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Núcleo 3 – Clase Nº 6 - Guía de Estudio

Concepto de Vejez- Representaciones sociales. Parte 1

Objetivos:

● Comprender los procesos de envejecimiento como construcciones socio-


culturales.
● Problematizar estereotipos y prejuicios construidos sobre la vejez y analizar su
impacto en las personas mayores
● Identificar problemáticas específicas relativas al alejamiento del empleo y su
relación con el cuidado de la salud del adulto mayor

Contenidos:

Imaginario y representación social sobre la vejez en diferentes culturas y ramas de


actividad. Vejez y productividad. “Sabiduría del hombre y la mujer mayor”. Vivencia
subjetiva del proceso de envejecimiento. Calidad de vida, el impacto de la jubilación y
desarrollo de una segunda vocación.

Bibliografía recomendada

● Levy Becca y Banaji Mahzarin (2004) “Viejismo Implícito” en Viejismo,


Estereotipos y Prejuicios contra las Personas Mayores (Ageism. Stereotyping
and Prejudice against Older Persons) (comp.) Todd D. Nelson. Massachusetts:
The Mit Press, cap 3 “Viejismo Implícito”
● Monchietti, A; Sánchez, M (2008) “Acerca de la génesis de la representación
social de la vejez”. Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Mar del
Plata En REVISTA A RGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 N 10 — ISSN 1667-
9261, pp. 143-150.
● Papalia, D; Sterns, H; Feldman, R; Camp, C. (2009) “Desarrollo del Adulto
Mayor”, 3ª Edición, Cap. 8, pp 292-310. Mexico
● Rodriguez Garcia, R; Lazcano Botello, G (2011) “Practica de la geriatría”. 3ª
Edición. Cap 11 Jubilación, pp 75-84. Mexico
● Strejilevich, L (2010) “Gerontología Social” Prejuicios y estereotipo, pp 17-19
● Strejilevich, L (2012) “Gerontología. Analisis reflexivo de los problemas que
afectan a los adultos mayores”, Cap Jubilación Anticipada pp 17-23. Editorial
Académica Española.
● “Estereotipos asociados a las personas mayores”. Eusko Jaurlaritza. Gobierno
Vasco. España
Envejecimiento como construcción socio- cultural: MITOS Y ESTEREOTIPOS

Parece inevitable que la vejez tenga connotaciones negativas que, si bien han existido
siempre, van cambiando a lo largo del tiempo, la cultura y la historia. Los mitos y
estereotipos son significados que se sostienen socialmente, aun cuando no haya
criterios que lo validen científicamente (FLACSO, 2015).

Cuando hablamos de estereotipos no referimos a falsas concepciones que actúan a


modo de clichés en el acercamiento a un fenómeno, grupo social u objeto. Son
inexactos, generalmente despectivos, y pueden favorecer la aparición de conductas
discriminatorias.Han sido definidos como ideas sobre las características personales
de la mayoría de un grupo de personas y son opiniones sesgadas de las que
desconocemos su veracidad o falsedad. (“Estereotipos asociados a las personas
mayores”. Eusko Jaurlaritza. Gobierno Vasco. España)

El psiquiatra Robert Butler (1969) acuñó el término “edadismo” (traducido por


Leopoldo Salvarezza como “viejismo”), para hacer referencia a la discriminación que
se ejerce hacia las personas mayores en la sociedad actual. Estas situaciones de
discriminación conllevan mitos, roles y estereotipos que las sociedades o culturas le
otorgan a la vejez.

“El VIEJISMO, es el término que encierra las variadas formas de discriminación que
se ejercen contra los viejos, excluyendo y no reconociendo que todos somos sujetos
que llevamos dentro nuestro el proceso de envejecimiento. Si se intenta negar el
propio proceso de envejecimiento y el de la sociedad humana misma segregando,
excluyendo, victimizando o maltratando a los viejos o permitiendo que otros lo hagan,
seguramente, pagaremos caro este error.

El buen o mal envejecer depende más de la escala de valores, de las estructuraciones


psicológicas y sociales, de la aproximación al yo ideal que de aspectos estrictamente
biológicos; mantenerse en contacto e intercambio con las generaciones más jóvenes
– no para sentirse uno más joven – sino para estar actualizado, incluido, no
abandonando el proceso permanente socializador y construyendo la propia
trascendencia.

