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A lo largo de los siglos, el tráfico de esclavos como fuente de mano de obra fue
la realidad cotidiana de todos los pueblos, y en cualquier caso debe gozar de un trato
diferenciado con relación a la esclavitud, dado que, a pesar de la evidente relación entre
ellas, representan filosofías distintas, como también la concepción de la esclavitud tiene
notables diferencias entre unos lugares y otros, entre unas culturas y otras culturas.
Una actividad económica que, centrándonos en la edad moderna representó la
principal motivación de los piratas del Mediterráneo, que acabaron generando un
negocio que dio lugar a importantes sociedades que se dedicaban al suministro de mano
de obra esclava a lo largo de toda la cuenca, destacando con luz propia las que tenían
base en Argel, en Túnez o en Trípoli, donde hay datos que señalan que, en cada una de
ellas y a mediados del siglo XVII existían poblaciones esclavas que alcanzaban decenas
de miles de personas.
Esa actividad no tardaría en trasladarse a las recientes tierras descubiertas al otro
lado del Atlántico como consecuencia de dos circunstancias concurrentes: la prohibición
de esclavizar a los indios y la debacle poblacional acaecida en el Caribe, lo que conllevó
falta de mano de obra necesaria tanto para los trabajos de minería como para los
trabajos agrícolas, que fue suplida con el aporte de mano de obra esclava africana, cuya
importancia, en principio, no dejaba de ser relativa en lo económico, y normal en cuanto
a los usos universalmente aceptados.
Es así como se dio inicio a una actividad que si en principio fue moderada en la
España americana, acabaría conociendo crecimientos significativos a lo largo del siglo
XVIII y muy especialmente en la Cuba del siglo XIX, justo en los momentos en que,
estrictamente por intereses económicos de las potencias desarrolladoras de los nuevos
métodos de explotación, se barajaba de forma decidida la abolición universal de las
formas de esclavitud no remunerada conforme era conocida hasta el momento.
Es el caso que el aporte de población esclava africana a la España americana, en
los primeros tiempos se limitaba a los siervos que acompañaban a los conquistadores,
que en ocasiones también tuvieron esa misma consideración.
Posteriormente se incrementó el aporte con sucesivas expediciones de esclavos
que llegaron a alcanzar una cifra que oscila entre los 200.000 y los 250.000, que
arribaron a lo largo de un siglo, entre mediados del siglo XVI hasta mediados del siglo
XVII para cubrir puestos de trabajo especialmente en México y Perú. Es de destacar que
el incremento del tráfico tuvo especial significación entre 1580 y 1640, periodo en el
que se perfeccionó la unidad nacional con la incorporación de Portugal, asunto que no
es de menor importancia dado que justamente Portugal era la corona que más actividad
de tráfico de esclavos estaba llevando a cabo.
No obstante, en ese mismo periodo se calcula que fueron comercializados con
destino a América un total de esclavos africanos cuyo número no baja de los 800.000.
La diferencia, esos 600.000, necesariamente fueron objeto del tráfico llevado a cabo por
las potencias europeas. Además habría que sumar la cuota de esclavos que abastecía los
mercados de África, tanto de la propia África negra como de la África musulmana,
cuyas cifras parecen ser de gran importancia.
Pero las cifras totales del tráfico a América llevado a cabo hasta el siglo XIX,
donde Cuba acabó absorbiendo cerca de 900.000 esclavos, son muy superiores. Se habla
de un total que ronda los trece millones de personas; mujeres, niños… y decididamente
de forma más que significativa, hombres, ya que los dos primeros grupos eran
especialmente codiciados por los esclavistas africanos, únicos proveedores de los
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traficantes, y cuyo precio los hacía prohibitivos. Lógicamente, el destino final de los
mismos fue mayoritariamente a las colonias europeas y a Brasil.
En cuanto al número de esclavos, un estudio de 1998 realizado por John Iliffe en
su obra “África historia de un continente”, que obvia el número de ingleses e irlandeses
que sufrieron ese mismo destino, señala que el número de africanos esclavizados que
atravesaron el Atlántico, es el siguiente:
1601-1700 1.868.000
1701-1800 6.133.000
1801-1900 3.330.000
Total 11.698.000
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Pero pasemos a ver las etapas que conoció este tráfico humano.
