad. Lamentablemente, desde el Estado no
se ha dado una respuesta satisfactoria. No existe, en definitiva, un plan integral de reforma del sistema carcelario. Por el contrario, cada vez que el Estado ha
intentado brindar una solución, ha sido aumentado el rigor de las penas como si ello fuera a desincentivar la comisión de delitos. Asimismo, la partida
presupuestaria otorgada al INPE resulta insuficiente para reestructurar los actuales penales y crear otros. Es necesario por tanto, una propuesta integral que
aborde los temas de infraestructura, política pública y personal, y se cuente con profesionales mejor calificados, promoviendo también la participación de
otros sectores de la sociedad civil que permitan realizar una efectiva labor de vigilancia ciudadana en el sistema penitenciario
En algunos establecimientos solo se aplica el protocolo de seguridad con los instrumentos conocidos como “garrets” y las cámaras de seguridad se
encuentran descompuestas, cumpliendo un rol solo disuasivo. Otro importante desafío consiste en garantizar el derecho a la salud de las personas
privadas de libertad. Si bien se ha evidenciado avances en la materia, como la ampliación en el número de inscripciones de internos e internas al
Sistema Integral de Salud (SIS), subsisten graves falencias que aún no se han superado. Así, por ejemplo, el número de médicos que labora en
cárceles se encuentra muy por debajo de su cifra óptima.
Sin embargo, el más grave de los hallazgos en esta materia, guarda relación con las precarias condiciones que rodean el trabajo de los
profesionales de la salud, la carencia de medicinas esenciales y de ambulancias equipadas
Finalmente, es importante recordar que el trabajo de supervisión de establecimientos penitenciarios por parte de instituciones defensoras de
derechos humanos, nunca ha resultado una tarea sencilla. Al interior del sistema penitenciario existen funcionarios y funcionarias que aún no
comprenden la naturaleza de esta labor, resultándole incómoda nuestra presencia. Pese a los más de 20 años dedicados a esta tarea, la Defensoría
del Pueblo no ha sido ajena a prácticas tendientes a trabar o dificultar el normal ejercicio de su mandato constitucional. Pese a ello, los objetivos del
presente informe se han cumplido a cabalidad. Nuestra institución actúa al amparo de lo prescrito en la Constitución y tratados internacionales de
derechos humanos.
La supervisión es necesaria e imprescindible en la medida que los espacios carcelarios no deben aislarse al conocimiento público y por ello, tanto el
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos como el Instituto Nacional Penitenciario, deben brindar las facilidades necesarias para la labor de la
Defensoría del Pueblo
ANTECEDENTES
Desde 1996, la Defensoría del Pueblo viene supervisando y monitoreando la situación del sistema penitenciario nacional
como componente esencial de la seguridad ciudadana, habiendo emitido diversos informes sobre el particular. Estos
documentos, se han centrado en señalar sus principales problemas formulando recomendaciones para su correcta y oportuna
superación. Si bien, a lo largo del tiempo se han producido en gran medida por la implementación de las recomendaciones
formuladas significativos cambios en algunos aspectos del sistema, la más seria de sus deficiencias -el hacinamiento crítico-
persiste sin visos inmediatos de solución
.
Este factor contribuye de forma decisiva en la mala situación de la infraestructura carcelaria, la insuficiente capacidad de
atención de los servicios penitenciarios y en la debilidad de los programas de tratamiento. En su conjunto afecta gravemente
los derechos humanos de las personas privadas de libertad.
Desde el año de 1996, la Defensoría del Pueblo cuenta con el Programa de Asuntos Penales y Penitenciarios adscrito a la
Adjuntía para los Derechos Humanos y las Personas con Discapacidad. Este programa tiene a su cargo la supervisión
permanente de los establecimientos penitenciarios del país en coordinación con las oficinas defensoriales, lo que le permite
conocer de manera directa la problemática carcelaria, las deficiencias en la administración de justicia y las incidencias en
materia de ejecución penal.