La vida es un camino de una sola mano y la juventud no vuelve jamás. Es obvio, que
a medida que se envejece ya no es posible mantener el ritmo de la juventud en
ninguno de sus aspectos, sin embargo, el secreto del buen envejecer está dado por
la capacidad que tenga el sujeto de aceptar y acompañar las inevitables declinaciones,
sentirse y procurar ser activo, sentirse querido y necesitado, no perder los roles
sociales.

El viejismo oculta el espantoso miedo y pavor a envejecer; los viejos son un retrato de
nosotros mismos a futuro. Somos incapaces de aceptar nuestro destino futuro
mientras sigamos enamorados de nosotros mismos como jóvenes.

En suma, el término “viejismo” define el conjunto de prejuicios, estereotipos y


discriminaciones que se aplican a los viejos simplemente en función de su edad. Un
viejo, frente a nosotros, es como un espejo del tiempo, por eso, muchas veces,
elegimos no atenderlos negando nuestro propio envejecimiento adjudicando al viejo
cosas y cualidades desfavorables que realmente no tiene.

La vejez se lleva adentro activamente. Algunos de nuestros órganos comienzan a


envejecer a los 7 años de edad; muchas de nuestras capacidades alcanzan su punto
máximo a los 25 años y a partir de allí comienza nuestra declinación.

El estereotipo más común y extendido es considerar a los viejos como enfermos o


discapacitados, desconociendo que sólo 1 de cada 4 viejos tiene problemas en su
salud, es decir, 3 de cada 4 NO tienen problemas de salud; son sanos. La salud de
los viejos es mejor medirla en términos de función; más por el grado de ajuste que son
capaces de obtener que por la falta de patología. En gerontología-geriatría, el
diagnóstico funcional es el más importante en los planos biológico, psicológico y social
y además sirve para medir y planificar el monto de servicios que el viejo requiere en
la comunidad.

Lo dicho no niega el hecho objetivo de que con la edad crecen constantemente los
impedimentos y las enfermedades sobre todo a partir de los 65 años. El 51% de los
viejos considera que su salud es buena; el 33% aceptable y sólo el 16% que es pobre
o mala. Sólo el 5% de la población mayor debe ser hospitalizada.

Muchas de las declinaciones de los viejos se deben a la falta de entrenamiento y al


apartamiento de la actividad por no “prolongar el activismo” más allá de lo posible o
de lo cronológicamente estimado por los sistemas previsionales y sanitarios. Si bien
sabemos que la producción intelectual de científicos y escritores está comprendida en
el rango de los 30-59 años de edad; que el 50% de los grandes descubrimientos se
producen en la década de los 40 y que entre los 30-60 años se distribuye el 80% del
total de los puestos políticos, militares o industriales de la sociedad; que el máximo de
las aptitudes físicas se obtienen hasta los 30 años para después declinar; la pregunta
a hacer es qué harán los viejos en una sociedad cuya esperanza de vida se acerca a
los 80 años de edad.
Los seres humanos, al menos en la cultura occidental, tienen dificultades para
registrar desde sí mismas el paso del tiempo; no se toma conciencia que el tiempo es
finito y nadie cree en su propia muerte. A medida que envejecemos nos volvemos más
pesimistas y conservadores y aparecemos más preocupados por la proximidad de la
muerte. Cada cultura produce su propio tipo de envejecimiento y dentro de cada una
de ellas cada viejo es el producto de su propia historia personal y generacional; los
viejos en tanto personas son únicas e irrepetibles.

Las personas mayores “en una sociedad viejista o gerontofobica son considerados:
Enfermos – seniles – deprimidos – asexuados – pasados de moda – diferentes –
discapacitados – sin derechos – no pertenecen – son los otros – no importan sus
necesidades económicas y sociales – no contribuyen a la sociedad – no producen –
gastan demasiado – no interesan.”1

La descalificación prejuiciosa y generalizada promueve tres problemas centrales:

1 | Limitaciones en la autonomía, ya que los demás empiezan a tomar decisiones por


la persona mayor y ésta comienza a creerse incompetente.

2 | Interferencia en las interacciones sociales, por la presencia de la duda en la


capacidad real de juicio, lo que determina que no se entablen relaciones en
profundidad y que se descrea de la voluntad de la persona mayor.

3 | Ofrecimiento de actividades inapropiadas, infantilizantes o poco estimulantes, lo


cual consolida las creencias limitantes.

