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2.

EL PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN
2.1 Concepto.
Desamortización es la incautación estatal de bienes raíces de propiedad
colectiva, bien eclesiástica o bien civil, que, tras la correspondiente nacionalización y
posterior venta en subasta, pasan a formar una propiedad nueva, privada, con plena
libertad de uso y disposición; así pasan a tener la condición de bienes libres de
propiedad particular ordinaria.

Hay que distinguir entre desvinculación y desamortización. Por la primera, los


bienes se hacen libres en sus mismos poseedores, como sucedió con los mayorazgos.
Por la segunda, sus poseedores los pierden, pasan al Estado, que los vende a particulares
pasando a ser bienes libres.

2.2 Cronología.
Dicho proceso abarcó gran parte del siglo XIX, pero fue llevado a cabo
principalmente durante la minoría de edad de Isabel II por los gobiernos progresistas de
las regencias de María Cristina (1836-1837) y de Espartero (1841-43). Posteriormente,
ya en la mayoría de edad de Isabel II, tuvieron lugar durante el Bienio Progresista
(1854-1856)
2.3 Antecedentes.
Durante los siglos XVI y XVII, los llamados arbitristas plantean al rey la
necesidad de hacer una reforma agraria, que mejorara la situación de los campesinos y
aumentara los rendimientos, pero no van a ser escuchados.

Durante el reinado de Carlos III, algunos ilustrados como Jovellanos, crean el


Informe sobre la Ley agraria, criticando los mayorazgos y los señoríos jurisdiccionales,
así como las tierras en manos muertas, puesto que todos ellos impedían posibles mejoras
en el campo, al no poder ser vendidas por sus titulares.

En tiempos de Godoy (1795), la política belicista y el aumento de la deuda,


obligaron a iniciar una desamortización de bienes municipales y eclesiásticos. Obtendrá
permiso de la Santa Sede para expropiar y vender los bienes de los jesuitas y de obras
pías (hospicios, beneficencia, etc.)

Las Cortes de Cádiz llevaron a cabo legislaciones que contemplaban la


supresión de conventos y órdenes religiosas y la puesta en venta de sus propiedades.
Cuando Fernando VII sube al poder, paraliza y anula todas estas medidas.

Durante el Trienio Liberal, volvieron a entrar en vigor las decisiones de las


Cortes de Cádiz y con ellas las desamortizaciones; pero una vez más, en 1823, el
retorno del absolutismo las paralizó.

Será, por tanto, tras la muerte de Fernando VII, durante las regencias de María
Cristina (1833-1840) y Espartero (1840-1843) cuando los liberales progresistas
pongan en marcha la maquinaria jurídica-económica capaz de poner en venta grandes
cantidades de tierra y transformar de forma radical la propiedad de la tierra.
3. DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZÁBAL (1836-1837)
Serán los progresistas los encargados de llevar a cabo las reformas
desamortizadoras, puesto que los moderados eran partidarios de unas reformas que no
pusieran en peligro sus propiedades. Será, por tanto, tras la sublevación de los Sargentos
de la Granja (1835), y la consiguiente subida al poder de los progresistas cuando tenga
lugar la primera de las grandes desamortizaciones.

Concretamente será Mendizábal, que fue ministro de Hacienda con la regente


María Cristina, quién emprendiera esta labor.

Los objetivos que se buscaban con esta ley desamortizadora fueron:

– Objetivo financiero: buscar ingresos para pagar la deuda pública y se obtendrían


recursos para costear la guerra carlista.
– Objetivo político: ampliar el número de simpatizantes al liberalismo, creando un
conjunto de propietarios que se sintieran unidos al régimen liberal isabelino ya que su
suerte quedaría ligada a la victoria del bando liberal.
– Objetivo social: Crear una clase media de campesinos propietarios, que diera
estabilidad al régimen liberal también en el mundo rural, aumentara la productividad y
posibilitara el acceso a la propiedad de campesinos sin tierras.

Para llevar a cabo su proceso de desamortización, Mendizábal hizo lo siguiente:

- En octubre de 1835 promulgó un Decreto que suprimía las órdenes religiosas.

- En febrero de 1836 se declaraban en venta todos los bienes de las Comunidades y


corporaciones religiosas extinguidas.

