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LA AGRES IVID ....

O EN rSICOANÁusrs 95
LA AGRES IVID AD EN PSICOANA LlSIS que me h an inspirado mis refl exio nes de mu cho t. ie mpo "lrede­
-dar -<le e~ ta ¡¡paría ve rdade ra d e la d oc tr in a, y tamhi én el se nli­
I NFORME TEÓRI CO PRESENTADO EN EL X I CONGRESO 0 1:: LOS miento qu e a la lec tura de numerosos lrabe.j os he tenido d e
PSI COANA LI STAS I.)J:: l.l::NG UA FRA NCESA , REU N IllQ EN BRUSELAS nu es tra respo ns<l bilidad en la evolució n actual d e I¡¡ psicología
A MEDIAI>OS DE MAYO DE 1948 de IabOr<lI Ori o y d e cura. Pienso por un<l parte en l a~ inv e:;Liga ­
-ciones l);:¡m"das beho1Jiollristas, lo mejor d e cuyos res ultados
(que" veces nos parecen un poco magros para el a parato cun
qu e se r od ea n) me parece que lo deben a la utili zac iú n a menu­
do implícit.a qu e hace n de las categorías qu e el <lll,í.Iisis lt¡¡ apo r­
tado a la psicolog fa ; por otra parte, a oe género d e cura - ya .'1e
El informe p rece dente les ha presentado 'el empleo qu e hace mos dirija a los adu ltos o a 1m nil"íos- que puede agrupar':ie bajo el
de \a n oci6n de agres ividad,l en clínica y en tera péutica. Me término de cura psicodramá tiw, que busca su efi cacia en la
qu eda la tarea de puner a prueba delante de ustedes si puede ahrea cct ún qu e incenta agotar en el plano del ju ego, y en ]a
form arse de ella un co ncepto tal que pueela aspirar a un uso -que el anál isis clás ico da también las nociones efi cazmente di ­
d enlífi c.:o, es decir pro pi o para obje tivar hechos de un orde n re clri ces.
compa ra ble en la realidad , más ca tegóri ca men le p:Ha es t7lb lece r
ulla dim ensión de la experiencia en la que hechos ohjetivados
puedan co nsidera rse COIllO va riables ~uyas. TESIS 1: La agresividad se manifiesta en u.na expe'rienáa q'll c (' S

T encmos lodos en conu'm en e~ ta asambh~(, una experie ncia subjetiva POT Sil consti tución misma.
fundad a e n una (éc nic<I , un sistema de co nce ptos a l q\l e so mos
fi e l e~, tanto porque fu e elaborado por aquel prec isamenle que No 'es v:lno, en efecto, volver al fenómen o de la ex peri encia P S I­
nos ab r iú toda s la s \'ías de esa experiencia, cu anto po rque lleva coana lí Li ca. Por apuntar a datos primari os, esta re fl ex ión es
la mar ca viva de las elapas de esa elaboración. Es decir que al {)mitida a menud o.
conl.rario de l dogmatismo qU'e nos imputan, sabemos que ese Puede d ecirse que la acción psicoanalítica se d esarrolla en y
.<,istema per manece abi erto no sólo en ~u acabamiento, sino en por la co municació n verba l, es decir en Ull a captura dial éc ti ca
varias de SlI S ¡un luras. (Jel sentido. Sup one pU'es un sujeto que se mani Ciesta co mo tal
Eso~; hiat.os parecen rellnirse en la signifi caci6n enigmática .C! la intenció n de u tro.

qu e Frelld promoviú co mo instinto de mu erlt': tes tim oni o, se­ Esta .~ ubj etiv idacl no puede objeuírsellos como algo qu e d ehi e­
mejanle él la figur:l de la Esfinge, de la aporía eO Il (lue lropezó ra cs Lar cadu co, ~egt'ln el ideal que la física satisface, e 1imin;\n­
ese gran pen sa miento en la tentativa mc'IS profund a que se ha dala m'ed iante el aparato registrador, sin poder ev itar no obs­
dado de for mular una -ex periencia del hombre en el registro tante la cauc iú n del error personal en la lectul"(l del resul t;:ldo.
de la biología. Sólo un suj eto p ued e comprender un se ntido, inversamente
Esa a po ria es tá en el co razó n de la noci ón d e la agre~i vidad , todo fe nó meno d e se ntido implica un su jeto .l En el aná lisis un
respec to de hl cua l Ined imos mejor cad a día la p¡lrle qu e co n vie­ ~ uieto se da como pudi end o ser comprendido y lo es e fec tiva­
ne a (ribuirle en la econo mía p!:.iqui ca. mente: inlros pecciún e intui ció n pretendidallle nle proyectiva no
Por 'eso la cues tión de la 1l ~lluraJ ez a metapsicolúgica d e las con stitu ye n aquí los vicios ele principio que un " psicología qu e
tenden cia s moníferas vue lve a ponerse COnSLan lement c sohre dab<l sus p r imeros )JtlSOS en la v ía de la ciencia co nside r6 co mo
e l lapete por nu es tros colegas leúricm, no sin conlradia iún, y irrcduoiblet1. Esto equivaldría a ha cer un ca llejón sin s<l Jida de
.a menudo, preciso es d'ecirlo, con algún form" l ismo. momento~ abslractamente aislados del cli:110go, cu,tn do es pre­
Qui ero úni ca mente proponerle~ algunas observatiolles o tesis (iso conf iarse ¡¡ su movimiento: es 'el mérito d e Fre ud el ha ber
asumid o sus r¡e~gos, antes de dominarlos mediante una téc ni ca
1 Dejando aparte es ta primera linea. esLc texto se da inLac trl. Tlgur o~a.

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9ti LA A(;k} SI\' JUAO J;:r.: 1 ~1C:t)'\N .I..LI SI~ LA AGRL'> IVIOAD EN PSICOAN Ál.lSlS 97

