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TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN EL SIGLO XIX: LAS DESAMORTIZACIONES

INTRODUCCIÓN
La desamortización consistió en la incautación por el Estado de bienes raíces pertenecientes en su
gran mayoría a la Iglesia y a los municipios. Estos bienes incautados (nacionalizados) fueron vendidos
en pública subasta, constituyendo una parte importante de los ingresos del Estado. La tarea fue
acometida entre 1835 y 1860 por los diferentes gobiernos liberales en un intento de realizar una
reforma agraria que modificara las formas de propiedad y explotación la tierra.
Los liberales progresistas, impulsaron diversas medidas con el propósito de reformar la
agricultura. En primer lugar, acometieron la desvinculación de la tierra, es decir, la supresión de los
patrimonios unidos obligatoriamente y a perpetuidad a una familia o institución, pudiendo sus
propietarios venderlos libremente en el mercado (1836).
En segundo lugar, se decretó la disolución del régimen señorial: los señores pierden sus poderes
jurisdiccionales (administración de justicia, orden cobro de impuestos…), aunque mantuvieron la
propiedad de las tierras, así el antiguo señor se convierte en el nuevo propietario (Nota 1).
En tercer lugar, se realizó la desamortización de las tierras eclesiásticas y municipales: el Estado
expropió estas propiedades para su posterior venta a particulares en pública subasta. En
compensación por el patrimonio confiscado a la Iglesia, el Estado se hacía cargo de los gastos del culto
y del clero.
Aunque hay precedentes de este proceso en las medidas de Godoy y posteriormente durante las
Cortes de Cádiz y el Trienio liberal, las desamortizaciones más importantes fueron la eclesiástica de
Mendizábal en 1837 y la civil de Pascual Madoz en 1855
Además, con el fin de liberalizar la agricultura y eliminar los obstáculos que impedían el desarrollo
del capitalismo en la agricultura, se adoptaron otra serie de medidas, como la liberalización total la de
producción y el comercio y la supresión de la Mesta y del diezmo
DESARROLLO
1. La desamortización eclesiástica de Mendizábal (1837)
Una serie de factores impedían el crecimiento y la modernización de la agricultura, base
fundamental de la economía. Gran parte de las propiedades agrarias pertenecían a determinadas
familias (mayorazgos), a la Iglesia y a los ayuntamientos. Estas propiedades se llamaban bienes
amortizados o de manos muertas porque no se podían vender ni dividir; además, no pagaban
impuestos y, sometidos a técnicas tradicionales de cultivo, producían muy poco. Al exceso de tierras de
“manos muertas”, se unía una desigual distribución de la propiedad de la tierra y la mayoría del
campesinado vivía en una situación de extrema pobreza que contrastaba con la extraordinaria riqueza
de una minoría de grandes propietarios o latifundista.
El liberal progresista Mendizábal emprendió una gran desamortización eclesiástica.
Primero el Estado español suprimió las órdenes religiosas (clero regular: frailes y monjas), excepto
los religiosos que se dedicaban a la enseñanza o cuidados de hospitales y se apoderó de sus
propiedades que fueron declarados bienes nacionales (1835). A continuación, el Estado declaró
también bienes nacionales a las propiedades del clero secular (el que tenía a cargo el cuidado de las
parroquias y que continuó existiendo). Finalmente se realizó la venta por subasta de las tierras
expropiadas a la Iglesia, por lo que se conoce también como “desamortización eclesiástica” (ley de 1837)
o desamortización de Mendizábal

