La pertinencia del psicoanálisis en la intervención de las
toxicomanías El pensamiento psicoanalítico siempre se ha caracterizado por ser un pensamiento diferente y que va en un sentido contrario, si podemos llamarlo de esa manera, al otro campo hegemónico que llamamos Psiquiátrico. Y en lo que respecta al fenómeno de las toxicomanías no es la excepción. Comenzaré explicando, primero, porque he decidido llamarle toxicomanías y no adicciones o drogas que es como usualmente las conocemos. Las toxicomanías son vistas usualmente en el campo psiquiátrico, como drogadicción o alcoholismo, y esto se debe a que son vistas como enfermedades que al sujeto acaecen, es una entidad que al parecer y "desafortunadamente" a padece sea quien sea. Es por esta razón que las familias toman la decisión de recluir a éste sujeto, después de que ya se ha hecho lo posible, con la idea de que deje aquello que consume. Sin embargo pensar como enfermedad o enfermo al sujeto de las adicciones lo des-responsabiliza de cualquier decisión, porque como es una enfermedad que le sucede al sujeto, éste no tiene más remedio que padecerla. Es por ello que el psicoanálisis tiene mucho que decir sobre este fenómeno. En psicoanálisis se le llama toxicomanías ya que en primer instancia no se ve como una enfermedad el hecho que un sujeto se drogue, cualquiera que sea la sustancia o que se observe ingiriendo cualquier tipo de licor. Para el psicoanálisis la adicción es vista como un síntoma de un malestar que el sujeto esta viviendo. Hay que recordar que un síntoma es, en lo tocante a la teoría freudiana-lacaniana, la denuncia de un conflicto inconsciente, algo de nuestra vida que no anda y de lo cual nos quejamos; por lo que debemos entender que hay algo de lo que es imposible hablar y entonces la única vía de salida es la relación del sujeto con el tóxico, el cigarro, la marihuana o el fármaco. Desde ésta perspectiva ya hay una gran diferencia entre lo visto desde la psiquiatría y el psicoanálisis; la primera lo considera como la enfermedad y, la segunda, como un síntoma que conforma una estructura clínica. Ahora bien, un síntoma tiene que ser leído a la luz de lo que en el párrafo anterior llamamos estructuras clínicas, por estructuras clínicas entendemos a lo que en psicoanálisis conocemos como: la neurosis, la psicosis y la perversión. Estas tres estructuras están determinadas por movimientos lógicos, lo que significa que están determinadas por situaciones por las que el sujeto tiene que pasar irremediablemente, estas estructuras se conforman por rasgos estructurales y los síntomas constituyen parte fundamental de estos rasgos; de ahí la importancia de que se distinga que función tiene el síntoma en cada una de las estructuras.
Ahora bien, si pensamos en la neurosis, su rasgo estructural es la represión,
principalmente, en esta estructura el síntoma se deberá eliminar del sujeto, porque éste lo llevara hasta las última instancia de la vida, con la destrucción del cuerpo… con la muerte. El tóxico es como si el sujeto fuera poseído y es llevado a este punto último.
En la perversión, una de las estructuras más complicadas, porque casi nunca
llegan a la consulta psicoanalítica; el principal rasgo estructural es la denegación, haciendo funcionar al sujeto perverso como el que tiene que llevar a las ultimas consecuencias al cuerpo... a la muerte. En este sentido, el tóxico, vendrá a reforzar esta idea y que, a diferencia del neurótico, el perverso va directo a ese punto con la conciencia de hacerlo.
La psicosis presenta ciertas complicaciones; su rasgo estructural es la
certeza. Debemos distinguir a los psicóticos desencadenados, es decir aquel que alucina y delira; y los psicóticos no desencadenados o pre-psicóticos, aquellos que no han presentado los síntomas clásicos de la psicosis, como la alucinación y el delirio constante, sino que se han presentado, durante toda su vida, como pequeños brotes, pequeñas alucinaciones, que pasaron sin preocupar y sin la detección.
Un psicoanalista con un oído aguzado puede detectar esta situación y poder
actuar en consecuencia. Es decir que en caso de los pre-psicóticos el tóxico funciona como síntoma que detiene o ha detenido la ruptura del sujeto con la realidad, de tal manera que si lo primero que hacemos, antes de determinar el tipo de estructura que tiene el paciente, es el de quitarle el síntoma, como en la estructura neurótica, corremos el riesgo de psicotizar al paciente, ya que el tóxico seguramente esta sirviendo de anudamiento para evitar la ruptura psicótica.
Es por lo anterior que el psicoanalista cuando detecta un caso de ésta índole,
buscará formar un síntoma de suplencia, algo que supla al tóxico pero que siga ejerciendo el mismo anudamiento que impida el desborde psicótico.
Lo complicado es cuando el paciente es llevado con el psiquiatra que no
tiene este conocimiento y que ve al paciente como el enfermo. Seguramente una mala intervención de éste profesional desatará la psicosis, porque lo primero que hacen es quitarle la adicción y esto puede tener consecuencias catastróficas.