¿Pueden sus rcs \lltad o~ lunuar una ciencia positi va? Sí. si la L.., efi cacia propia de esa intención agresiva es manifiesta: la
ex pericnci¡.¡ es rOlltrolable por todos. Ahora bien, constituid .. comprobamos corrientemente en la acción formado ra de un
enlre dos suj'e tos tin o de Jos cuales de.~empeña en el di álogo llTl individu o sobre ]a~ personas de su dependencia: la agresividad
{'<lpe l de ideal impersonalidad (pu nto que exigirá m,ís auelante in tencional roe, mina, disgrega, castra; , condu ce a la muerte :
lIueSlra atenciún), }" experi encia , un a vez aca bada y bajo la'i "¡Y yo 4ue creía qu e er as impotentel", gemía en un grito d-e
úni cas condiciones de Glpacidad exigible para toua illve,~tigacic'll1 ti b'l'esa una madre a su hijo que acababa de confesarle, no sin
t:,'Ipecial, puede ser retomada por el otro sujeLO con UII tercero. 'esfueflo, sus te ndencias homosexuales. y podla ,,"'erse que su per.
Esta vía apare ntemente inici ¡'ltica 11 0 es sino una tran~l1lisi6n mallente agresividad de mujer viril no había d ejado de tener
por rec urrencia, ue la que 11 0 cabe asomhrarse pues to qu e de· efectos; siempre nos ha sido imposible, 'en casos semejílO les, des~
pende de la estructura misma, bipo lar, de Lada subj etividad , viar los golpes de la empresa analflica misma.
Só lo la velocidad de la difusió n de la experiencia queda afec ',, · Esta agresividad se ej erce ciertamente dentro de constriccio­
da po r ella y si su restricci6n al área ue una cuhura puede dis· nes rea les, Pero sabemos po r experien cia que no es menOS eficaz
('uLirse, aparte ue que ninguna sa na antropología puede saG;'l r por la vía de la expresividad: un padre ~evero intimida por su
ue ello un a objeci6n, todo indica que sus res ultados pueden sola pre~e nci a y la imagen del.. Cas tigador a penas necesita enar­
relativizarse 10 ~ ufiáe nte para un a genera liz.-"lción que sa lisfag.¡ oola r!'.e pa ra quc e l niño la formc. R es uen a más l-ejos qu e nín·
el postulado huma llitario, inseparable del e!'.pírilll de la denc ia . gún estrago.
ES lm fenómenos mentales llamados las imágenes, con un tér­
mino cuyas acepciones semánti cas con firm an todas su va lor ex·
" ..: SIS JI : La agresivida.d., en. la expe)·ien.cia, nos es dada como presivo, después de Jos fracasos p'erpetuos para dar cuenta de
intención de a.gresión y como imagrn de dislo cación ellos qu e ha registrado la psicología de tradición clásica, el psi­
corporal, y rs bajo tales modo~ como ,le demuestra efi. coanálisis fu e el primero que se reveló a l nivel de la rea lidad
Cir'l1 ir':,
concreta quc representa n. Es que partió de su función forma·
d or<l. en el suj elo y reveló q ue si las imágenes co rrientes delermi·
l.a ex perie nria allíllil tc a nos permile experim entar la presión
nan ta!cs inflexiones individuales de las tend-encias, es como va­
intencional. La leemos en el sen tid o simbólico eje los síntomas,
ria cioll cs dc las matri ces que constitu ye n para los " instintos"
en cuanto e l ~ uj'eto de~ poj ;" las defe nsas con las qu c los desco­
mismos esas otras específi cas qu e nosotros hacemos responder a
necta de sus rela cio nes CO Il su vida cotidia na y con Sil histori¡1
- en la fin alidad implícita de sus con duc tas y de ~llS rechazos ­ la <lnligua apelación de imago.
en las fallas eJe su accióll - en la co nfe~ i{,11 de SU" fa ntasmils E nll~e estas últimas las ha y qu e represe ntan los vecto res elec·
pri vi legiados - en los ,-éblls [je rog líficos] de la vida onírica. ti vos de las intcnciones agres ivas, a las que proveen de una efi·
Podemos c"si m'c(lirl J. en };t modulad /m r eivindicmlora qu e car ia que podemos ll amar m;í.gica. Son las imágenes de castra­
'iostiene a veces todo el di'icurso, en sus s l1~pensiones, !\ llS vacila­ ci('m, de ev iración, de mutilación , de desmembrami'e n ro, de di s­
cione~, ,.,us inflexiones y sus bpSll S, en las inexacLitudes del relaLO, 10Lació n, de des tripamien to, de devoración, de re ve ntamiento del
I<Is irregula rida ues en 1<1 aplicaci bn u'e la regla, lo'i relrasos en LtlCrpo. eu 1I11<l. palabra las imagos que personalm'ente he agr u·
las sesio nes, las ausencias calculada~. a menuuo en las rccrimin,, · pado ba jo la rúbrica que bien parece ser estructural de imagos
clones, los re pro c h e~, los temo res fantasmá li cos, las reacc iones de l C'up.rpo fragmentad.o.
e mocionales ue inl . las d em o~traciones con finalidad intimidante; Ha y aquí una relación especíHca del ho mbre con su propIO
mientras que las vio lencias propiamen te dich ;.¡:.¡ son tu n raras cuerpo qU'e Sé! manifi es ta igualmente en la generalidad de una
(o mo 10 implican la coy un tura de emergenc ia que ha llevado serie de prácticas socia les -desde los ritos del ta tu aje, de la
al enfermo a l méd ico, y su tra nsfo r mació n, :.:I ce ptada por e l pri. in ci!)ió n, de ]a circuncisión en las sociedades primitivas, hasta
mero, en un a convenri(m <le di á logo. en lo que podría llama rse 10 arbi trario procustiano de la moda,
en cuan to q ue d'esmiente en las sociedades ava nzadas ese respeto

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de las formas naturales del cuerpo humano cuya idea es tard ía TES IS 111 : Los resoTtes de agresividad deciden de las razon es que
en la cultura. motivan la técnica del análisis.
No hay sin o que escuchar la fabulación y los ju egos de los
niños, aislados o en tre ellos, entre dos y ci nco años, para saber El diá logo parece en sí mismo constituir una renunc ia a la agre­
que arrancar la cab'eza y abrir el vientre son temas espontáneos sividad; la filosofía desde Sócra tes ha puesto siempre en él su
de su imaginac ión , que la experiencia de la muñeca despanzu­ esperanza de hacer triunfar la vía racional. Y sin embargo desde
rrada no hace m ás que colmar. los tiempos en que TrasÍmaco hizo su salida demente al princi­
Hay que hojear un álbum que reproduzca el conjunto y los pio del gran diálogo de l oa R epública, el fracaso de la dia léc­
deta lles de la obra de J erónimo Bosco para reconocer en ell os ti ca verbal no ha hecho s in o demostrars'e con harta frecuencia .
el a tl as de tod as esas imágenes agresivas que atormentan {L l os He subrayado que el analis ta curaba por el diá logo, y locuras
ho mbres. La preva lencia entre ellas, desc ubierta por e l a ná lisis, tan grandes como ésa; ¿qué virtud le añadió pues Freud?
de las i mág'enes de un a autosco pia primitiva de los órganos ora­ La regla propuesta al paciente en el a nálisis le deja adelan~
les" y derivados de la cloaca h a enge ndrado agul las formas de tars'e en una intencionalidad ciega a tod o o tro fin que su libe­
los demonios. H as ta la misma ojiva d'c las angustia e del naci. ración de un malo de una ignorancia de la que no conoce ni
miento se encuen tra en la puerta de los abismos hacia los que siquiera los límites.
empujan a los condenados. y hasta la estructura narcisis ta puede Su vOl será la única que se hará oír duran te un tiempo cuya
e\'ocarse en esas esferas d'e vidrio en las que están cautivos los dUr¡lOÚn queda a discreción del analista. Particularmente le
copartícipes agotados de l jardín de las del icias. ser:'! pronto manifiesra, y ;ul'emás confirmada, la abstención del
Volvemos a encontrar constantemente estas fantasmagorías (lnali~la de responderle en ningún plan de consej o o de proyecto.
en los sueños, particularmente 'en el mamen to en que el al'lálisis Hay aquí una constri cción que parece ir en contra de l fin de­
parece ven ir a refle iarse sobre el fo nd o de las fijaciones más ar­ !;eauo )' que debe justificar a lgún profund o motivo.
ca icas. Y evocaré el sueño de uno de mis pacient'es, en quien ¿Qué preocupaciún condiciona pues, fren te a él, la ílctLtlld
las pulsiones agresivas se manifestaban por medio de fantasmas d el an;disla? La de ofrecer al diálogo un personaje tan despo­
obsesivos; en el sueño, se veía, ye ndo en coche con la mujer de jado como sea posible de característLcas individuales; nos borra·
sus amores difíciles, perseguido por un pez volador, cuyo cuerpo mas, sa limos de l campo dond-e podría percibirse este interés,
como de tr ipa dejaba transparentarse un nivel de líquido h ori­ eS L(\ sim paLJa, esta reacción que busca el que habla en el rostro
zo nta l, imagen de persecución vesical de un a gra n claridad de l interlocutor, evitamos toda manifestación de nuestros g ustos
anatómica. personales, ocul lamos lo q ue puede d'CI atarlos, nos despersona­
Son todos éstos datos primarios de una gestalt propia de la lizamo.l). y tendemos él. esa meta que es representar pa ra el otro
agresión en el hombre y ligada al carácter simbólico, no menos un ideal de impasibilidad.
que a l re fin am iento cruel de las armas qu e fabrica, por ]0 men os No expre!iamos sólo eu 'e~to esa apa tía que hemos tenido q ue
en el estadio artesa nal de su industria. Esta función imaginar ia rea li z.ar en nosotros mismos para estar en situación de compren­
va a esclarecerse en nuestra exposición. der él nu es tro suj eto, ni preparamos el relieve de orácu lo q ue,
Anotemos aquí que de intentarse una reducción behaviourista sobre 'ese fondo de inercia, debe tomar nuestra jntervención
del proceso a na lítico - hacia lo cua l un prurito de rigor, injus­ interpretan te.
tificado en mi opinión, empuj aría a algunos de nosotros-, se ]a Q ueremos evitar una emboscada, qu e oculta ya esa llamada,
mutl1a de sus datos subjetivos más importantes. de los que son marcada por el patetismo eterno de la fe, que el enfermo nos
testigos en la conciencia los fantasmas privil eg'(ados, y que nos dirige, Implica un secreto. "Échate encima -nos dicen- este
han permitido concebir la imago, formadora de la identi fi cación. mal que pesa sobre mis hombros; pero tal como te veo, ahíto.
ase ntado y confortable, no puedes ser digno de llevarlo."
Lo que aparece aquí como reivindicación orgullosa de l su­
fri m iento mos trará su rostro - ya veces en un momento basta nte
100 LA ACRESIVIDAD F.N PSICOANÁLISIS
LA .-\G REsrVIDAD EN PSICOANÁLISIS 101