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Las fincas eran tasadas por peritos de Hacienda y subastadas después. Los distintos lotes eran, en
teoría, asequibles a grupos sociales de bajos ingresos, pero en la práctica los propietarios y los
inversores burgueses acapararon las compras, ya que eran los únicos que tenían liquidez, sabían pujar
y controlaban fácilmente las subastas. Además, comprar era un excelente negocio: sólo se abonaba el
20% al contado, el resto se pagaba aplazado, y se admitían para el pago los títulos de deuda por su
valor nominal, que estaban muy desvalorizados en el mercado.
Mendizábal pretendía alcanzar 3 objetivos con la desamortización. En primer lugar, un objetivo
financiero: conseguir ingresos para sanear la Hacienda y reducir la deuda. De este modo, quedarían
resueltos los problemas hacendísticos y se obtendrían recursos económicos para costear la guerra
contra los carlistas.
El segundo objetivo era político: ampliar el número de simpatizantes al liberalismo. La venta de
los bienes desamortizados crearía un sector de nuevos propietarios ligados al régimen liberal isabelino.
Los compradores ligarían su suerte a la victoria del bando liberal en la guerra ya que un hipotético
triunfo de los carlistas les obligaría a devolver las fincas a la Iglesia. Además, hay que tener en cuenta
que buena parte del clero regular era partidario de don Carlos María Isidro.
El tercer objetivo era social: conseguir el acceso a la propiedad de sectores burgueses, que
mejorarían la producción y la revalorizarían.
Los resultados de esta desamortización eclesiástica fueron decepcionantes. No se consiguió el
propósito financiero puesto que no resolvió el problema de la deuda, aunque sí la atenuó. En cuanto al
objetivo político, sólo se alcanzó parcialmente porque, si bien es cierto que el liberalismo consiguió
nuevos adeptos entre los nuevos propietarios cuyos intereses quedaban vinculados al gobierno liberal,
también se ganó nuevos enemigos entre las personas más católicas, que consideraban que la
desamortización representaba un feroz ataque contra la Iglesia (ésta la consideró un despojo).
Tampoco se logró el objetivo social. Muchas de las tierras fueron a parar a manos de nobles y de
burgueses urbanos adinerados que se enriquecieron aún más mientras que los campesinos más
humildes fueron perjudicados, pues en el futuro tuvieron que pagar mayores rentas por las tierras,
cuyos nuevos propietarios subieron los alquileres.
El proceso desamortizador se paralizó en las fases de gobierno moderado y se reanudó en las
fases progresistas, como se pone de manifiesto en el Decreto (1841) de Espartero, que afectó a los
bienes del clero secular en las ciudades
2. La desamortización civil de Madoz (1855-1857)
Se produjo durante el Bienio Progresista (1854-1856). El ministro de Hacienda, Pascual Madoz,
promulgó en 1855 la Ley de Desamortización General que decretaba la venta de los bienes de la Iglesia
que aún no habían sido vendidos en la etapa anterior, de todos los bienes de los municipios y, en
general, todos los bienes que permanecieran amortizados.
La ley obligaba a los Ayuntamientos a poner en venta los llamados Bienes de propios: aquellas
tierras que arrendaba el Ayuntamiento a particulares, proporcionándole unos ingresos y los Bienes
comunales: utilizados por los vecinos para su aprovechamiento directo y gratuito.
El procedimiento utilizado para las ventas fue similar al de Mendizábal, pero hubo algunas
diferencias: el dinero obtenido fue dedicado, en parte, a financiar la industrialización del país y a la
expansión del ferrocarril.
3. Consecuencias de las desamortizaciones
Las desamortizaciones tuvieron importantes consecuencias, no solo económicas, sino también
sociales y culturales.

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✔ Consecuencias económicas: se produjo un aumento de la producción agrícola ya que se pusieron
en explotación tierras hasta ahora no trabajadas. Sin embargo, este aumento no fue tan grande como
esperaban sus promotores. Los nuevos propietarios, en general, no emprendieron mejoras. No fueron
verdaderos empresarios, sino terratenientes absentistas que vivían de las rentas de sus tierras sin
ocuparse de su explotación. Tampoco se desarrolló una agricultura orientada al mercado y la
exportación y la actividad agrícola más importante siguió siendo la cerealista. Las medidas
proteccionistas, no estimularon la modernización del sector. Además, la desamortización trajo consigo
un proceso de deforestación, pese a las prohibiciones del gobierno en ese sentido.
El clero católico, perdió casi todos sus bienes. A esto debemos sumar la supresión del diezmo
(1837). Como compensación, el Estado se comprometió a asegurar la sustentación del clero secular
con el pago de un sueldo convenido con el Papa en el Concordato de 1851.