Desde la segunda mitad del siglo XV, y como consecuencia de la caída de
Constantinopla en poder de los turcos, a cuya circunstancia se unió el hecho de haber
acabado la reconquista en su ámbito de influencia, Portugal se abrió al mar y cubrió las
necesidades de mano de obra cerradas en Constantinopla con el aporte de mano de obra
esclava procedente de África. Hasta el siglo XVI crearía asentamientos en África desde
donde supliría el mercado que hasta la fecha había sido suministrado por el oriente
mediterráneo.
Así, se puede señalar el año 1441, cuando en las costas del Sahara Anton
Gonçalvez capturó 12 esclavos negros de religión musulmana y los llevó a Lisboa como
el inicio del comercio organizado de esclavos negros. Ese mismo año se fundó la
Compañía de Lagos, a la que seguiría la Compañía de Arguin, que en 1450 llevaría a
Portugal una primera remesa de doscientos esclavos. Su actuación, que llegarían a
traficar unos 2000 esclavos anualmente, siendo que en su mayoría eran vendidos en
Europa y en otros lugares de la propia África, particularmente en Ghana, donde los
locales se mostraban ávidos por la compra.
En 1431 tuvo lugar la firma del Tratado de Alcaçovas entre Juan I de Portugal y
Juan II de Castilla. Los reinos hispánicos se repartirían la influencia atlántica, siendo
que Castilla se veía vetada a navegar al sur de las Islas Canarias.
En 1471 Portugal descubre la Costa de Oro, el delta del Níger, Fernando Poo y
Gabón; en 1482 el río Congo, y en 1486 el cabo de Nueva Esperanza. En esta última
expedición participó Bartolomé Colón, y probablemente también Cristóbal Colón.
Tras el descubrimiento de América, el Papa libró la bula Inter Caetera, por la
que la influencia en América quedaba asignada a Castilla y el de Asia a Portugal.
El tratado de Alcaçovas sería actualizado en Tordesillas el siete de Junio de
1494, cuando se determinó:
Que se haga é señale por el dicho mar Océano una raya, ó línea
derecha de polo á polo, convien á saber, del polo ártico al polo
antartico, que es de Norte á Sul, la qual raya ó línea se aya de dar, é dé
derecha, como dicho es, á trecientas é setenta leguas de las islas del
Cabo Verde, hacia la parte del Poniente.
Este Tratado impedía a las naves castellanas y aragonesas comerciar con la costa
africana.
A esta situación, las potencias europeas asistían con gran intranquilidad,
desarrollando una literatura en la que hacían especial hincapié en las riquezas,
especialmente de oro y plata, que suponían existentes en América. Incapaces de llevar a
cabo una actuación similar a la emprendida por las Españas, optaron por las actuaciones
ilegales, pues conforme señala Niall Ferguson, lo mejor que podían hacer era explotar las
habilidades de sus marinos para robar a los barcos y asentamientos españoles.
Es el caso que todas las sociedades a lo largo de la Historia se han visto
involucradas en el esclavismo. España también, por lo que para el caso es necesario
determinar las condiciones de la misma en cada caso y la consideración que también en
cada caso tenía (o tiene) el esclavo.
Siendo así, y siendo que la Edad Moderna es de claro predominio hispánico
resulta curioso detectar que la actuación de España en ese periodo y en ese asunto puede
ser considerada de francamente modesta, cuando no marginal.
En efecto, en ese periodo todas las potencias europeas, como en otros ámbitos de
influencia otras potencias, estaban involucradas en mayor o menor medida en el tráfico.
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Desde el principio y hasta al final de la trata negrera con destino primero a Europa y
luego a América hubo portugueses, pero serían los ingleses quienes convertirían la trata
en escandalosa, siendo que desde mediado el siglo XVII y todo el siglo XVIII el tráfico
por ellos realizado puede calificarse casi de hegemónico, seguidos en la labor por
holandeses y por franceses, tras los cuales y en periodos concretos, encontramos suecos,
daneses, alemanes, usenses... y encriptados en ocasiones de forma oculta y en otras de
forma manifiesta, judíos, con intereses de primerísimo orden en las compañías las Indias
Occidentales y Orientales.
Esas cotas de escándalo tenían su justificación en la mentalidad de la cultura
protestante, que suponía descendientes de Cam, de quién habrían heredado los vicios
que al fin señalarían como justa su esclavización.