decisivo para entrar en esa "reacción terapéuti ca negativa" que más desagradables que realizaba para ella el objeto de una pa­
retuvo la atención de Freud- bajo la forma de esa J"esistencia sión, bastante marcada por lo demás de un acento delirante. La
del amor propio, para tomar este término en toda la profundi­ imago subyacente era la de su padre, respecto del cual bastó
dad que le dio La Ro cheloucauld y que a menudo se confiesa que yo le hiciese observar que le había faltado su apoyo (ca­
as í: "No puedo aceptar el pensamiento de ser liberado por otro rencia que yo sabía que había dominado efectivamente su bio­
que por mí mismo." grafía y en un estilo muy novelesco), para que se encontrase
Ciertamente, en una m;ís insondable exigencia del corazón, es curada de su síntoma, sin que hubiera visto en él, podríamos
la participación en su mal lo que el enfermo espera de nos­ decir, más que fuego, sin que la pasión mórbida por otra parte
otros. Pero es ]a reacción hastíl la que guía nuestra prudencia se encontrase afectada por -ello.
y la que inspiraba ya a Freud su puesta en guardia contra toda Estos nuelos SOIl más difíciles de romper, es sabido, en la neu­
te ntaciÓn de jugar al profeta. Sólo los santos están lo bastante rosis obsesiva, precisamen te debido al hecho bien conocido por
desprendidos de la más profunda de las pasiones comu nes para nosotros de que su estructura 'está particularmente destinada a
evitar los contragolpes agresivos de la caridad. camuflar, a desplazar, a negar, a dividir y a amortiguar la in­
En cuanto a ostentar el ejemplo de nuestras virtudes y de tención agresiva, yeso seg ún una descomposición defensiva, tan
nuestros méritos, nunca he visto recurrir a ello sino a algún comparable en sus principios a la que ilustran la torre en es­
gran TIlaestro, todo imbujdo de una idea, tan austera como ino­ trella y el parap'eto en zigzag, que hemos escuchado a varios de
cente, de su valor apostólico; pienso todavía en el furor que nuestros pacientes utilizar a propósito de ellos mismos una refe­
desencadenó. rencia metafórica a "fortificaciones al estilo de Vauban".
Por lo demás, cómo asombrarnos de esas rea ccion"ts, nosotros En cuanto al papel de la intención agresiva en la fobia, es por
que denunciamos los resortes agresivos escondidos en todas las decirlo así manifiesto.
actividades llamadas filantrópicas. No es pues que sea desfavorable reactiv ar semejante intención
Debemos sin embargo poner en juego la agresividad del en el psicoanálisis.
su j'eLO para con nosotros, puesto que esas intenciones, ya sc sabe, Lo que tratamos de evitar para nuestra técnica es que la 1n­
(arman la transferencia negativa que es nudo inaugural del tertci6n agresiva en el paciente encuentre el apoyo de una ,idea
drama analítico. actual de nuestra persona suficientemente elaborada para que
Este fenómeno representa en el paciente la transferencia ima­ pueda organizarse en esas reacciones de oposición, de denega­
ginaria sobre nuestra p'ersona de una de las imagos más o menos ción, d'e ostentación y de mentira que nuestra experiencia nos
'a rcaicas que, por un efecto de subducción simbólica, degrada, demuestra que son los modos caracteristicos de la instancia del
deriva o inhibe el ciclo de tal conducta que, por un acciJente yo en el Jiálogo.
de represión, ha excluido del control del yo tal fun ción y tal Caracterizo aquí esta in<;tancia no por la construcción teórica
s-egmento corporal, que por una acción de identificación ha que Freud da de ella en su meta psicología como del sistema
dado su forma a tal instancia de la personalidad. percepción-conciencia, sino por la esencia fenomenológica que
Puede verse que el m ás azaroso pretexto basta para provocar él reconoció como la más constantemente suya en la experien­
la intención agresiva, que reactualiza la imago, que ha segui­ cia, bajo el aspecto de la Verneinu.ng, y cuyos datos nos reco­
do siendo permanente -en el plano de sobredeterminación sim­ mieneb apreciar en el índice más general de una in versión pre­
bólica que Hamamos el inconsciente del sujeto, con su correla­ juJiciaI.
ción in tencionaJ. En resumen, designamos en el yo ese núcleo dado a la con­
Semejante mecanismo se muestra a menudo ext~madamente ciencia, pero· opaco a la reflexión, marcado co n todas las ambi­
simple en la histeria: en el 'caso de una mu chacha atacada de güedades que, d'e la complacencia a la mala fe, estructuran en
astasia-abasia, que resistía desde hada meses a las tentativas de el sujeto humano 10 vivido pasional; ese "yo" antepu'csto al
sugestión terapéutica dc los estilos más diversos, mi personaje ve rbo [el je francé'q que, confesando su facti cidad a la crítica
se encontró identificada ·de golpe a la constelación de los rasgos existencial, opone su irreductible inercia de pretensiones y de

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102 LA ACRESl\'IDAD EN PSICOANÁLIS IS lA AGRESIYlDAD EN P SICOA NÁLISIS 103
d esconocimi ento a ]a problemá ti ca concreta d e la realización Paseu ahora de la subjetividad de la intenció n a la noción de
de l suje to. un a te ndenc ia a la agresión es dar el salto d e la fe nomenología
Lejos de atacarlo a fondo. la ma yé uti ca ana lítica adopta un de nu es tra expe riencia a la metapsicología.
rodeo que equivale 'en definitiva a inducir en e l suj eto una Pero ese sal to no ma nifiesta ninguna otra cosa sin o una exi­
pa ranoia dirigida. En efecto, es sin duda u no de los aspectos gencia de l pensamiento qu'e, para objetivar ahor a el r egis tro de
de la acción analítica operar la proyección de lo que Mebnie las reaccio nes <lgresi vas, y a f.alta de poder seria d o en una va­
Klei n llama los malos objetos internos, mecanismo paranOIco ria ción cua n titat iva, debe comprenderlo en un a fórmula d e equi­
ci'ertamente, pero aquí bien sistematizado, fi ltrado en cierto va lencia. Así es como lo hacemos con la noci6n de libido.
modo y aislado a medida que se va produciendo. La tendenc ia <lgresiva se revela funda mental en cierta serie
Es e l aspec to de nuestra praxis qu e responde a la categoría del de estados s ignificativo~ de la personalidad, qu e so n las psicosis
espacio, si se comprende mínimam ente en 'ella ese espacio ima­ para no id es y paranoicas.
gi n ari o donde se desarrolla esa dim ensió n de los síntomas, que H e subraya do 'en mis trabajos que ~e podía coordinar por su
los es tru ctura como islotes excluidos, escotomas inenes o auto­ seriación es trictamente paralela la calidad d e la reacción agre­
nom ismos paras itarios 'e n las fun ciones de la persona. s:va que puede esperarse de tal form a d e paranoia co n la etapa
A la o tra dimensión, tempora l, responde la angustia y su in­ d e la gé nesis m'ental representada por el delir io sintomáti co de
cidencia, ya sea patente e n el fenó meno de la huida o de la esa m ism a forma. Relación que aparece aún más profunda
inh ibició n, ya sea latente cua ndo no apa rece sino co n la imago cua nd o - lo h e mostrado para una form a curab1e: la paranoia
mot1vante. de <I utocastig'o- el acto agresivo resu elve la co nstru cció n de­
y co n todo, repitámoslo, es ta imago no se revela sino en la lira nte,
medida en que nuestra actitud ofrece al suj e to e l espejo puro d e As í se seri a de man'era continua la reacción agresiva, desde
un a superficie sin accid-entes. 1__ exp losió n brutal tanto como inm o tivada de l ac to, a través
Pero imagínese, para comprendernos, lo que sucedería en un d e tod a la ga ma de las forma s de las beJi g'er(lncias, hasta la
pac iente que viese en su analista un a réplica exacta d e si mismo. guerra fría d e las demostraciones interpre tativas, paralelamente
Todo el mundo siente que el exceso de tensión agresiva consti ­ a las imputacio nes d'e noci vidad qu e, para no hab lar de l /wkón
tuiría tal obstáculo a la m anifestación de la transferencia que su oscu ro a l que e l paranoide refiere su discord ancia d e tod o co n­
efecto útil sólo podría producirse con la mayo r lentitud, y es tacto vital, se superpon en d esd e la motivación . tomad<t d e l regis­
lo qu e sucede en ciertos análisis d e finalidad didáct ica. Si la ima­ tro de un organismo mu y primiti vo, del veneno, hasta aquella
gina mos, en caso extremo, vivida s'egún el modo de extrañeza o tra , mágica, del maleficio, telepática. d e la influencia, lesiona l,
propio de las aprehensiones del doble, esa ~ i t uación desencade­ d e la intrusión física, abusiva, del desarme de f<.¡ intenció n, des­
naría una angustia incontrolable. posesiva, de l robo del secreto, profanatoria, de la violac ión de
la in tim id ad, jurídica, del preju icio, persecutoria, del espionaje
y de la intimidación, prestigiosa, d e la difamac ió n y del ataque
T ESIS JV: Laagresividad es la tendencia correlativa de un modo al hon or, reivindicadora, del daño y de la exp lo tació n.
de identificación que ltam.amos narcisista. y que deter­ Esta ser ie en la que reconocemos tod as las envoltu ras sucesi­
mina la eslructura formal del yo del hO'm bre y del re­ vas del esta tu to biológico y social de la p ersona, he mostrado que
gistro de en tidades caracterút.ico de su mundo. consistía en ca da caso en una organi zació n origina l de las formas
de l yo y del objeto que quedan igualmente afecladas en su es­
La ex periencia subjeti va d el a nálisis inscribe iumediatcunent e lructu ra , y h asta en Ilts categorías espacial y temporal en que
sus resultados en la psicología concre ta . Indiquemos solamente ~e constitu ye n, vividos como acontecimien tos en una perspectiva
lo que aporta a la psi col~gía de las emociones a l mostrar la sig­ d e espeji sm o~ , como afecciones con un ace nto de es tereo tipia
nificación común de estados tan di\'ersos como el lemor fantas­ qu e suspend e su dial éctica.
mático, la ira, la tristeza activa o la fatiga psicasténica. J <tnet, que mostró tan admirablemente la ~ ignifi cació n de los

