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Mecanismos de defensa

Primarios

Negación: Supone el rechazo a aceptar que algo sucede, en relación con una fase
egocéntrica y primitiva de la evolución como persona. Ante un acontecimiento
desagradable, el sujeto hace como que no ha sucedido o que no existe (“Si yo no lo
acepto, no existe”). Es un mecanismo de defensa que resulta adaptativo ante
determinadas situaciones, aunque si se extiende en el tiempo representa una seria
psicopatología.

Retraimiento: Se produce un alejamiento de la realidad mediante sueños, fantasías…


para evitar el estímulo desagradable. Un ejemplo claro es el bebé estresado o
sobreestimulado que se protege quedándose dormido. No es una negación de la
realidad propiamente dicha, sino un distanciamiento de esta.

Proyección: Ante la incapacidad de reconocer determinados sentimientos como


propios, el sujeto los proyecta en los demás. De esta forma libera su malestar con una
distorsión de la realidad. Puede existir una proyección positiva (de virtudes) y otra
negativa (de defectos).

Control omnipotente: Basado en la creencia de que todo lo que se desea se puede


conseguir. La persona no es capaz de reconocer la existencia separada del resto con
una voluntad distinta de la suya. En sus manifestaciones más extremas, unas metas
poco realistas pueden ser la causa de trastornos como la depresión.

Disociación: El sujeto desconecta de la situación para conseguir sobrellevar la


experiencia traumática, creando incluso una representación de sí mismo. De esta forma
consigue aislarse de la realidad. Cuando no es pasajero y se mantiene en el tiempo
puede originar graves trastornos de personalidad.

Secuendarios

Represión: Consiste en el olvido voluntario de la experiencia traumática o de los


sentimientos o deseos asociados que resultaron perturbadores. Se excluye este hecho
o sus afectos de la consciencia y se entierra en el inconsciente.

Regresión: Es el proceso inconsciente que el sujeto pone en marcha para regresar a


etapas infantiles ya superadas de su desarrollo. De esta forma evita el conflicto que
suponen los cambios y el propio desarrollo. Si se prolonga en el tiempo este
mecanismo de defensa, puede resultar muy problemático. Un ejemplo típico es el niño
que vuelve a orinarse en la cama cuando nace un hermano.

Desplazamiento: Consiste en la redirección y focalización de las emociones en un


aspecto u objeto diferente del motivo real que origina nuestra preocupación, ya que
resultaría demasiado desagradable. Permite descargar los afectos con menos peligro.
Es uno de los principales mecanismos de defensa que aparecen en las fobias.
Sublimación: Se basa en la búsqueda inconsciente de vías alternativas para conseguir
la descarga de deseos o impulsos prohibidos o mal vistos socialmente. Es un escape
adaptativo para dichos impulsos. En lugar de luchar contra ellos se produce la descarga
a través de otro impulso socialmente aceptable. Ejemplos clásicos son la satisfacción a
través del arte como nuevo destino de las pulsiones sexuales o el cirujano que canaliza
en el quirófano sus impulsos sádicos.

Compensación o formación reactiva: Funciona transformando un impulso o emoción


en su opuesto: por ejemplo, el odio en amor. Frecuente en personas que temen sus
emociones agresivas.  
Mecanismos de defensa primarios.

Negación de la realidad.
Nos encontramos aquí, con un mecanismo tremendamente primitivo. En sus
primeras fases, el bebé vive un estado de absoluto egocentrismo. En esa fase la
realidad solamente existe en la medida en que es aceptada por el sujeto. Ante una
situación desagradable o traumática, el sujeto piensa: “Mientras que yo no acepte esa
realidad, esa realidad no existe”.
Es un mecanismo de defensa muy patológico, aunque en determinados momentos
puntuales puede funcionar como un buen mecanismo de defensa adaptativo, ante
un suceso de muy difícil aceptación.

Veamos un ejemplo: Una madre recibe la noticia de que su hijo ha muerto de forma
brusca en un accidente de tráfico. En un primer momento la madre hace una negación
absoluta del suceso, porque la sola idea de la aceptación provocaría un colapso de todo
su aparato psíquico. Posteriormente, empieza a aceptar la realidad y a enfrentarse a
tan terrible trauma.

Vemos aquí un uso adaptativo y temporal de la negación que puede ser válido.