Pero la esclavitud, era una práctica universalmente admitida. Estamos hablando
de la iniciada por Portugal en el siglo XV con esclavos procedentes del África negra. En
ese periodo, y durante el periodo de tráfico que permanecería vigente hasta mediado el
siglo XIX, el aporte de esclavos recibido por la España americana estuvo en porcentajes
cercanos al 100% en manos de traficantes europeos, siendo que hubo traficantes
españoles en los primeros años del siglo XV y a partir de mediado el siglo XVIII.
Es el caso que esa práctica universal tiene una clara señal que si en España, en
los primeros años del siglo XV se centraba más en esclavos árabes, en el resto de la
cuenca mediterránea estaba más que presente con otras características.
Así, girando la vista hacia el mundo árabe hay que señalar que el componente de
esclavos negros era creciente conforme avanzamos norte sur del continente africano,
existiendo un comercio de esclavos muy activo con destino al Golfo Pérsico.
Pero al norte del continente africano, la raza de los esclavos era
predominantemente europea, siendo que durante los siglos XVI y XVII la afluencia de
esclavos procedentes de Europa con destino a los mercados de esclavos del norte de
África fue muy superior a la que se produjo desde África a América y a Europa.
Algunos de estos esclavos fueron rescatados por las órdenes religiosas dedicadas
a este fin, mediante el pago de rescate, pero la mayoría fue destinada a trabajos forzados
en África del Norte o como esclavos en las galeras.
Las expediciones llevadas a cabo por las potencias musulmanas centraban su
actuación en España, pero no limitaban su actuación a este ámbito territorial, habiendo
llegado incluso hasta las costas de Inglaterra.
El negocio era sin lugar a dudas rentable, produciéndose actuaciones de una gran
envergadura, entre las que destaca el asalto llevado a cabo el año 1554 en Vieste, en la
costa del Adriático, donde llegaron a secuestrar a cerca de seis mil personas que fueron
irremisiblemente reducidas a esclavitud.
Dos años más tarde, en 1556, sería la costa granadina la que conociese la réplica
de Vieste. En esta ocasión la cifra superó los tres mil secuestrados.
Ciertamente la de Vieste y la de Granada fueron operaciones singulares, pero la
escalofriante cifra de capturas no es única si sumamos las capturas llevadas a cabo en
cortos periodos; con una circunstancia a tener en cuenta: la singularidad de estas
acciones nos señala que por cada una de ellas había multitud de incursiones con un
resultado menos exitoso pero que en conjunto tenía una gran importancia. Así, diez años
antes del asalto a Vieste, fue Nápoles quién sufrió no una sino varias incursiones
exitosas. En el curso del año 1544, esclavistas argelinos llegaron a acumular un total de
unas 7.000 capturas, siendo que lo éxito del negocio propició que en los mercados de
esclavos de Argel el precio de un esclavo cristiano equivaliese al precio de una cebolla.
Pero al fin el tráfico, en comparación con lo que vendría después no pasaba de
ser algo testimonial. Serían los traficantes ingleses, quienes con la figura del pirata John
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Hawkins, entre 1562 y 1569 inaugurarían la etapa del tráfico ilegal con destino a las
Antillas.
Se calcula que durante el siglo XVI fueron remitidos a América cerca de
200.000 esclavos negros. No sería hasta la segunda mitad del siglo XVII cuando el
tráfico comenzase a tener entidad, al compás de los asentamientos británicos y
holandeses en el Caribe.
La evolución de esta situación conoce varias etapas.
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nuevamente procedentes de África debían pasar primero por Sevilla, medida que acabó
suprimiéndose por el alto coste que representaba.
En 1516 era prohibido el tránsito de esclavos por orden del Cardenal Cisneros,
orden que tardaría poco en ser derogada por el joven rey Carlos I que, a instancias de
Fray Bartolomé de las Casas, el 18 de agosto de 1518 concedió licencia a Lorenzo de
Garrevod, consejero flamenco que rápidamente la vendió a traficantes italianos que en
1528 las transfirieron a Enrique Eynger y Jerónimo Sayller, para introducir en las Indias
4.000 esclavos negros que fueron distribuidos entre Cuba, Jamaica, Puerto Rico y La
Española.