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104 lA ACRES IV IDAD EN PSICOANÁLISIS ,1 ,\ M:}U·S I VlllAO EI'i I'SIl:OANÁLlS1S l or)

sentim ientos de persecuclOn como momentos fenomenológicos una maniles tació n lúdi ca d e ejercici o de las fu e rza~ y de su pu es ta
de las conductas socia les, no ha profundizado e n su carácter e n jllego pa ra detec tar e l cue rpo. Debe co mpre nd erse e n un
común, que es precisamente que se cons tituyen por un estanca­ orden de coordin~c i 6n m ás a mplio: e l qu e subordin ará la::; fun ­
miento de uno de esos momentos, semejante en extra ñeza a la dones de pos turas tón icas y de tensión vegetatíva a un a rela ti­
figura de los actores c\\ando deja de correr la películ a. "idad social cuya prevalencia ha subrayado no tab le me nte un
Ahora bien , es te estancamiento formal es pariente de la estrqr­ \Vallon en la cons titució n expresiva de las emocion es humana".
tura más general de l conocimiento humano: la que constitu ye M ,ís aún . yo mbmo h e creído poder poner de reli eve que el
el yo y los o bje tos bajo a tributos de permanencia, de identidad 11li10 cn esas ocasiones an ti cipa e n el plano mental la conq ui sta
y de sustanci alidad, en una palabra bajo formas d'e entidades o d e ]a unid ad funcional de su propio cuerpo, todavía inacabado
de "cosas" muy diferentes de esas ges talt que )a experiencia nos e n e!ooe mome nto en e l plano de la motricid;-td volunt;:lriíl.
permite aislar en lo movIdo del campo tendido según las líneas Ha y :Jqllí una primera captación por !J imagen en la qu c se
del dese o ani.mal. d ibuja e l prim'el' momento de la dial éClica de las identiHcacio­
Efectivamente, esa fijació n formal que introduce cier ta rup­ ]le.... "Esr;í ligado a un fe n ('nnc no de Gesta/t, la p ercepci6 n IllU y
tura de plano, cierta di scordancia en t re el orga nism o del h om­ prccOI CH e l nin o de la fOfll1.(l hUm<l ll <1, form a qu e, ya se ve, fij a
bre y su Umwelt, es la condición misma que extie nde inclcfini­ ~u inlen':s d esde los primeros m'eses, e incluso p a ra el rostro hu­
d a mente su mundo y su poder, dand o a sus objetos su poli va­ mano desde e l dtcimo día, Pero lo que dem ue stra e l fe nó mcllo
le ncia instrume nta l y su po lifonía simbólica, su potencial tam ­ <le reconocimiento, impli cando 1a suhjetividad, son los signoo;¡
b ién de a rmame nto. <le júbilo triunfante y el ludismo de detectación que caracter i7'ln
Lo que he lla mado e l co nocímienlO paranoico cJemuestra e n­ desde el sexto mes el e ncue ntro por el nii10 de su imagen en el
tonces responder en sus formas más O men os arcaica s a ciertos es pejo_ ESla co nducta co ntrasta vivamen te co n la indiferellci:l
momentos criticas, esca ndiendo la historia de la gé nesis mental manj[e!oo t:lda por los :l ni males, a un los qu e perci ben eSél imagen,
del hombre, y que representan cada uno un es tad io ele la iden­ d chilllp:m cé por eje mpl o. cua ndo han co mpro bado su vani d ad
tificación objetivan te. obje tal. y toma aún m{ls relieve por prod u <..: irse él un a ed ad e n
Pueden entreverse sus et<lpas por la simple observación en el qu e el nil-IO prese nta toda\.'b. para el ni,'el de su inte lige n cia
niño, en el que una Charlotee Büh ler, un a EIsa K6hler, y la instrumenta l, un retraso respec to d e l chimpancé, al que só lo
escuela de Chicago a su zaga, nos m ll estr<ln V<l.rios p lanos de :¡Jca rll;\ a los once meses.
manifestacio nes signifi ca ti vas, pero a los que 5610 1" experiencia Lo que h e lla mado e l estadio del espeio tiene el inter{s de
<lIl<llÍti ca puede dar su va lor exacto permit iendo re in tegr ar en manifestar e l din:tm ismo nfectivo por el que el sujeto se identi­
e IJ os la relació n subje ti va_ fica pri lllonlialmen te con la Geslalt visual de su propio cuerpo:
El primer phmo n os muesl ra que la ex per iencia de si en e l e'i, con rebci6n a la ¡n coordinaci ón todavía muy profunda de O;¡ tI
niño pequeño, en cuan to q ue ~e refiere a su se mejante. se desarro­ propia m Olricidad, uni dad ideal. ímagu sa lvadora ; e" v:l loril.a.d:l
lla a parti r ele una sit uac i('m vivida como indiferencjada , Asf ro n 10<1<1 b desolaci/>I1 ori g inal, ligada a la d iscorda n cia intraor­
alrededor de la edad de ocho meses en esas co n frontaciones en­ -g,' n icét y re lacional d e la cría de h o mbre, durante lo!> seis pri­
tre nifios, que, obser('émoslo, par<l ser fecu ndas ape n as permiten mcros lH e~es , en los que lleva los sign os , ne llro lógi(·os ) hUlllo­
una disL,1.n cia de dos m eses y medio de eelad, vemos esos gesws r:¡}es, de ull a premJturación na ta l fi sio lógica,
de acciones fi c ti cias con los que un su jeto rectifica el esfu'eno E~ esel captación por la imago de }a (orm~ hum a na, m:'l'i qu e
imperfecto de1 ges to del otro confundi endo su di stinta aplica­ una Finfiihlurtg cuya a u senci<l se demues tra de tod as las man'eras
ción , esas sin cronías d e la ca ptación espectacular, tanto má'i no­ e n la prime ra infan cia, la q ue entre los se is m eses y los dos
tables cu anLo que se ad'e Jan ta n a la coord inació n c.o mpl e ta de :lilos y medio domin:l toda la dialécti ca del comportamiento d e l
los aparatos motores q ue po nen en juego, 1Iij10 e n pre:."'C ncia dc Su semejante, Durante todo ese periodo se
Así la agresividad que se manifieSta e n las re ta liac iones d e regi::; tradll las reacc io nes emocionales y los testimonios articu­
palmad as y ue golpes no puede consid'erarse únicttmentc como lados d e U Il transiti vismo nOI-mal. E l niño que pega di ce h liber

