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Nombre: Marcos Daniel

Apellidos: Rodríguez Lora

Asignatura: Historiografía

Matricula: 100503295

Sección: HIS1420-1

Profesor: Amaurys Giordano Pérez Vargas

Tema: Trabajo final de investigación Historiografía

Fecha: 11-12-2022
La esclavitud en la isla de
Santo Domingo:

Corriente historiográfica: escuela de economía


marxista.

Introducción

El tema de la esclavitud en Santo Domingo ha sido escasamente estudiado, o tratado de manera


tangencial. Sin embargo, en Santo Domingo el esclavo fue tan esclavo com0 en cualquier otra
parte del reino de España, o incluso como en el propio Saint-Domingue. A fin de cuentas, los
esclavos eran objeto de uso y usufructo sujetos a la voluntad de sus amos; mercancía que se
tasaba igual que el ganado o cualquier otro activo.

Ahora bien, la rápida decadencia económica de Santo Domingo forzó un cambio: primero en
las relaciones de producción, y después en el accionar entre amos y esclavos. Queda claro que
no era lo mismo ser esclavo de un ingenio azucarero, de una estancia de calé o tabaco, un
esclavo jornalero, o uno que trabajara en un hato ganadero. Es ahí donde se pueden encontrar
las pequeñas diferencias que dieron lugar a las interpretaciones sobre las condiciones en que se
desarrolló la esclavitud en Santo Domingo, a partir del siglo XVII.
Desarrollo:
La primera referencia de la presencia de negros esclavos en la isla La Española o Santo
Domingo está contenida en el numeral 23 de las Instrucciones de los Reyes Católicos al Nuevo
Gobernador de las Indias, Frey Nicolás de Ovando, comendador de lares, expedida el 16 de
septiembre de 1501, en Granda, España.

En ese importante documento expresaban que, con mucho cuidado, debían procurar la
conversión de los indios a la Santa Fe Católica, razón por la cual debían poner algún tipo de
impedimento a las personas sospechosas en la fe que pudieran interferir con ese propósito. En
ese sentido manifestaban que no debían consentirse ni dar lugar a que a estas tierras llegaran
moros, judíos, herejes, reconciliados ni personas nuevamente convertidas a la fe, salvo si fueren
esclavos negros u otros esclavos que hayan nacido en poder de españoles cristianos, súbditos
y naturales.

Es posible que ya para esa época hubiese en la colonia de Santo Domingo algunos negros
esclavos que hubiesen venido en compañía de cristianos españoles que vivían en la Isla, pero
probablemente en pequeñas cantidades, ya que apenas habían transcurrido nueve años de la
llegada de Cristóbal Colón y su gente a estas tierras y existía todavía una gran cantidad de
indígenas, tal como recogen diferentes fuentes de la época y posteriores, a quienes los Reyes
Católicos querían ganar o convertir al catolicismo, razón por la cual solicitaban poner algún
impedimento a todas aquellas personas que pudiesen mal influenciarles.

Cuando Cristóbal Colón llegó en el año 1492 a la isla La Española, había alrededor de 3
millones de indios, según planteó Fray Bartolomé de las Casas; 1 millón 100 mil indios, indicó
Bartolomé Colón entre los años 1496-1497; 1 millón de indios, manifestó el cronista Gonzalo
Fernández de Oviedo y 600 mil indios, tal como se consigna en una carta del 4 de junio de
1516, enviado por los Padres de la Orden de Santo Domingo, residentes en la Isla Española, a
Mr. Xevres. Frank Moya Pons calcula que la población aborigen hacia el año 1494 era de 377,
559 indios; Sebastián Robiou Lamarche la sitúa en 350 mil indígenas, mientras que Roberto
Cassá hace una estimación máxima de 300 mil y una mínima de 200 mil aborígenes.

La primera referencia de la presencia de negros esclavos en la isla La Española o Santo


Domingo está contenida en el numeral 23 de las Instrucciones de los Reyes Católicos al Nuevo
Gobernador de las Indias, Frey Nicolás de Ovando, comendador de lares, expedida el 16 de
septiembre de 1501, en Granda, España.