Mal empezaba, ninguneando el decreto por el que su abuela, Isabel I de Castilla
abolía la esclavitud. Pero como demostraría con el tiempo, no fue iniciativa suya, sino
de Chevres y los demás trepas flamencos.
Pero las circunstancias se aliaban con el esclavismo. Los indios adquirieron
personalidad jurídica que se vieron confirmadas y ampliadas por las Leyes Nuevas de
1542. Eran súbditos de la corona con los derechos inherentes de derecho a la vida, de
libertad y de propiedad, por lo que prestaban sus servicios, en principio a voluntad y
luego en régimen de encomienda.
Pero en 1518 y 1519 se produjo una dramática epidemia de viruelas en el Caribe
que diezmó la población, tanto de naturales como de españoles, pero que no afectó a la
población negra, que si es inmune a la fiebre amarilla también parece más resistente a la
viruela. Este hecho aceleró el aumento de la población negra.
La situación creada por las enfermedades hizo que creciese el aporte de esclavos
africanos, pero hay que decir que, a pesar de ello, el tráfico de esclavos a lo largo del
siglo XVI, fue muy modesto.
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por la actividad del comercio ilícito de los piratas y por la connivencia de las
autoridades locales, el porcentaje de esclavos que arribó ilegalmente a Buenos Aires
fue cercano al 100%.
Pero el lugar donde más esclavos llegaban durante la etapa del asiento portugués
era al puerto de Cartagena de Indias, donde nos señala Ildefonso Gutiérrez llega un
promedio mensual de unos 350 esclavos, con una punta de 1273 en febrero de 1601.
Cifras que, por los datos obtenidos, no serían alcanzadas en lo sucesivo.
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barcos negreros para el cruce del Atlántico. España no tuvo flota propia pero
aprovechó las ajenas, que actuaron en forma legal o contrabandeando con el
compromiso o la “vista gorda” de las autoridades americanas, especialmente
a partir del descubrimiento de las minas de plata de Potosí. (Ceruti)
Por su parte, en los años finales del siglo XVI, los holandeses arrebataron en el
Congo posiciones a los portugueses, desde donde remitirían remesas de esclavos
especialmente destinados a las colonias francesas e inglesas del Caribe, cuya
distribución la realizarían desde la isla de Curasao, que había sido conquistada en 1634
por Joanes Van Balbeque, de la Compañía de las Indias Occidentales, compañía del
fomento de la piratería controlada por judíos sefardíes. Desde esta pequeña isla se
dedicarían, además de al cultivo de la caña con mano de obra esclava, al contrabando
de esclavos a toda la zona, en especial a Bermudas, que habían sido ocupadas por
Inglaterra en 1612.
En 1595 Los holandeses envían su primera expedición a Guinea y en 1612 los
ingleses se establecen en las Bermudas. Es en este periodo cuando se observa un
importante incremento en el tráfico, que conocería varios periodos coincidentes con
hechos de envergadura histórica, con hitos en 1640, año de la separación de Portugal de
la Corona Hispánica y 1700, inicio de la Guerra de Sucesión y posterior Tratado de
Utrecht en 1714. En 1642 Francia introduce esclavos africanos en la Martinica.
Uno de los motivos que dieron ocasión a la guerra de Sucesión española, es sin
duda el control del tráfico de esclavos. España, descabezada y destinada a ser comparsa
de intereses ajenos, sería el campo de batalla en el que las potencias emergentes,
esclavistas, y ávidas de llevar a término la venganza sobre quién había evitado su
expansionismo depredador, dirimirían la cuestión en qué nación tendría el asiento, con
el añadido de poder desarrollar esas mismas acciones esclavistas en los inmensos
territorios de la Corona Hispánica.
Es en estos momentos cuando el tráfico, en manos de ingleses, franceses y
holandeses, alcanzaría cotas de escándalo que se mantendrían vigentes hasta que los
intereses comerciales determinaron la abolición de este tipo de esclavitud para dar paso
a la nueva esclavitud basada en el salario. En este periodo se desarrolló un tráfico que
hasta la supresión de la esclavitud conforme era entendida hasta el momento, llegaron a
cruzar el Atlántico las cuatro quintas partes del total de esclavos enviados en todo el
periodo de la trata.
