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1. Concepto de omisión
2. El tipo del delito de omisión: el tipo de mera omisión (omisión pura
o impropia), de omisión y resultado y de comisión por omisión
(omisión impropia)
2.1. El tipo penal de mera omisión (u omisión pura)
2.1.1. Adecuación de la situación real a la
descripción típica
2.1.2. Omisión de la acción debida
2.1.3. Capacidad de realizar la acción debida
2.2. El tipo penal de omisión y resultado
2.3. El tipo penal de comisión por omisión
2.3.1. Presencia de todos los elementos del tipo
objetivo del delito definido como de comisión
activa
2.3.1.1. La posición de garante
A) Deber de protección de un bien
jurídico
B) Deber de vigilancia de una
fuente de peligro
2.3.2. No realización de la acción debida y
producción del resultado. Presupuesto:
capacidad de realizarla.
2.3.2.1. Que la omisión sea un factor que
explique el resultado.
2.3.2.2. Restantes presupuestos de la
imputación objetiva en la comisión
por omisión
A) No evitación de un riesgo
típicamente relevante
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Grado en criminología
TEORÍA DEL DELITO
Lección 5: El delito de omisión
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B) Realización del riesgo en el
resultado: imputación objetiva
del resultado a la omisión
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Lección 5: El delito de omisión
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1. Concepto de omisión
Según el art. 10 del CP no sólo las acciones dolosas o imprudentes, sino también las omisiones que
estén penadas por la Ley, constituyen delitos.
Por lo tanto, el tipo legal puede presentar dos modalidades: el tipo de acción (que ya hemos
visto) y el tipo de omisión. Así como los tipos de acción se realizan cuando se efectúa la conducta
que describen (vulnerando la norma prohibitiva), los tipos de omisión suponen, por el contrario, que
no se realiza la conducta que se está obligado a efectuar (vulnerando la norma de mandato). Estamos
pues, ante una categoría que hace referencia al tipo objetivo, a los comportamientos descritos en él.
El delito de omisión puede ser a su vez ser doloso o imprudente con relación al tipo subjetivo.
La construcción dogmática del delito de omisión ha sido posterior a la construcción de los
delitos de acción. Es sólo a partir de los años veinte del siglo pasado cuando se comienza a estudiar
la estructura dogmática de la omisión. La evolución de la sociedad favorece la evolución de formas
diversas de criminalidad. Ya no estamos únicamente ante supuestos de criminalidad violenta, sino
que comienzan a extenderse formas de criminalidad diversa, que suponen la realización de
comportamientos relevantes, negativos socialmente, a través de la omisión de conductas cuya
realización se esperaba. El aumento de actividades peligrosas en las sociedades modernas supone el
plantearse que, en ocasiones, para salvaguardar y proteger determinados bienes jurídicos relevantes,
es necesario establecer obligaciones de actuar, y es justo la vulneración de estas obligaciones la que
está en la base del delito de omisión.
El problema fundamental que ha planteado el análisis de la estructura dogmática del delito de
omisión es que, inicialmente, se intentaron trasladar y adecuar a este delito las categorías jurídicas
elaboradas para el delito de acción (el concepto de acción, de causalidad, de dolo, etc.) pero estas
categorías surgieron y se elaboraron pensando en el delito de acción y de resultado. Al trasladar este
esquema al delito de omisión surgieron muchos problemas ya que, para empezar, no existe una
acción, no hay una actuación exterior a la que podamos vincular la producción de un resultado, por
lo tanto, ya desde el inicio es preciso tener en cuenta que estamos ante estructuras radicalmente
diversas.
Estas estructuras distintas se basan en formas distintas de comportamiento humano, el hacer
y el no hacer (no hay una tercera opción) que constituyen la base empírica u ontológica sobre la que
se realiza la valoración jurídica de la acción y la omisión como antinormativas.