La población penitenciaria prácticamente se ha “duplicado”, dado que se tenía 44,254 reclusos en el 2009, los que en el 2018 son 90,934 reclusos, es decir
un crecimiento del 105.48%.
La Población Penitenciaria a nivel nacional al mes de junio 2022 es de 148,382 personas; de ellos, 89,46414 personas se encuentran en los
establecimientos penitenciarios por un mandato de detención judicial o prisión preventiva o sentencia con pena privativa de libertad efectiva, mientras que
58,918 personas asisten a establecimientos de medio libre al haber sido sentenciados a penas limitativas de derechos o dictaminas a medidas alternativas
de internamiento, o liberados con beneficio penitenciario de Semilibertad o Liberación Condicional.
El 4% de la población penitenciaria está conformada por internos de distintas nacionalidades. Se encuentran recluidos 3,222 internos extranjeros, divididos
en 2,972 varones y 250 mujeres.
La mayoría de estos internos (41% aproximadamente) se encuentran detenidos por delitos patrimoniales relacionados al robo y hurto. Asimismo
aproximadamente el 33% están detenidos por la comisión del delito de tráfico ilícito de drogas y, en general, se ubican dentro del tipo básico de transporte
del ilícito cargamento que proviene de organizaciones criminales internacionales. Entre los países que tienen mayor población, se encuentra Venezuela,
Colombia y México; entre los países de África y Asia, se tiene a Sudáfrica y China respectivamente. El establecimiento penal de Lurigancho, alberga a la
mayoría de los internos extranjeros, contando al mes de junio con 670 internos extranjeros, seguido del establecimiento penitenciario de Huaral, que alberga
276 internos al presente mes.
En cuanto a los centros de detención exclusivamente para mujeres, los establecimientos que cuentan con mayor población extranjera, son los E.P. Mujeres
de Chorrillos (64 internas), E.P. Mujeres de Trujillo (47 internas), y E.P. Anexo de mujeres Chorrillos (31 internas).
El Perú cuenta con 69 establecimientos penitenciarios siendo su capacidad para albergar a 41.123 personas, no obstante, la población penitenciaria
asciende hoy a 87.246 personas, lo que significa una sobrepoblación carcelaria del 112%, informó el Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (IEDEP)
de la Cámara de Comercio de Lima (CCL).
Los casos más graves son los establecimientos penitenciarios de Chanchamayo, con 471% de sobrepoblación; Callao, con 466%; Quillabamba, con 375%;
Abancay, con 362%; Camaná, con 361%; Miguel Castro Castro, con 325%; y Pucallpa, con 309%.
Cabe recordar que, en el año 2014, el Tribunal Constitucional dispuso que, si en el año 2025 no se consigue resolver dicho hacinamiento, se deberán cerrar
los penales.
EL SISTEMA
PENITENCIARIO
Según J.C. García (1955) y E. Neuman (1962), el sistema penitenciario "es la organización
creada por el Estado para la ejecución de las sanciones penales (penas y medidas de
seguridad) que importen privación o restricción de la libertad individual como condición
sine qua non para su efectividad".
En ese contexto Julio Altmann (1962, p.59) señalaba que en "el terreno
penitenciario, sistema es la reunión ordenada de los modernos principios de la
Ciencia Penitenciaria aplicados a una determinada realidad, debiéndose
considerar factores como el lugar, la época, los medios materiales y culturales
del país en donde se le hará funcionar".
Por su parte Manuel López Rey (1975, p. 492 ) decía que el "sistema es el conjunto de
reglas y principios y servicios más o menos efectivos cuyo objeto es indicar como debe ser
llevado a cabo el fin asignado a la función penal". Desde nuestro punto de vista
consideramos que el sistema penitenciario es una organización estatal, con una estructura
coherente, encargada de la ejecución de las penas y medidas de seguridad, orientada al
logro del objetivo de resocializar a los internos, bajo cuya orientación subyacen o pueden
primar determinadas teorías o principios penitenciarios.
Según tales criterios existen variedad de sistemas
conforme a las características que cada Estado
imprima a su organización penitenciaria.