Con el posicionamiento de los holandeses llevado a cabo en Angola el año 1641,
a partir de 1645 Portugal desplazó su captura de esclavos en las costas de Mozambique,
de donde hizo sus más importantes sacas a partir del siglo XVIII, cuando las relaciones
comerciales de la zona dependían casi en exclusiva del tráfico de seres humanos que
cubrían la demanda no solo de América, sino también de las costas del Índico.
En breve, Inglaterra dominó el tráfico negrero, alcanzando cuotas que superaban
ampliamente el cincuenta por ciento, con una flota esclavista que, sólo en Liverpool,
superaba las cien embarcaciones, que aprovechaban el espacio útil de forma que el
habitáculo que ocupaba un esclavo consistía en un espacio de 180 cm de largo por
sesenta de ancho.
Unas cotas y unas condiciones de escándalo que movieron ingente cantidad de
recursos y produjeron pingües beneficios que tenían reflejo en las construcciones que
los traficantes levantaban en sus lugares de origen. Ciudades como Londres, Roterdam,
Bristol, Liverpul, Nantes o Burdeos desarrollaron una arquitectura esplendorosa con los
beneficios obtenidos de la trata.
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Muchas otras pequeñas ciudades marítimas británicas entraron también en el
negocio. Todos los puertos de Devon, tan heroicos en tiempos de la reina
Isabel I, como Barnstaple, Bideford, y Plymouth enviaron uno o dos barcos
de esclavos en los años siguientes, lo mismo que Lyme Regis y Poole,
Dartmouth y Falmouth, Exeter y su vecino Topsham, Portsmouth y
Weymouth, por no hablar de Berwick y Whitehaven, ni de Lancaster y Deal.
(Thomas 1997: 203)
No era de menor entidad la casa de Pero López Martínez, que subsiste hoy en
Sevilla, o la de la familia Vernon en Newport, o la de Philip Livingston en Nueva York,
como nos recuerda Hug Thomas.
Hemos señalado dos puntos de inflexión: La separación de Portugal y la Guerra
de Sucesión tras la muerte de Carlos II. En ambos casos, el tráfico atlántico se
incrementó, y en ambos casos era Inglaterra la abanderada del tráfico, y sus colonias, las
principales destinatarias de su mercancía, destinando una pequeña parte para
reexportarla a la España americana.
Durante ese periodo, en 1651, cincuenta y seis años después del asiento de
Gómez Reynel, la Corona española pasaba a conceder nuevos asientos, cuyos
principales destinatarios serían Juan Rodrigo Calderón, Juan de Salcedo y Jacinto
Núñez de Loarca, que al fin no serían sino un refuerzo al tráfico llevado a cabo por
holandeses e ingleses.
Pero esta actividad, además de lo impropio que por tradición era para España, se
vio mermada, a pesar de la formalización del asiento de 1651 por la situación de guerra
existente con Francia; una guerra que con unas y otras características se desarrolló entre
1635 y 1659.
En 1662, Domingo Grillo y Ambrosio Lomelfn. Tuvieron derecho de asiento por
siete años, periodo en el que llegó a transportar hasta 24.000 esclavos, y en 1664 los
traficantes Antonio García y Sebastián Siliceo, obtuvieron el derecho de asiento por
cinco años, en cuyo periodo debían transportar en conjunto 40.000 esclavos, pero
finalmente no se llevó a efecto, y en 1682 el asiento se convino por cinco años con los
gaditanos Juan Barroso del Pozo y Nicolás Pordo, que también quebraron, siendo
transferido el asiento a Baltasar Coymans en 1685.
En 1692 el asiento estaría a cargo del venezolano Bernardo Francisco Martin de
Guzmán, y en 1695, la Compañía de Cachu, francesa accedía al asiento para pasar 4.000
esclavos anuales.
Cuatro años después, la Compañía Portuguesa de Guinea sería la beneficiaria
hasta 1702, pero con la llegada de Felipe V, en 1701 el asiento fue adjudicado por diez
años a Francia, quienes tampoco concluyeron la concesión dada a la Compañía Francesa
de Guinea al haber sido concedido el asiento, como consecuencia de la Paz de Utrecht, a
Inglaterra, el 16 de marzo de 1713, que lo materializó con la Compañía Inglesa del Mar
del Sur.
