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SINTESIS INDIVIDUAL
Los salarios constituyen la mitad de la riqueza nacional y, junto con las cotizaciones
que llevan aparejadas, la más voluminosa cuantía de los costes de producción de la
economía. Tienen, por tanto, una doble función económica, puesto que mientras
sostienen variables cruciales como la demanda nacional de consumo e inversión,
pueden convertirse en un factor determinante en la formación de los precios y los
niveles de competitividad de una economía abierta. No se puede hablar de los
salarios como si fueren una variable autónoma y neutral. En los últimos meses se
ha reactivado el debate sobre su futuro aprovechando la recuperación de la
economía y de los beneficios de las empresas, y se debería tener presente el papel
que han desempeñado en el pasado para no cometer errores en el futuro.
Los empresarios, por su parte, mantienen que los salarios deben seguir siendo
moderados, aunque admiten que especialmente los abonados a los recién llegados
al mercado de trabajo deben ser más elevados, para evitar la fractura que
lentamente está penetrando en las diversas generaciones de asalariados. Un
informe elaborado por Comisiones Obreras cuantifica la devaluación salarial en una
pérdida de las retribuciones de entrada en las empresas con la crisis del 13%,
mientras que se mantienen con ligeros avances nominales las remuneraciones de
los asalariados que ya estaban en el mercado cuando llegó la recesión. Si la
productividad se ha incrementado de manera evidente con la penetración de la
tecnología, es injustificable que los salarios de entrada bajen en tales cuantías, y
proporcionan margen para repensar la política de costes de la producción.