De este modo, tras la supresión de las instituciones religiosas y su


nacionalización, se procedía a la extinción de la deuda pública. Pero además el Decreto
de 1836 establecía los principios y mecanismos de la Desamortización: Se declaraban
en venta todos los bienes calificados como nacionales y se sometían a subasta pública,
admitiendo dinero en efectivo o títulos de deuda, pasando así a propiedad privada por
sus compradores.

Como resultados, entre 1836 y 1844 se habían vendido propiedades por valor de
3274 millones de reales. Se habían desamortizado el 62% de las propiedades de la
Iglesia (tierras, casas, conventos, monasterios, Catedrales, Iglesias...)

Las pujas de las subastas fueron acaparadas por los burgueses, que eran los
únicos con liquidez. Pagaban un 20% al contado y el resto a plazos.
Aunque los moderados paralizaron el decreto de desamortización durante la
Década Moderada, en realidad ya quedaba muy poco bien eclesiástico por nacionalizar.

Flórez Estrada, publicó un artículo en el que se declaraba partidario de la


desamortización, pero contrario al sistema propuesto por Mendizábal. Admitía la
desamortización para mejorar la condición de las clases rurales y estaba preocupado por
favorecer al proletariado agrario. Su propuesta era arrendar en enfiteusis2 por 50 años
los mismos colonos que estaban trabajando para la Iglesia, con posibilidad de
renovación del contrato. De este modo, el Estado no perdía la propiedad de los bienes
nacionalizados y podía invertir el importe de las rentas en el pago de las deudas.
Los resultados de la desamortización no fueron exactamente los esperados, pues
no se recaudó tanto capital como se había previsto, por lo que la Hacienda, aunque
mejoró su situación, continuó en dificultades. Además, la mayor parte de las
propiedades, como ya se ha dicho, se concentraron en manos de la alta burguesía y los
terratenientes, manteniendo la estructura latifundista de buena parte del campo español.

4. LA DESAMORTIZACIÓN DE MADOZ (1855)


La segunda gran desamortización fue iniciada de nuevo con los progresistas en
el poder, en concreto durante el Bienio Progresista del reinado de Isabel II (1854-1856)
con la Ley Madoz. Suele denominarse desamortización general pues no afectó solo a
los bienes de la Iglesia, sino también a los bienes de propios y comunes (tierras
propiedad de los municipios), y, en general, a todos aquellos que permanecían aún
amortizados.

Se declaraban por tanto en venta todos los bienes pertenecientes a manos


muertas que no lo habían sido en las anteriores desamortizaciones, es decir, los de las
órdenes militares de Santiago, Calatrava, Montesa y San Juan, de cofradías, de propios
y comunes de los pueblos, de beneficencia y de instrucción pública.

De ellos destacaban los bienes de propios, que pertenecían a los municipios y


eran usados en común en beneficio de todos, como los comunes, que podían ser usados
individualmente llevando el ganado a pastar o recogiendo leña para el hogar.

El objetivo de la desamortización era obtener medios económicos para el


Estado, al igual que la de Mendizábal, de ahí que los bienes incautados se subastaran
también entre quienes más pudieran pagar. No obstante, en el proceso de venta se
introdujeron algunos cambios en cuanto a la forma de pago, puesto que sólo podría
hacerse en metálico y en un plazo de quince años, con un descuento del 5% sobre los
plazos adelantados.

Esta fue la desamortización que logró una mayor recaudación. En ella fueron vendidas
la mayor parte de los bienes amortizados del clero que aún quedaban por vender y
numerosas propiedades de los municipios, calculándose que entre 1855 y 1856 se
pusieron a la venta unas 43000 fincas rústicas y unas 9000 urbanas por valor cercano a

los 8000 millones de reales, esto es, más del 40% del total de los ingresos logrados
por todo el proceso desamortizador.
La desamortización de los bienes del clero incluidos en esta ley reavivó los conflictos
con la Santa Sede, con la que en 1851 los moderados habían firmado un Concordato.