Partir del hecho de que estamos ante estructuras diferentes no significa desconocer que el
papel de la acción es muy importante en estos delitos, ya que constituye el punto de referencia de la
omisión. La omisión se califica de tal siempre con relación a una acción debida que no se realizó, ya
que la omisión como tal no existe, si no es con relación a una acción, esto es, la omisión constituye
un no hacer lo que se debe hacer. Por este motivo en los delitos de omisión la norma de mandato
que se deduce del tipo legal es siempre de realizar una acción. Por ejemplo, el delito de omisión del
deber de socorro incriminado en art. 195 del CP dice lo siguiente:
El mandato que se expresa en este tipo penal es: “hay obligación de socorrer”, “debe
socorrer si se encuentra en esa situación”.
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La omisión no implica siempre inactividad o mera pasividad o inmovilidad, sino que puede
suponer la realización de una determinada actividad siempre que ésta sea distinta de aquélla debida.
Por ello es preciso tener en cuenta que el concepto de omisión típica no consiste en no hacer nada
en absoluto, sino en no hacer aquello que se estaba obligado a realizar. En ocasiones resulta
complicado establecer si la conducta es activa u omisiva (muerte de un bombero en un incendio por
proporcionar -acción- un traje que no protegía frente al fuego o por no proporcionar -omisión- las
medidas de seguridad adecuadas en el trabajo). En estos casos hay que verificar si el resultado se ha
producido según el criterio de la causalidad por la realización de una conducta activa, o bien por no
actuar en contra de un curso causal originado de otro modo (omisión), Si las conductas activas y
omisivas están entrelazadas y es difícil la distinción, el TS acude al criterio del reproche y considera
prevalente la forma de realización típica que resulte más grave.
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La jurisprudencia del TS entiende que el tipo del delito de comisión por omisión se integra
por los tres elementos que comparte con la omisión pura -situación típica, ausencia de la acción
determinada que le era exigida y capacidad de realizarla- y otros tres que le son propios y que son
necesarios para la imputación objetiva del resultado -posición de garante, producción del resultado y
posibilidad de evitarlo-.
Evidentemente, con el concepto de delito del causalismo basado en una acción que producía
un resultado, era muy difícil explicar la incriminación de la omisión y, sobre todo, elaborar un
criterio que permitiese equiparar la causación de un resultado a través de un medio activo, a la
causación a través de una omisión. Todas las teorías sobre la relación de causalidad elaboradas hasta
el momento, no permitían su aplicación a la omisión. Se realizaron varios intentos para trasladar las
teorías causales a la fundamentación de la omisión.
Así, se formuló la teoría de la causalidad hipotética para la que se aplicó la teoría de la
equivalencia de las condiciones. Según ella, si se agrega mentalmente la acción mandada y el
resultado desaparece, entonces, la omisión es la causa del resultado. Por ejemplo: una mujer ve como
su marido sufre un ataque al corazón sin hacer nada por socorrerle. Si, en este caso, agregamos la
acción mandada (socorrer, suministrándole las píldoras que necesita) y el resultado desaparece (el
hombre no muere) entonces, la omisión de la mujer es causa del resultado producido (la muerte).
A esta teoría pronto se le reprochó que construyera el delito desde una hipótesis, es decir,
partiendo de una relación causal con base en una acción inexistente, porque se argumentó que nunca
podríamos comprobar qué hubiese sucedido en el caso de que realmente se hubiese realizado la
acción mandada (en el ejemplo anterior, qué hubiese sucedido de verdad si la mujer le hubiese
proporcionado a su marido las medicinas que en ese momento necesitaba).
Hoy en día se considera que la causalidad no es, por supuesto, la cuestión decisiva en la
omisión y se utiliza también en los delitos de comisión por omisión la teoría de la imputación
objetiva.
La figura de la comisión por omisión no fue regulada en nuestro derecho hasta la entrada en
vigor del CP de 1995. Hasta entonces, era una construcción doctrinal que en ocasiones había sido
aceptada por la jurisprudencia pero nunca con carácter general. Así, los Tribunales habían ido
admitiendo la comisión por omisión dolosa con dificultades, y únicamente en casos extremos, como,
por ejemplo, no alimentar a un bebé recién nacido causando así su muerte. Posteriormente y poco a
poco se fue generalizando la posibilidad de su incriminación sobre todo para los delitos imprudentes
porque con respecto a ellos existía una clausula general de incriminación (numerus apertus) y, además,
porque la imprudencia está vinculada directamente a la causación de un resultado.