Efectos de los estereotipos en las propias personas mayores

Las personas mayores tienden a adoptar la imagen negativa dominante en la sociedad


y a comportarse de acuerdo con esta imagen, que define lo que una persona mayor
debe o no debe hacer. La infraestimación de las capacidades físicas y mentales de
las personas mayores puede favorecer una prematura pérdida de independencia, una
mayor discapacidad, mayores índices de depresión y una mortalidad anticipada en
personas que, en otras condiciones, mantendrían una vida productiva, satisfactoria y
saludable.

El principio que describe esta situación ha sido denominado “la profecía que se
autocumple”, habiendo sido apoyado por estudios realizados con cuidadores

1 Strejilevich, L (2010). “Gerontologia Social. Prejuicios y estereotipos. Pp 17-19


informales de personas dependientes y actualmente es considerado como uno de los
principales mecanismos a través de los cuáles, se produce el exceso de incapacidad.
La importancia de la percepción que tienen las personas sobre el envejecimiento ha
sido recientemente demostrada. Parece ser que las personas con percepción positiva
del envejecimiento viven hasta 7,5 años más que las personas que no tienen una
imagen positiva del envejecimiento.

El estudio de la influencia del edadismo sobre las personas mayores, realizado


fundamentalmente en el contexto laboral, muestra que el edadismo provoca la emisión
de discursos edadistas, la expresión de actitudes edadistas y la realización de
prácticas discriminatorias basadas en la edad, habiéndose relacionado estos
comportamientos con una reducción del sentimiento de autoeficacia, una disminución
del rendimiento y con el estrés cardiovascular. Además, el edadismo también se ha
relacionado con el maltrato a las personas mayores.

En cuanto a la salud mental, el mantenimiento de actitudes edadistas contribuye en


gran medida a la limitada atención que se les proporciona a las personas mayores con
problemas psicológicos. Así, en un estudio reciente, se encontró que del 100% de
personas mayores que cumplían los criterios para algún diagnóstico psiquiátrico,
únicamente el 49% estaba diagnosticado. Además, únicamente entre un 17-38%
recibía tratamiento específico para tales problemas. Estos resultados parecen estar
reflejando la existencia de prejuicios sobre problemas en las personas mayores que
afectan al grado en el que los profesionales de la salud realizan diagnósticos certeros
de los problemas que los mayores padecen.

La creencia de que la depresión y la tristeza son parte normal del envejecimiento


puede dificultar o imposibilitar que la persona reciba un diagnóstico de depresión y
que se beneficie, por lo tanto, de una intervención.

Cuando se realizan diagnósticos, las personas mayores reciben con mayor frecuencia
un diagnóstico de tipo orgánico como la demencia, que a los que se proporcionaría si
la persona fuese más joven. Dado que los profesionales de la medicina, con carácter
general, optan con mayor frecuencia por recetar medicamentos como procedimiento
para tratar los trastornos mentales de las personas mayores, las derivaciones a
profesionales de la salud mental son menos frecuentes para las personas mayores
que para las personas jóvenes.

Las actitudes edadistas pueden influir además en la forma en la que se trata a las
personas mayores en las instituciones tanto públicas o privadas. Así, por ejemplo, si
se examinan las pautas de comunicación que se utilizan en las residencias o en los
centros para mayores se observa que fracasan a la hora de favorecer las necesidades
de afiliación y apoyo social de los usuarios, siendo muy común la utilización de la
denominada “habla patrón” o “hablar como a los niños” por parte de los profesionales.
Hablar a las personas mayores como si fueran niños o tratarles de una forma
paternalista puede, además de afectar adversamente a los procesos de evaluación y
de intervención, favorecer de una manera inconsciente el refuerzo de
comportamientos o actitudes dependientes y fomentar el aislamiento y la depresión
en las personas, contribuyendo a la común espiral de declive en el estado físico,
cognitivo y funcional de las personas mayores que viven en residencias.

