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Además, una gran masa de las tierras y bienes no podían venderse, eran las tierras
vinculadas. En el caso de la nobleza, éstas debían ser transmitidas al heredero primogénito;
eran tierras vinculadas que recibían el nombre de mayorazgo. A su vez la Iglesia tenía bienes
(tierras y casas), habitualmente procedentes de donaciones, que no podían venderse pues
estaban vinculadas y servían para su sostenimiento, eran las tierras en manos muertas.
También los municipios tenían tierras vinculadas: los llamados bienes de comunes (tierras de
los ayuntamientos para el uso de los habitantes del municipio: leña, pastos...) y los bienes de
propios (parcelas cultivadas por los campesinos a cambio de una renta, dinero que se utilizaba
para el mantenimiento de la administración del municipio).
Así pues, la propiedad de la tierra en el Antiguo Régimen tenía una explotación poco
racional que impedía obtener el mejor rendimiento. Como la economía española del siglo XIX
dependía fundamentalmente de la agricultura, su atraso tecnológico limitaba la contribución de
este sector a la modernización económica e impedía una revolución industrial como la que tuvo
Inglaterra desde mediados del siglo XVIII. En este sentido se inició el proceso de hacer pasar
las tierras en "manos muertas" a otros propietarios dispuestos a obtener la mejor explotación
económica, a este proceso se le conoce con el nombre de desamortización. En otras
palabras, desamortizar era nacionalizar las tierras de la Iglesia y de los municipios para luego
ser vendidos en pública subasta. Los ingresos de estas ventas iban dirigidos al saneamiento de
la Hacienda pública.
Tal proceso ha sido calificado como de reforma agraria liberal. "Reforma agraria" porque la
propiedad de la tierra pasa de "manos muertas" a propiedad privada, y ponía en circulación
tierras sin explotar para su cultivo. "Liberal" porque fueron los gobiernos liberales progresistas
del siglo XIX quienes la llevaron a cabo, aunque de forma muy tímida se iniciaron ya desde
finales del siglo XVIII, durante el reinado de Carlos IV, con Godoy.
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2. ETAPAS.
La desamortización debe ser entendida no como un acto aislado, sino como todo un
proceso histórico que cubre una amplia etapa cronológica desde el reinado de Carlos IV hasta
bien entrada la segunda mitad del siglo XIX:
De estas desamortizaciones, hay que destacar las realizadas durante el reinado de Isabel
II, es decir las dos últimas, especialmente la de Mendizábal, porque la puesta en práctica de
esta ley trajo la ruptura de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede y dividió a la opinión
pública de tal forma, que ha quedado en la historia de nuestro país como la "desamortización"
por definición.
Cuando en 1835, el progresista Juan Álvarez Mendizábal llegó desde Londres para presidir
el Gobierno le preocupaba garantizar la continuidad en el trono de Isabel II. Para ello era
necesario ganar la guerra carlista y esto no podía realizarse sin dinero o sin créditos. Y para
que el gobierno tuviese credibilidad ante futuras peticiones de préstamos era preciso eliminar o
disminuir la deuda pública.
Esto lo pretende conseguir mediante las leyes desamortizadoras de 1836 y 1837. Con la
primera, el decreto de 1836, se puso en venta todos los bienes del clero regular (conventos y
monasterios), quedando en manos del Estado no solamente tierras sino también casas,
monasterios y conventos con todos sus enseres, incluidas las obras de arte y los libros. Con la
segunda, la de 1837, la desamortización eclesiástica se extendió al clero secular (iglesias y
catedrales), aunque la ejecución de esta última se llevó a cabo en 1841, durante la regencia de
Espartero. Se prolongó hasta 1844, cuando su aplicación quedó paralizada por el gobierno
moderado de Narváez.
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La desamortización de Mendizábal pretendía lograr una serie de objetivos:
Durante el bienio progresista (1854-56), el gobierno tomó trascendentes medidas, entre las
que destaca la reanudación del proceso desamortizador. El ministro de Hacienda Pascual
Madoz elaboró la Ley de Desamortización General de 1855. Se llamaba general porque se
ponían en venta todos los bienes de propiedad colectiva: los de los Ayuntamientos,
denominados de propios (los que proporcionaban una renta a los ayuntamientos por estar
arrendados) y comunes (no proporcionaban renta y eran utilizados por los vecinos del pueblo),
y los de los eclesiásticos que no habían sido vendidos en la etapa anterior. Tales medidas
supusieron una nueva ruptura con Roma y graves problemas de conciencia para Isabel II.
Durante el bienio progresista fue poco lo que dio tiempo a poner en venta. Será en la
década de 1860, con la Unión Liberal, cuando se lleva a cabo el grueso de la venta de tierras.
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5. VALORACIÓN DEL PROCESO DESAMORTIZADOR.
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VALOR DE LOS BIENES DESAMORTIZADOS DURANTE EL SIGLO XIX
(en millones de reales)
Periodo Clero Beneficencia Ayuntamientos Otros Total
1836-1844 3.447 0 0 0 3.447
1855-1856 324 167 160 116 767
1858-1867 1.253 461 1.998 438 4.150
1868-1900 888 327 1.415 309 2.939
TOTAL 5.912 955 3.573 863 11. 303
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