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En conjunto, la actividad de los esclavistas españoles no pasaba de ser un
pequeño porcentaje en el total del tráfico.
En estas fechas, el control de la saca de esclavos en el Golfo de Guinea estaba en
manos de Holanda, que en 1662 abandonó sus aspiraciones en la costa brasileña para
dedicarse más a África.
Pero el campeón de los traficantes era sin lugar a dudas Inglaterra, que si para
1700 era la primera potencia, no sólo esclavista sino también traficante. Debe tenerse en
cuenta que al acabar el siglo XVI, mientras en Brasil había aproximadamente medio
millón de negros, en el Caribe no hispánico se concentraba un número similar, siendo
que no se puede comparar la extensión de cada uno de los territorios. El total de negros
residentes en la España americana, cuyas dimensiones tampoco pueden ser comparadas,
estaba en torno a los 400.000, siendo que un muy alto porcentaje de los mismos, aun
habiendo llegado con la condición de esclavos, estaban manumitidos.
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Pero la labor no terminaba ahí. Así, en 1715, Inglaterra instala en La Habana la
primera factoría dedicada a la entrada y venta de esclavos en la isla. Su titular: Ricardo
O'Farril, y en la década de 1720 a 1730, son transportados grandes cargamentos de
negros a Minas Gerais, en Brasil, donde los intereses británicos eran prioritarios. No en
vano Portugal había caído en la órbita británica en 1640, setenta y tres años antes del
Tratado de Utrecht.
Cierto que Inglaterra no estaba sola en la labor. Señala Hugh Thomas que en el
último decenio del XVIII, un quince por ciento de su flota estaba destinada al comercio
con Guinea, y casi todos esos buques transportaban esclavos, pero también permitía que
franceses y holandeses participasen activamente sacando esclavos de Nigeria y de
Senegambia, y Portugal, bajo la órbita de Inglaterra, creó la Compañía de Corisco, que
operaba en el Golfo de Guinea. En total llegaron a crearse en la costa africana cuarenta
y tres instalaciones o factorías de recepción de esclavos.
Francia tenía su centro de trata en Nantes, desde donde envió unos ochocientos
navíos negreros entre 1725 y 1789, siendo que del puerto de Nantes, y a lo largo de todo
el siglo XVIII, según señala Hugh Thomas, partieron más de mil cuatrocientas
expediciones de la trata, en franca competencia con Liverpul.
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África; una minucia comparada con Europa pero que parecía un buen
principio para el comercio independiente. (Thomas 1997: 283)
Los Españoles, y los Extrangeros, que por tiempo de dos años llevaren
Negros á las expresadas Islas, y Provincia de Caracas para traficar con ellos,
los podrán vender libremente á los precios que concierten con los
compradores, sin que por parte del Ministerio Real, ni Municipal se les ponga
tasa alguna: ni en este asunto tendrá más intervención, que la de estar á la
mira para evitar el contrabando, y zelar que los Negros sean de buenas
castas y calidades. (Real cédula 1789)
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África en la goleta Dolores y trajo ciento veintidós esclavos, en un viaje de
cincuenta y ocho días, con una ganancia del setenta y cinco por ciento. Este
comercio directo era todavía técnicamente ilegal, y varios de los capitanes,
tripulaciones y financieros no eran españoles, pero en 1804 el gobierno
español cambió de parecer. Permitió, por un plazo de doce años, que
cualquier súbdito español importara esclavos de África libres de toda clase
de impuestos. (Thomas 1997: 538)
Se calcula que entre 1790 y 1810 fueron introducidos en Cuba más de 150.000
esclavos, siendo reflejo de la actividad esclavista de los Estados Unidos que, conforme
señala Hugh Thomas, en esas fechas llegó a introducir en sus territorios la mitad del
total de la trata desde el siglo XVII hasta su definitiva supresión en 1864, cuando el
Senado de los Estados Unidos adoptó la Decimotercera Enmienda, que declaraba el fin
de la esclavitud.
Es necesario señalar que semejante aporte se produjo siendo que en 1804 los
Estados Unidos de América habían prohibido sobre el papel la importación de esclavos,
lo cual no impidió que se cumpliese lo que queda señalado, y que el tráfico ilegal que se
producía en Cuba y Puerto Rico, se llevase a término con la decidida participación
naviera y financiera usense de los estados abolicionistas.
