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“UN MUNDO DONDE QUEPAN MUCHOS MUNDOS”

El enigma latinoamericano

Tomo esta frase del Subcomandante Marcos (EZLN, 1994), para impulsar este texto

hacia un cuestionamiento que me llama la atención y que me interesa abordar desde el punto

de vista de las problemáticas actuales de los estudios culturales, siguiendo por supuesto, los

postulados, referencias e intertextos de algunas lecturas escogidas. Así pues, este

planteamiento del ideal zapatista, en configuración con algunas otras sentencias que han

permanecido en el sueño latinoamericano de “revolución” -como: para todos todo o no

necesitamos permiso para ser libres, pareciera ser suficientemente fuerte en la lucha

interminable contra la dominación de Europa o Estados Unidos. Querer “un mundo donde

quepan muchos mundos” se manifestaría como el gran ideal latinoamericano; sin duda,

históricamente no concebimos en los ideales europeos o norteamericanos la aplicabilidad de

esta frase. Por el contrario, pareciera aceptarse la idea de que Europa o Estados Unidos son

EL mundo que contiene a todos los demás.

Tenemos claro que, en general, el “Primer Mundo” encuentra en nuestro continente

un gran universo esencial y fascinantemente mítico, interesantemente arcaico y hasta

mágicamente secreto. Hago énfasis en la adjetivación pues, muchos de los discursos que a lo

largo de los años han descrito nuestra biodiversidad, nuestra multiculturalidad, parecen

encontrar en esta exagerada y hasta sardónica descripción la mejor forma de acceder al

misterio latinoamericano, sin rehusarse a perder su supremacía lingüística. En fin, este tercer

mundo llama la atención por el infinito colorido de sus manifestaciones culturales, por sus

tradiciones, por la multiplicidad de realidades, de fronteras simbólicas y de visiones de


mundo que implican una fuente llamativa de fenómenos y objetos de estudio que

lastimosamente aún no han podido desligarse de la visión hegemónica y académica que

Europa y Estados Unidos ha impuesto desde la época colonial a través de los textos externos

que estudiamos, y que irónicamente parecen saber más de nosotros que nosotros mismos.

Esta visión soberbia del conocimiento y de sus formas de acceso a nuestras fuentes,

tiene a América Latina, como ese enjambre cultural y virgen que requiere ser explorado y

explotado. Sin embargo -y ahí lidera la cuestión que hay que desarticular- nuestro continente

no representaría una fuente de conocimiento, simplemente de cultura: Third world, or Third

World-like countries seem to produce culture, not knowledge (Mignolo and Shiwy en el texto

“Transculturation and the Colonial Difference: Double Translation”, Pág. 20). Así que se

vuelve inevitable adentrarse -desde la autoridad del conocimiento primermundista- con el

asombro que promulga dicha intelectualidad. Infortunadamente, aún no nos atrevemos a

escapar de la contractura hegemónica para volver al asombro primigenio que solo a nosotros

nos permitirá ser realmente conscientes de nuestra historia, de nuestro arraigo y sobre todo,

de definir esas sabidurías ancestrales en los campos de estudio, incluyendo nuestras

reflexiones en la multiplicidad de lenguajes que nos pertenecen y que nos complementan.

Para romper con dichas visiones apegadas a las necesidades impuestas de la

academia, es necesario tener en cuenta –como resalta la reflexión de Silvia Rivera en su texto

“Ch’ixinakax utxiwa” (Pág. 55) que El mundo indígena no concibe a la historia linealmente,

y el pasado-futuro están contenidos en el presente: la regresión o la progresión, la repetición

o la superación del pasado están en juego en cada coyuntura y dependen de nuestros actos

más que de nuestras palabras. Por lo tanto, debemos sumar a nuestra tarea como

pertenecientes a nuestro continente, como mestizos, como ch´ixi (entendido a grandes rasgos
como el concepto que “fusiona” lo indígena y lo occidental), como componentes primarios

y esenciales, el hecho de rescatar esa “intraducible” idea de Pachakuti que significa la

transformación del todo, un cambio general del orden, una inversión, donde lo que está “arriba”

pasa a “abajo” e inversamente igual. Es decir, dejar de pensar la cultura de nuestro continente

como un conjunto de lenguas, dialectos o cosmovisiones que HAY que traducir; más bien,

desplegar nuestras reflexiones justamente en esos espirales de producción de sentido, de

conciencia creativa y sobre todo de memoria inserta en cada proceso histórico de nuestro

continente, teniendo en cuenta los preceptos de que el presente contiene al pasado y viceversa

en una incesante interacción con todo lo que nos rodea. Es urgente entonces el cambio, el

giro, la inversión del orden establecido para entender justamente la interacción incesante de

todos con todos, de todo con todos, de todos con todo.

Volviendo a la frase zapatista, al adentramos en la lectura más profunda y apropiarnos

de aquellos ideales revolucionarios, nos damos cuenta que es necesario un estudio adecuado,

consciente, respetuoso y comprometido, que debemos abarcar más de lo que los intelectuales

latinoamericanos (por hablar desde el plano local) desean impartir en sus comunidades

académicas y en algunos estudios pretensiosos que están reacios a alejarse de la hegemonía

epistemológica de Europa o Estados Unidos.