Sin embargo no sólo basta la existencia de una
organización coherente, todo un aparato
administrativo penitenciario, sino que para ello
es importante contar con el personal idóneo
para ponerlo en marcha.
El sistema penitenciario nacional, encargado de llevar a cabo
la ejecución de las penas, debe delinear acciones a corto,
mediano o largo plazos, y para ello es necesario
previamente un DIAGNOSTICO PENITENCIARIO completo
en sus diversos aspectos, ya que en base al conocimiento
actual de la situación en que se halla la realidad
penitenciaria, recién se deben delinear los objetivos y
metas, así como las medidas adecuadas para hacer
efectiva una política penitenciaria que modifique las
estructuras y condiciones negativas de dicha realidad. En
caso contrario, el desconocimiento de los problemas
existentes, constituirá una deficiencia que impida elaborar
un Plan realista así como el cumplimiento de un Plan
Penitenciario nacional que haya obviado el diagnóstico.
Bases legales del sistema penitenciario peruano
Nuestro sistema penitenciario se sustenta en una base legal moderna, cuyo desarrollo
autónomo se inició con la primera ley penitenciaria nacional, el Decreto Ley 17581 del 15
de abril de 1969, modificado en parte por el Decreto Ley No. 23164 del 16 de julio de 1980
que incluyó la redención de penas por el estudio; asimismo fue importante la Constitución
Política de 1979 que rigió desde 1980, y que recogió normativamente al Código de
Ejecución Penal aún no existente en dicho año; asimismo el Reglamento Penitenciario
aprobado por Decreto Supremo No. 023-82-JUS, aunque prácticamente no tuvo mayor
vigencia o aplicación real, y también el Código de Ejecución Penal de 1985, normas hoy
derogadas. El actual Código de Ejecución Penal, promulgado por Decreto Legislativo No.
654 del 31 de julio de 1991, y que consta de 153 artículos, establece los lineamientos
generales del vigente sistema penitenciario nacional, teniendo como objetivo cardinal la
resocialización del interno.
Asimismo es importante el Reglamento de dicho Código de Ejecución Penal,
aprobado por el Decreto Supremo No. 015-2003-JUS, y constituye otra de las bases
legales de nuestro sistema penitenciario. De igual modo, el actual Reglamento de
Organización y Funciones del INPE, que fue aprobado por el Decreto Supremo No.
009-2007- JUS. Igualmente, la Constitución política de 1993 es la fuente legal de
mayor rango, y sigue la tendencia acogida por la Carta política de 1979, estipulando
en el artículo 139, inciso 22: "El principio de que el régimen penitenciario tiene por
objeto la reeducación, rehabilitación y reincorporación del penado a la sociedad", en
otros términos, el logro de la resocialización del condenado. No obstante este
importante desarrollo normativo, anotamos que todavía el divorcio entre lo que señala
la ley y su plasmación concreta es muy notoria y abismal, por ello decimos que hasta
el momento tenemos un moderno sistema penitenciario formal, pero no real o fáctico.
SOBREVALORIZACION DE LOS
PROBLEMAS PENITENCIARIOS
La sobrevalorizacion o el hacinamiento de los centros
penitenciarios es un problema frecuente que afecta a
muchos países. Es difícil definir estos términos ya que no
hay un estándar único internacionalmente aceptado. Sin
embargo, son situaciones que deben ser combatidas ya
que pueden producir alteraciones en el comportamiento de
las personas con aumento de las conductas violentas auto
y heteroagresivas
El Perú cuenta con una capacidad de albergue de 41 mil 018 reos en 68 establecimientos
penitenciarios en todo el país. A la fecha la población en cárceles es de más del doble de su
capacidad, al albergar a 89 mil 464 personas que se encuentran privadas de su libertad. Esto
significa que hay una sobrepoblación del 118% y un hacinamiento del 98%.
50 penales del país se encuentran hacinados debido a que la sobrepoblación excede el 20% de su
capacidad de albergue. En el penal de Lurigancho, hay 9 mil 033 internos, cuando su aforo es de
solo 3 mil 204.