Las reticencias en la aplicación de esta figura se debían al hecho de que su punición se
consideraba contraria al principio de legalidad. Aunque la Constitución en el art. 25.1 y el propio CP
se referían a la omisión, lo hacían de forma general, sin definir sus elementos. Esto implicaba que,
como la omisión tenía que referirse al correspondiente tipo penal que estaba pensado para la
comisión activa, había que analizar tipo por tipo para determinar en qué casos era posible su
realización omisiva. Al hacerlo, la doctrina se dio cuenta de que no podía atenerse estrictamente al
tenor literal de la redacción típica. Por ejemplo, el delito de lesiones (tal y como estaba tipificado en
ese momento) exigía golpear o agredir a otro, pero era evidente que esas conductas no podían
cometerse literalmente por omisión. Por otro lado, se podía lesionar a una persona sin cumplir los
requisitos típicos de la conducta activa, por ejemplo, no golpeándola físicamente, pero sí no
observando las medidas de seguridad precisas en su lugar de trabajo (no entregando los trajes
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protectores a quien maneja sustancias tóxicas). Así, se fueron detectando tipos penales incompatibles
con la omisión, como los delitos contra la libertad sexual o aquellos que exigían el uso de violencia
física como medio de comisión.
Frente a esta polémica, el CP de 1995 introduce en el art. 11 una cobertura legal a la
construcción de la comisión por omisión. Este precepto dice lo siguiente:
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tener en cuenta que la comisión por omisión supone aplicar la misma pena que la que está prevista
para el delito de comisión activa.
2.3.1. Presencia de todos los elementos del tipo objetivo del delito
definido como de comisión activa. Es preciso que se cumplan todos los requisitos del tipo
objetivo del delito de que se trate, incluyendo la producción del resultado y, además de ello, es
necesario (y es uno de los elementos que diferencian este delito del de mera omisión u omisión pura)
que el autor esté en posición de garante o, como dice el art.11 CP, infrinja un especial deber
jurídico de actuar. Es decir, aunque vamos a aplicar el tipo de delito definido para su comisión
activa y éste, obviamente, no exige ningún requisito adicional en el autor, la propia estructura del
delito de comisión por omisión (y el art.11 CP) requiere que el autor de este delito reúna una serie de
condiciones que configuran la denominada posición de garante que pasa, en consecuencia, a
configurar un elemento del tipo objetivo de esta modalidad delictiva.
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Las teorías materiales sobre la posición de garante tratan de determinar el fundamento
material que permita imputar el resultado a la omisión. Conforme a ellas, la relación formal no
explica por sí sola la presencia de la posición de garante y, por otro lado, su ausencia tampoco
impide apreciarla. Es decir, la posición de garante surge de la existencia de una situación en la que la
indemnidad de los bienes jurídicos de una persona queda en manos de otra que tiene la obligación
de evitar su afección.
Conforme a ello, se han formulado las siguientes fuentes de la posición de garante:
A) Deber de protección de un bien jurídico. En este primer gran
bloque de casos que vamos a enumerar, se puede hacer responder (siempre que, evidentemente,
estén presentes el resto de requisitos) al omitente del resultado en aquellos casos en los que, por la
existencia de determinadas situaciones o relaciones, la seguridad e indemnidad de determinados
bienes jurídicos depende de su actuar. Podemos enumerar las siguientes:
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personal de los colegios, o los monitores de campamentos de verano. Normalmente en estos casos
se menciona la existencia de una relación contractual (socorrista, profesor de esquí, etc.) aunque
hemos visto que no es suficiente porque es preciso verificar que en el caso concreto teniendo en
cuenta las circunstancias en que caracterizaron la situación típica, la víctima se encontró en una
situación de dependencia personal absoluta respecto a quien omitió.