En ese importante documento expresaban que, con mucho cuidado, debían procurar la
conversión de los indios a la Santa Fe Católica, razón por la cual debían poner algún tipo de
impedimento a las personas sospechosas en la fe que pudieran interferir con ese propósito. En
ese sentido manifestaban que no debían consentirse ni dar lugar a que a estas tierras llegaran
moros, judíos, herejes, reconciliados ni personas nuevamente convertidas a la fe, salvo si fueren
esclavos negros u otros esclavos que hayan nacido en poder de españoles cristianos, súbditos
y naturales.

Es posible que ya para esa época hubiese en la colonia de Santo Domingo algunos negros
esclavos que hubiesen venido en compañía de cristianos españoles que vivían en la Isla, pero
probablemente en pequeñas cantidades, ya que apenas habían transcurrido nueve años de la
llegada de Cristóbal Colón y su gente a estas tierras y existía todavía una gran cantidad de
indígenas, tal como recogen diferentes fuentes de la época y posteriores, a quienes los Reyes
Católicos querían ganar o convertir al catolicismo, razón por la cual solicitaban poner algún
impedimento a todas aquellas personas que pudiesen mal influenciarles.

Cuando Cristóbal Colón llegó en el año 1492 a la isla La Española, había alrededor de 3
millones de indios, según planteó Fray Bartolomé de las Casas; 1 millón 100 mil indios, indicó
Bartolomé Colón entre los años 1496-1497; 1 millón de indios, manifestó el cronista Gonzalo
Fernández de Oviedo y 600 mil indios, tal como se consigna en una carta del 4 de junio de
1516, enviado por los Padres de la Orden de Santo Domingo, residentes en la Isla Española, a
Mr. Xevres. Frank Moya Pons calcula que la población aborigen hacia el año 1494 era de 377,
559 indios; Sebastián Robiou Lamarche la sitúa en 350 mil indígenas, mientras que Roberto
Cassá hace una estimación máxima de 300 mil y una mínima de 200 mil aborígenes.

Los historiadores Moya Pons y Franklin Franco Pichardo informan que en el año 1508 el
Tesorero General de las Indias, Miguel de Pasamonte realizó el primer Censo de Población en
Santo Domingo, el cual arrojó un total de 60 mil indígenas; en 1509 solo habían 40 mil
indígenas; en 1510 el virrey Diego Colón hizo un nuevo censo de la población nativa, arrojando
una cifra 33, 523 personas; en 1514 se hizo el Repartimiento de Alburquerque, el cual arrojó
un balance general de 25, 503 indígenas y hacia el año 1518 la población aborigen era tan sólo
de 11,000 personas. En 1519 se inicia la Rebelión de Enriquillo, lo que hace suponer que la
población nativa no debía sobrepasar de 10 mil almas, mientras que, en el año 1528, en pleno
apogeo de la Rebelión del cacique del Bahoruco, la población nativa era tan sólo de 4,500
personas y en 1535 la población aborigen era de apenas 200 aborígenes.

"El promedio de vida de un esclavo trabajando en las plantaciones de las Antillas era de 7
años". Esa enorme mortandad de esclavos en las plantaciones por la brutal explotación a la que
eran sometidos, necesariamente obligaba a los plantadores a mantener una renovación en las
dotaciones que, a su vez, mantenía un flujo permanente trasatlántico de negros desde las costas
africanas y el fabuloso negocio de la trata de esclavos el llamado viaje triangular que producía
fabulosos beneficios de hasta más del 2,500% en sus tres tramos: de los puertos del norte de
Europa a las costas occidentales africanas; desde las factorías esclavistas a las Antillas; y de
estas a los puertos de salida.

En palabras de Marx:

"Por eso, en los países de importación de esclavos, es máxima de explotación de estos la de


que el sistema más eficaz es el que consiste en estrujar al ganado humano (human cattle) la
mayor masa de rendimiento posible en el menor tiempo. En los países tropicales, en los que
las ganancias anuales igualan con frecuencia al capital global de las plantaciones, es
precisamente donde en forma más despiadada se sacrifica la vida de los negros".

Entre las décadas de los años 1540 y 1550 en que la industria azucarera tuvo mayor auge, con
el consecuente incremento de la importación de negros esclavos procedentes de diferentes
tribus africanas en un número mayor de 30 mil y la intensificación del nivel de explotación de
éstos. Esa situación motivó que aumentaran las rebeliones antiesclavistas tanto en forma de
cimarronaje espontáneo como en rebeliones organizadas, encabezadas por los más destacados
líderes negros del siglo XVI.

