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Esto empieza por aceptar este mundo como el único mundo posible.

No luego un
trascendente, sinó solo este, de materia, y nada más.
El motivo de algunas filosofías, o ideologías, es producir la diferencia de linaje e instaurar
una jerarquía y un dominio, un poder de uno sobre otros. Desenmascarar el motivo e
introducir la subversión: la filosofía de Nietzsche. Las máscaras con las que se esconden
los motivos son la escusa irónica de la división y del fundamento. El último es el principio
intocable, el modelo que es copiado por las copias, de menor jerarquía. Pero aquellos que
no copian el modelo son las falsificaciones, falso pretendiente, simulacros. No pueden no
ser falsos porque deben ser en relación al modelo: o falso o verdadero. Como es de
esperar solo las copias verdaderas son legítimas, pues reproducen el sistema que sobre la
máscara promete una teoría. El falso no solo no contribuye a la causa, sinó que es una
amenaza que desestabiliza de alguna forma el orden. Está ahí simulando al modelo, pero
por sí mismo es algo subversivo, diferente, pero amenazado con ser absorbido, y si no se
pudiese, marginarlo. El peligro del simulacro es que “incluye en sí el punto de vista
diferencial; el observador forma parte del propio simulacro, que se transforma y se
deforma con su punto de vista.” La relación es intrínseca al modelo, no extrínseca al
objeto.
Si los simulacros se liberan, entonces se libera la divergencia y se afirma la heterogeneidad
y el devenir. Es el fin del modelo y la copia como jerarquía, y es la instauración de la
máquina dionisíaca eterna, de las múltiples máscaras que instauran la anarquía que
selecciona lo que se opone a la selección. De esta anarquía proviene la potencia creadora,
pues no tiene límites.
Ahora bien, ¿qué implica que los actos estéticos en el modelo y la copia, en el siguiente
desenmascaramiento y la posterior liberación de simulacro? Implica la configuración de la
experiencia, los modos de sentir, la construcción de la subjetividad, y etc. El terreno sobre
el que nos hemos movido es el de la política, expresado en múltiples lenguajes, ya sea el
arte, la biología, el conocimiento, etc. Lo que se podría tomar como una teoría es más
claro ahora denominarlo como régimen estético (o regímenes, múltiples niveles) donde lo
que se juega es el “reparto de lo sensible”: lo que se debe sentir, quiénes lo deben sentir,
cómo y en función de qué: las prácticas estéticas.
¿Qué simulacros se han disputado el reparto de lo sensible?

Si nos preguntamos qué mundo es el que tenemos, qué sensibilidades, éticas, políticas y
vidas nos son más probables de heredar en la suerte, entonces es fácil responder que
heredamos la vida en ciudad, la excesiva tecnología, el no poder mirar más allá de las
narices, la búsqueda del dinero y la vida apolítica, el encierro, el consumo y el descarte, los
ahora comunes trastornos mentales, la pos-verdad, la verdad dogmática, y un largo etc.
En las sociedades a estos problemas se los intenta palear colectivamente, como los
problemas sociales que son, desde las instituciones académicas y de la salud, que
investigan cómo hacer que la gente sea más feliz, o desde los movimientos políticos que
se organizan contra la miseria en muchos sentidos. Estos problemas tienen un origen
estructural, orgánico y sistemático, llámesele cultura, orden político y económico,
religioso, de costumbre, etc. Lo heredamos, como heredamos el cuerpo y sus impulsos, y
así también lo criticamos: la vida filosófica le es posible a todos. Por filosófica me inclino
por un sentido inquieto y perspicaz, pero dudoso a la vez que seguro en ciertas cosas.
Hacer presente una filosofía en la vida es vivirla hasta el hartazgo: intentar hacer lo que se
piensa en todo momento. Obviamente tal compromiso es lo mínimo que se puede pedir si
se quiere vivir la crítica. Dejando de lado la necesaria justificación que se debe decir para
considerar elegibles algunas filosofías sobre otras, la práctica filosófica puede resultar
subversiva donde vaya en contra de un orden. ¿Por qué ser subversivo? Porque se tiene la
convicción o la prueba y evidencia de que se puede vivir mejor aboliendo el orden.
He aquí una vida filosófica alternativa. Con la metáfora de un camino se puede decir que
es el camino filosófico. Es decir, hay un principio del que se debe partir y un trecho que se
debe transitar. Por ejemplo, si digo que el moblaje de la realidad es nada más que de
materia luego veré qué se puede concluir de eso para la vida. Unas interesantes
reflexiones de Michel Onfray ejemplifican esa posibilidad:

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