.~
106 LA ACRE SIVlOAD EN PSICOA:'IIÁLIS:S LA AGRESIVIDA D .EN rSI COANÁLlSIS 107
sido pegado, el que ve caer llora. Del mismo .modo 'eS en una tres d e lirios de ce los, de ero tomanía y de incerpreta ci()n , Es el
identifi cación con el otro como vive toda la gama de las reac­ delirio mismo d e la bell a alma misá ntropa, arrojando so bre
ciones de prestancia y de ostentación , de las que sus co ndu ctas el mnndo el desorden que hace su ser.
revelan co n evidencia la ambivalencia estructural, esclavo iden­ La exp'eriell cia subje tiva d ebe se r habilitada de pleno d erecho
tificado con el déspota, actor con el espect.ador, sedu cido con para reconoce r e l nudo ce ntral de la agresividad anóivalente.
el seductor. que nu eSlro momenlO cultural nos da bajo la especie do!uillante
H ay aqu í una especie de encrucijada estr uClura l, en la que del resentimiento, hasla en sus más arca icos aspectos en el niño_
debemos acomodar nuestro p"ensam iento pata comprender la Así por haber viv ido en nn momento semeja nte y no haber
natura leza de la agresividad en el hombre y su relación co n el tenido qne sufrir de esa resislenci a hehavioul·¡sla en el s'entido
(ormalismo de su yo y de sus objetos. Esta relación erótica en que nos es propio, san Agustín se adelanta al p~icoanál¡s ¡ s al
que el individuo humano s'e fija en una imagen qu e lo enajena darnos un a imagen ejemp lar de un comportamiento tal en 'eslos
a sí mismo, tal es la energía)' tal es la forma en donde t.oma su términos: " (I idi ego el c:...:pcrlus sum zelantem. parvulwn: no'n­
orig'en esa organización pasional a la que llamará su yo, rlurn loqu cbatur el in t 'U.f~ batltr pallidus am.aro aspeclu, conlac­
E~a forma se cristalizar,J. en efecto en la tensi ón <."onflictull\ taneum slLum:':2 "Vi co n m is propios ojos y conocí b ien a un
interna al suje to, qu'e uetermina el despertar de su deseo por pequ'e llUelo presa de los ce los, No hablaba toda vía y ya co ntem­
el objelo del deseo del otro: aquí el conc1lrso primordial se plaba. tod o pá lido y con una mirada envene nada , a su hermano
precipita en competencia agresiva, y de ella na ce la tríada de l de leche," Así allud a imperecede ramente, co n la elap<l infa n s
prójimo, del yo y del objeto, que, estrellando el es pacio de la (de a ntes de la palabra) de la primera edad , la sitnación de
co muni cación espec ta cular, se inscribe en él según un fOfma­ abso rción es pectacu lar : contemplaba, la reacción emocional:
lis rno que le es propio, y que domin a de (a) manera la Einfüh­ todo pá lido, y esa reactivació n de las im ágenes de la fruslración
lung afectiva qlte e l niiio a esa edad puede desco noce r la iden­ primord ia l: y COIl una mirada envenenada, que son las coonJe­
tidad de hls personas que le son m;.is fa miliares si le aparecen nadas psíqui cílS y so m<Ílicas de la agresividad original.
en un enlorno enteram'ente renovado, Sólo la se ii ora t\1elanie Klein, trabajando en el niño en el
Pero si ya el yo a parece desde el origen marcado CO Il esa rela­ límite m ismo de la aparició ll del lenguaje, s'e ha atrev ido a pro­
tividad agresiva, en la que los espíritus aquej ados d e objetividad yectar la experiencia subjetiva en ese period o anterior dond e sin
podnín recono ce r las erecciones emocionales provocad as en el embargo la observación nos permire aIirmaT su dim ensió n, en
animal al que un deseo viene a solicitar latera lmente en el el simple he cho por ejemp lo de que un niñ o que no hab la reac­
ejercicio de su co ndi cionamienlo experimental , ¿cómo no co nce­ ciona de manera diferenle an te un castigo y a una brutalidad ,
bir que cada gran metamorfosis instintual, escandiendo la vjda Por e ll a sabemos ](., función del primordial recilllO imagina­
del individuo, volverá a poner 'e n tela de ju icio su delimitació n, rio formado por la ¡mago de l cuerpo maternal : por ella sabemo::.
hecha de la conjunci ón de la historia del sujeto con la impen ­ la cartografía, dibujada por la mano misma de los niii.o~ , de su
sable inneidad de su deseo? imperio interior, y el a tlas histúrico de las divisiones intestina!o.
Por eso nun ca, sa lvo e n un límite a l que los genios ul<Ís gra n­ en que las ¡magos del padre y de los tl'ermanos reales o virtu;¡­
d'es no han podido nunca acercarse, es el yo del hombre redu c­ les, en qne la agresic'lIl voraz del ~ujeto mismo debaten ~1I do­
tih ~ e a su identidad vivida; y en las disrupciones d e presivas de minio de leléreo sobre sus regione~ sagradas, Sal)'emos también
los re veses vividos de la jn[erioridad, engendra ese ncialmenle la persi slencia en el sujelo de esa ~ombra de Io.s malos objetos
las n egacio rre~ mor tales que lo coagulan en su formalismo, " No internos, ligados a a lguna accidental a.sociacián (para utili zar
soy nada de Jo que me sucede, Tú no eres nada de lo qne va le," un lermino respecto d'e l cllal se ría bueno que pu~i é ramos en
Por eso se confunden los dos momen tos en que el suj eto se valor el se ntido orgánico que le d<l nu estra ex perie ncia , en opo­
niega a sí mismo y en que hace cargos al otro, y se des cubre ahí sició n al se ntido abstracto que conserva de la ideología humea­
esa es truClura parano ica del yo que "e ncuentra su análogo en las
negaciones fundam entales, puestas en valor por Freud en los ::! [Collles iotles, libro 1, ca p, VII. l\sl
J O~ LA ACRLS IVIlJAV El\" 1'S!(:()ANÁI.I~I' 1.>\ j,pl.}"~ I\' \JIAIJ ioN 1' ~ I COANÁ Ll S I S
IOn
na), Con ello podemos com prender por qné resortes es tructu­ realidad, como de tod o lo que ignora, agota y anuda en las sig­
ral es la reevoc3ción de ciertas personae imaginarias, la reproduc­ nificaciones que recihe del lenguaje: desconocimiento bien sor~
dú n uc ciertas inferioridades de situación pueden desconce rtar prend en te por arrastrar al hombre mismo que supo forzar lo,>
d'el modo más rigurosamente previsib le las funciones volunta­ límites del in consciente por el poder de su dialéc tica.
ria!'! en el adulto: a sa ber su incidencia fragmentadora sobre la Del mi smo 1U0do que la opresión insensa ta de] stLperyú pe\'­
¡mago de la identifi cación origina l. mane<..."'e en la ra íz de los imperativos motivados de b conciencb
Al 1ll0stranlOS lo primordial de la "posición depresiva " , e l moral, la furiosa pasión, que especifica al hombre, de jlllprimir
(;xtremo a rcaísl1lo d e la subjetivaci6n de un kak ón , Melanie en la rea lid ad su imagen es el fundamento oscuro ele las media­
KI'ein ha ce re troceder los límites en que podemos ver juga r la ciones raciona les de la volun tad.
fUllción suhje li va de la ide ntificación, y nos permite particular­
mente !'!iluar como absolutamente original la prime ra formaciün
·del slI lu'ryá. La noción ele un a agresividad como tensión correlati\":l de la
Pero precisamente hay interés en delimitar la órbita en que estructura n<lrcisista en e l devenir del sujeto perm ite comprcn ­
... t orde llan para nuestra Teflexióll teórica las re laciones, que cs­ del' en un a función mu y simplemente formul acla toda clase d(;
t:ín lejos de haber sido elu cidadas todas de la rensi ún ele CU1P;I­
l ilccid'entes y de a tipias de este de ve nir.
hilidad , ele la nocividad oral , de b fijación hipocondriaca , ln­ ll1di ca remos aquí cómo concebimos su enlace dialécli co CO Il
duso de ese masoquismo primordial que excluimos de nuest ra la función del complejo de F.dipo. Éste en su normalid ad es de
exposición, para aislar su noción de una agresividad ligada 3. . . ublima ción, que design a mu y exactamen te una modificación
la relacib n mlrci ~ i sta y a las estructuras de desconocimienlo y iclentifica loria del suj eto, y. COIllO lo 'escribió Freud apenas
d "C ob je{ivélci!'lO sistemá ticos que caracteriL'ln a la form ación hubo experimen tado la neces idad de una coord inación " tóp:ca"
li d yo. de los din amismos psíquicos, una id.enti ficaci.ó n secu.nda,-ia. por
. A la Urbild de esta formación, aunque enajen<lI1te por su introyección de la imago del progenitor del mismo sexo.
función eXlrañnnte, res ponde un a satisfacción propifl, qu e de­ La en'ergíFl de es ta identificación está dada por el primer sur­
pende de la integración de un desaliento org,í ni co, sa tisfacción gimi e nto biológico de la libido gen ital. Pero es cla ro <¡Ile el
que h ay que concebir en la dimensión de un a dehi scencia vita l efec to es tru ctural de identüi cación con el rival no cae por su
'(:oTlstitutiva del hombre y que h ace impensable la idea de un propio peso, salvo en el plano de la fábula , y no se concibe S!110
medio que le esté preformado, l1: bido "negativa" que hace res~ a condi ci6n de que esté preparad o por una identificación pri­
plandec:er de llu evo la noci ón heraclit"Cana de la Di scordia, con­ ma ri a que es tru ctura al suj eto como ri va liza ndo consigo mismo.
. . ¡derada por e l efesio como an terior a la armonía . De bec ho, la n ota de impotencia biológi ca vuelve a encontrars'e
Ni nguna necesidad enwnces de busca r más lejos la fuente de aquí, así como el efec to de an ticipación característi co de la gé­
e", en ergía de la que Freud, a propósito del proble ma de la nesis del psiquismo humano, en la fijación de un "idea l" imagi­
rcpresibn, se pregunta de dónde la toma el yo , para ponerla al nario yue el anfdisis ha mostrado decidir de la conformac iún del
....erv icio del "principio de realidad", "instinto" a l sexo fi siológico del individuo. Punto, d icho sea
No cabe duua que proviene de ]a " pasillll n<ll' c i s i~t<l " , no bien de paso, cuyo alca nce antropológico nunca subra ya ríamos bas­
"'>c cOllcibe mí nimamente al yo segú n la nodón suh jeli\(\ que tante. Pero lo que nos interesa aquí es la fun ción que llamare­
promovemos aquí por estar conforme con el registro de nuestra mos pacifican le del ideal del yo~ la conexión de su normati vidad
experiencia; las dificultades teóricas con que tropezó Frc ud libidinal con una normatividad cultural, ligad a desde los albores
nos parece n depe nder en efecto de ese es peji:,mo de objetivación, ue la hi storia' a la imago del padre. Aquí yace evidentemente el
heredado ele la psicol ogía clásica , que constitu ye la ide ~l del sis­ alcance que sigu'C teniendo la obra de 'F reud T ótem y tabú, a
tema percepción-conciencia, y donde parece brusca menlc desco­ pesar del círculo mítico que la vicia, en cuanto que h ace deriva r
nocido el hedlO de lodo lo que el yo desatiende. escotomiza, del aconteci miento mitológico, a saber del asesin a to del padre,
d c . . conoce en lae; sensacionee; que le hace n r eacc i o n ~ r ante la la dimensión subjetiva que I·e da su sentido, la culpabilidad.
'10 LA ACR(SIVIDAD EN PS tCO ANÁLIS:S LA AG RESIVIDAD EN PSICOAN,.\ LISIS 111