✔ Consecuencias sociales: el proceso desamortizador no sirvió para que las tierras se repartieran
entre los campesinos, sino que fue un medio de conseguir dinero para las necesidades del Estado. Los
campesinos tuvieron que afrontar rentas aún mayores al sustituir el pago de los derechos señoriales
por nuevos contratos de arrendamiento. Muchos campesinos, incapaces de satisfacer esos arriendos,
se vieron obligados a abandonar aquellas propiedades a las que habían estado adscritos durante
generaciones. Se convirtieron en jornaleros, generando una gran masa de campesinos sin tierras, un
proletariado agrícola. Por otro lado, la desamortización de bienes comunales que pertenecían a los
municipios privó a muchos campesinos de unos recursos que contribuían a su subsistencia (leña,
pastos, etc.). Por su parte, la gran nobleza no perdió su base económica, la gran propiedad, convertida
ahora en propiedad privada, mientras que la burguesía compradora se convirtió en terrateniente.
La realización de una verdadera reforma agraria queda aplazada para el futuro

✔ Consecuencias culturales: la desamortización produjo una gran pérdida y expolio de bienes


culturales de los monasterios. Muchas obras arquitectónicas se arruinaron y bienes muebles (pinturas,
bibliotecas, enseres) fueron vendidos a precios muy bajos y, en gran parte, salieron hacia otros países.
Todo ello, a pesar de que en 1840 se habían establecido unas comisiones provinciales encargadas de
catalogar y custodiar esos bienes.
Las desamortizaciones también tuvieron como consecuencia la transformación de la fisonomía
de las ciudades ya que la privatización de los bienes conventuales y municipales posibilitó cambios
urbanísticos, ensanches y aparición de nuevos edificios públicos.
CONCLUSIÓN
La importancia de las desamortizaciones es una cuestión discutida por los historiadores, tanto
por el beneficio económico aportado al Estado como por el volumen de tierras desamortizadas y por su
repercusión sobre otros aspectos de la vida social y económica del país. Pero todos coinciden en que fue
una gran oportunidad perdida para repartir la tierra a los campesinos y transformar las bases de la
agricultura española.
La necesidad de obtener dinero planteó la desamortización de forma beneficiosa para quienes
tenían medios para comprar, pero perjudicó a los campesinos que no pudieron adquirir tierras y que
además perdieron los beneficios que aportaban las tierras comunales. Sus condiciones de vida
empeoraron.
Como consecuencia de las desamortizaciones, surgió una burguesía terrateniente que con la
adquisición de tierras y propiedades pretendía imitar a la vieja aristocracia, junto con un proletariado
agrícola, campesinos sin tierra (jornaleros) sometidos a duras condiciones de vida y trabajo estacional.
El hambre prolongada, las carencias higiénicas y sanitarias, la miseria y la falta de cultura desembocó
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en una conflictividad social creciente y cada vez más violenta que atemorizó a terratenientes y
autoridades, quienes intentaron reprimir de manera violenta estas protestas.
NOTA 1 Pero las leyes del Antiguo Régimen eran a menudo confusas en conceptos como el de la
propiedad. Uno de los grandes problemas radicaba en que podían reconocerse al mismo tiempo dos
derechos diferentes sobre una misma tierra: el dominio útil del campesino, que la explotaba y trasmitía a
sus herederos; y el dominio eminente del señor, que podía exigir a los campesinos determinados tributos
en relación con las tierras que cultivaba. Ninguno de los dos tipos de dominio feudal se correspondía
exactamente con el concepto de propiedad, por lo que se planteaba la disyuntiva sobre quién tenía más
derecho sobre la tierra. Finalmente se dejó la resolución de cada caso particular en manos de los
tribunales que, por norma general, otorgaron la propiedad a los antiguos señores, en perjuicio de los
campesinos. En consecuencia, la antigua nobleza no resultó perjudicada con la abolición de los señoríos,
y en algunos casos incluso aumentó su patrimonio al apropiarse de algunas tierras sobre las cuales no
tenía derechos claros durante el Antiguo Régimen

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