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Bibliografía recomendada
Parece inevitable que la vejez tenga connotaciones negativas que, si bien han existido
siempre, van cambiando a lo largo del tiempo, la cultura y la historia. Los mitos y
estereotipos son significados que se sostienen socialmente, aun cuando no haya
criterios que lo validen científicamente (FLACSO, 2015).
“El VIEJISMO, es el término que encierra las variadas formas de discriminación que
se ejercen contra los viejos, excluyendo y no reconociendo que todos somos sujetos
que llevamos dentro nuestro el proceso de envejecimiento. Si se intenta negar el
propio proceso de envejecimiento y el de la sociedad humana misma segregando,
excluyendo, victimizando o maltratando a los viejos o permitiendo que otros lo hagan,
seguramente, pagaremos caro este error.
La vida es un camino de una sola mano y la juventud no vuelve jamás. Es obvio, que
a medida que se envejece ya no es posible mantener el ritmo de la juventud en
ninguno de sus aspectos, sin embargo, el secreto del buen envejecer está dado por
la capacidad que tenga el sujeto de aceptar y acompañar las inevitables declinaciones,
sentirse y procurar ser activo, sentirse querido y necesitado, no perder los roles
sociales.
El viejismo oculta el espantoso miedo y pavor a envejecer; los viejos son un retrato de
nosotros mismos a futuro. Somos incapaces de aceptar nuestro destino futuro
mientras sigamos enamorados de nosotros mismos como jóvenes.
Lo dicho no niega el hecho objetivo de que con la edad crecen constantemente los
impedimentos y las enfermedades sobre todo a partir de los 65 años. El 51% de los
viejos considera que su salud es buena; el 33% aceptable y sólo el 16% que es pobre
o mala. Sólo el 5% de la población mayor debe ser hospitalizada.
Las personas mayores “en una sociedad viejista o gerontofobica son considerados:
Enfermos – seniles – deprimidos – asexuados – pasados de moda – diferentes –
discapacitados – sin derechos – no pertenecen – son los otros – no importan sus
necesidades económicas y sociales – no contribuyen a la sociedad – no producen –
gastan demasiado – no interesan.”1
El principio que describe esta situación ha sido denominado “la profecía que se
autocumple”, habiendo sido apoyado por estudios realizados con cuidadores
Cuando se realizan diagnósticos, las personas mayores reciben con mayor frecuencia
un diagnóstico de tipo orgánico como la demencia, que a los que se proporcionaría si
la persona fuese más joven. Dado que los profesionales de la medicina, con carácter
general, optan con mayor frecuencia por recetar medicamentos como procedimiento
para tratar los trastornos mentales de las personas mayores, las derivaciones a
profesionales de la salud mental son menos frecuentes para las personas mayores
que para las personas jóvenes.
Las actitudes edadistas pueden influir además en la forma en la que se trata a las
personas mayores en las instituciones tanto públicas o privadas. Así, por ejemplo, si
se examinan las pautas de comunicación que se utilizan en las residencias o en los
centros para mayores se observa que fracasan a la hora de favorecer las necesidades
de afiliación y apoyo social de los usuarios, siendo muy común la utilización de la
denominada “habla patrón” o “hablar como a los niños” por parte de los profesionales.
Hablar a las personas mayores como si fueran niños o tratarles de una forma
paternalista puede, además de afectar adversamente a los procesos de evaluación y
de intervención, favorecer de una manera inconsciente el refuerzo de
comportamientos o actitudes dependientes y fomentar el aislamiento y la depresión
en las personas, contribuyendo a la común espiral de declive en el estado físico,
cognitivo y funcional de las personas mayores que viven en residencias.
Aunque en todos los escritos sobre el tema se menciona que la palabra jubilación
denota júbilo y alegría, el diccionario también incluye la connotación de desechar
por inútil. Esto muestra las dos caras de la jubilación, que constituye uno de los
cambios más drásticos y significativos en la vida de una persona, un hito que pone a
prueba la fortaleza interior de cada individuo y los recursos que debe desplegar para
adaptarse a una nueva vida en la que se pierden el estatus social y económico, la
motivación y algunas actividades, en especial las rutinas. Los motivos que llevan a
abandonar la actividad productiva remunerada, es decir, el trabajo, son muy variados.
Algunos toman la jubilación con beneplácito porque el trabajo que desempeñan es
físicamente demandante o porque les des agrada, aunque es imprescindible para la
supervivencia a falta de otras oportunidades; otros dejan de trabajar porque creen que
ya no pueden desempeñarse de manera adecuada por diversas razones y, por último,
la mayoría lo hace de manera obligada porque la ley así lo dispone.
• Rechazo: actitud de negación, se vive como el final del estilo de vida y estatus del
individuo. En casos extremos pueden aparecer sentimientos de vacío e inutilidad.
• Aceptación: actitud resignada y conformista, se vive como una transición por la que
inevitablemente se deberá pasar.
• Oportunidad: es la actitud más positiva, se vive como una oportunidad para iniciar
y/o retomar proyectos y actividades que el individuo no había podido realizar por falta
de tiempo.
AUTOCONCEPTO EN LA JUBILACIÓN
La generatividad en la vejez
Por ello la generatividad en la vejez podría ser una importante fuente de bienestar en
las últimas décadas de la vida y ser un importante ingrediente del envejecimiento
satisfactorio (Fisher, 1995; Villar, en prensa). Diversos estudios han tratado de indagar
en la relación entre bienestar y generatividad, generalmente con resultados
contradictorios. Así, McAdams, de St. Aubin y Logan (1993) o Grossbaum y Bates
(2002), utilizando muestras de mediana edad, encontraron que mientras el interés
generativo sí mantenía una relación positiva con la satisfacción con la vida, las
acciones generativas no. Con una muestra de personas mayores, Cheng (2009)
obtuvo que las diferencias entre interés y acción generativa se mantenían, aunque en
este caso las acciones generativas sí se relacionaban, aunque moderadamente, con
el bienestar. En el estudio de Cheng, el impacto de la generatividad sobre el bienestar
dependía de hasta qué punto las contribuciones de los mayores eran valoradas por
los demás.
Los autores atribuyen estas diferencias entre interés y actividad generativa a las
diferentes oportunidades que las personas pueden tener para llevar a la práctica su
interés generativo, en función de diversas circunstancias vitales o variables como el
género, el nivel educativo o el estado civil (McAdams et al., 1998). Además, quizá
estar implicado en acciones generativas implica mayores dificultades y sinsabores que
simplemente expresar interés y preocupación por los demás (Warburton, McLaughin,
y Pinsker, 2006).
Erradicar el viejismo y promover la igualdad es una tarea que nos involucra a todos y
a todas individualmente y como parte del Estado, las Instituciones, la comunidad y la
familia.