5. CONSECUENCIAS DEL PROCESO DESAMORTIZADOR.

o El desmantelamiento casi completo de la Iglesia y sus fuentes de riqueza, ya que el


diezmo también se suprimió en 1837. Sólo en 1845 se establecía el impuesto de Culto y
Clero. Esto supuso un desmantelamiento de la riqueza de la Iglesia y la exclaustración de
miles de religiosos, aunque esta seguirá conservando una gran influencia en las
mentalidades y la educación.
o Se eliminó la propiedad comunal, lo que provocó un agravamiento de la situación
económica de los campesinos, que no pudieron usar los terrenos comunes de su municipio
que antes usaban para pastar o recoger leña.
o No se resolvió la deuda del Estado, aunque si la atenuó. La deuda mejoró mucho tras
Madoz, pero siempre quedaría una parte de ella consolidada hasta el s. XX.
o Aumentó la superficie cultivada, y con ella se incrementó la producción agraria, por
ejemplo, el olivo y la vid, al ponerse en cultivo tierras que antes eran escasamente
aprovechadas. No obstante, apenas se incrementó la productividad agraria o los
rendimientos de la tierra, pues en general los nuevos propietarios no invirtieron en mejoras
técnicas.
o La compra de tierras inutilizó el dinero líquido, que podría haberse invertido en la
industrialización del país.
o Se produjo una gran pérdida y expolio de bienes culturales de los antiguos
monasterios. Muchas obras y edificios fueron vendidos a otros países a precios irrisorios.
o Se acentuó el latifundismo en Andalucía y Extremadura, pues se acumulaban las tierras
en las mismas manos. Los que no compraron fueron los campesinos, que o no recibían
información de las subastas, o no sabían pujar o no tenían dinero.
o La alta burguesía acaparó los mejores edificios del centro de las ciudades, excluyendo
a las clases medias, confinadas en viejas viviendas y dejando para los obreros los arrabales

6. CAMBIOS AGRARIOS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX


Durante esta centuria, la población aumentó de 11 a 19 millones; también la
producción de alimentos, de prendas de vestir, de viviendas, etc. Crecieron las ciudades,
la industria, el ferrocarril, etc., pero a pesar de todos estos cambios, la economía
española se estancó en relación con la mayoría de países europeos.

Desde el punto de vista agrario, la economía española durante el siglo XIX se


caracterizó por el predominio de la agricultura, que ocupaba a más del 60% de la
población activa, tenía bajos rendimientos y se basaba en la tradicional trilogía
mediterránea, por lo que el retraso agrario español fue una constante.
Por lo tanto, todos los cambios que se producen no se tradujeron en innovaciones
en las técnicas agrícolas, puesto que los nuevos propietarios prefirieron mantener los
sistemas de explotación, en lugar de mejorarlos.
Los cultivos con mayor crecimiento fueron los cereales, que hacia 1860
ocupaban en torno al 80% de la superficie cultivada. También aumentó el cultivo de la
vid, la patata y el maíz.

La desamortización supuso la decadencia de la cabaña ganadera, en parte


porque muchas de las tierras que habían servido de pastos se cultivaron, pero también
porque se introdujeron especies laneras más rentables.

La población agrícola se mantuvo en permanente amenaza de hambre, plagas y


malas cosechas. Se sucedieron malas cosechas en 1825, 1837, 1847, 1866, que
repercutieron en la vida del campesinado, que utilizaba más de la mitad de su
presupuesto en la compra del pan.

El panorama comenzó a cambiar a partir de 1870, debido a algunos avances en


los transportes y comunicaciones, al aumento de la superficie cultivada, la lenta
implantación de mejoras técnicas, el incremento de la demanda interna y de las
exportaciones. Con todo ello, se fue configurando una creciente especialización
regional de la agricultura con el predominio cerealístico en el centro peninsular,
regadío y frutales en el área mediterránea y nuevos cultivos como el maíz y la patata en
el norte.

En definitiva, a pesar de los cambios agrarios que se operan durante el siglo


XIX, estamos ante una agricultura estancada, donde la baja productividad es la tónica
general y que acusó una crisis agraria a finales de siglo por la llegada de productos
agrícolas más baratos procedentes de países como Estados Unidos, Argentina y
Australia. Esto obligó a adoptar medidas proteccionistas y fomentar la diversificación
de la producción, que llevó a reducir la superficie dedicada al cereal en beneficio de
otros cultivos como el viñedo, el olivo y los cítricos.

7. CONCLUSIÓN
La España del siglo XIX se caracterizará ante todo por la inestabilidad política y las
limitaciones, no solo en el ámbito económico y agrícola, como se puede observar a lo
largo de este tema, sino también en lo industrial y en el desarrollo de la actividad
comercial. Las medidas tomadas no lograron hacer despegar a un país como España.

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