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Psicoanálisis y Cultura

Comentario de la Tejedora de Sombras de Jorge Volpi

Cuentan que cuando un silencio 


aparecía entre dos 
era que pasaba un ángel 
que les robaba la voz. 
Y hubo tal silencio el día 
que nos tocaba olvidar 
que de tal suerte yo todavía 
no terminé de callar
Silvio Rodríguez: Ángel para un final. Del álbum: Tríptio I.

Todas las ciudades eran pocas a sus ojos, 


Ella quiso barcos y él no supo qué pescar
Y al final números rojos 
En la cueva del olvido, 
Y hubo tanto ruido 
Que al final llegó el final
Joaquín Sabina: Ruido. Del álbum: Esta boca es mía

La pertinencia del nombre de la novela corresponde con lo que queda signado en


la trama de ésta, por la que le valió a Jorge Volpi el premio Iberoamericano de
Narrativa, lo que significa que Christina, la protagonista, es efectivamente una
tejedora de sombras en el sentido de que, lo que ella llama el contacto con su
inconsciente, que para Volpi, es estar en una especie de trance, de estar en
contacto con cierta divinidad permite, en un sentido Jungiano, liberar el alma.
Recordemos que el “Psicoanálisis” de Jung se ha conocido en los pasillos
psicoanalíticos como un “Psicoanálisis religioso”, debido a los aportes que Jung
hiciera retomando concepciones cristianas, hindú, budistas etc. Y que en lo
particular no es de mi agrado.

Escrito de manera sencilla, en ocasiones con un cierto estilo que me recuerda a


García Márquez, con pequeños guiños, y en algunas descripciones; sin frases
ornamentadas, describiendo lugares y escenas con la limpidez de cualquier lienzo
de Hope.

La trama de esta historia es acerca de Christina, mujer educada, con las


costumbres y la moral de su época, los años 20; pero con el interdicción que en
ese entonces las mujeres sufrían, y que en la actualidad no dista mucho, no era
cosa sencilla acceder al conocimiento. Pero ella era la excepción de la regla,
mujer educada, ilustrada con el conocimiento de los autores clásicos, Melville,
Whitman, Lawrence, Tolstói –un poco como la historia de Rosarios Castellanos en
Balún Canán cuando le prohibían el conocimiento y ella se metía a la biblioteca del
padre a escondidas–. Había conocido el mundo junto a Will, su esposo, con el que
compartía el gusto por los viajes. Ellos se habían conocido en la infancia y desde
entonces estaban enamorados, aunque al pasar los años y la vida de matrimonio,
el amor se había consumido. Eso permitió que Murray entrara en la vida de
Christina dándole a su vida los sobresaltos de la pasión y el deseo que en el
matrimonio con Will habían fenecido.

Murray era un psicólogo que triunfó en Harvard. Estaba casado con Josephine,
más por comodidad que por amor, era heredera de una fortuna prominente,
proporcionándole muchas comodidades, entre ellas los viajes por el mundo, vivir
en una casa con los lujos “necesarios” y en ocasiones exagerados. El matrimonio
había pasado a la monotonía, al desgano, a la simple compañía de dos cuerpos
que no esperan nada del otro mas que el silencio. Si tuviéramos que definir a
éstos dos matrimonios con dos canciones, diríamos que, el de Christina y Will
estaría definido por la canción de Silvio Rodríguez, Ángel para un final. Y la de
Murray y Josephine sería la canción de Joaquín Sabina, Ruido, cuyos epígrafes
enmarcan este escrito.

Éstos matrimonios silenciosos, permitieron que Christina comenzara a dejarse


seducir por Murray en uno de los tantos viajes que hicieran en pareja; compartían
el mismo gusto por la psicología, por los libros y los viajes. Al mismo tiempo que
las pasiones los desbordaban, ella comienza a analizarse con Jung, quien la toma
como una brillante paciente, por su inteligencia y por los prolongados trances que
le sirvieron a Jung para enriquecer su teoría de los sueños. Una de las
interpretaciones que le hiciera Jung le augura que en el futuro nunca tendrá algo
serio con Murray, nunca estarán juntos; esta interpretación se vuelve determinante
en la vida de Christina.

El libro de Volpi trata de los amores imposibles, como el de Murray y Christina, el


de los amantes a perpetuidad –parafraseando a Sabines–, de lo engorroso que
puede ser el matrimonio si no se encuentra la forma de mantener el deseo. Y no
me refiero al deseo sexual, lo que siempre se piensa cuando se habla de deseo y,
más aun, cuando se habla de psicoanálisis; sino al deseo que se reaviva con la
imposibilidad, con la cercanía de los cuerpos y la forma en la que se alejan, con la
sabiduría de que un día se acabará, pero como dice Jim Carrier en la película
“Eternal Sunchine of the Spotless Mind” cuando están a punto de borrar los
recuerdos más bellos que había vivido con Clementine: mientras eso suceda hay
que disfrutarlo.

Y es que, si lo analizamos un poco más, la base de los amores prohibidos tiene


que ver, la mayor de las veces, por la existencia de un tercero o tercera; en éste
caso hay una cuarta. A Christina y Murray los une el darse cuenta que en la
relación en la que se encuentran, con sus respectivos matrimonios, está apunto
del abismo, eso hace que ellos levanten la vista y puedan conectarse. Éstas
relaciones se viven con mayor pasión cuando hay a quien engañar, porque se vive
con la fantasía de que los amantes quieren estar juntos, pero un matrimonio fallido
no se los permite. Digo fantasía en la medida de que es sólo una ilusión, porque
realmente ellos no pueden dejar a sus parejas y vivir juntos, porque entonces se
convertirían en eso que decidieron abandonar… su matrimonio. Y es que el
humano tiene esa tendencia Nietzcheniana del “eterno retorno”, de repetir su
síntoma, de volver a colocar o colocarse en aquello que odiaron, volviendo su
relación en eso de lo que escapaban, vuelven su relación sintomática. Por eso
Murray y Christina no se quedan juntos, spoiler, porque sin darse cuenta, saben,
que en el momento en el que se junten, aquello por lo que están, aquello que los
une… desaparecerá.

En términos generales me pareció una buena novela, llevada de la mano


sencillamente, con algunos altibajos que en ocasiones se vuelven aburridos pero
en la siguiente página, sabemos, mejorará. Queda pues la invitación a leerla y a
disfrutarla… nos vemos en la siguiente recomendación.

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