El deber de garante surge también del ejercicio de la profesión de médico y el resto de
personal sanitario cuando asumen personalmente y de manera efectiva y concreta el tratamiento de
un paciente surgiendo así una función de protección de su vida y salud.
También se incluyen aquí los supuestos denominados de estrecha comunidad de riesgo (o
peligro) en referencia a los casos en que varias personas emprenden juntas y voluntariamente
actividades de carácter peligroso (p.ej., una expedición de montaña) siempre que los participantes
hayan asumido el riesgo voluntariamente y confiando en la ayuda recíproca y renunciando o
eliminando otras formas de protección. Por ello, la posición de garante no surgiría entre quienes
involuntariamente se ven envueltos en una situación de peligro generada por ejemplo por una
inundación o un incendio.
En todos estos casos la función de protección de bienes jurídicos no se extiende a todos los
riesgos que puedan afectar a esos bienes (como sí sucede en la patria potestad o tutela) sino solo a
aquéllos para los que asume voluntariamente dicha función (los derivados del baño en la piscina en
el caso del socorrista o los derivados de la enfermedad en caso del profesional sanitario).
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art.195.3 del CP que prevé una agravación de pena del delito de omisión de socorro cuando el
peligro deriva de un "accidente" ocasionado fortuita o imprudentemente por quien luego omitió el
auxilio debido. Como no menciona la actuación dolosa, una parte de la doctrina entiende que la
responsabilidad en comisión por omisión por el actuar precedente peligroso solo abarcaría estos
supuestos, sin embargo, es una opinión muy debatida. Por otro lado, el art. 195.3 CP asigna la
misma sanción a supuestos que se consideran diferentes. Así, no sería lo mismo que el actuar
precedente (ya sea activo u omisivo) haya creado el riesgo de forma dolosa, imprudente o fortuita
(que el riesgo se haya creado por verter sustancias tóxicas en la calzada, por conducir a mayor
velocidad de la permitida, o por no ver a un niño que se cruza inadvertidamente en la calzada detrás
de un balón), aunque después la omisión sea igual en todos los supuestos (abandonar el lugar de los
hechos).
Un sector de la doctrina engloba aquí también los supuestos denominados de
responsabilidad por el producto cuando se genera un deber de garante del fabricante de un
medicamento, un alimento o un vehículo que se revela peligroso para los consumidores o usuarios lo
que genera el deber, al menos, de advertir de tal riesgo aunque se haya tenido conocimiento del
mismo tras la venta.
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ellos como si los hubiesen causado (en caso contrario responderían por un delito de omisión del
deber de impedir determinados delitos del art. 450 del CP).
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organizado por su colegio y en el que fallece por un desprendimiento que le sepulta). Para valorar si
concurre o no este requisito hay que tener en cuenta el principio de confianza y el trabajo en equipo
que ya se analizaron en el tema anterior, así como la delegación de funciones por parte del sujeto al
que originariamente le corresponde una especial responsabilidad por el riesgo que afecta al bien
jurídico.
Además, es necesario que el comportamiento omisivo entre dentro del alcance el tipo,
criterio que es muy importante para distinguir entre autoría y participación. Quien por omitir las
medidas de seguridad y siendo garante de una fuente de peligro permite que el arma o el veneno que
custodia llegue a manos de terceros que lo utilizan con plena responsabilidad para quitarse la vida no
responde como autor de de un homicidio en comisión por omisión por encontrarse estas conductas
fuera del alcance del tipo, aunque pueda responder, en su caso, por su participación en un hecho
ajeno (conocido de un farmacéutico que le pide un fuerte tóxico para ayudar a morir a su perro
enfermo y lo utiliza para suicidarse). En cambio, cuando la obligación de actuar surge de un especial
deber de protección del bien jurídico el resultado puede ser imputado al omitente incluso aunque el
tercero realice un comportamiento doloso (madre que no impide que su compañero sentimental
agreda físicamente a su hija menor) siempre que la omisión sea equivalente a la correspondiente
comisión activa (si no lo fuera, podría imputarse una participación omisiva en el delito cometido por
éste).
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