Considero que si bien, gracias a las intervenciones europeas y estadounidenses,

hemos venido creciendo en nuestro autoconocimiento, en una lucha poderosa por rescatar

con la justicia epistemológica lo que hace que nuestro continente sea lo que es, ya es

momento de tomar lo que la supremacía de los estudios externos nos ha mostrado, ya es

momento de hacernos cargo de nuestras propias y múltiples realidades, de reconocernos

como actuantes activos de nuestro propio conocimiento, de nuestras alteridades y


deconstrucciones. Ya es tiempo de constituirnos como ese mundo donde quepan otros

mundos sin pretensiones de superioridad o de intelectualidad que adopta poses

postmodernas (Rivera, Pág. 57). La ciencia quiso la muerte del mito y la razón la

desaparición de lo irracional. El mito se convirtió en un obstáculo para lograr la verdadera

comprensión del mundo. Las interacciones que conviven y perviven en nuestro entorno deben

ahora lograr el compromiso, nuestro compromiso. Algunas propuestas implican retomar las

cosmogonías y lenguajes primigenios reconociendo su valor interminable, algunas otras

implican retomar los discursos y prácticas descolonizadoras desde nuestro centro de

identidad, nuestra visión como pueblos coetáneos, coexistentes y así mismo de gran valor,

no sólo simbólico -como suelen ser visto por parte de los gobiernos con su inclusión

condicionada-, sino con acertada y justa participación política, de construcción social, en las

prácticas y responsabilidades colectivas así como en el diálogo recíproco y constante.

Un mundo donde quepan muchos mundos, implica a mi modo de ver el gran enigma

latinoamericano que solo es posible desde nosotros mismos, dejando de lado la victimización

como minorías, como arcaicos, como codependientes de los estatutos de poder. Más bien

volviendo a las condiciones de posibilidad de interacción necesaria y recíproca con lo que

nos rodea, incluyendo el reconocimiento de nuestra responsabilidad colectiva y del

resurgimiento de la identidad latinoamericana. Somos responsables de nuestras propias

lecturas y de cuánto queramos desapegarnos social, cultural y académicamente de los grandes

poderes que nos han reprimido y ultrajado a lo largo de la historia.

Estamos viviendo un momento trascendental, es tiempo de movimientos

intelectuales, culturales, sociales y políticos en los cuales la incursión de nuevos gobiernos


permite la recuperación y visibilización del origen, los puntos de partida de nuestras

multiplicidades, la riqueza innata de los pueblos latinoamericanos y la lucha que tiene y ha

tenido como estandarte todos esos sueños de “revolución y libertad” ante la sed de

dominación de algunas naciones “primermundistas”. Las nuevas políticas culturales han

permitido la participación activa de sectores poblacionales que en gobiernos anteriores

anulaban a sus habitantes, pues no eran considerados como sujetos de derecho y los

“arrastraban” en intereses particulares. Es ahora cuando se promueve con más fuerza la idea

de “cambio cultural”, de espacios que se abren para construir otro relato latinoamericano,

que no está supeditado a la visión euro centrista o conquistadora que hemos recibido desde

las cátedras históricas. Nuestra humanidad latinoamericana está resignificando los legados y

el reconocimiento de nuestros orígenes, la sabiduría ancestral y su valiosa presencia en

pueblos y ciudades. Es necesario entonces, seguir cuestionando nuestra misión como agentes

culturales, como gestores y representantes de quienes no tienen voz, reconocer la

individualidad dentro de la multiplicidad, darle un giro al discurso para desenterrar nuestro

valor como verdaderos agentes de cambio, siendo todos y cada uno.

Termino con otra frase del Subcomandante Marcos que resumiría acertadamente el

ideal de todo este enigma que atraviesa mi reflexión: Yo soy como soy y tú eres como eres,

construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin

dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú. (1994,

Chiapas).

Ángela Acero Rodríguez


Bibliografía alternativa consultada:

Carlos Altamirano (dir.). Términos críticos de sociología de la cultura; Michael Payne (comp.),
Diccionario de teoría crítica y estudios culturales. Paidos, Buenos Aires, 2006.
Mignolo, Walter y Schiwi, Freya. “Transculturation and the Colonial Difference: Double
Translation.” En Maranhão, Tullio y Bernhard Streck. Translation and Ethnography: The
Anthropological Challenge of Intercultural Understanding. The University of Arizona Press,
2005.
Rivera Cusicanqui, Sylvia. “Ch’ixinakax utxiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos
descolonizadores”. Buenos Aires: Tinta Limón, 2010.
Rosaldo, Renato. Cultura y verdad. Ed. Abya Yala, Quito, Ecuador, 2000.
Zapata, Emiliano. Cuarta Declaración de la Selva Lacandona. Comité Clandestino Revolucionario
Indígena - Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. México,
enero de 1996.

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