Freud en efeclo n os muestra que la necesidad de una parti­ Tenía que suceder que el aná1isis, después de haber puesto
cipación, que neutra liza el co nflicLO inscri to después de l ases:nato el acento sobre la rei ntegración de las tendencias excluidas por
en la situaci6n de rivalidad 'entre hermanos, es el fUlldamento e l yo, en cuanto subyacentes a los síntomas a los que atacó pri­
de la identificación con el 'T 6 tem pater no. Así la identifi c(\<i/tll meramente , ligados en su mayoría a los asp'ectos fallidos de la
ed ípica es aquella por la cual el sujeto trasciende la é:lgresividad identificació n ed ípica, lIeg'ase a descubrir la dimensi ón " moral"
cons tituti va de la primera individuación subjeti va. Hemos in­ del problema.
sistido 'en otro lugar en el paso que constituye en la instauración Y paralelame nte pasaron a l primer plano, por una parte el
de esa distancia por la cual, con los sentimientos del orden de l papel desempeliado por las te ndencias agresivas en la es tru ctura
respeto. se rea li za todo un as umü afectivo del prójimo . de los síntomas y de la personalidad, por otra parte toda clase
Sólo la mentalidad ltnlidia léclÍca de una cultura que, domi · de concepciones "valorizan tes" de la libid o liberada, en tre la s
nada por fin es obje Livantes. tiende a redu cir al ser del yo tod a cua les una de las primeras se dehe a los psicoanalistas france·
la actividad subje tiva, puede justificar el asombro producido ses bajo e l registro de la oblalividad.
en un Van den Steinen por el bororo que profiere : "Yo soy una Es claro en decto qu e la libido genital se ejerce en el s'e ntielo
guacamaya". Y todos lo,') sociólogos de la "mentalidad primi­ de un rebasamiento, ciego por lo demás, del indi vid uo en pro­
tiva" se ponen a al(\l~e(\f'se alrededor de esta profesión de iden­ ve(ho ele la 'especie, y que sus efectos sublimadores en la crisis
t:d<ld, qu e sin embrt rgo no tiene nada más sorprendente para la del Edipo están en la fuente de todo e l proceso de la subordina­
re Clexió n que afirmar: "Soy médico" o "Soy ciudadano ele la ción cultural del hombre. Sin embargo no se podría acent uar de­
República francesa", y presenta si n duda menos dificult::ldes masiado el carácter irreductible de la estructura narcisista y la
Jógicas que promulgar : "Soy un h ombre", lo cllal en su pleno ambigüedad de una noción que te.ndería a desconocer la cons­
valor no puede querer decir o tra cosa que esto: "Soy semejante tancia de la tensió n agresiva en toda vida moral que supone la
a aquel a quien, a l fundarlo como hombre, fundo para recono­ sujeción a esa es tructura : ahora bien, ninguna obbtivídad po­
Ce rme (amo ta1" , ya que estas diversas fórm ulas no se compren­ dría liberar su a ltruismo~ Y por eso La Rochefou ca uld pudo
den a fin de cuentas sino por referencia a la verdad del "Yo formular su máxima, en la que su rigor está acorde con el tema
es otro" ,:: menos fulgurante a la in lUición del poeta que eviden­ fundamental de su pensamiento, sobre la incompatibilidad de l
re a la mirada del psicmlOalista. matrimonio y de las delicias.
¿Quién sino noso tros vo lver ;:¡ a poner en tela de jui cio el esta ­ Dejaríamos degTadarse el filo de nuestra experien cia de en­
tuto objetivo de ese "yo" ["je" en la frase de Rimba ud ), que gañarnos, si no nuestros pacientes, con una armonía preestable­
una evoluci6 n histórica propia de nu es tra cu ltu ra tiend'e a con­ cida cua lquie ra, que liberaría de teda inducción agresiva en el
fundir <on el sujeto? Esta anomalía merecería ser manifestad a sujeto los conformismos sociales que la reducción de los sínto­
en sus incidencias particulares en todos los planos del lenguaje, mas h ace posibles.
yen primer lugar 'en ese sujeto gramatical de primera persona Y una muy diferente penetración mostraban los teó ri cos de
en nuestras lenguas, en ese ".J'aime" del francés [o en la -o fin a l la Edad M edi a, que debatían el problema del amor e ntre los dos
de l "A mo" espafíol], que hipostasía la tendencia en un suj eto polos de una teoría "física" y de una teoría "extática", qu e
que la niega. Esp'e jismo imposible en las formas lingüisticas en implicaban ambas la rea bso rción del yo del hombre. ya s'ea por
que se sitúan las más a ntig uas, y en las que el suje to aparece su reintegración en un bien universal, ya sea por la efusión del
fundamentalmente en posición de determinativo o de instru­ sujeto hacia un obje to sin a lteridad .
mental de la acc ión, Es en todas las fa ses gené ticas del individuo, en todos los
Dejemos aquí la crí ti ca de todos los abusos del cogito ergo grados d'e cumplimiento humano en la persona dond e volvemos
sum, para recordar que el yo, en nuestra experiencia. represen­ a encontrar ese momento narcisista en el sujeto, en un antes en
ta el centro de la das las -resistencias a la cura de los sin tomas. el que debe asumir una frustración lihidina l y un desp ués en el
3 [Alude a una cé lebre fra se del poeta Anhul' Rimbaud : "le I!.)I /J" /1It/Te " ,
que se trasciende en una subl imación normativa.
dond e el LI SO a ntigra mat ica l d e jI! es im posible de s ugerir e n espaiíol. Ts,l Esta co n cepción nos h ace comprender la agresividad implica­
112 LA ACRF.SIViDAD EN P~ICOANÁLlS1S LA AGRES1VlDAD E N PSICOANÁL ISIS 113

