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Historia de
España
Zaframagón
ÍNDICE
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Gran parte de las propiedades estaban vinculadas o amortizadas, lo que
significaba que no eran propiedades privadas plenas, pues sus titulares sólo
tenían sobre ellas derecho de usufructo. Las propiedades vinculadas se
agrupaban en tres categorías principales:
La nobleza había constituido un patrimonio de bienes fuera del libre
comercio, puesto que el mayorazgo no permitía a los nobles enajenar
sus propiedades ni tampoco dividirlas, sino transmitirlas íntegras al
primogénito.
La Iglesia, por su parte, era propietaria de grandes extensiones de
tierras como consecuencia de numerosas donaciones.
Los municipios eran propietarios de tierras. Solían consistir en
bosques o terrenos áridos (montes y terrenos baldíos), cuya
utilización adoptó dos formas:
- Tierras de aprovechamiento colectivo (bienes de comunes).
- Tierras que, aun siendo del común, eran arrendadas por los
ayuntamientos a particulares (bienes de propios) y sus ingresos
eran para los municipios.
2.- ANTECEDENTES
Durante el reinado de Carlos III, aunque sólo desde un punto
de vista teórico. Los reformistas ilustrados del siglo XVIII habían
planteado la necesidad de cambiar el sistema señorial de
propiedad de la tierra al entender, como Jovellanos, que la
amortización de bienes raíces era la causa del estancamiento
de la agricultura española.
Posteriormente Godoy (1795) inició una pequeña desamortización
de bienes eclesiásticos, obteniendo permiso de la Santa Sede para
expropiar y vender los bienes de los jesuitas y de obras pías.
Durante las Cortes de Cádiz se adoptaron medidas que
contemplaban la supresión de conventos y órdenes religiosas y
la puesta en venta de sus propiedades. Sin embargo, la
restauración del absolutismo en 1814 significó la anulación de lo
dispuesto y la devolución de los bienes.
En el Trienio Liberal volvieron a entrar en vigor las decisiones de las
Cortes de Cádiz, pero en 1823 retornó el régimen absolutista y
Fernando VII obligó a restituir los bienes vendidos. A la muerte de
Fernando VII los liberales, fundamentalmente los progresistas,
ponen en marcha la maquinaria capaz de incautar y vender grandes
cantidades de tierras aboliendo los señoríos jurisdiccionales y los
mayorazgos.
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3.- LA DESAMORTIZACIÓN DE ÁLVAREZ DE MENDIZÁBAL
Durante la Regencia de Mª Cristina se comenzaron a asentar los cimientos de
la España liberal, y primero los moderados y luego los progresistas fueron
socavando las viejas estructuras del Antiguo Régimen.
Álvarez de Mendizábal, ministro de Hacienda, fue el principal
responsable de la ley de desamortización eclesiástica más famosa, aspiraba a
alcanzar tres grandes objetivos:
Objetivo financiero: recaudar ingresos para pagar la deuda pública del
Estado, y obtener recursos económicos para financiar la guerra contra
los carlistas.
Objetivo político: ampliar la base social simpatizante con el
liberalismo creando un sector de propietarios que se sintieran
unidos al régimen liberal isabelino.
Objetivo social: crear una clase media de campesinos propietarios que
incrementaran los rendimientos y la productividad de la tierra, y
posibilitar así mismo el acceso a la propiedad de campesinos sin
tierras.
En 1835 Mendizábal promulgó un decreto por el que se suprimían las órdenes
religiosas, pues se consideraban excesivos sus bienes en comparación con
los medios que tenía la nación.
Las fincas fueron tasadas por peritos de Hacienda y subastadas
principalmente en lotes entre inversores burgueses, ya que eran los únicos
que tenían liquidez y podían controlar fácilmente las subastas. Además, era
un excelente negocio: sólo se abonaba el 20 % al contado, el resto se pagaba
a plazos, y se admitían para el pago los títulos de deuda por su valor nominal.
Como estaban muy desvalorizados en el mercado, adquirirlos en bolsa y
pagar con ellos era una ganga para el comprador.
En total, entre 1836 y 1844 se vendieron propiedades por valor de unos
3.274 millones de reales y fueron desamortizadas el 62 % de las propiedades
de la Iglesia. Sumando lo vendido en el Trienio y en el periodo 1836-1851 (año
en que aún se cobraron plazos), el Estado recaudó unos 4.500 millones de
reales.
Entre las raras voces de los sectores progresistas que se opusieron a
Mendizábal destacó la de Flórez Estrada, preocupado por favorecer al
proletariado agrario. Su propuesta era arrendar las tierras por 50 años a los
mismos colonos que las estaban trabajando. En su opinión, esta propuesta
sería ventajosa para el Estado, que no perdía la propiedad de los “bienes
nacionales” y podía invertir el importe de las rentas.