Los penales de la zona centro del Perú, son los que reportan un mayor porcentaje de hacinamiento al registrar
181%, seguido de las cárceles de la zona sur del país, con el 177% de hacinamiento.
● Por ejemplo, el establecimiento penitenciario de Huancayo tiene una capacidad de albergue de 680 internos, sin embargo, a junio del
2022, era 2 mil 063 los reos en esta cárcel, lo que significa el 203% de sobrepoblación.
● En el penal de Chanchamayo, el porcentaje de sobrepoblación es mucho mayor, al solo contar con una capacidad de albergue de 120
personas y tener a 743 privados de su libertad, el 519% de sobrepoblación.
● Una situación similar ocurra en la cárcel de Huancavelica, donde la sobrepoblación supera el 353% al tener a 272 presos, en un espacio que
solo tiene capacidad para 60 personas.
● En los establecimientos penitenciarios de Lima y Callao, el panorama es el mismo que en las regiones. De las 14 cárceles, 9 registran una
población superior a su capacidad de albergue.
● La situación más crítica se encuentra en la cárcel del Callao donde la sobrepoblación alcanza el 500%, al superar la capacidad de 572 presos
a albergar a 3 mil 431 personas.
● En Miguel Castro Castro, la capacidad se ve superada en 318%. La población penitenciaria es de 4 mil 771 personas, cuando su aforo es de
mil 142.
● Y en el penal de Lurigancho, hay 9 mil 033 internos, cuando su capacidad solo es de 3 mil 204. Hay un exceso de 5 mil 829 internos, una
sobrepoblación del 182%.
El hacinamiento como problema en los centros
penitenciarios del país
Muchos sabemos, tal vez por qué hemos leído o escuchado hablar sobre el
hacinamiento, que este se presenta como un problema en las cárceles del
mundo y nuestro país no es la excepción. Por tanto, podemos decir que el
hacinamiento penitenciario no es nuevo en el Perú y en el mundo, sino que
es uno de los más grandes problemas que afronta nuestro sistema
penitenciario.
Como primera conclusión, empezamos por señalar que es necesario impulsar el diálogo entre la realidad de los establecimientos penitenciarios con la dinámica
de las localidades a su alrededor, identificando los posibles vínculos existentes. En términos de recursos humanos, resulta indispensable concentrar más
atención hacia los cambios y situaciones por las que atraviesan las personas que conforman los diferentes equipos técnicos de trabajo en el INPE. El
CENECP, como órgano especializado del INPE en la materia, juega un papel protagónico en este escenario. Los procedimientos y servicios que se ofrecen al
interior de los establecimientos penitenciarios, necesitan de mayores y mejores colaboraciones.
La demanda de más espacios ocupa un lugar especial en la agenda de la problemática del Sistema Penitenciario, razón por la cual es oportuno que se generen
cambios en la evaluación sobre el uso que se hace de la infraestructura intramuros, especialmente, a los que se vinculan con los servicios de tratamiento en
salud, productividad y educación. Por este motivo, debe orientarse no solo hacia un rediseño en las prioridades de la política penitenciaria, sino que debería de
conectarse con la realidad de los territorios en los que se encuentran inmersos los establecimientos penitenciarios. Es muy importante que las políticas de
tratamiento y, especialmente, aquellas que vienen consiguiendo importantes resultados, consigan alinearse a la realidad de los lugares a donde regresarán los
internos e internas, con el objetivo de evitar que retornen a la carrera delictiva. La información brindada por los directores y directoras de establecimientos
penitenciarios, quienes colaboraron con este documento de trabajo, representa la perspectiva situacional de un grupo de actores que merece ser
complementada con otros alcances sobre la realidad de los establecimientos penitenciarios.
La revisión a los elementos vertidos en torno a los problemas de las cárceles, sus posibles causas, así como sus probables efectos, nos permiten ver que se
trazan o identifican desde una mirada externa a la gestión misma de quienes dirigen estos recintos.