La primera gran rebelión fue encabezada por el negro rebelde Diego de Mendoza, quien en
1545 atacó un ingenio de La Vega con más de 100 negros rebeldes, luego pasó a San Juan de
la Maguana y posteriormente se internó en la sierra del Bahoruco, donde sería eliminado por
un contingente español a principios de 1546.

La segunda rebelión la lideró el negro Diego de Ocampo en 1546, quien en principio se movía
en las inmediaciones de La Vega, pero posteriormente pasó a los ingenios de San Juan de la
Maguana y Azua, quien con más de 200 negros rebeldes se sublevó en la montaña del
Bahoruco. Después intentos de negociación con el nieto del Almirante del Nuevo Mundo,
Cristóbal Colón y Toledo, los cuales no prosperaron. Posteriormente fue hostigado
incesantemente, lo que le llevó de nuevo a sus correrías por La Vega y Puerto Plata, hasta que
en junio de 1556 llegó a un acuerdo con la Real Audiencia, en el que se le garantizó su libertad,
la de su mujer y de dos primos, a cambio de servir a los españoles y dedicarse a perseguir a los
negros cimarrones rebeldes.

De igual manera, Juan Vaquero, quien con alrededor de doscientos negros se sublevó en la
sierra del Bahoruco, posteriormente negoció con los españoles a cambio de su libertad y de
aquellos que se rindieron junto a él, a cambio de perseguir a los negros rebeldes de su raza. No
obstante, fue asesinado a traición por los peninsulares.

La más destaca rebelión de negros esclavos en toda la isla La Española en el siglo XVI, la
encabezó Juan Sebastián Lemba, cuyas huestes devastaron los predios de San Juan de la
Maguana, Azua, Yaguana y el Cibao, procediendo a raptar negros esclavos en los ingenios y
en las haciendas, así como también ropas, caballos y armas.

Con el paso de los meses, Lemba llegó a juntar más de trescientos negros y mantuvo en vilo la
colonia por más de 15 años, hasta el punto de convertirse en el más famoso de todos los negros
rebeldes en el siglo XVI, de quien los oidores Grajeda y Zorita decían que era “demasiadamente
diestro y muy entendido en cosas de la guerra”, quien no solo atacaba a los españoles, sino
también a los indios que vivían en las inmediaciones del lago Comendador, para vengar las
persecuciones de que fueron objeto los negros rebeldes por parte del cacique Enriquillo y su
gente años atrás.

La muerte de Lemba se produjo en septiembre de 1548, en un encuentro escenificado en la


loma de la Paciencia, cerca de Río San Juan, en San Juan de la Maguana, luego de una
implacable persecución de los capitanes Pedro Martín Agramonte y Villalpando. Por
disposición de la Real Audiencia, la cabeza de Lemba fue llevada a Santo Domingo y,
suspendida de un garfio, se colocó en una de las puertas de la muralla que se abría hacia la
llamada Sabana del Rey, junto al fuerte de San Gil. Esa puerta fue conocida por mucho tiempo
como la “Puerta Lemba”.

Desde finales del siglo XVI la colonia La Española fue azotada por piratas y corsarios ingleses,
franceses y holandeses que la tomaron y saquearon constantemente, como fue el caso del pirata
inglés Sir Francis Drake, quien sitió la ciudad de Santo Domingo desde el 10 de enero hasta el
9 de febrero de 1586, fecha en que se retiró tras haberla destruido e incendiado y recibir un
rescate por un monto de 25 mil ducados de oro.

Cuando el gobernador Antonio de Osorio llevó a cabo las devastaciones de los años 1605 y
1606 con el objetivo de erradicar el contrabando de la población de las bandas norte y oeste de
la Isla con franceses, ingleses, holandeses y portugueses, los negros esclavos eran alrededor de
10 mil.

