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En cuarto lugar se suprimió el diezmo que pagaban los campesinos a la
Iglesia, aunque esta recibiría a cambio la ayuda del Estado a través del
presupuesto público.
Aunque sin duda, la medida más importante desde el punto de vista
económico y social, fue la desamortización de las tierras de la Iglesia y los
concejos.
Las desamortizaciones consistieron en la expropiación, por parte del
Estado, de las tierras eclesiásticas y municipales para su posterior venta a
particulares en subasta pública. En compensación por el patrimonio confiscado
a la Iglesia, el Estado se hacía cargo de los gastos del culto y clero. Aunque se
dieron algunos precedentes a finales del siglo XVIII, el verdadero proceso de
desamortización se desarrolló a partir de 1837 en dos fases, a cada una de las
cuales se las conoce por el nombre del ministro que la puso en marcha: la
desamortización de Mendizábal y la de Madoz.
Con anterioridad a la Desamortización de Mendizábal conviene
mencionar:
- La Desamortización de Godoy (Ministro de Carlos IV), entre 1798 y
1807, y que afectó fundamentalmente a los bienes del clero.
- La desamortización civil y eclesiástica de las Cortes de Cádiz (1812)
y el Trienio Liberal (1820-1823). Además de la venta de los bienes de
la Iglesia, se disponía a la parcelación de bienes propios y baldíos en
el terreno civil.
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La desamortización eclesiástica de Mendizábal (1837-1849)
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que muchos no se decidieran a comprar directamente las tierras y lo hicieron a
través de intermediarios o testaferros.
Las consecuencias de la desamortización fue el desmantelamiento casi
completo de la propiedad de la Iglesia y de sus fuentes de riqueza, toda vez
que el diezmo que abonaban forzosamente los ciudadanos fue igualmente
suprimido en 1837. La desamortización no produjo un aumento de la
producción agraria, contra lo que pretendían sus promotores. Los nuevos
propietarios, en general, no emprendieron mejoras, sino que se limitaron a
seguir cobrando las rentas y las incrementaron, al sustituir el pago de los
derechos señoriales y diezmos por nuevos contratos de arrendamiento.
Muchos de los nuevos propietarios vivían en las ciudades, completamente
ajenos a las actividades agrícolas, la desamortización provocó un
reforzamiento de la estructura de la propiedad de las tierras y se acentuó el
latifundismo.
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La desamortización general de Madoz (1855-1867)
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En lo económico puso en circulación nuevas tierras que antes habían
estado vinculadas. En el apartado social la desamortización benefició
principalmente a los antiguos terratenientes en las zonas rurales y grandes
burgueses en las ciudades, sin embargo las consecuencias sobre los
campesinos fueron muy negativas, ya que de todo lo desamortizado un 30%
pertenecía a la Iglesia, un 20% a la beneficencia y un 50% a los municipios, fue
sobre todo la pérdida de acceso a bienes de aprovechamiento común provocó
un empeoramiento de sus condiciones de vida y una emigración hacia las
ciudades. En lo económico supuso un cambio de propiedad del 20% de la
superficie nacional, sin embargo no hubo realmente un cambio en la estructura
de la propiedad, consolidándose el latifundio sobre todo en el centro y sur de la
Península y la nueva burguesía adquiriente se suma al cobro de rentas que no
permite un incremento de los rendimientos.
Otras consecuencias, se encuentran en la pérdida de patrimonio cultural, ya
que se perdieron muchos libros y obras de arte, además de significar una
ruptura de relaciones con el Vaticano al violar el Concordato con la Santa Sede
de 1851.
Consecuencias socioeconómicas de las desamortizaciones
Las principales consecuencias económicas y sociales de ambas
desamortizaciones fueron las siguientes:
- Se pusieron en cultivo grandes extensiones de tierra, hasta entonces
poco o nada explotadas por sus antiguos propietarios.
- Las ventas absorbieron una gran cantidad de capitales privados, ya
que se calcula que la extensión total de las tierras desamortizadas
equivalía a la mitad de las tierras cultivables.
- En contra de la creencia tradicional, no parece que variara
significativamente la estructura de la propiedad: en general, no hubo
concentración ni dispersión de tierras, sino tan sólo cambios de
propietarios.
- Se sacrificaron los intereses de un sector importante de campesinos,
a los que no se reconocieron sus derechos sobre las tierras
señoriales o municipales ni se les facilitó el acceso a las propiedades
desamortizadas, y sobre todo del clero, cuyas tierras fueron
expropiadas. Su descontento empujo a muchos de ellos al carlismo.
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Los grandes perjudicados van a ser:
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- Injusta distribución de la propiedad
- La ausencia de inversiones y de desarrollo técnico
- Situación de miseria de los campesinos y una conflictividad creciente
La “cuestión agraria” se convertirá en uno de los problemas cruciales de
la España de la primera mitad de siglo XX.
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- Por último, la pérdida de las colonias americanas restó mercados
privilegiados y materias primas a la industria española.
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Un sector acaparado por extranjeros: la minería
Eso fue posible en gran medida por la ley de Bases sobre minas de 1868
–promulgadas tras el derrocamiento de Isabel II-, que simplificaba la
adjudicación de concesiones y daba importantes seguridades a los
concesionarios de minas.
El desarrollo industrial de España durante el siglo XIX fue limitado y con graves
deficiencias:
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Pero ambos sectores eran poco competitivos en el exterior, lo que
obligaba a mantener una política proteccionista para reservarles al
menos el mercado nacional.
- A fines del siglo XIX la base económica del país seguía siendo una
agricultura de escasos rendimientos, que ocupaba a las dos terceras
partes de la población activa y generaba más de la mitad de la renta
nacional.
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