da t n los efec lo~ de todas las regresiones, de lodos los abortos. vi r tud de la fortaleza. Entendid a co n toda j usticia co mo signifi­
de touos los recha zos del desarroJJo lípico 'e n el su jelo, y espe· cativa de un d esa rro llo del yo, se la co nsidera de nn uso social
cia lme nte en el plano d e la rea li zación sexual, más exactamente indi spensable y ta n comúnmente aceptada en las cos tumbres
en e l interior de cad a una de las gTandes fas'es que detenniuan que es necesario, para medir su panicul a ridacl cultura l, compe~
en b vida human a las m etamorfos is libidinales cuya fnnción ne trarse del se ntido y d e las virtudes 'efi caces d e un a práctica
mayor 11a sido d e mostrad a por el a nálisis: destete, Edipo, puber· como la del yang en la moral públi ca y privada de los chinos.
tad , madurez, o mate rnidad , incluso cl ímax involutlvo. Y hemos Si ello n o luera supe rfluo, el prestigio d e la idea de la lucha
dicho a menudo que e l ace nto colocado primero en la doctrina por la vida quedaría suficientem'ente atestiguado por el éxito
sobre la s retorsi ones agresivas del confli cLo edípico e n e l ~ lljeto d e una teoría que ha podido ha cer aceptar a n uestro pens a~
respondía al he cho de que los efec tos del complej o fue ron vis· mie nlo una se lección fundada únicamente sobre la co nquista
Jumbracl o~ prim'ero en los as pectos lallidoJi de su sol u ción . del espacio por el a nimal co mo un a ex plicación vá lida de los
No se n ecesita subraya r qu e una teoría coheren te de la fase desa rrollos de la vida, De es te modo el éxito de Darw in parece
n ar(Ísista esclarece el hech o d e la a mbiva lencia pro pia d e las consis tir en que proyec ta las predaciones de la sociedad victoria­
"pulsiones p arcia les" de la escoptofilia , del sadomasoq uismo y d e na y la 'euforia eco nómi ca que sancionab a para ell a la devasta­
la hommexu a Jidad , no me n os que eJ formali smo es tereotípico ci6n social qu e inaug urab a a la escala del planeta, en que las
y ce remoni al de la ag resividad qu e se m anifiesta e n e lla : :¡pun­ justifica mediante Ja imagen d e un la.l:ssez~taire de los devoran tes
tamos <lC"jui al as pecto [recu'enleme nte muy poco "rea li l.ad o" de más fne rtes e n su compe ten cia por su presa natura l.
J" apreh ensión del próji mo en el ej ercicio de tales de esas p er­ Antes que él, sin emba rgo, un H ege l h abla dado pa ra 'iiempre
versiones, su valor subjeti vo e n el h echo bien diferente ele la . . la teoría de la función propi a de la agreslvi dad en la oJ.llología
recon~ tru ccion es existe nciales, por lo d emás mu y impres io nan­ humana, profetizando a l parecer la I'ey de hierro de nuestro
les, que un J ean·Paul Sartre ha pouido uar ue ellas, tiempo, Es del co nfliclo del Amo y del Esclavo de donde deduce
Quiero indicar ta mbién d'e p asada que la funci ón d ecisiva que todo el progreso sub.ietivo y objetivo de nuestra historia, hacien­
co ncedemos a la ¡mago del cuerpo pro pio en la d e terminación d o surgir de esas cri sis las síntesis que re present an las forma s más
d e la fase n atcisita pennite co mp rea der la re lación cU ni ca entre e levad as del esta tut o de la pe rsona e n O ccide nte. desde el es­
las a nomalías congé nitas d e la bteralizaci6n fun ciona l (z urde­ toico hasta el cristiano y aun hasta el ciudadan o futuro del
ra) y tod as las (ormas el'e in vers ió n d e la normaliza ción sexual Es tado Universal.
y cultura l. ~sto n os recu erd a e l papel a tribuido a la g llllllasi¡:l Aquí el individuo n a tural 'es considerad o como un a nonada,
en e l idea l "bello y bue no" de ]a ed ucaci6 n antigua y nos lleva pues to que el suj eto humano lo es en efecto delante del Amo
a la tes is 'iociaJ con 1(1 q ue concluimos, absoluto que le e!-. t:i dado en la muerte, La sa tisfacció n del de~o
humano sólo es posible medi a ti zad a por el deseo y el trabajo del
otro, Si en e l co nflicto d el Amo y d e l E!-'clavo 'es el reconocimien­
T f.S IS v: Sem.ejante norión rJ.e la ag'reJivúlad como de una de las to del hombr e por el homb re lo que está en juego, es lambié n
coordenadas intencionales del yo humano, y cspeáal­ sobre una n egación radical d ~ los valores naturales como este
mente rclaÜua a la ca,legorio. del espacio, hace conce­ reconocimiento es promovido, ya se exprese en la tiranía es téril
bir su. po.pel en la neurosis moderna y en el malestar de l a mo o en la tira nía fecunda d el traba jo,
de la civilización. Se s<1be qu é a rma zún di o esta doccrina profunda al espa rLa­
guí smo construc tivo del escJavo recreado por la barbarie del
Queremos úni camente aq ul abrir un a per spectiva sobre los vere­ siglo darwini a no ,
dictos que e n el ordt; n social actual nos permit e nu es tra expe­ La relativi zación ele nu estra sociolog'jn por la recopilació n cien­
rie ncia, LlI pl"eemtne ncia de la agresividad e n nues tra civili za­ tífi ca de las l'ormas cnltural'es que destru imos en el mundo, y
ción queda ría ya suficientemente d em os trada por e l hecho d e asimismo los a n Alisis, m arcados co n rasgos verdade rame nte psi­
que se la co nfund e h ab itu almente e n la moral media con la co,malíti cos, e n los que la sa biduria de un Platón nos muestra la
]]4 LA AGRESIVIDAD E N PS ICOANÁLISIS LA AGRES IVIDAD EN PSICOA NÁ LlSIS
113
dialéctica común a las pasiones del alma y de la ciudad, pueden ¿Nos ofrece sin embargo un puerto seguro? Ya en el "espacio
escI arecer nos sobre las razones de esta barbarie. Es a saber, para vital" en el que la compe tencia , huma na se desarrolla de mane·
decirlo en la jerga que responde a nuestros enfoques de las ra cada vez más apre tada, un observador 'estelar de nuestra es­
necesidades su bj etivas d'el h ombre, la ausen cia creciente de todas pecie ll egaría a la conclusión, ne un as n ecesid ades de evasión
esas saturaciones del supery ó y del ideal del yo que se realizan de singulares efectos. Pero la extensión conceptual a la que pu­
en toda clase de formas orgánicas de las sociedades trad ici onales, dimos creer haber reducido ro rea l ¿no parece n~arse a seguir
[armas que "a n desde los ritos de la intimidad cotid iana hasta dando su apoyo al pensamiento físico? Así por haber llevado
las fiestas periódicas en que se manifiesta la comunid ad. Ya nuestro d ominio hasta los confines de la materia, ese espacio
s610 las conocemos bajo los aspec tos más netamente degradados. "realizado" que nos hace parec~r ilusorios los grande') es pacios
Más aú n, por abolir la polaridad cósmica de los principios macho imaginarios donde se movía n los libres juegos de los antiguos
y hembra, n uestra sociedad conoce todas las incidencias psico­ sa bios ¿no va a desvanecerse a su vez en un rugido de l fonno
lógicas propias del fen ómeno moderno lla mado de la lucha de universa l?
los sexos. Comunidad inmensa - en el límite entre la anarquía Sabemos, sea como sea, por dónd e procede nue.al';'\. ad apta­
"democrática" de las pasiones y su nivelación deses perada por ción a estas exige ncias, y que la guerra muestra ser más y más
el ;'gran moscardón alado" de la ti ra nía narcisista-, está cl aro la comadrona obligada y necesaria de todos los progresos d e
que la promoción de l yo en nuestra ex istencia conduce, confor­ nuestra organización. De seguro, la adaptación de j os ad versa­
me a la concepción utilitaris ta del ho mbre que la secu nda, a rios en su oposición social parece progresar hacia un concurSO
realizar cada vez más al homb re como individuo, es decir en un de [ar mas, pero podemos preguntarnos si está moti vado por una
aislamiento del alma cada vez más em parentado con su aban­ concordancia con la necesidad o por esa iden tificación cu)'a
don o original. imagen Dante en su Infierno n os muestra en un beso mortal.
Correla tivame nte, al parecer, queremos decir por razones cuya Por lo demás no parece que el individuo humano, como lIl;.ttc­
contin gen cia histórica se apoya en una necesidad que algu nas de r ial de semejan te lucha, esté absolutamente d esprovisto d~ de­
nuestras consideracion'es permiten vislumbrar, estamos compro­ fectos. Y la detección de los "ma los objetos in ternos", respon­
metidos en una empresa técnica a la esca la de la es pecie: el pro­ sables de las reacciones (q ue pueden ser muy costosas en apa­
blema es saber si el con(licto del Amo y del Esclavo encontrará ratos) de la inhibición y ne la h uida hada adelan te, detecoón ;1
su solución en el servici o de la máquina, para la que una psico­ la que h€mos apre ndido recientemente a proceder para los ele­
técnica, que se muestra ya preñada de aplicaciones más y más mentos de choque. de la caza, del paracaídas y de l comalHlo,
precisas, se dedicará. a proporcionar conductores de bólidos y prueba que la guerra, después de habernos enseñado mucho
vigilantes de centra les reg uladoras. sobre la génesis de las neurosis, se mues tra <tal _vez demasiado
La nociÓn del papel de la sim'etría es pacial en la estructura exigente en cuan to a sujetos cada vez más neutros t:n una .Igre·
n arcisista de] hombre es esencial para echa r los cimientos de un sividad cuyo patetismo es indeseable.
análisis psicológico del espacio, del que aquí no podremos si no No obstante tenemos lambién aq uí alguna s verd :Hles .p~icolt)­
indicar el lugar. Digamos que la psicología anima l n os ha reve­ gicas que aportar: a saber, hasta qué punto el pretendido "ins­
lado que la relación del individuo con cier to ca mpo espacial es Unto de conservación" del yo flaquea fácilmente en el vér tigo
en ciertas especies detec tada socialmente, de una manera que la del dominio del espacio, y sobre todo hasta qué punll.) el temor
eleva a la categoría de pertenen cia subje tiva. Diremos que es la de la muerte, del "Amo a bsoluto", supuesto en la concie nci a por
posibilidad subjetiva de la proyección en espejo de tal ca mpo toda una tradi ción filosófica desde Hegel, está psicológicamen te
en el campo de l otro lo que da al espacio humano su t:"!st ru ctura subordinado -al temor narcisista de la lesión del cuerp() propio.
origina lmente "geométrica", estructura que llamaríamos de No nos parece vano h abe r subrayado la re laciÓ n qu ~ )ostíent::
buena gana caleidoscópica. con la dimensión del espacio una tensión subje tiva, que en el
Ta l es por lo me nos el espacio donde se desarrolla la imagi­ malestar de la civilización viene a traslaparse con la de la an­
nería del yo, y que se une al espacio objetivo de la rea lidad. gustia, tan humanamente abordada por Freud y que se desarro­