RETIRO LABORAL / JUBILACION

Aunque en todos los escritos sobre el tema se menciona que la palabra jubilación
denota júbilo y alegría, el diccionario también incluye la connotación de desechar
por inútil. Esto muestra las dos caras de la jubilación, que constituye uno de los
cambios más drásticos y significativos en la vida de una persona, un hito que pone a
prueba la fortaleza interior de cada individuo y los recursos que debe desplegar para
adaptarse a una nueva vida en la que se pierden el estatus social y económico, la
motivación y algunas actividades, en especial las rutinas. Los motivos que llevan a
abandonar la actividad productiva remunerada, es decir, el trabajo, son muy variados.
Algunos toman la jubilación con beneplácito porque el trabajo que desempeñan es
físicamente demandante o porque les des agrada, aunque es imprescindible para la
supervivencia a falta de otras oportunidades; otros dejan de trabajar porque creen que
ya no pueden desempeñarse de manera adecuada por diversas razones y, por último,
la mayoría lo hace de manera obligada porque la ley así lo dispone.

Diferentes autores han propuesto tipologías de actitud a partir del análisis de


entrevistas con personas jubiladas (e.g. Schlossberg, 2004). AgullóTomás (2001), por
ejemplo, describió cuatro actitudes posibles ante la jubilación:

• Rechazo: actitud de negación, se vive como el final del estilo de vida y estatus del
individuo. En casos extremos pueden aparecer sentimientos de vacío e inutilidad.

• Aceptación: actitud resignada y conformista, se vive como una transición por la que
inevitablemente se deberá pasar.

• Liberación: se vive como un premio al esfuerzo realizado durante la trayectoria


laboral. El foco en la liberación de la «carga» del trabajo puede tener como
contrapartida que el individuo carezca de expectativas y proyectos a los que dedicarse
una vez jubilado.

• Oportunidad: es la actitud más positiva, se vive como una oportunidad para iniciar
y/o retomar proyectos y actividades que el individuo no había podido realizar por falta
de tiempo.

El género puede ser también un factor importante en la adaptación a la jubilación,


debido a las trayectorias vitales diferenciales que siguen hombres y mujeres en
aspectos como la historia laboral, el cuidado de los hijos o la dedicación a tareas
domésticas, especialmente en sociedades que se adhieren a roles de género
tradicionales. Estos aspectos podrían repercutir negativamente en la seguridad
financiera de las mujeres tras la jubilación, afectando por lo tanto su proceso de ajuste.
En contrapartida, los hombres podrían experimentar más dificultades que las mujeres
a la hora de establecer un nuevo patrón de actividades, debido a que el cambio de
rutinas tras la jubilación sería para ellos más notorio.

AUTOCONCEPTO EN LA JUBILACIÓN

Muchos factores influyen el autoconcepto de una persona en la jubilación. Algunos de


ellos son la comprensión del cambio y la conciencia del paso del tiempo. Cómo se
percibe el cambio en los demás y en uno mismo y cómo se consideran y entienden
las implicaciones del tiempo futuro son aspectos principales de la integración cognitiva
personal que conduce a autocomprensión creciente. Primero sobreviene la
comprensión del yo pasado y los valores, preferencias y deseos que se basan en el
ayer. La jubilación ofrece oportunidades para regresar a donde la familia solía vivir,
mantener contacto cercano con antiguos amigos o usar la casa de verano de la familia.
Esta comprensión enriquecida del pasado propio puede complementarse con una
nueva perspectiva del yo futuro propio. Nuevos estilos y ambientes de vida, nuevos
amigos y actividades se vuelven opciones reales. Una persona puede elegir realizar
un nuevo conjunto de actividades de vida en un ambiente comunitario familiar (Sterns
y Kaplan, 2003).

Un segundo factor que influye el autoconcepto es la percepción que se tenga acerca


del control sobre la vida personal. Una persona en el mundo del trabajo puede sentir
que posee el control debido a los recursos financieros, la posición que ostenta o la
antigüedad, o puede sentirse extremadamente vulnerable con base en la situación
financiera y el clima empresarial actuales. Muchas personas en su jubilación tuvieron
que cambiar el estilo de vida para regresar a trabajar por paga con la finalidad de
mantener un estándar de vida deseado.

Un tercer factor es la introspección personal (qué tan bien se comprende uno a sí


mismo: las motivaciones, deseos, enfoque en el trabajo y relaciones con la familia,
amigos y organizaciones). El autoestudio, la educación y la asesoría pueden
ayudar a este proceso.

Tanto la instrumentación de todas estas influencias sobre el autoconcepto como la


necesidad de interpretación, planeación, complejidad y sabiduría son parte de la
adecuada capacidad de las personas para manejar su retiro.