Ahora bien, si la negación se perpetúa y el sujeto sigue sin aceptar la realidad, nos
encontramos ante una seria patología mental.

Replegamiento. 
También llamado retraimiento. Es muy propio de la edad más temprana del bebé. Lo
que ocurre aquí, es que se produce un alejamiento (un retraimiento) de la realidad.
El sujeto ante un estímulo desagradable busca la huida en sus sueños o en sus
fantasías. No hay una negación de la realidad, en sentido estricto. Más bien
deberíamos hablar de una ignorancia de la realidad. Un ejemplo muy típico, puede ser
el de un bebé, que se siente agobiado por el entorno y decide dormirse, ignorando a
todos los que le perturban el descanso. Si no se abusa de este mecanismo no llega a
ser especialmente nocivo.

Idealización.
Mediante este mecanismo, el sujeto asigna y enaltece de cualidades a una persona a
la que está unido, a la que siente próxima a él o de la que depende
emocionalmente. Dicho en otras palabras, convierte en Dios a la persona que quiere.
De esta forma, toda la omnipotencia y todas las virtudes, que se han depositado en esa
persona, servirán para solucionar todos los problemas del sujeto.
Vemos este mecanismo en las primeras fases del enamoramiento. La persona amada,
deja de tener defectos y es un cúmulo de virtudes a los ojos del enamorado.

Desidealización.
Nos encontramos en este caso, en el reverso de la moneda del mecanismo anterior.
Al no haberse cumplido las expectativas, que el sujeto, tenía en su ser idealizado, le
retira todas esas virtudes, lo despoja de cualquier valor y lo rebaja a una categoría
ínfima.
Nuevamente vemos como el amor nos muestra esta otra cara. Cuando surge la
frustración amorosa, el ser amado que estaba en los altares, es descendido al lodazal y
se convierte en un ser abominable.

Control omnipotente.
El control omnipotente es otro mecanismo de defensa bastante primitivo, que enraíza
con el pensamiento mágico. Está basado en la errónea creencia de que todo lo que se
desea se puede conseguir. Se produce, por lo tanto, una negación de la causalidad de
los sucesos y se vincula esta causalidad con el pensamiento y la voluntad
propia. “Puedo conseguir todo lo que quiera” sería el lema de este mecanismo.
En su modo de presentación más suave o benévolo puede ser un acicate o un
estímulo para aumentar el rendimiento del sujeto. La creencia de que puede conseguir
todo lo que quiere es errónea, pero le puede motivar (“Si estudio tres horas diarias
aprobaré esta asignatura”). Ahora bien, llevado a sus últimas consecuencias, puede
provocar que el sujeto se fije metas inalcanzables y caiga en una profunda
depresión al no conseguirlas (“Si hago ejercicio intenso seré inmortal”)

La escisión.
Mediante la escisión, el sujeto hace una clara y tajante separación entre lo bueno
y lo malo, entre las virtudes y los defectos. La escisión permite al sujeto evadirse de
situaciones o personas que le producen sentimientos ambivalentes. Para el sujeto que
usa la escisión, el mundo es blanco o negro. Para él no existe el color gris.
La escisión suele ir unida a la idealización y la desidealización, pues el sujeto puede
pasar a convertir a su amigo más leal, de la noche a la mañana, en la persona más
traicionera, al sufrir el más mínimo desengaño. Para el que escinde no existen las
personas con virtudes y defectos a la vez. O es bueno o es malo.

Con frecuencia, podemos ver mecanismos de escisión en los hinchas de un equipo de


fútbol. La distorsión de la realidad, que sufren les impide ver los defectos propios y las
virtudes ajenas.

La disociación.
Nos encontramos, en la disociación, con otro mecanismo primario, dónde el sujeto se
desconecta de una situación actual, y crea otra imagen de sí mismo. Esto le
permite sobrellevar situaciones muy dolorosas o traumáticas.
Quizás lo podamos entender mejor con un ejemplo. Una persona acaba de recibir la
noticia del fallecimiento de un familiar. Ante esa situación, se pone a jugar una partida
de ajedrez y se mete tan profundamente en el juego, que se aísla de la realidad hasta el
punto de que todo lo que le rodea y sea ajeno a la partida de ajedrez, le pasa
desapercibido.