Las 430 estancias agrícolas de jengibres y productos menores que existían contaban con 6,790
negros esclavos, con un promedio de 16 esclavos por estancia. La otra unidad productiva
importante de la Isla de Santo Domingo eran los hatos, de los cuales se indicó existían un total
de 190 hatos, con una población esclava de alrededor de 550 personas, lo que arrojaba un
promedio de 3 esclavos por hato. Los demás esclavos estaban distribuidos en alrededor de 12
ingenios y trapiches que había en la Isla, los cuales contaban con un promedio de 66 esclavos,
lo que ascendía a 792 esclavos negros en los ingenios. A estos se agregan los esclavos
domésticos que servían a diferentes amos en la ciudad de Santo Domingo.

La colonia de Santo Domingo tras las devastaciones de Osorio de 1605 y 1606 entró en una
miseria y una decadencia muy profundas como consecuencia directa del genocidio y el crimen
ecológico cometidos por la corona del rey Felipe III y las huestes salvajes del gobernador
Antonio de Osorio en las bandas Oeste y del Norte, arrasando con la flora y la fauna de las
comunidades de Bayajá, La Yaguana, San Juan de la Maguana, Monte Cristi y Puerto Plata, al
pegarle fuego y provocar un gran incendio en casi la mitad de la Isla.

Esa situación contribuyó a que la esclavitud a partir de entonces pasara a ser esencialmente
patriarcal, con predominancia en los hatos ganaderos y en las estancias agrícolas. Los grupos
rebeldes se alzaron en las estribaciones de la sierra del Bahoruco, en las lomas de Ocoa y en
las inmediaciones del río Nizao, estableciendo en ellas palenques y manieles, donde vivían de
la producción agrícola a pequeña escala y de la montería través de la caza de reses y cerdos
cimarrones. En estos espacios alternativos y en la lucha por la preservación del territorio ante
las constantes incursiones de naciones poderosas extranjeras, se fueron tejiendo los hilos de
identidad de la cultura criolla mulata, que luego derivaría en la cultura nacional popular
dominicana.
Conclusión:
El comercio de esclavos o trata atlántica se prolongó desde el siglo XVI hasta mediados del
XIX: un negocio boyante que, mediante la captura de más de doce millones de personas en
África y su venta en territorios caribeños como mano de obra para cultivos, construyó fortunas
e imperios.

La existencia de tierras aptas y baldías en el Caribe favoreció el asentamiento y cultivo con


productos tropicales que pronto alcanzaron una gran demanda en Europa (azúcar, café o
algodón). El empleo del trabajo coactivo fue el otro factor que aseguró que la empresa fuera
rentable al ser una mano de obra barata, de aprovisionamiento regular, fácil reposición y
captura.

Con poco que perder, pero la posibilidad de ganar la libertad, muchos esclavos se rebelaron
contra sus "dueños", comenzando con métodos pacíficos como el grito o el canto nocturno,
incluso se pusieron en huelga o deliberadamente sabotearon las máquinas de su amo. Muchas
veces también huyeron de la esclavitud y, a veces, se sublevó la entera población africana de
un rancho, o incluso una región.

No hay cifras exactas sobre las víctimas de las atrocidades cometidas. Expertos estiman que
entre los siglos XVI y XIX un total de cien millones de personas fueron deportadas o murieron
durante la deportación. Esta cifra se refiere al tráfico total (occidental y oriental), contando
también los muertos de las guerras de esclavización. Las estimaciones del número de esclavos
que fueron transportados a las Américas alcanzan casi los catorce millones.
Bibliografía:
Cassá, R. (2001). Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo XVI.

Bosch, Juan. De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial AlfaguaraMadrid,
1970.

Cordero Michel, Emilio. Catedras de historia social,

economica y politica dominicana (HIS-111). Texto del tercer

semestre de la Escuela de Economia, Facultad de Ciencias

Economicas y Sociales, 1970.

Marx, Carlos. El capital, 4ta. edicion, vol. 1. Mexico, Fondo

Frank Moya Pons, Historia del Caribe: Azúcar y plantaciones en el mundo atlántico, Santo
Domingo: 2008, [3ra ed. en español 2017]. Librería La Trinitaria (imp.: Editora Búho), 540
págs. ISBN: 978-99934-39-78-3.

Franco, F. J. (1993). Historia del pueblo dominicano. Sociedad Editorial Dominicana.

de Cultura Economica, 1966.

Cassá, R., & Morel, G. R. (1993). Consideraciones alternativas acerca de las rebeliones de
esclavos en Santo Domingo. Anuario de estudios americanos, 50(1), 101-131.

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