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la factoría colombina:
El principal motivo por el que Europa estaba interesada en las nuevas tierras era
puramente económico. Por ese motivo, Colón se abocó a conseguir oro desde su
llegada. Las primeras islas a las que arribaron los exploradores fueron La Española
(actual República Dominicana y Haití), Cuba y Jamaica.
Los pobladores eran gentes amistosas y les dieron la bienvenida a los exploradores.
A pesar de ello, no toleraban el abuso ni el maltrato de los recién llegados,
respondiendo violentamente a estos para defender sus tierras y sus vidas.
En un principio los españoles ofrecían a los taínos artefactos y objetos europeos y los
intercambiaban por oro.
Esto duró mientras los indígenas estuvieron dispuestos a realizar el trueque y les
divertía obtener objetos que para ellos eran exóticos y desconocidos. Además, el oro
no tenía para los aborígenes ningún valor especial.
Enseguida comenzaron a llevar a los aborígenes a Europa engañados y se lucraban
con su venta como esclavos en Europa.
Todo esto ocurrió durante el primer año después de la llegada a las nuevas tierras,
entre los años 1493 y 1494.
Sojuzgamiento de taínos
Tuvieron que obligar a la población originaria a rendir tributo. Las existencias de oro
eran pequeñas y no les resultaban suficientes a los invasores.
Por eso, para lograr que los indígenas pagaran tributo con el metal tuvieron que
organizar una estructura militar que contribuyera al objetivo.
Obligaban a todo indio mayor de 14 años a otorgar un cascabel lleno de oro o una
arroba de algodón.
Las encomiendas:
Las encomiendas evolucionaron desde su forma original ibérica hacia una forma de
esclavitud "comunal". En la encomienda, la Corona española concedía a una persona
un número determinado de indígenas de una comunidad específica, pero no dictaba
qué individuos de la comunidad debían proporcionar su mano de obra. Los líderes
indígenas eran los encargados de movilizar el tributo y la mano de obra asignada. A
su vez, los encomenderos debían asegurarse de que los nativos de la encomienda
recibieran instrucción en la fe cristiana y en la lengua española, protegerlos de las
tribus beligerantes o de los piratas; además debían reprimir la rebelión contra los
españoles y mantener las infraestructuras. A cambio, los nativos proporcionaban
tributos en forma de metales, maíz, trigo, carne de cerdo u otros productos agrícolas.
Desde 1515 la economía del oro estaba en crisis y se planteaba la necesidad de que se
fomentara el cultivo de diversos frutos, así como que se trajesen campesinos de
España. Se asume que el desarrollo de la agricultura en esa época debió de ser lenta
por varias causas:
En 1519 hubo una terrible epidemia de viruelas, lo cual produjo que la población
aborigen de la isla se redujera a menos de cuatro (4) mil nativos, por lo que no existía
mano de obra agrícola en el número requerido.
Las pesadas labores de los ingenios requerían de una fuerza muscular que tuviera un
mayor rendimiento que la de los indígenas, aparte de que el número de estos
últimos había menguado en extremo. De ahí que desde 1518, por autorización
expresa del Rey Carlos I, comenzaran a otorgarse licencias o "asientos" para traer a
América (y a La Española) negros bozales, los cuales, a diferencia de los ladinos,
eran empleados en labores intensivas de producción. Africanos ladinos, es decir,
occidentalizados en Europa e integrantes del séquito de servidores de nobles
españoles, habían pisado tierra americana poco antes de 1501.
El oro:
En la semana en que se celebra o denota la gesta de Colón vamos en busca de lo que vino después
del 'tierra a la vista': la locura de los españoles por encontrar El Dorado.
Se preparan dos series sobre Cortés y acaba de estrenarse una sobre otros conquistadores. ¿Qué
pasó en realidad tras el 12 de octubre de 1492?
«Salían en multitudes (los nativos) hacia el barco y muchos de ellos llevaban piezas de oro en sus
pechos y algunos llevaban brazaletes de perlas alrededor de sus brazos. Yo me regocijé
profundamente cuando vi estas cosas y no escatimé esfuerzos para descubrir de dónde las
conseguían...» Así narró Colón su costeo de la Isla de Trinidad durante su tercer viaje a América,
encendiendo una mecha de codicia que no podría apagarse. Cuando la euforia tras la toma de
Granada animó a los Reyes Católicos a aceptar la nueva ruta a las Indias que les ofrecía el navegante
genovés, el ánimo de lucro (aliñado luego con el afán de gloria y el propósito evangelizador),
funcionó como el mejor de los acicates. Persiguiendo móviles económicos, mercantiles y políticos,
Colón creía dirigirse a las ricas tierras de Cipango y Cathay, pero sin llegar a saberlo se topó con
América y su oro. Los conquistadores posteriores contemplaron cómo los jefes indígenas de Centro y
Sudamérica se adornaban con objetos de este metal precioso y se propusieron encontrar de dónde
salía.