Podríamos decir, que el ejemplo anterior, es un caso de escisión leve. Cuando la


escisión se agudiza y se mantiene en el tiempo puede dar lugar a graves
perturbaciones como el trastorno disociativo de la personalidad o las personalidades
múltiples.
La proyección.
La proyección es un mecanismo primario muy extendido y del que en mayor o menor
grado hacemos uso todas las personas. Consiste en volcar en los demás nuestras
virtudes y nuestros defectos, al no ser capaces de reconocerlos como sentimientos
propios.
La proyección puede ser positiva, como cuando proyectamos en el ser amado
virtudes, que realmente son nuestras, pero las hacemos propias del otro.

Por el contrario, la proyección negativa, es más patológica y aparece


cuando volcamos en el otro todos nuestros defectos. Podemos ver un ejemplo, en
una pareja donde uno de los dos es muy celoso e inseguro. Esta inseguridad le obliga
continuamente a estar haciendo reproches a su pareja, acusándole de que mira más a
otras, de que no le presta atención, etc.

Mediante la proyección, el sujeto expulsa el problema y el malestar que conlleva, fuera


de sí. Hace al otro culpable de sus males y distorsiona la realidad hasta el punto de
llegar a creer en una realidad ficticia

Introyección.
Es un mecanismo de defensa mediante el que un sujeto incorpora a su psiquismo y
a sus emociones elementos externos del ambiente que le rodea. La introyección es
uno de los principales mecanismos que intervienen en la modelización de la
personalidad.
Así podemos introyectar las imágenes paternas y los buenos mensajes que rodean,
pero también podemos introyectar de forma inconsciente, los mensajes educativos
negativos que pueden provocar una merma en nuestra autoestima: “Tú no sabes hacer
nada, eres un inútil, nunca llegarás a nada”.

Podemos ver otra forma muy negativa de introyección, en la identificación con el


agresor. Los niños maltratados pueden introyectar la figura del maltratador y
convertirse en futuros maltratadores.

Identificación proyectiva.
En este mecanismo existe inicialmente una proyección de los aspectos negativos
del sujeto sobre otra persona. En una segunda fase se produce una identificación
con esos aspectos que se han proyectado y que ya no se consideran propios sino del
otro.
Quizás un ejemplo, pueda mostrar mejor este mecanismo de defensa un poco
enrevesado. La identificación proyectiva tiene una importancia capital en el
psicoanálisis y en los procesos de transferencia y contratransferencia que se
desarrollan en la terapia.

Mediante la identificación proyectiva el paciente pone en el analista todo lo doloroso e


indeseado que hay dentro de él. El paciente, al hacer esto, piensa que estos
sentimientos son del analista y no suyos, lo que le hace experimentar una sensación de
bienestar y de euforia. La misión del analista será contener las emociones transferidas y
devolverlas cuando el paciente sea capaz de comprenderlas y aceptarlas.

Mecanismos de defensa secundarios.


Dentro de este grupo de mecanismos, más elaborados y más cercanos a la aceptación
de la realidad tenemos:

Regresión.
Es un mecanismo de defensa en el que el sujeto adopta de forma inconsciente
comportamientos infantiles que ya había abandonado en su desarrollo
madurativo. Es una forma de evitar los conflictos que aparecen con el cambio y el
desarrollo. El ser humano no suele avanzar en su desarrollo de forma lineal, sino más
bien en zigzag, dos o tres pasos adelante y uno hacia detrás.

Represión.
En la represión el sujeto olvida de forma voluntaria algo doloroso tras haber sido
consciente de ello en un primer momento. Se aplica el lema: “Ojos que no ven,
corazón que no siente”. El olvido puede ser total (se olvida la vivencia y todas las
emociones ligadas a ella) o parcial (se recuerda la vivencia, pero se reprimen los
afectos que la acompañaban).
La represión fue descrita por Freud, tras sus estudios de pacientes histéricas en el
Hospital de La Salpêtrière en París, junto al neurólogo francés Charcot. Posteriormente,
en el estudio de algunos de sus más célebres casos, consideró que la histeria era el
resultado de la represión de los deseos sexuales

Aislamiento. 
Mediante este mecanismo el sujeto consigue separar la carga emocional de los
hechos o de los pensamientos. Nos encontramos ante un mecanismo útil, cuando
hay que mantener la calma en situaciones críticas de riesgo vital, como un cirujano en
una operación delicada.
El aislamiento podría confundirse con la disociación, pero la diferencia radica en el
hecho de que en el aislamiento solamente se aparta de la consciencia la carga
emocional, pero se es consciente del hecho concomitante. El abuso del aislamiento
puede producir una personalidad fría, totalmente racional y casi anestesiada
sentimentalmente.