El tráfico alcanzó tal nivel que en los Estados Unidos, que a principios del siglo
XIX era negra la mitad de la población de Maryland, Virginia y Carolinas, y en 1768 en
Jamaica sólo uno de cada diez habitantes era blanco. Un tráfico que también tenía
reflejo en Cuba.
En los nueve meses de 1807 de los cuales sobreviven registros, treinta y cinco
buques norteamericanos entraron en el puerto de La Habana, de un total de
treinta y siete que fondearon allí (los otros dos eran, oficialmente, daneses).
(Thomas 1997: 566)
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En 1806 la flota negrera úsense era casi tan numerosa como la británica, siendo
que sus buques no estaban regulados por algo parecido a la ley Dolben vigente en
Inglaterra desde 1788, y que limitaba el número de esclavos por barco.
Los intereses usenses en el tráfico permanecieron incólumes a pesar de la
abolición; actuación que quedó reflejada al más alto nivel.
Esos datos se refieren a dos momentos concretos, pero en cuanto al número total
de esclavos negros que fueron trasladados a América no hay cifras fiables que podamos
dar por definitivas. Siendo que hasta el año 1600 el tráfico realizado representa el 2%
del total de la trata llevada a cabo entre finales del siglo XV y mediados del XVIII,
Kennet Morgan señala unas cifras aproximativas globales que podemos tomar como
referencia sin darles el valor de definitivas.
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España lo hacía en 1817 en esos mismos términos, siendo que en 1820 lo ampliaría al
sur. Francia había hecho lo propio en 1819.
En ese orden, también Suecia había prohibido la trata en 1814. Todo de acuerdo
con la declaración que al respecto emitió ese mismo año el Congreso de Viena, que
abría las puertas a los nuevos métodos de esclavitud, que sería desarrollada conforme a
las nuevas necesidades del capitalismo en desarrollo.
Pero al tiempo que eso sucedía, y desde 1820, se produjo un incremento del
tráfico que aportó más de 30.000 esclavos a Brasil y unos 14.000 a Cuba y Puerto Rico,
de forma que entre 1780 y 1822 se dobló el número de esclavos radicados en América,
siendo que a Cuba llegaron del orden de 800.000 esclavos.
En el cuadro anterior destaca sensiblemente, además del enorme incremento de
la esclavitud en los Estados Unidos y el segundo puesto detentado por Brasil, el
incremento de la población esclava en Cuba, asunto que tratamos en otro lugar.
Pero la relación de este tráfico no debe cegar otro tráfico que se venía
desarrollando hacia oriente, donde ni la legislación generada al respecto ni la actividad
de la Sociedad Antiesclavista, creada en Inglaterra el año 1821 presidida por William
Wilberforce, parlamentario británico que defendió la ley de abolición de la esclavitud,
mostraba ningún interés sobre unas prácticas que bajo el imperio británico se
desarrollaba con normalidad.
Es el caso que, acabada la trata de esclavos en África, empezó la colonización
del continente.
Como venía sucediendo con anterioridad, los traficantes árabes enviaban
también en el siglo XV y sucesivos, esclavos de África central a los mercados de
Arabia, Irán y la India.
Pero fue a partir de 1830, cuando Inglaterra ya había abandonado el tráfico,
cuando los árabes volvieron a convertirse en los principales traficantes.
Esta actividad perduraría hasta bien avanzado el siglo XIX, cuando en 1873 el
sultán de Zanzíbar, presionado por Inglaterra, abolió la trata.
Extinguida ésta, los últimos lugares donde se suprimió la esclavitud tradicional
serían Cuba, donde fue abolida en 1886, y Brasil, que la suprimió en 1888.
Ya había entrado en funcionamiento, a pleno rendimiento, el nuevo sistema
esclavista que hoy conocemos en todas las vertientes.
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BIBLIOGRAFÍA :
Klein Herb S., y Ben Vinson III. Una historia total de la esclavitud: La Esclavitud en
América Latina y el Caribe. En Internet
https://www.redalyc.org/pdf/855/85530426010.pdf Visita 10-7-2019
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Tuttolomondo, Trinidad (2002) Pasado y presente de la esclavitud africana. En
Internet http://www.afrol.com/es/Categorias/Cultura/esp_esclavitud.htm Visita 1-4-
2017
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