La generatividad en la vejez

De acuerdo con la teoría del desarrollo de Erik Erikson (1950), la generatividad es el


reto al que la persona se enfrenta en la mediana edad. Se define como el interés por
guiar y asegurar el bienestar de las siguientes generaciones y, en último término, por
dejar un legado que nos sobreviva. La generatividad se puede expresar a partir de
actividades como la crianza de los hijos, el cuidado a personas dependientes, la
formación de los jóvenes, la producción de bienes y servicios o el compromiso social
y la participación cívica y política. En cualquier caso, implica contribuir al bien común
de los entornos en los que las personas participan (la familia, la empresa, la
comunidad, etc.), para reforzar y enriquecer las instituciones sociales, asegurar la
continuidad entre generaciones o plantear mejoras sociales.

Tras unas décadas de relativo olvido, la generatividad es reintroducida en los estudios


sobre el desarrollo en la adultez por Dan McAdams, quien diferencia entre el interés
generativo, definido como una actitud favorable hacia cuestiones generativas, y la
acción generativa, o puesta en marcha y concreción en comportamientos de esa
actitud favorable (McAdams y Logan, 2004; McAdams, Hart, y Maruna, 1998). Este
mismo autor desarrolló instrumentos para evaluar esas dos dimensiones de la
generatividad que han sido utilizadas en numerosas investigaciones posteriores,
aunque desgraciadamente, no han sido validadas todavía en nuestro entorno. Como
veremos, este es uno de los objetivos de nuestro estudio.

A pesar de que los trabajos de McAdams seguían restringiendo la generatividad a la


mediana edad, en las últimas décadas ha aparecido un interés por comprobar si los
intereses y acciones generativas se extienden también a la vejez, y qué papel
desempeñan en las personas mayores. El propio Erikson en sus últimos escritos
(Erikson, Erikson y Kivnick, 1986) planteó el concepto de grand generativity, que trata
de reconocer las diversas formas en las que los mayores ayudan a otros (como
padres, como abuelos, como amigos, como mentores, etc.) a la vez que aceptan
ayuda y expresan su interés por perpetuar conocimientos y valores en las futuras
generaciones.

Desde un punto de vista empírico, la asociación estricta entre generatividad y mediana


edad también es dudosa. Por ejemplo, tras incrementarse en la transición de la
juventud a la mediana edad, el interés y las actividades generativas en general se
mantienen en la vejez, tanto cuando se comparan trasversalmente diversos grupos de
edad (Sheldon y Kasser, 2001; Zucker, Ostrove, y Stewart, 2002) como cuando las
personas evalúan, retrospectivamente, la generatividad en diferentes momentos de
su vida (Miner-Rubino, Winter, y Stewart, 2004). Así, la generatividad parece estar
detrás de las contribuciones de los mayores tanto en ámbitos familiares como
comunitarios (Kleiber y Nimrod, 2008; Thiele y Welan, 2008; Warburton y Gooch,
2007).

Generatividad y bienestar en la vejez

El concepto de generatividad en la vejez no es el único que enfatiza la participación y


contribuciones de los mayores en la sociedad. Otros, como el de envejecimiento activo
(Fernández-Ballesteros, 2009; Organización Mundial de la Salud, 2002) o
envejecimiento productivo (Caro y Sánchez, 2005; Ranzijn, 2002) son similares en
este sentido. Sin embargo, a diferencia de ellos, la generatividad también implica un
componente de desarrollo personal, de crecimiento y de madurez. Así, la actividad
generativa en la vejez no implica sólo contribuir a la mejora y sostenimiento de los
contextos en los que participan, sino también una actividad que da sentido y propósito
a la vida de los mayores. Contribuir aporta no sólo beneficios para los demás, sino
también recompensas personales.