Una forma más evolucionada del aislamiento es la intelectualización, donde el


sujeto es capaz de aceptar la existencia de afectos, emociones y sentimientos, pero
está bloqueado y es incapaz de manifestar esas emociones. El abuso de este
sentimiento acerca al hombre a las máquinas y los robots, acabando por
deshumanizarlo.

Racionalización.
Mediante el mecanismo de la racionalización el sujeto es capaz de aceptar
situaciones traumáticas, buscando razones que minimicen el daño ocasionado. Al
no conseguir algo deseado, puede decirse a sí mismo, que realmente no era tan
necesario. Si sucede algo malo, puede argumentar, que al fin y al cabo no era tan malo
como parecía. Otro ejemplo sería, minimizar el dolor por la muerte de un ser querido,
argumentando que se ha ahorrado muchos dolores y sufrimientos si la enfermedad se
hubiese alargado.

El desplazamiento.
Mediante este mecanismo de defensa, la carga emocional ligada a su objeto original
es redirigida hacia otro objeto, animal o persona. Esto es debido a que sería
demasiado penoso para el sujeto dirigir esos afectos hacia el objeto original. Éste es
uno de los principales mecanismos de defensa que operan en las fobias, junto al de
simbolización.

La formación reactiva.
Mediante el mecanismo de la formación reactiva un sujeto transforma un afecto o
una emoción en su contrario. Así el sujeto puede transformar la ira en amor. Suele
aparecer en personas que temen profundamente sus emociones de tipo agresivo.
Puede subyacer también en casos de homofobia que ocultan una homosexualidad
inconsciente.

Inversión.
Mediante la inversión el sujeto cambia su papel en una situación, dejando de ser
activo para tomar una posición activa. Vemos este comportamiento en personas que
adoptan comportamiento de ayuda desinteresada y altruismo porque no quieren
depender de los demás.

Compartimentalización.
Es aceptar dos situaciones que están en conflicto directo, y que coexisten al mismo
tiempo, sin sentir vergüenza, culpa o remordimiento. “Donde dije digo, digo Diego”.
Pensar en los políticos resulta inevitable.

La anulación.
Es un mecanismo para compensar un daño originado a otro, mediante una acción
inconsciente que borrará el sentimiento de culpa. Vemos un ejemplo en el esposo
infiel, que regala sin motivo aparente a su mujer un ramo de rosas, tras una aventura
extra conyugal. Se suele adjudicar a la acción reparadora un carácter mágico.

Actuación.
La actuación es una forma de inversión, donde se pasa de lo pasivo a lo activo,
pero que conlleva además un componente de actuación, de realizar un hecho
concreto. Se actúa en la realidad algo que resulta muy doloroso a nivel afectivo para el
sujeto. La actuación es la base del “acting out” muy frecuente en la terapia
psicoanalítica. Lo que no se encara y habla en la sesión, se actúa fuera de ella

Sexualización.
Mediante el mecanismo de la sexualización el individuo busca transformar una
experiencia dolorosa en otra placentera. Por ejemplo, el abuso físico o psíquico
puede ser sexualizado para que no resulte tan traumático y se asemeje a un acto
gratificante.

Sublimación.
Este mecanismo de defensa, podríamos decir que es de los más evolucionados y
civilizados. El sujeto con unos deseos o impulsos que no puede llevar a cabo por las
prohibiciones sociales, busca una vía alternativa para conseguir esa descarga. Esto lo
consigue mediante la aceptación, el desplazamiento y la transformación del
impulso prohibido.
Por ejemplo, un cirujano, puede canalizar y sublimar en el quirófano sus instintos más
sádicos, mediante una operación quirúrgica.

Referencias bibliográficas.
o McWilliams, Nancy. (2011). Psychoanalytic diagnosis: Understanding personality
structure in the clinical process (2ª ed). New York, NY, US: Guilford
Press. Enlace.
o Breuer, Josef y Sigmund Freud. (1895) Estudios sobre la histeria. Enlace.
o Freud, Anna. (1980). El Yo y los mecanismos de defensa. Barcelona: Editorial
Paidós Ibérica. Enlace.

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