""":"¡¡'¡i,
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116 LA AGIU;SIVIDAD EN PS ICOANÁLIS!S

lla en la d imensión temporal. :eSla también la escJareceremos INTRODUCClON TEORlCA A LAS FUNCIONES
gustosos con las significaciones contemporáneas de dos filoso· DEL PSICOANALISIS EN CR lMl NOLOGIA
fías que responderían a las que acabamos de evocar: la de Berg.
son por su insuficiencia naturalista y la de Kierkegaard por su COMUNICACIÓN PRESENTADA A LA XIII CONFERENCIA
signifi cación dialéctica. 'DE PSICOANALISTAS nE LENGUA FRANCESA (29 DE MAYO DE 1950)
Sólo en la encrucijada de estas dos tensiones debería abor­ EN C.OLABORAC IÓN CON M ICUEL" CF.NAC
darse ese asumir el hombre su desgarramiento origin al, por el
cual puede decirse qu e a cada instante constituye su mundo por'¡
medio de su suicidio, y del que Freud tuvo ]a audacia de foro
mular la experiencia psicológica, por paradójica que sea ~u ex.
presión en términos biológicos. O sea como "instinto de muerte".
En el hombre " liberado" de la sociedad moderna, vemos que 1. Vd movimiento de la verdad en las ciencias de l hom.bre
este desgarramiento revela has ta el fondo del ser su formidable
cuarteadura. Es la neurosis de au tocast.i go, con los síntomas his­ Si la teoría en las ciencias físicas nunca ha escapad o realmente
térico-hipocondriacos de sus inhibiciones funcional'es, con Jas a esa exigencia de coherencia interna que es el movimiento mis­
[armas psicasténicas de sus desrealizaciones del prójimo y del mo del conocim iento. las ciencias del hombre, porque éstas se
mundo, con sus secuencias sociales de fraca so y de crimen. Es encarn<Jn 'en comportamien tos en la realidad misma de su oh-
a esta víctima conmovedora, evadida por lo demás irresponsable J jeto, no pueden e ludir la preg unta sobre su sentido, ni impedir
'en ruptura con la se ntenci a que condena al hombre moderno que la respuesta se imponga en términos de verdad,
a la más formidable galera, a la que recogemos cuando viene a Que la rea~ ad del hombre implique este proceso de revela­
nosotros, es a ese se r de nonada a quie n nuestra tarea cotidiana ción, es un hedlo que induce a algunos a concebir ]a historia
consis te en abrir de nuevo la vía de su sentido en una fraterni. como una dialéctica inscrita en )a materia; es incluso un~ ver-o
dad discreta por cuyo rasero somos siempre demasiado desiguales!. dad que ningún ritua l de protección "behaviourista" del sujeto
resp'ecto de su objeto no castrará su punta creadora y mortal. y
gue hace del científico mismo, dedicado al conocimien to "puro",
un responsable de primera clase.
Nadie lo sabe mejor que el psicoanalista que, en la inteli­
gencia de lo que le confía su sujeto como en la maniobra de los
comportamientos condicionados por la técnica, ac tú a por una
revelación cuya verdad condiciona la eficacia.
L a búsqueda de la verdad no es por otro lado lo q ue hace el
objeto de la criminología en e l orden de los asuntos judiciale~.
ta mbiéIl lo que unifica -estas dos caras: verdad del crimen en
su aspec to policiaco, verdad del criminal en su aspecto antro­
pológico.
De qué [arma pueden ayud ar a esta búsqueda la técnica que
guía nuestro diálogo con el sujeto y las nociones q ue nuestra
experiencia h a de fin ido en psicología. es el problema del cual
trataremoS hoy: menos para decir nuestra contribución al estu­
dio de la delincuencia (exp uesta en otros reportes) que para
lijar sus límites legítimos. y no ciertamente para propagar la
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