Por ello la generatividad en la vejez podría ser una importante fuente de bienestar en
las últimas décadas de la vida y ser un importante ingrediente del envejecimiento
satisfactorio (Fisher, 1995; Villar, en prensa). Diversos estudios han tratado de indagar
en la relación entre bienestar y generatividad, generalmente con resultados
contradictorios. Así, McAdams, de St. Aubin y Logan (1993) o Grossbaum y Bates
(2002), utilizando muestras de mediana edad, encontraron que mientras el interés
generativo sí mantenía una relación positiva con la satisfacción con la vida, las
acciones generativas no. Con una muestra de personas mayores, Cheng (2009)
obtuvo que las diferencias entre interés y acción generativa se mantenían, aunque en
este caso las acciones generativas sí se relacionaban, aunque moderadamente, con
el bienestar. En el estudio de Cheng, el impacto de la generatividad sobre el bienestar
dependía de hasta qué punto las contribuciones de los mayores eran valoradas por
los demás.
Los autores atribuyen estas diferencias entre interés y actividad generativa a las
diferentes oportunidades que las personas pueden tener para llevar a la práctica su
interés generativo, en función de diversas circunstancias vitales o variables como el
género, el nivel educativo o el estado civil (McAdams et al., 1998). Además, quizá
estar implicado en acciones generativas implica mayores dificultades y sinsabores que
simplemente expresar interés y preocupación por los demás (Warburton, McLaughin,
y Pinsker, 2006).

Sin embargo, el impacto de la generatividad en el bienestar también podría variar en


función del modo en el que se entienda el bienestar. En este sentido, algunos autores
diferencia entre bienestar 'hedónico', referido a sentimientos presentes de placer o
displacer (que se concretan en medidas de felicidad o de satisfacción con la vida) y
bienestar 'eudaimónico', centrado en el esfuerzo por conseguir objetivos a largo plazo,
la realización del propio potencial y sentirse a uno mismo en desarrollo (Ryan y Deci,
2001; Waterman, 1993). En este sentido, el bienestar eudaimónico en ocasiones
implica esfuerzos y sacrificios que pueden dañar los sentimientos presentes de placer
(es decir, el bienestar hedónico).

Finalmente, la participación cívica y política es otro ámbito en el que los mayores


pueden expresarse generativamente. Warburton, McLaughlin, & Pinsker (2006) y
Kleiber, & Nimrod (2008), por ejemplo, encontraron que la implicación y participación
de las personas mayores en las decisiones que afectan a la comunidad en la que viven
era uno de los ámbitos privilegiados para la expresión de la generatividad en la vejez.

Además, esta participación podría contribuir a la creación y mantenimiento del capital


social (Hodgkin, 2011; Warburton, & Stirling, 2007) a la vez que ofrecería a las
personas mayores la oportunidad de sentirse útiles e importantes, incrementando de
esta manera a su bienestar personal (Gruenewald, Liao, & Seeman, 2012).

Un aspecto común a todas estas actividades generativas es que, además de contribuir


al bien común y al desarrollo social, implican un componente de satisfacción personal
y estimulan también el desarrollo personal (Villar, 2012). De hecho, esta conexión con
el desarrollo individual es lo que diferencia la generatividad en la vejez de otros
conceptos similares, como el de envejecimiento productivo (Caro & Sánchez, 2005).
Así, para ser generativa, una actividad debería no únicamente expresar el interés y
preocupación por las nuevas generaciones, sino que también debería ayudar a dotar
de sentido a la vida y facilitar vivirla de manera satisfactoria (Cheng, 2009; Fisher,
1995; Villar, López, & Celdrán, en prensa).
En síntesis

Existen mitos y estereotipos asociados a la vejez que son generadores de


discriminación, violencias y maltratos. Combatirlos es imprescindible y urgente para
cambiar el enfoque tradicional por el de derechos humanos. La Convención
Interamericana Sobre la Protección de los Derechos humanos de las Personas
Mayores (Ley N° 27360) es la herramienta para construir este nuevo paradigma.

Erradicar el viejismo y promover la igualdad es una tarea que nos involucra a todos y
a todas individualmente y como parte del Estado, las Instituciones, la comunidad y la
familia.

También, y haciendo referencia a lo trabajado hoy, para que la jubilación pueda


expresar algo del júbilo que alberga esta palabra, deberá estar acompañada de
condiciones que la favorezcan. La pregunta es si este es un proceso sólo personal o
debería estar acompañado por la comunidad en la que se vive. Diferentes sistemas
previsionales apuntaron a mejorar este pasaje. Los cursos pre jubilatorios son otra
opción ya que buscan enseñar y acompañar a la persona acerca de los cambios que
se producirán con la jubilación, así como conocer más sobre la etapa por venir y las
alternativas con que cuenta.

Diversas investigaciones nos indican que la jubilación puede ser un espacio de


ampliación de horizontes, de nuevas relaciones, de mayor dedicación a los afectos y
de un aumento de la creatividad, pero para ello sería importante acompañar estos
tramos vitales y dar las condiciones necesarias para posibilitarla.

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