Los resultados de la desamortización no fueron exactamente los
esperados, pues no se recaudó tanto capital como se esperaba, por lo que la
Hacienda continuó en crisis. Además, la mayor parte de las tierras y
propiedades urbanas pasaron a manos de la alta burguesía y de
terratenientes, que se convirtieron en grandes defensores del sistema liberal.
Así pues, se produjo una alta concentración parcelaria en pocas manos,
mientras los campesinos sin tierras permanecieron en la misma situación, lo
que dio lugar a frecuentes conflictos con el campesinado.
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4.- LA DESAMORTIZACIÓN DE PASCUAL MADOZ
La segunda gran desamortización fue iniciada en el Bienio Progresista con la
Ley Madoz o de “desamortización general”. Se trataba ahora no ya sólo de los
bienes de la Iglesia, sino de los pertenecientes al Estado, los bienes de propios
y baldíos de los municipios y, en general, todos los bienes que permanecían
aún amortizados. Por ello es conocida como desamortización civil.
La finalidad de la ley Madoz era, como había sido la de Mendizábal,
obtener ingresos para el Estado, con la finalidad de sanear la Hacienda y
financiar obras públicas como el trazado del ferrocarril. Tampoco se preocupan
los progresistas por el acceso a la tierra de los campesinos desposeídos. Los
bienes desamortizados pasarían a propiedad de quienes más pudieran pagar
por ellos, y para ello se utilizó también la subasta pública para su venta,
aunque se introdujeron algunos cambios en cuanto a la forma de pago. Esta
sólo podría hacerse en metálico y en un plazo de quince años, con un
descuento del 5% sobre los plazos adelantados.
A diferencia de la de Mendizábal, la Ley Madoz se desarrolló a gran velocidad.
Por otra parte, la desamortización de los bienes del clero incluidos en esta ley
planteaba un problema para las relaciones con la Santa Sede, motivo por el
que la reina se negó en un principio a sancionar la ley cuando se la
presentaron Espartero y O’Donnell. Tras algunas excusas no tuvo más remedio
que sancionarla, aun con graves problemas de conciencia, lo cual provocó la
ruptura con la Santa Sede.
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La desamortización provocó un reforzamiento de la estructura de la
propiedad de la tierra, acentuando el latifundismo en Andalucía y
Extremadura, por ejemplo. Los nuevos propietarios, amigos de
políticos, caciques o viejos señores, constituirán la nueva clase
terrateniente que tendrá el poder durante el reinado de Isabel II. Los
que en definitiva no compraron, en general, fueron los campesinos
humildes, menos capacitados para pujar por su conocimiento o poder
adquisitivo.
Por último, la desamortización produjo una gran pérdida y expolio de
bienes culturales, sobre todo de los antiguos monasterios. Muchas
obras arquitectónicas se arruinarían, y bienes muebles fueron vendidos
a precios irrisorios, saliendo muchos de ellos hacia otros países. En las
ciudades, como la mayoría de los inmuebles estaba en el centro
urbano, la desamortización contribuyó a un urbanismo discriminador.
Por su parte, los gobiernos moderados, que defendían sobre todo los
intereses de los propietarios, realizaron una política comercial proteccionista
para garantizar la venta de lo producido a precios elevados, reservando para
ello el mercado nacional. El resultado es que, en años de buenas cosechas,
los precios se mantuvieron
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relativamente altos al no haber competencia exterior ni un mercado nacional
suficientemente articulado (por falta de buenas comunicaciones), mientras
que en años de malas cosechas los precios se disparaban. De esta manera
los propietarios conseguían acumular enormes ganancias, pero sin invertir en
la mejora de la producción, puesto que el gobierno les garantizaba un
mercado nacional reservado.
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6.4. LA CRISIS DE FIN DE SIGLO Y LA REORDENACIÓN DEL
SECTOR AGRARIO.
En años finales del siglo XIX, se produjo una crisis del mercado agrícola al
introducir países como EEUU, Argentina o Australia sus productos agrarios a
precios más bajos, gracias a sus elevados rendimientos agrarios. Ante ello,
los agricultores españoles Áexigieron al gobierno medidas proteccionistas
aduaneras, y diversificar la producción agrícola para reducir la superficie de
los cereales en beneficio del viñedo, del olivo y los cítricos, e impulsar
decididamente las exportaciones agrarias.
Con ello, durante el primer tercio del S. XX se incrementó la producción agraria
y mejoró la productividad, aunque en general España seguía teniendo un
sector agrario sobredimensionado, asentado en buena medida en la tradicional
trilogía mediterránea, enriquecida poco a poco con cultivos frutales, plantas
industriales y hortícolas.